Lo que restaba de día lo pasé de forma bastante pasiva. No hablé con nadie por miedo a decir cosas que me podían pasar factura, y tampoco tenía ganas de gimnasio. Nacho, como ayer por la tarde, me vino a buscar para volver a ir al mismo rincón que ayer, para fumar tanto o más que ayer.
- Vamos Kike, hoy no tenemos mucho tiempo.
- Ir vosotros, hoy no me encuentro muy bien, debe ser la resaca de ayer.
- Jeje, te comprendo Enriquito - me dijo, y sin dirigirme una palabra más, se marcharon todos a fumar como posesos mientras yo me quedé toda la hora libre que teníamos pensando y dándole vueltas al lo que sería mi vida a partir de hoy.
- Algún día me tendré que revelar y decirles que paso de todas sus historias - pensaba. - o quizás lo mejor sea hablarlo con el doctor, él me podrá ayudar. Sí, esperare a mañana.
Cuando terminó el "free time", como lo llamaban los que se hacían pasar por cultos en aquellos lares, nos mandaron a todos al comedor para cenar. Intenté no sentarme con nadie conocido para no tener que contar nada de lo sucedido aquella mañana, pero no pudo ser.
Nada más verme comiendo solo, Francis se sentó compartiendo mesa conmigo, y con él, evidentemente, los demás. Eran como una sola persona en cuatro cuerpos distintos. No se separaban para nada. Ni para comer, ni en las horas libres...
- ¿Qué te pasa Kike? - me dijo Francisco, que, aparentemente, era el más noble.
- No me encuentro bien, debe ser la resaca de la fumada de ayer. - dije excusándome de la misma forma que lo había hecho por la tarde con Nacho.
- ¿Y tu estómago ya está bien del todo? ¿Te hicieron alguna prueba? - nos estábamos acercando a un terreno que me empezaba a angustiar.
- Ya está bien, si. Me hicieron algunas pruebas, pero está todo correcto.
- ¿Como lo sabes, ya te han dado los resultados? - y el destino me ayudó. Me quedé unos segundos pensando como intentar hablar de otro tema, pero él mismo me ayudó.
- Ah, te habrán dado los resultados esta mañana, ¿no? - me dijo Fran, solucionando cualquier posible fallo que podía cometer.
- Claro, y me han dicho que está todo correcto. - le repetí para dejarlo totalmente claro.
- Pues me alegro, porque el otro día en el gimnasio se te veía jodidillo. A ver si se te pasa esta resaca, lógica las primeas fumadas serias, y vuelves a disfrutar con nosotros de las horas libres - y una sonrisa le iluminó la cara, al igual que al resto.
Terminó la cena, cosa que estaba deseando, y nos mandaron a todos a nuestras habitaciones a descansar del duro día, al menos para mí. Al día siguiente, por la mañana, me volvió a despertar aquella ronca voz del doctor Martín. Desayuné en su consulta, y al terminar, le pregunté que quien sería mi psicólogo, que necesitaba hablar con él de varias cosas.
- Seré yo. ¿Te parece? - me dijo con una cara que esperaba una respuesta positiva.
- No. - le dije, y una carcajada se me escapó, incapaz de disimular que aquella noticia era de las mejores que me podían haber dado.
- Y ahora dime, ¿qué es eso tan importante que tienes que decirme?
- Varias cosas doctor. Lo primero. ¿Qué haré y como lo haré para que nadie se entere de estas "reuniones secretas"?
- Eso es cosa tuya, Yo hasta ahí no puedo entrar. Solo te puedo decir una cosa. Que no se pueden enterar. El cómo no se van a enterar, corre de tu parte. - me dijo ahora con un tono totalmente serio.
- Bueno... - proseguí - lo segundo. ¿Como puedo evadirme de todas las reuniones a las que me inviten, tanto para fumar como para beber?
- Ya te he contestado antes - me respondió. La cosa estaba chunga, ¿para que haces de psicólogo si no me ayudas en nada? - pensé, pero intenté quitarme este pensamiento lo más rápido posible de la cabeza para seguir con la consulta.
- Y lo tercero y último. ¿Usted va a hacer algo al respecto de lo que le conté ayer?
- ¿Respecto a tus amigos los traficantes? Eso corre a mi cuenta, déjamelo a mi, tranquilo que nadie sabrá que estás tu en medio del asunto.
En fin, que el doctor me iba a ayudar, pero no estaba dispuesto a darme nada por servido.
Lo que restaba de semana la pasé yendo a diario con el doctor todas las mañanas e intentando hablar lo menos posible con el resto de los internados. El lunes siguiente tocaba análisis de sangre, como me dijo el doctor. Esta vez sería aun más exhaustivo, y la cantidad de sangre que me sacó fue suficiente para que me entrara un pequeño mareo que me hizo perder el conocimiento por unos segundos...