"¿Y qué otra cosa podíamos hacer?", se preguntaba ayer un experimentado jugador del Madrid, sin encontrar respuesta. "¡Si los dejas jugar te pintan la cara!".
El equipo tuvo una posesión del 27,8%, menos que nunca en un clásico
El sábado, ante el Barça, el Madrid hizo algo que nunca había hecho antes en su historia: renunciar a la pelota en un clásico. Mourinho ordenó a sus jugadores que esperasen atrás para iniciar la presión y, una vez recuperada la pelota, lanzar contragolpes con más intención de verticalidad que de precisión. El equipo no tuvo el balón más del 27% del tiempo de juego. Fue una estadística insólita que revela un cambio de filosofía y de carácter. Ni siquiera en la ida, en el Camp Nou, el Madrid tuvo menos el balón: un 37%.
La mentalidad con que los jugadores españoles del Madrid afrontaron los dos clásicos fue distinta. En noviembre, les pareció que la táctica de Mourinho no era del todo acertada. Ayer, ante el mismo plan, se mostraron más convencidos, más resignados. El efecto del 5-0 de la primera vuelta caló tan hondo en el vestuario que durante la semana pasada los comentarios que hacían los jugadores sobre el Barça solían tener un tono lúgubre. "Hay pánico", decía un empleado del club. Mourinho no hizo nada por cambiar esta impresión. Al revés, el entrenador fomentó el complejo de inferioridad entre sus futbolistas. La idea de que el Madrid es un equipo limitado y de que la única manera que tiene de contrarrestar al Barça es asumir esta realidad.
Mourinho ha impulsado una transformación cultural en la plantilla y en la hinchada. Tras el 1-1, los aficionados abandonaron el Bernabéu satisfechos, aunque el marcador les despojara prácticamente del campeonato. El clima de complacencia también es nuevo en Chamartín, en donde ningún resultado que no fuera la victoria se había dado por bueno. Este mismo público que observó con suspicacia a Juande y a Capello por su conservadurismo, se enorgulleció el sábado de un planteamiento más defensivo todavía.
En octubre de 2006 el Madrid de Capello, un equipo en transformación cuyo fichaje más ilusionante había sido Van Nistelrooy, se enfrentó al Barça de Ronaldinho y Messi, que acababa de ganar la Champions. El resultado fue un tiempo de posesión del 40% y una victoria (2-0). En el medio campo jugaron Diarra, Emerson y Guti. Pero la intención de tener el balón fue más decidida que el sábado pasado. En el Camp Nou, esa misma temporada, el Madrid de Capello consiguió un 40% de posesión y ocho remates a portería (3-3). Dos años después, con Juande Ramos, el Madrid tuvo un 42% de posesión en el Camp Nou y en el Bernabéu. Con Pellegrini la intención de administrar el balón se acentuó un poco: 45% en Madrid y 42% en Barcelona. En las últimas cinco temporadas, el club ha invertido más de 500 millones en fichajes.
Desde hace meses Mourinho se queja de que al Madrid los árbitros le muestran más tarjetas que a sus rivales, sobre todo al Barça. "Si nos muestran menos tarjetas es porque tenemos más el balón", dijo ayer Piqué, después de que Mourinho protestara otra vez.
La estadística tiene su ley: puesto que es raro amonestar a quien conduce el balón, a más posesión menos sanción. En el partido del sábado, sin embargo, Muñiz mostró cinco amarillas a los barcelonistas por hacer 14 faltas y dos a los madridistas por hacer 22. Un balance que no impidió a Mourinho quejarse otra vez: "Al Barça le dejaron hacer de todo".