HBO estrenará oficialmente el próximo lunes 11 de septiembre The Deuce, la nueva apuesta de la cadena estadounidense después de completar con récord de audiencia (uno más) la séptima temporada de Juego de Tronos. Sin embargo, el primero de los ocho capítulos que componen esta nueva serie se preestrenó por sorpresa en HBO España (y HBO Go) el pasado 25 de agosto y el segundo no estará disponible hasta el lunes 18. Aun así y como
lo prometido es deuda, hoy os traemos un artículo dedicado (no patrocinado por HBO ni ninguna otra compañía, tampoco por David Simon).
HBO produce un número menor de series propias, pero en sus dramas invierte una cantidad muy considerable de dinero y esfuerzo. En The Deuce además de encontrar un producto con el habitual estándar de calidad de la cadena estadounidense tenemos estampado el sello de David Simon, una de las figuras más importantes de la historia de la televisión, patrimonio de la HBO desde hace 20 años y personaje que da sentido a la libertad creativa y flexibilidad en cuanto a la audiencia que ofrecen las cadenas por cable (o
streaming).
No es televisión, es David SimonDavid Simon es el máximo responsable de The Wire, serie considerada por muchos (especialmente la crítica) como la mejor de la historia. A pesar de que fue un producto ignorado por las Academias estadounidenses, que solo le concedieron unas pocas nominaciones en los premios Emmy, a dia de hoy The Wire ha conseguido trascender a su medio natural, llegando a convertirse en material didáctico en universidades como Harvard. En cuanto al público, seguramente hablamos de una serie que ha sido más vista una vez completadas las cinco temporadas que durante su emisión regular.
Todo hay que decirlo, The Wire, al igual que el resto de trabajos de David Simon, no es fácil de ver ni seguir. Sus series son densas y ponen a prueba al espectador, que es constantemente retado a ver más allá de lo que se proyecta en la pantalla, donde cada detalle es significativo. Simon se caracteriza por hacer lo que quiere y aquello que a él le resulta interesante, algo que nos suele dejar con historias oscuras y deprimentes, normalmente ligadas a una ciudad y protagonizadas por personajes perdedores que forman parte de un reparto coral en el que no se puede identificar de forma clara un héroe o antihéroe. Pero no es posible contar qué pasó en un periodo de la historia de una ciudad (una protagonista más) atándose a la visión de un único personaje.
Si HBO sigue invirtiendo millones de dólares en los proyectos de David Simon es, en parte, porque The Wire terminó triunfando entre el público gracias a la venta de DVDs y el boca a boca. Tan larga es la sombra de The Wire que le dio a Simon carta blanca para hacer Treme, una obra que sigue la vida en Nueva Orleans después del paso del huracán Katrina y que tiene entre sus protagonistas su gente, la cultura y la música jazz. Su último proyecto antes de The Deuce fue Show me a Hero, una alegoría sobre el racismo en Estados Unidos que explica la historia real de Nick Wasicsko (interpretado por un magnífico Oscar Isaac), alcalde de Yonkers que se vio obligado por orden judicial a construir un grupo de viviendas para familias sin recursos en barrios de blancos, que representaban un 90% de la población.
¡Una serie sobre un trompetista y otra sobre racismo, a ver cómo vendes eso al gran público! En su primera emisión, ambas rondaron una media de medio millón de espectadores, una miseria en comparación a otras series como True Detective que cosechó en cada capítulo de su primera temporada unos 2,5 millones. En las antípodas tenemos los 10 millones de Juego de Tronos en su episodio más visto de la séptima temporada.
A pesar de que la integridad de David Simon le lleve a fracasar ante la gran masa de audiencia y la mayoría de academias que otorgan premios, HBO sigue invirtiendo decenas de millones de dólares en sus proyectos. ¿Qué obtiene la cadena a cambio? Las historias con más calidad de la televisión, contenido para espectadores adultos y un aumento de su valor y prestigio como marca. “Que se joda el espectador medio”, dice Simon. No es un insulto ni un menosprecio, ni algo que pueda decir un guionista a sueldo de un canal tradicional, pero la audiencia casual ya tiene un montón de series para ver mientras hace la colada.
Difícilmente The Deuce, lo más parecido a The Wire que ha hecho David Simon en 15 años, mejorará sus cifras de audiencia, pero aquellos que le seguimos solo podemos celebrar su vuelta. Con Simon la calidad, la historia, los personajes y la atmósfera no se negocian para favorecer a un mayor número de espectadores. El próximo proyecto de Simon posiblemente sea en base al libro Legado de cenizas de Tim Weiner, que trata sobre la historia de la CIA y la política exterior de Estados Unidos. También hace años que intenta vender sin éxito la idea de hacer una serie sobre el Batallón Abraham Lincoln y su participación en la Guerra Civil Española. A David Simon le gustan las historias del pasado que siguen hablando sobre cosas de hoy.
The Deuce: la distópica Times Square de los años 70 en la que se legalizó el pornoThe Deuce es un drama que transporta a los espectadores hasta el principio de los años 70 y los instala en una sórdida Times Square (Nueva York, Estados Unidos) para presenciar, en última instancia, el nacimiento y consolidación de la industria porno. Detrás de este proyecto también encontramos a George Pelecanos, habitual colaborador de Simon, mientras que delante de las cámaras destacan James Franco en el doble papel de los gemelos Vincent y Frankie Martino y Maggie Gyllenhaal como Candy, una prostituta independiente que decide probar suerte como actriz en el cine para adultos.
En The Deuce se habla de racismo, violencia, corrupción, misoginia, prostitutas, proxenetas, transexueales, camareros, pornografía, poder, dinero, policías o los estafadores de poca monta que se buscaban la vida en las mugrientas calles de Nueva York, aquellas que pudimos ver en el cine en obras como The French Connection (1971), Malas calles (1973) o Taxi Driver (1976). Asimismo se mostrará cómo afectó la situación del país (crisis del petróleo, fin de la Guerra del Vietnam, pérdida de la industria tradicional…) a este distrito y sus calles con la llegada del SIDA, los movimientos del mercado inmobiliario o la para entonces incipiente epidemia de cocaína. Será una historia de largo recorrido que llegará hasta mediados de los 80.
Como pasa en todas las obras de David Simon, la ciudad, y en este caso en concreto la intersección de Times Square en Manhattan (Nueva York), actuará como un protagonista más. La serie promete ofrecer una auténtica recreación de la calle 42, la que en 1970 era apodada como The Deuce y en la que se había creado una especie de subcultura forjada alrededor de cines y teatros, donde se podrían ver películas
grindhouse de bajo presupuesto caracterizadas por su contenido sexual, violencia y cualquier tema bizarro. En la calle, la ciudad estaba cruzando el límite de la distopía.
Posiblemente la historia sobre los inicios de la pornografía que promete The Deuce sea una excusa para mostrar un retrato humano, realista, moral, crudo y político sobre cómo era la calle 42 y la ciudad de Nueva York en los años 70. De la mano de Simon, los espectadores deberíamos prepararnos para efectuar un viaje al infierno, uno que transcurre por una calle en la que los policías solo pasaban para recoger el soborno, un salvaje oeste donde el poder sexual y financiero (qué es el sexo sino poder) estaba en manos de la peor calaña de los bajos fondos. Se tenía que ser de otra pasta para vivir en The Deuce y de una industria floreciente, no regulada, con grandes beneficios, alta demanda y financiada por el crimen organizado.
Años 70, Nueva York, drogas, violencia, policía, prostitución, delincuentes, negocios turbios y una ambientación cuidada hasta el extremo… Solo falta la mafia y ahí es donde entran los gemelos Vincent y Frankie Martino, dos perdedores interpretados por James Franco. Estos dos personajes existieron y regentaban un bar en la calle 42 de Manhattan que se convirtió en el epicentro y tugurio de proxenetas, prostitutas, estrellas porno y un heterogéneo grupo de individuos. Ambos hermanos sirvieron a la mafia y se involucraron en el amanecer de la industria del porno, que en la década de 1970 se convirtió de repente en un negocio lucrativo, provocativo y legítimo. The Deuce no explica su vida, pero en parte sí se inspira en ella.
También estamos ante una explicación de cómo funciona el capitalismo, pues en The Deuce veremos cómo el porno deja de ser un negocio marginal y no acorde con la ley para convertirse en uno legal que empezó a generar millones de dólares. Según reconocía el propio Simon
hace cuatro años, cuando el proyecto aún no había recibido luz verde por parte de HBO, “no se me ocurre nada que pueda ilustrar mejor la historia del capitalismo”. En este caso el producto que proporciona el beneficio es el cuerpo de la mujer y el sexo, que trazarán una fina línea (y posiblemente salten a la comba con ella) entre la pornografia y la prostitución.
El piloto de The Deuce ha costado 12 millones de dólares, dura 124 minutos y en su dirección encontramos a Michelle MacLaren, una de las directoras de más éxito en los últimos años después de haber rodado varios episodios de Juego de Tronos, Better Call Saul, Westworld, Breaking Bad, Expediente X o The Leftovers. Los dos actores principales también se han involucrado detrás de las cámaras: James Franco dirige dos capítulos y Maggie Gyllenhaal figura como productora. Será interesante ver cómo ha desarrollado Simon los personajes femeninos, figuras que hasta ahora ha tratado poco y que en esta serie son una de las claves.
No es la primera vez que una obra de HBO viaja hasta la Nueva York de los años 70. Lo intentaron recientemente con la cancelada Vinyl de la mano de Martin Scorsese y Terence Winter, con el gran Bobby Cannavale en el papel de Richie Finestra, responsable de un sello discográfico que buscaba salir de la quiebra descubriendo nuevos géneros o movimientos musicales. Sin embargo The Deuce es David Simon, un hombre que tiene un don para contar historias, crear personajes e ir siempre más allá del planteamiento original.