Historias urbanas: El semáforo

Hola amigüitos. Aunque ya lo puse en otro foro de amigos... también quería atormentaros a vosotros... que lo disfruteis :D


HISTORIAS URBANAS: EL SEMAFORO

En la avenida, al quedar unos 50 metros para llegar al semáforo, este tornaba su color verde a naranja y luego rojo, como siempre.

En un frío día de invierno como cualquier otro y con el sol aún desperezándose, Marcos conducía su coche hacia el trabajo, llegaría a la oficina unos minutos tarde, como siempre, pero en hora para la cita. Como todas las mañanas, en esa enorme ciudad alternaba su habilidad al volante, con su habilidad de mantener una familia. La noche anterior apenas durmió.

Entraba a la avenida sabiendo que su desesperación pronto acabaría, no sabía como, pero sus problemas de la noche anterior se disolverían como el azúcar en el café. Quedaban unos metros para su meta volante, “el semáforo de la esperanza”, como él decía.

Era curioso, llevaba pasando por ahí durante 15 años, y no recordaba nunca haber encontrado ese semáforo en verde. Nunca. Hubo un tiempo en que hacía horas extras y pasaba por ahí a distintas horas, y el semáforo siempre se cerraba a su paso. ¿Mala suerte?, ¿Casualidad?, no sabría decir. Pero sin duda, era bueno para él.

Como cada día, sobre la acera, decenas de peatones se mezclaban junto a quienes esperaban en la parada el autobús, entre los peatones estaba ella, mirándole a través del parabrisas, como un peatón más. La sonrisa de la joven llenaba de amor el frío interior del coche. Los peatones empezaban a cruzar por el paso de cebra y entre ellos, como a cámara lenta, distinguida, la mujer de blanco parecía levitar, siempre de blanco, siempre sonriente, siempre con su vista sobre el conductor. Cuando llegaba a la otra acera, la disimulada sonrisa se estiraba hacia alegría contenida, y como con un resplandor, desaparecía de entre la gente. Marcos, embobado se contagiaba de esa alegre sonrisa, sentía el arrullo de un calor que le liberaba el alma y sin saber cómo, sus inquietudes desaparecían. Y como siempre sólo el claxon del vehículo que estaba parado detrás de él, le devolvía a la realidad, arrancaba y continuaba hacia la oficina.

Recordaba la primera vez que sintió aquello, una sensación de amor que le inundó, haciéndole sentir liberado, pensaba que tenía mucha imaginación, pero cuando entró a su trabajo y leyó los emails todo cambió. Aquel cliente que el día anterior le amenazaba con cancelar los contratos, curiosamente le agradecía su buen hacer y renovaba sus contratos por otros cinco años.

Años más tarde, ya jubilado, dejó de recorrer aquel camino a diario. Pero no lo olvidaba, sólo volvía por ahí cuando necesitaba encontrar sentido a la vida. Salía de su casa y conducía los 15 kilómetros que le distanciaba, ahora su meta no era su oficina, sino su “semáforo de la esperanza” y cuando se acercaba, como siempre, aquel semáforo de le recibiría con la amorosa luz roja y con la deliciosa mujer. Aquella sonrisa le inyectaría vida durante otra temporada.

Era anciano ya Marcos cuando su mujer falleció, fue un funeral muy sentido y familiar, donde el silencio y el llanto fueron las únicas melodías. Tras las sencillas honras, Marcos tomó el autobús cabizbajo, era un largo trayecto que se pasó sumido en sus pensamientos, no le hacía falta mirar por la ventanilla para saber donde estaba, conocía bien cada recta, cada curva, quedaban unos metros para llegar a mitad de la avenida, se levantó sabiendo que una vez más el semáforo se pondría en rojo, y el conductor pararía y abriría las puertas. Cuando bajó del autobús, en la parada, junto al semáforo, estaba aquella mujer de pié, vestida de blanco y con su amable sonrisa esperándole, sin decir palabra le tendió la mano, y cogidos cruzaron por el paso de cebra confundiéndose entre el resto de los peatones.

Si algún conductor hubiera seguido con la vista a aquella pareja, no hubiera sabido decir por qué sonreían, ni por qué no llegaron al otro lado, ni por qué en el preciso instante que desaparecieron de entre la gente hubo aquel destello y ola de amor que inundó todo.
Cuanto tiempo sin leerte tío... me alegro volver a hacerlo de nuevo, ya que tus textos siempre me han gustado en cuanto a guión... y tampoco te expresas nada más, aunque, sinceramente, lo superas con tus ideas... lo que quiero decir es que, escribes bastante bien y plasmas bastante adecuadamente toda la idea que expones, pero esa, la idea, es la que perdura de los textos y no la forma en la que lo escribes (aunque como ya digo, también sea buena)
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