Llevo meses sin entrar. Y después de tanto tiempo me he acordado y he vuelto a hacerlo. Como siempre, éste hilo no decepciona.
Lo curioso, es que, después de todo, todavía hay gente que parece agarrarse a un "clavo ardiendo". Quien sabe si bigotes no murió en china afectado el virus.
Lo imagino agonizando en un hospital cochanbroso de un pequeño pueblo asiático.
Meses atrás quedaron los días de despilfarro y desenfreno. El dinero de los pobres compradores se evaporó rápidamente en hoteles de lujo, prostitutas transexuales y acondicionador para bigotes. Cuando el dinero se se fue, también lo hizo la fiesta y el lujo. Sus acomodados amigos de la mafia le abandonaron y su querido bigote volvió a quedar encrespado. Entonces regresó el remordimiento. Y después de 4 años volvió a encender el ordenador de su diminuto piso alquilado. Intentaría terminar paprium.
La realidad le golpeó tan duramente que le hizo vomitar. No sabía programar, de hecho, sólo sabía echarse fotos en calzoncillos y acompañar a los que hacían sus juegos, mientras él les gritaba. Aquel recuerdo le hizo sonreír. Cómo disfrutaba haciendo la vida imposible a los pobres desgraciados que trabajaban con él, para después quedarse con todo el mérito.
Buenos tiempos, rememoró, mientras llenaba el baso de whisky y comía galletas rancias.
Tras aquel episodio, cayó en depresión y el alcohol se convirtió en la única vía de escape, para evadirse de la dura realidad.
Una noche, mientras dormía en un colchón lleno de chinches, y con la cara pegada a su propio vómito unos tipos entraron a su apartamento, y a la fuerza le sacaron bajo la lluvia torrencial que caía en la calle, ataviado únicamente con sus queridos calzoncillos.
Sin piedad le golpearon una y otra vez, mientras veía como su sangre, casi negra a la luz de la luna, se mezclaba con la lluvia. Fue en ése último momento, antes de perder el conocimiento cuando lo vio. Era su casero, el jodido chino al que le debía tres meses de renta y que reía a carcajadas mientras orinaba sobre él.
!Así aplenderás, sucio flancés! Creyó escuchar, antes de que su cuerpo entumecido por la lluvia y los golpes se apagarse.
La prostitución, y una cama, fabricada por cajas de mega drive en una alcantarilla, fue su triste y sórdida vida después de perder definitivamente el rumbo.
Y entonces, y sin que nadie lo esperase, un virus se propagó a toda velocidad por China, cebándose con los más desfavorecidos.
Cualquier de sus clientes pudo ser el transmisor, y de no ser por un hospital para indigentes habría muerto entre las ratas y basura.
Ahora veía como el enfermero gesticulaba negativamente después de hablar con el doctor, y como sus ojos entristecidos no dejaban lugar a dudas... Ya nada se podía hacer.
El enfermero, un chico que debía de rondar los 30 años se le acercó y con la voz entrecortada le dijo: - Lo siento señor Foncie.
Bigotes lloró. Lo hizo porque no había sido capaz de vivir del cuento, durante toda su vida. Pero aquel pensamiento agradable, de fiestas y desenfreno fue fugaz, pues su cuerpo le devolvió dolorosamente a la realidad.
Ahí estaba de nuevo, pensó, cuando los síntomas de la enfermedad le hicieron toser tan fuertemente que creyó perder un trozo de su alma.
Levantó una mano, estaba tan delgada y pálida bajo la luz parpadeante de los fluorescentes que no pudo reconocerla. Las manchas en la piel y la suciedad de las uñas le hizo creer que sólo podían pertenecer a un cadáver. No podían ser las suyas. Las suyas eran tersas y cuidadas. Las manos de alguien que vive del engaño para no trabajar. Sin embargo, allí estaba. A un segundo de morir en una cama oxidada, con cucarachas paseando por las paredes, enmohecidas por la humedad.
Con gesto tembloroso agarró una cosa bajo su sábana y muy a su pesar, con su último aliento se la entregó al enfermero.
-Éste es mi sueño, por favor, termínalo por mí -le rogó, antes de que su mano cayera lánguida en el borde de la cama.
El objeto que Fonzie había dado al enfermero no era otra cosa más que un cartucho de sega mega drive.
Cuando el chico llegó a casa y lo probó, se percató con amargura de que aquello estaba lejos de ser un cartucho jugable, pues era prácticamente una demo, de unos pocos minutos y tan rota como el mismísimo infierno.
-¿Qué haces papá? -le preguntó su pequeño hijo, asomando por la puerta de su habitación.
-Miraba ésto, pero está roto y no se puede jugar.
-¿Puedo probar? -le pregunto, extendiendo la mano para que le pasara el mando.
-Claro.
El padre se marchó, dejando a su hijo frente al televisor.
La sensación que experimentó al ver aquellos pixels retro, fue algo cercano al nirvana. No le importó que los personajes estuvieran plagados de errores, o que apareciesen en pantalla fallos de código e innumerables bugs. Paprium no era sino un diamante en bruto que necesitaba ser pulido.
Su experiencia frente a la pantalla, fue tan intensa que decidió estudiar, hasta conseguir los conocimientos necesarios para poder acabarlo. Para poder hacer realidad una quimera.
10 años después, en la gala de los premios Nobel le otorgaron el premio al joven niño, ya adulto, por terminar el juego mas influyente de todos los tiempos. Se hicieron películas, muñecos y refrescos. Con los beneficios de su venta se acabó con el hambre en el tercer mundo y se consiguió un modo de vida sostenible con el medio ambiente. En su discurso, el agraciado con el premio dio las gracias a Fronzi, por ser un hombre integro, al que la sociedad no supo aceptar. Alabó su genio por encima de todo, y como luchó durante más de 8 años de manera incansable, hasta que una terrible enfermedad acabó con su vida. Fue gracias a ésto, a su aparición a nivel mundial, que la sociedad pudo reconocer finalmente su valía.
El papa santificó su cadáver y la asociación "bigotes sin fronteras" construyó el parque de atracciones Fronzi, donde grandes y pequeños disfrutaban sin par de los helados psicodélicos. De los trajes de cuero y de las mascotas de suaves pelucas.
Sin embargo, algunos años después, aquel chino lleno de ilusión por hacer realidad el sueño de un moribundo pensó que lo que había ocurrido no estaba bien, que había sido una injusticia. Pensó en la triste vida de Fonzie, y como éste debería haber vivido el éxito de su creación y no él. Así, impulsado por el recuerdo del gran hombre, del santo, se armó de valor. Decidido, comenzó a construír una máquina del tiempo, y trascurridos unos meses pudo fijar la fecha y el momento en la pantalla del ordenador: el maldito instante en el que bigotes perdió el juego, a medio acabar, en una línea aérea. Momento en el que la mala suerte del santo Fonzie comenzó.
Aquella intervención "temporal" , acabando con el nija que robó el juego, desencadenó un hecho distinto al que el bueno del chino creyó que finalmente pasaría. Dio la oportunidad de que Fonzie pudiera seguir engañado a la gente durante 20 años más, sacando una foto nueva del desarrollo del juego de manera anual, y engrosando las arcas del presidente de Sandia.
Al final, bigotes murió en su bater de oro de un infarto, mientras intentaba cagar. Tras ser enterrado en una pirámide, sus seguidores todavía piensan que el juego podrá ser terminado desde la otra vida, y continúan ingresando su dinero para el proyecto en la cuenta de sandia de manera habitual.
El chino tras ver el imperio que bigotes había creado, con el engaño y la falta de escrúpulos acabó por suicidarse, sin fuerzas para volver a intervenir en el transcurso del tiempo, destrozado mentalmente por ver caer el mito que había creído que era Fonzie.
Fin.