HOMO HOMINI LUPUS
La caza, la emoción de buscar el rastro, el placer de sentir la adrenalina fluyendo por las venas, inundándolo todo con el aroma de la batalla.
Hoy como ayer, las emociones son las mismas, hoy como ayer, una neblina roja cubre mis ojos y soy presa de mis instintos.
Jamás olvidaré el día en que mi abuelo me llevó por primera vez de cacería, apenas era un mocoso de no más de 8 años, incapaz de empuñar un arma pero me dejé empapar del ambiente. Tanto me apasionó la afición de mi abuelo, que me acabé obsesionando, sólo pensaba en las presas, en aumentar su tamaño y ferocidad, en sentir la pasión del guerrero. A los doce años cacé mi primer ciervo y a los catorce sorprendí a todos al volver de una cacería con la piel de un oso como trofeo, pero eso no tenía importancia.
Con el tiempo todo eso me empezó a parecer insuficiente, entonces comencé a realizar safaris por todo el mundo, pero aquellas presas tampoco me parecían suficiente, sabía que algo me faltaba, en el fondo admiraba a aquellos animales, no había honor en aquella caza...
Pero yo entonces todavía no sabía lo que sé hoy...
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Maquinalmente cargo y limpio todas las armas.
Dos bofetadas sirven para despertar a mi prisionero...
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Entonces conocí a un hombre realmente extraño. Una noche llegó a mi casa y dijo que necesitaba un guía para una cacería nocturna que iba a realizar con unos amigos.
Era un hombre de unos cuarenta años, complexión fuerte y aspecto de tener dinero.
Aquel hombre no me inspiraba confianza, algo en mi interior me decía que no aceptase, pero yo necesitaba el dinero, por lo que no tuve otro remedio que aceptar
Cuando llegó la noche de la cacería, me reuní con el cazador en una finca de su propiedad, a las afueras de Combache, un pueblecito perdido de Galicia.
Dentro de la casa me encontré un grotesco espectáculo.
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Poco a poco mi invitado toma consciencia de su situación y su asombro inicial se torna en una mueca de horror. Trata de actuar pero sus manos y pies están firmemente atados.
-!Suéltame hijo puta, tengo colegas entre lo más chungo de Madrid¡- El pobre chico grita y gime amenazas mientras yo continuo con mi labor mecánicamente.
-Tío no sé qué quieres de mí, no tengo dinero- El imbécil acaba estallando en lágrimas, mientras solloza suplicando que le perdone.
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En una silla estaba atado y amordazado un joven de unos veinte años, con todo el aspecto de ser un atleta.
El cazador que había aparecido días antes en mi casa se encontraba de pié, junto a otros tres individuos de aspecto patibulario mirándome fijamente, pero eso no era lo espantoso.
Lo espantoso fue ver toda la pared decorada con cabezas humanas como si se tratasen de trofeos de caza.
-Las reglas son simples, os vamos a soltar a los dos en el bosque, os daremos media hora de ventaja y después, comenzaremos la persecución – Hizo una breve pausa mientras liberaba al joven y continuó.- Al que primero cacemos morirá, el otro entra en nuestro club- Las cabezas colgadas en la pared me bastaron para darme cuenta de que aquel tipo iba en serio y que a mí más me valía correr.
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Me acerco al macarra y le miró fijamente –Hace dos semanas matasteis a un pobre estudiante sólo porque se tropezó con vosotros en una discoteca. No, no hace falta que mientas me lo ha dicho mi contacto en la policía- El pobre niñato comienza a sollozar y a disculparse.
-Te juro que no fue idea mía fue el Mallorquín quien nos lo ordenó-
-Algo había oído y no te preocupes que ya me encargaré de él a su debido tiempo, pero primero tú y yo tenemos que divertirnos un rato- mientras tanto le voy desatando.
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Corrí, vaya que si corrí, sin mirar hacia atrás, sin pararme a orientarme, sin pensar, dejándome llevar por el instinto de la presa, poco a poco empecé a darme cuenta de que mi instinto me bastaba para saber en qué dirección estaba el peligro, que la adrenalina me infundía una agilidad y fuerza desconocidas para mí hasta entonces...
Después me contaron que habían cazado al atleta a la media hora. Había sido un digno rival pero no tuvo ninguna posibilidad. Yo superé todas sus espectativas. Tardaron tres noches en darme caza y aún después de alcanzarme tuvieron que reducirme entre los tres...
Había entrado en su selecto club, el único requisito era compartir su afición por la caza del más terrible de los animales; el ser humano.
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Me explicaron el siguiente paso para entrar en su club y no tardé mucho tiempo en darlo.
Fue una breve noticia en un periódico de escasa difusión lo que me hizo decidirme. Un violador reincidente había salido de la cárcel por que el policía que le había detenido no le había leído sus derechos, entonces lo vi claro. Los animales que había cazado hasta entonces eran nobles bestias, la auténtica alimaña, el único animal que realmente podía ser vil y despiadado era el hombre, el único que merecía ser cazado el único que necesitaba de mi justicia...
HABÍA ENCONTRADO EL RASTRO DE MI PRESA.
Un día me decidí, secuestré al violador, le trasladé a una finca en Extremadura y me dediqué a darle caza durante dos horas. Fue una emoción indescriptible, un estallido de adrenalina, una emoción obviamente adictiva...
Cazar delincuentes se acabó convirtiendo en una obsesión, violadores, camellos, todo un elenco de deshechos sociales me servían para superar mi vicio e imponer mi propia justicia. Además por fin podía presumir de una auténtica colección de trofeos única.
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-Te voy a dar media hora de ventaja, después comenzaré a buscarte. Tienes tres horas hasta el amanecer, si sobrevives hasta entonces eres libre... Pero no lo harás- El pandillero me mira boquiabierto – ¿Has comprendido las reglas?-
El pobre infeliz asiente se da la vuelta y sale corriendo...
Hoy como ayer le doy ventaja a mi presa, hoy como ayer saboreo el aroma del rastro de mi víctima...
Tan sólo cambia la víctima...
Tan sólo cambia la presa...
Hoy como ayer la cacería ha comenzado...