Historia conjunta (no escribir)

Éste será el hilo recopilatorio de un proyecto de historia interactiva, interactiva porque cualquiera puede dejar su aportación en ella.

No escribáis aquí, hacedlo en los diferentes enlaces.

ÍNDICE


No mires atrás (Galeyla)
Por la mañana (Sospe)
El ermitaño (Raulicia)
La pasajera (sapison)
La misma noche (JotaMaza)
Que Dios me perdone (wako)
Venganza!!!!! (Alekseyev)
Mañana será otro día (Galeyla)

Saludos.

PD. Ayúdanos a ponerle un título a esta historia
Para los que como yo viajan con frecuencia, los libros marcan distintas etapas de nuestra vida. Generalmente llego del trabajo arrojo el bolso al sofá, pongo el móvil a cargar, enciendo el ordenador y me sirvo una coca-cola light con hielo. De pie apoyada sobre la encimera de la cocina, consumiendo la chispa de la vida que encierra mi único vicio consumible, escucho los pitidos
telefónicos que entona el módem al conectarse a Internet. Antes de que la ventana de conexión se esconda en la barra de tareas yo me pongo las zapatillas de andar por casa, me suelto la apretada gomilla que me recoge el pelo para hacerme una coleta semi deshecha que me aparte los pelos de la cara pero que no me de dolor de cabeza, finalmente me deshago de mis cadenas, anillos y reloj que me acompañan en mi rutina diaria. A partir de entonces me da igual la hora, de hecho nunca tengo un reloj a mano, sólo me voy a dormir cuando noto que los párpados pesan más que mi curiosidad. Día tras día la misma canción. Al día siguiente me despierto con mal humor, ojeras y cara de no haber dormido mucho, ducha rápida y corriendo hacia el trabajo, cojo el autobús y cuando no me quedo dormida, leo.

Hoy me acabé el libro que comencé el día en que, sin saberlo, moriría mi abuela. De eso hace ya más de un mes, me pregunto si la gente se acuerda de la fecha exacta en que murieron sus familiares más queridos, yo no. Un recuerdo borroso me hace imposible distinguir la fecha inequívoca, podría haber sido ayer pero igualmente podría haber sido hace un año, estar separada de mi gente me hace sentir que no formase parte de la misma escala temporal a la que todos están sometidos. Las cosas ocurren, el tiempo pasa para todo el mundo, que evoluciona o cae en picado. Yo no, yo me siento estancada, por mi no pasa el tiempo, ni los días, no tengo proyectos y carezco de motivaciones, simplemente hago y vivo como elegí un día desde hace más de un año, y desde entonces vivo en un bucle temporal.

Uno o dos fines de semana al mes cojo un tren o un avión, aterrizo sobre una ciudad donde no conozco a nadie, asisto a un par de conferencias, negocio estúpidas comisiones y plazos de pago. Al llegar las cinco desconecto, me meto en la habitación del hotel. Igual que los viejos me dejo llevar por el tiempo, si hace malo me quedo en el hotel o voy a un cibercafé; si hace bueno salgo quizás de turista, quizás a tomar algo a algún bar lleno de niñatos, si estoy melancólica y me siento sola, puede que haga caso a algún muchacho, si me resulta gracioso o atractivo puede que lo lleve al hotel, al día siguiente si te he visto ni me acuerdo. Me despierto a las siete, eso es lo peor de las escapadas: cojo mi bolsa me meto en el baño, echo el pestillo, me ducho, me visto, me arreglo, bajo a recepción les dejo mi bolsa y les doy normas explícitas para que no den mis señas ni mi nombre al caballero que está en mi habitación. Me gustaría decir que los tíos buscan desesperadamente el modo de encontrarme pero no es así, tampoco yo me esfuerzo demasiado en dejarles huella, así que sólo paso a formar parte de sus listas, y a los pocos meses seguramente se olviden hasta de mi nombre.

Ya lo he visto un par de veces antes, ese anuncio, me hace pensar, hoy incluso soñé en el, soñé que me iba, que dejaba todo atrás. Una maleta, un coche, un pasaporte... He leído algunos testimonios de la gente que hace tiempo optó por marcharse, no me convence en absoluto, no obstante no puedo parar de pensar en ello, al parecer es un viaje sin retorno, porque nadie vuelve y de los que abandonan, no se vuelve a saber nada de ellos. Sólo un colgado haría caso de esos anuncios, un colgado... yo no estoy colgada, aunque mi madre insista en que no tengo vida social, aunque mi jefe me pida que me implique con la empresa, yo no estoy colgada... tal vez un poco aburrida... tal vez, pero no estoy colgada.

Llega un momento en que uno aprende a dormir, comer, leer, estudiar, e incluso pintarse en marcha, no importa el vehículo, ni la hora, ni el destino, dentro de sus barrotes temporales y físicos el condenado hace lo que le place, mientras respete las normas, los cinturones, las salidas de emergencia, las paradas... Esta vez no, esta vez soy yo la que conduzco, apenas lo he hecho en un par de ocasiones desde que aprobé el carnet pero ya poco importa, el coche no es mío pero como si lo fuera. Estoy en ese momento en el que cogería un cigarro entre mis dedos, lo encendería, aspiraría con delicadeza entornando los ojos y expulsaría el humo lentamente. Si no me revolviese las tripas, fumaría. Ahora entiendo porque fuman todas las mujeres de mi familia, lo veo tan sensual, no es más que otra arma de mujer para hacer bullir las hormonas masculinas.

La maleta mal puesta en los asientos de atrás. Es increíble, apenas llevo tres mudas cuando generalmente llevo más pares de zapatos que días estoy fuera. Esta vez no. Entré en casa, tiré el bolso al sofá, calló al suelo, al recogerlo fui directamente hacia la nevera, no había hielo, así que abrí la lata y di un largo sorbo. Durante un minuto eterno mi mente quedó en blanco. Dije ¿Porqué no? ¿Qué me retiene aquí? Con el armario abierto de par en par fui cogiendo ropa: un vaquero, una sudadera, tres camisetas, bragas, sujetador y calcetines, las llaves, el móvil, el cargador. Con la chupa de cuero y la bolsa de deporte colgada a un hombro cojo las llaves del coche y con la otra mano mi último trago de coca-cola, sólo una cosa más, la trenza. Con el pelo suelto fui bajando las escaleras de dos en dos. Al llegar abajo tiro en un contenedor la lata y disparo la bolsa en el asiento trasero. Sentada al volante, arranco, la lluvia moja los cristales, completamente empapada los mechones que chorrean entorpecen mi visión, noto que mi corazón va a cien por hora, piso el embrague y meto primera, acelero y el sonido estresante me hace frenar en seco, oigo un coche que me pita, un conductor que me insulta y una mujer que me mira con cara de reproche, reacciono. Es mi móvil, joder que susto, ya ha parado de sonar, llamadas perdidas, una. Reanudo la marcha, por primera vez siento que me alejo, que me libero... pero ¿hacia dónde?
Capitulo II:

Por la mañana

Lo que mas me gusta de vender casas, y cuando digo casas son casas y no vulgares pisos, es el componente de psicología tan extraña que se da. Veras, me gusta observar a la gente. Lo hago desde que era pequeño, sentarme, observar e imaginar a la gente en situaciones o haciendo cosas distintas a las que hacen en el momento de ser observados.
No es que fuera o haya sido nunca un autista ni un paria para los demás, todo lo contrario. Soy bastante sociable y afable, no me cuesta para nada integrarme o entablar una animada conversación con cualquiera, pero por debajo de ese nivel social de conciencia completamente normal, corre un nivel paralelo pero igualmente lucido y activo que tiene la particularidad de colocar los elementos de la escena o la persona que tengo delante en otro tipo de circunstancias o de imaginarla en todo tipo de situaciones. Me divierte ser tan frió y no estar haciendo en realidad ni puto caso a la conversación que estoy manteniendo sin que mi interlocutor sospeche nada.
Esto me es muy útil en mi trabajo porque mientras estoy visitando una agradable y señorial casa con un cliente manteniendo una muy trivial charla sobre la arquitectura o la disposición de la decoración puedo ir colocándole en situaciones en las que se vea cómodo ante futuros invitados, o como lugar de lo que demonio fuere que al tipo en cuestión le interesara. Como todo vendedor ya tenia mi clasificación de las personas y una vez que “calas” a un tipo es fácil comerle cabeza y ponerle en tus labios sensaciones que ya sabes que le van a resultar agradables y que hábilmente te encargas de asociar a elementos mobiliarios.

En fin, vender casas si eres un buen vendedor, es decir, si se te da bien manipular a los demás puede ser un negocio bastante prometedor.
Ya es viernes 5 de la tarde, acabo de vender un chalet precioso y mi comisión me permitirá unos cuantos vicios y seguir paladeando mi estilo de vida que si bien puede que no sea el habitual o el socialmente admitido por la mayoría me consta que es envidiado por no pocos.
Hago una visita al gimnasio con la mochila que siempre llevo en el maletero a tal efecto y tras castigarme un buen rato y relajarme otro tanto, me voy al centro. Una llamada desde el móvil y me aseguro de que en mi destino alguien me espera. Vendiendo casas se conoce a mucha gente y bueno ya se sabe lo que se suele decir, hay que tener amigos hasta en el infierno y así es como conocí y conserve a mi proveedor ocasional de “antidepresivo colombiano”. Un rato de charla con un vodka mientras lleno mi elegante dosificador, y pregunto que tal ambiente hay en un par de pubs nuevos que todavía no he inspeccionado.
Con mis gramos en el bolsillo por si acaso, me voy a casa, una ducha, ropa informal pero ligeramente elegante, nada sobrecargado pero tampoco que resulte demasiado casual.

No se en que momento del día he decidido que esta seria un noche de caza, pero la verdad es que así esta decidido. Por diversificar un poco el ambiente, evitar posibles reproches de victimas anteriores o simplemente cambiar de aires, me decido a probar alguno de los nuevos pubs que hay cerca del puerto. Cojo 200 euros en billetes de 50, la american express y tras un momento de duda dejo las llaves del coche. Esta noche prefiero ir en taxi, obviar la búsqueda de aparcamiento peleando con niñatos que fardando de coche pretenden camelar a alguna niña pija de los alrededores.

12 de la noche, hora bruja y momento ideal para tomar un bourbon que me ayude a pasar por el gaznate el casi medio gramo que tengo haciendo la travesía desde mi fosa nasal derecha hasta mi estomago. Es una sensación que me encanta, ese ligero sabor químico en la garganta mezclado con la rudeza del bourbon mientras se va entumeciendo mi boca. Pequeños vicios, que aburrida seria la vida sin ellos. El pub es poco decepcionante, no es lo que me esperaba, no por la decoración o por el estupendo escote de la camarera sino porque esta llenándose de niñatos. Últimamente resulta complicado encontrar un ambiente ligeramente mas adulto sin caer en un antro de eso que llaman mediana edad.
Doy un rápido repaso al pub hasta que me fijo en una mujer que esta sola en la barra. No es extraño que haya mujeres solas en las barras de un pub un viernes a la noche, pero si que es extraño que no tenga veintimuchos o trintaypocos. Esta mujer es joven, no llegara a los 25 casi seguro, pero llama la atención, tiene una mirada dura, casi perdida, pero definitivamente dura. Nuestras miradas se han cruzado un par de veces pero es evidente que no es la típica mirada con la que estoy acostumbrado a toparme un viernes noche. Tampoco esta vestida con la absurda vulgaridad de las que salen a cazar, no cabe duda de que resulta sexy su vestido, pero es mas una consecuencia de su estilo que un fin en si mismo. Es tontería perder el tiempo así que mientras dejo mi copa en la barra me dirijo hacia ella.
La invito a una copa que no resulta ser otra cosa que una coca cola light mientras yo pido otro bourbon y mantengo una típica conversación de cacería de tipo C, es decir, no tan simple como suele ser habitual. Es divertido ver como nos estudiamos por debajo de la charla superficial. Parece una mujer interesante por sus miradas y parece que nuestra charla la divierte ligeramente, hasta que en un momento dado acerca uno de sus dedos a mis labios y me hace callar mientras se levanta, pide la cuenta se acerca mi dejándome saborear su perfume y me susurra que la acompañe a su hotel.
Tiene una habitación bastante elegante, no es lo que esperaba encontrar en un típico viaje de negocios que es lo que ella me había contado que hacia en mi ciudad. No podría considerarla una suite pero constaba de un salón bastante elegante.
Mientras echaba un vistazo a la habitación ella se encargaba de ir desabrochando mi camisa desde detrás de mí. Ese primer polvo en el salón es de los llamados rabiosos, sin tonterías. Casi siento como si hubiese sido una prueba y que si no lo hubiese superado me hubiera echado de la habitación sin pensárselo 2 veces. Después de esa satisfactoria prueba mutua ya viene la relajación, la ducha compartida, las botellas vacías, los juegos con la materia colombiana y en fin, una noche de sexo sin preocupaciones en la que a pesar de varios amagos, observo que no acaba de marcharse esa mirada de mi acompañante. Me doy cuenta mientras saboreo sus muslos que no se su nombre y que yo tampoco me he presentado y creo que es un de los motivos por los cuales la noche se esta dando de esta manera tan magnifica.

A eso de las 3 de la mañana y tras haber dormido un rato me dedico a observarla mientras esta encima de mi y es curioso como yo, que estoy mas que acostumbrado a las cacerías, me siento ligeramente molesto porque me estén echando un polvo casi sin sentimiento ninguno, es absurdo pero casi me siento como si me estuviera utilizando poco mas que como un juguete.
Tampoco es plan de darle vueltas a la cabeza cuando te están haciendo el amor de esa manera. Después de apurar una última copa en la ventana me duermo hasta que la luz de la media mañana me va despertando. Mirando hacia la ventana permanezco 5 minutos repasando mentalmente lo que paso anoche, antes de darme la vuelta y decidir si despertar a mi acompañante o largarme sin mas. Extrañamente decido que me apetece desayunar con esa mujer, saber algo mas de ella, empezando por su nombre y quien sabe si tener su teléfono.

Al darme la vuelta en la cama veo unos ojos que me miran y que hacen que me de un vuelco el corazón, unos ojos muertos. No solo no esta la mujer con la que me acosté anoche sino que hay una tía muerta en mi cama, boca abajo, mirándome, desnuda y con un fino hilo de sangre bajando desde la comisura de su boca.
Mientras salto de la cama presa del pánico me doy cuenta de las circunstancias de esa noche, veo la botella vacía, veo la mesilla del salón con unas “autopistas” preparadas y el dosificador volcado al lado y veo que no esta ella, ni ninguna prueba de que hubiera pasado la noche conmigo. Incluso el sujetador que tiré detrás del muble del salón ha desaparecido y en cambio por el sofá esta desordenada la ropa de otra mujer que sin duda es la que esta en la cama.
Me visto como puedo, apurado sin saber muy bien que hacer pero decidido a bajar a recepción y preguntar por la mujer que alquiló la habitación.
Salgo atropelladamente de la habitación tropezando con un empleado de mantenimiento del hotel y bajo a la recepción mientras me doy cuenta de que he limpiado los “restos” de la mesilla pero no he recogido el dosificador.

El recepcionista me informa que la mujer que pasó la noche conmigo hacia 3 horas que se había marchado dando instrucciones precisas que no se me diera ningún dato sobre ella, solo me queda claro que ha cogido un taxi así que salgo a la calle con intención de preguntar a los taxistas sobre la mujer en cuestión quedando cegado por el sol de la mañana y constatando que no hay ningún taxi en la entrada del hotel.
Capítulo III

El Ermitaño

Esteban es un hombre normal, de mediana edad, de mediana calva y enteras ojeras, bastante delgado, incluso mucho. Su trabajo no le ha permitido nunca llevar una vida normal, los continuos cambios de turno le han desecho la relación con la sociedad y en este momento de la vida ya empieza a pasarle factura, factura que como a su padre, será cobrada por un ataque al corazón, lo sabe, los médicos también. Tal vez por eso haya elegido una vida casi monótona.

Esta mañana es como cualquiera de la de los otros veinte años, se ha levantado solo, se ha vestido con lo primero que ha encontrado en el suelo, ha buscado un cartón de leche en el frigorífico que no oliera demasiado mal, sin haberlo encontrado toma un vaso medio limpio y se ha preparado un café largo con los posos que ya había. La amargura de toda Colombia le ha despertado la garganta, pero no su vida. Tras un rápido aseo se ha dirigido al trabajo.

Lleva en este hotel muchos años, ya nada es como cuando empezó, lleno de motivación y alegría, lo único que no ha cambiado es su necesidad de dinero y el tono grisáceo de su alma. Tras los intercambios de buenos días con sus compañeros ha subido a la conserjería para recibir la orden del día. Es jefe de electricistas en uno de los hoteles de más prestigio de su ciudad. El prestigio queda de cara a los clientes, atravesar la puerta que para estos supone “el hotel” lleva a lo que más parecen catacumbas que otra cosa, pasillos sucios con baldosas rotas y un dulzón olor a podredumbre que se te pega en la piel y te acompaña hasta después de la ducha.

Entre las órdenes del día, subrayada, figura visitar la 565, la “Domus”, una pequeña suite muy ligeramente ambientada en lujo romano. El conserje le pide especial atención en esa habitación, según parece durante la noche, el cliente de la habitación contigua ha llamado varias veces a recepción quejándose de ruidos y otras molestias, molestias que el conserje ha resumido al técnico con media sonrisa y un guiño, sonrisa que Esteban intenta devolver sin éxito. En la descripción del aviso figura la 565 como “565- Revisar electricidad”, pero como tantas otras veces, lo que realmente le piden es que vaya a echar un vistazo por encima, hay clientes que vacían el minibar y no lo declaran. Molesto por ser encargado de una función que deberían hacer las gobernantas, sale de la conserjería. Mucho lujo y poco personal, trabajo gris.

Con la rutina de cada día, toma su recargado walkie-talkie y se dirige hacia el ascensor de personal, hasta la quinta, allí devuelve sin ganas el saludo de las camareras de piso que se le cruzan, aunque la mayoría ya ni le miran, no se hace querer, sabe que a sus espaldas le llaman “el ermitaño” y está seguro de que no es un mote cariñoso.

Avanza con la mirada perdida siguiendo los dibujos de la alfombra que tapa todo el pasillo de la planta, le llama la atención un delicioso olor a perfume de mujer, no diría que de los caros, pero sí de los que no se olvidan, alguna otra vez ha olido ese perfume, pero no sabría decir donde, ni cuando, es un perfume que calificaría de erótico, desde luego es un olor que perdura, medio sonríe al pensar que no había suficiente ventilación en esos pasillos, de hecho no hay ninguna; podría encender un fósforo y olerlo durante toda la semana.

Al pasar junto a los ascensores de los clientes, un joven irrumpe en su camino tropezando con él, hasta tal punto que a Esteban se le caen algunas herramientas de sus bolsillos, el haberse sujetado en la pared del pasillo ha evitado que cayera al suelo. El joven, bastante arreglado y con la cara casi sudorosa le ha tendido con prisa la mano sin mirarle, él miraba fijamente al ascensor, tras pedirle perdón ha salido corriendo escaleras abajo.

Ya frente a la puerta 565 y tras los obligados golpes en la misma pidiendo permiso, entreabre la puerta que da al salón lo suficiente para que le oigan vocear el también obligado “¿se puede?”. Tras esperar unos segundos sin respuesta, abre la puerta y siente el mismo embriagador perfume que le trae el pensamiento de erotismo; avanza tranquilamente hasta el centro del salón. Se le escapa la sonrisa que debió devolver al conserje, entendiéndola ahora junto al guiño, aquello que contempla ha debido ser una juerga de adolescentes, o eso, o ha habido una estampida de elefantes. Hay varias botellas de bourbon volcadas por el salón y un par junto a la mesa de cristal, cerca de varios botellines de coca cola light vacíos, bajo sus pies nota el chapoteo de esos pegajosos líquidos derramados. En la mesa de cristal hay resto de polvo blanco, parece haber sido limpiado con premura y casi al borde de esta hay como una especie de dosificador. Avanza unos pasos y descubre sobre el sofá algo de ropa interior femenina desordenada, escamado, vuelve a preguntar en alto si hay alguien, también sin respuesta.

Por el suelo hay varios condones usados, hay algo que parece una pequeña mancha de sangre bajo algunos de ellos, le repugna. Ese persistente olor a perfume con esa imagen le ha revuelto el estómago lo suficiente que echaría el desayuno de haberlo tomado. Algo de bilis le llega a los labios y rápidamente se encamina hacia el baño del dormitorio a pegar un trago de agua.

Al abrir las puertas dobles que separa el salón de la habitación, queda paralizado, entre el desorden encuentra sobre la cama una mujer desnuda boca abajo, el pelo cae sobre su cara y sólo deja ver los ojos abiertos, vacíos, atravesando los suyos. El sobresalto que le provoca esa mirada le hace temblar y retorcer su estómago una vez más, entre mareos y sujetándose más arcadas, intenta relajarse y busca algo con que apartar el cabello de la cara de la chica, toma un destornillador de su bolsillo izquierdo y le despeja el pelo, ojalá esté dormida, siente flojera en sus piernas cuando descubre un hilillo de sangre saliendo de su boca, hasta haber casi empapado la almohada sobre la que descansaba la cabeza, tiñéndola de carmesí. Asustado, se separa de la cama e intenta huir de nada, escapar de algo, el perenne tono gris de su cara ha cambiado a un blanco amarillento sólo coloreado por sus dilatados ojos negros inyectados en sangre.

Siente un hormigueo en su brazo que le hace apretar el destornillador y sale atropelladamente de la habitación hasta el pasillo, topándose con una camarera a la que congela su sorprendida sonrisa con su mirada de miedo. Esta baja sus ojos hasta el destornillador ensangrentado que empuña “el ermitaño” y sólo puede gritar mientras ve alejarse al jefe de mantenimiento dando tumbos por el pasillo, donde se desploma arrodillado, sujetándose a la pared. Víctima de un ataque al corazón. Como su padre.
Capítulo IV: La Pasajera

¿Quién dijo que la espera era aburrida?.. Sin duda no fue una persona observadora, porque hay tal cantidad de magia oculta en cada movimiento de las personas, que resulta incluso abrumador para quien sepa mirar.... Así era yo, alguien a quien los reveses del destino habían recalibrado las esperanzas.. y sin embargo no me quejo, porque tengo todo lo que siempre soñé; una mujer y dos hijos maravillosos que esperan mi retorno con la ansiedad de quien contempla algo que sabe que va a ser hermoso por primera vez. Desgraciadamente mi trabajo no me permitía disfrutar de esos momentos con la asiduidad que deseaba.. pero aún así sigo sin quejarme, me imagino que el fondo de todo radica en mi conformismo, en mi falta de ambición... cuantas veces habré escuchado esas palabras en forma de reproche!..

- Eps, es mi turno – espeté de forma casi inconsciente... era algo que no podía evitar aun sabiendo que no había nadie para escucharme... supongo que son las horas de soledad. De forma casi cansina engrané la primera marcha y pulse suavemente el acelerador para avanzar ese par de metros que me permitían tener el privilegio de ser el primer taxi disponible a la salida del lujoso hotel ‘Plaza’...
Me preguntaba cual sería mi ‘recompensa’ a la larga espera... ¿quizás un marido arrepentido, con la mirada perdida a la busca de excusas carentes de sentido?, ¿o quizás alguien con demasiada prisa por llegar a algún lugar y con una agenda tan apretada que no le permitiera intercambiar más de dos palabras con alguien de mi posición?... ¿Quién sabe?... en cualquier caso no esperaba demasiado... el tiempo y la rutina hicieron que lo que antes era una dulce sorpresa, acabara convirtiéndose en un acto mecánico y falto de encanto por completo.

Absorto en mis ideas tan faltas de emoción como carentes de sentido, casi pasó desapercibida para mi la mujer que en esos momentos atravesaba el vestíbulo del hotel... Desde mi óptica podía ver con claridad a través de los grandes ventanales del hotel, su elegante figura y la delicadeza que imprimía a cada uno de sus pasos... No puedo decir que fuera hermosa, pero tenía ese algo tan especial que la hacía irresistible para la mayoría de los hombres; quizás fuera la sensación de seguridad que emanaba de un envoltorio tan delicado, o tal vez el haber atravesado por fin la barrera de edad en que una mujer se torna realmente interesante.. no sabría describirlo, pero se que pensé que sería demasiada suerte que en ese momento buscase un taxi.

Y sin embargo hoy debía ser mi día de suerte... tras un breve reajuste de bolso, su mirada se dirigió hacia el portero que franqueaba la entrada al lujoso centro y después de un ligero intercambio de palabras, el complaciente empleado miró hacia el lugar donde me encontraba a la vez que hacía sonar su estridente silbato... Arranqué con presteza, recorriendo los escasos metros que discurrían entre mi parada y la entrada del hotel en poco segundos, y sin perder un instante bajé de mi vehículo con la intención de cargar en el portaequipajes sus maletas, pero para mi sorpresa no había gran cosa que cargar... tan solo un pequeño bolso de viaje, así que respiré aliviado, a fin de cuentas mi espalda empezaba a resentirse y yo no era ya un crío... definitivamente: hoy era mi día de suerte!

Mientras cerraba el portón del portaequipajes, ella se había acomodado ya en el asiento posterior de mi vehículo.. no me sorprendió, no era del tipo de mujer que se sentaría delante para hacer más coloquial el viaje, en fin. Me dirigí a mi asiento y mientras me acomodaba, un delicioso perfume invadió por completo mis sentidos... era curioso porque me resultaba familiar y a la vez misterioso, en todo caso no pude evitar dirigir mi mirada a los ojos de esa mujer a través de mi retrovisor. Ella miraba fijamente, supongo que esperaba el momento y que ya estaba en realidad acostumbrada a todo tipo de reacciones... era una mujer de mundo..

- Buenos días Señorita, ¿a dónde vamos? – le pregunté con la mejor de mis sonrisas mañaneras. – Ud. Arranque y siga adelante, que ya le iré indicando – contestó con una voz a la par dulce y segura. Fue entonces cuando reparé en lo relajado de sus facciones, desde luego había hecho algo que le había gustado mucho... maldita sea!.. quizás no sea un día de tanta suerte finalmente... Resignado, arranqué de forma un tanto brusca y me dirigí calle abajo mientras ella se recostaba ligeramente sobre su asiento.. el tiempo parecía volar, mientras que el silencio, dueño de aquel viaje, se veía cortado de vez en cuando por las escuetas indicaciones de mi misteriosa pasajera... salíamos de la ciudad, de eso no cabía duda, de manera que para hacer el trayecto un poco más ameno, encendí la radio y me dispuse a escuchar las noticias: - Doble homicidio en el hotel Plaza, la policía ha desalojado la planta superior y está interrogando a los testigos presenciales... - ... Un escalofrío recorrió toda mi espalda.. parecía increíble, yo había estado allí hacía apenas un par de horas; miré por el retrovisor para hacer un comentario sobre el incidente, pero me percaté de que su rostro ni se había inmutado, por tanto decidí dejarlo para mejor ocasión, o sea, ninguna, y continué nuestro camino... me sentía desolado, aburrido... y lo que era peor... empezaba a dudar de mi suerte...
Capitulo V: La misma noche

¡Exijo! vivir una aventura. Estoy aburrida de la rutina, asi que hoy voy a hacer una locura. Me he puesto arreglada pero... formal, tal vez demasiado, el tiempo dirá; ya comienzo a notar los nervios en la boca del estómago. Debería hacer cosas así más a menundo, me ayudarían a sentirme mas viva.
No puedo aguantar más, le digo al taxista que pare aquí mismo - ¿Aquí? Me dijo el Palace, señorita; y este es el Plaza.
Es lo mismo, me gusta. Tiene glamour, gente interesante, y lo mejor, está aquí mismo
- Pues si que va hambrienta la loba esta...
- ¿Perdón, decía?
- Que son ocho con cincuenta.

Voy hacia la puerta, empiezo a escudriñar a través de los cristales. Vaya, así a primera vista no hay mucho movimiento; en fin, un buen escote y un martini seguro que mejoran las perspectivas. Entro y busco la dirección del cocktail-bar ¡Dios!¡Que morenazo! Con ese culito hacía yo maravillas (siguele, siguele), me voy detrás de él. Ese traje a medida le queda tan bien, hasta lleva un pañuelito en el bolsillo. Seguro que es un cursi y un pasteloso, pero una aventura es una aventura, ¿no? Mientras me trate como a una reina y no hable mucho me doy por contenta.
Poco a poco mis formas se suavizan y entro en un estado como de posesión, comienzo a moverme como un gato. No puedo evitarlo, es la magia del momento. Como si interpretase un papel, libero mis instintos, esos que siempre quedan detrás de las gafas. Saco el pintalabios y casi relamiendome me acercó al pincel en cuestión.

Parece que también es simpático. Me hago la interesante, planto un seto de misterio, y miro para otro lado. Tiene una sonrisa ligeramente nerviosa y la mirada huidiza. Pero no creo que huya de mi, más bien parece buscar algo. Es el momento de poner las largas, me digo. Abro disimuladamente otro botón del escote le giro la cabeza y le pido fuego. ¿Será posible? ¡Ni se ha inmutado! Pues yo me veo la mar de bien, los hombre me dicen que la 90 es el tamaño perfecto. Pero si casi estoy enseñando más que la Jackson, y encima las tengo mejor puestas (aunque este mal que lo diga yo) ¿Comó es posible que no se fije? Me levanto lentamente, en esa posición tan de película, hasta que las pongo a 15 cm de su cara. El sonrie como un panoli y aparta los ojos. ¡No los apartes, tonto! Si las he puesto ahí para que las mires. No hay quien entienda a los hombres. Sólo me falta ponerme un cartel en la frente, aunque seguro que ahí lo ve aun menos. Empiezo a tener un mal presentimiento.

El martini me sabe a poco, un gintonic me caerá mejor. Quizá mañana no pueda mirarme al espejo, pero hoy voy a por todas. Madre mía, quince euros, espero que merezca la pena. Lo peor es que éste sigue en las nubes, y yo tampoco quiero parecer ansiosa. Al fin está aquí mi copa, y el camarero se interesa más por mi que el otro, pero no es tan mono.

Espera, espera, ¿Qué ha ocurrido? ¿Me he perdido algo? Parece que empiezo a reclamar su atención, incluso diría que, calculadamente, me está haciendo un scanning. De una manera descuidadamente interesada. ¿Es así como funciona esta gente? Lo apuntaré en mi libro de "tácticas desesperadas para dias desesperados". Y mirándolo bien, se ha vuelto como más atractivo. Me encanta el perfume, es el mismo, pero no huele igual. Ahora es el de un hombre seguro, que conoce sus cartas y las juega con maestría. Y esa sonrisa me va a matar. Otro gintonic y mi cabeza empieza a dar vueltas; hago esfuerzos por mantener la pose, aunque serguramente esté ridícula. Pero no me importa, no mucho al menos. Lo que necesito es pasar por el baño, y retocarme un poco. Prepararme para lo que viene.

Me excuso y avanzo lentamente, fumando, como recuerdo de las películas de los años 50. Casi me veo en blanco y negro. Echo un vistazo y me doy cuenta de que el camarero tampoco me quita ojo. Vuelvo a mirar al frente. Perder el equilibrio en este instante sería fatal para mis aspiraciones. Ahora necesito despejarme un poco ¿O paso de todo y disfruto del momento tal cual? No, quiero tener todos los sentidos funcionales. Me mojo un poco la cara, ya me siento algo mejor. Salgo y me encuentro a mi moreno en la puerta, instandome a ir a un sitio más privado. Subimos a las habitaciones, y entramos en una especie de sala, con jardín. Este chico sabe elegir los sitios, en la penumbra se me acerca, noto su respiración en mi cuello. Noto mi pulso, como si se liberase de un corsé; aquel en el que lo he mantenido durante demasiado tiempo. Quiero decirle guarradas, pero tengo miedo de romper el momento en mil pedazos, mejor le dejo hacer. Noto una mano subiéndo por mi muslo, ay, ay, ay... ¿Y ahora? ¿Qué pasa? No me lo puedo creer, se ha dejado la cartera en el cocktail-bar, ¡Y se va! Yo que no quería romper el momento, se me acaba de hacer añicos en las manos. Decido esperar un poco, doy un paseo por el jardín. La brisa me ha traido de vuelta a la tierra, pero me ayuda a flotar en la noche.

Ya vuelve, aunque no estoy de mucho humor; creo que he tenido suficiente aventura para esta noche. Vaya, si parece que es el camarero, me parece que alguien ha huido. Pero, ¿Qué hace? Intento escabullirme, me persigue. ¡Dios mio! ¿Qué está ocurriendo? Me he torcido un tobillo. Se acerca, pero solo veo sus ojos, ojos frios. Noto un pinchazo, frio. Me lleva en brazos, casi no puedo ver. Me está desnudando, y hace tanto frio. Intento moverme pero no puedo, no siento, sólo la escarcha sobre mi piel. Entramos en otra habitación, y me echa en la cama, parece que ya hay alguien ¿Porqué hace tanto frio?
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