Cuando desperté, al principio noté algo duro y frío en mi garganta. No supe con claridad que era, lo único que sabía era que me impedía respirar bien y era un poco molesto. Esa molestia duró unos pocos segundos, hasta que abrí los ojos y pude ver una especie de máquina metida de lleno en mi boca. Intenté gritar, no pude, la que si que se llevó un susto fue la vieja enfermera que me atendía. Aunque poco puedo recordar, poco más de una cara de asombro unida a unas palabras que no lograba entender con claridad, y que poco a poco se iban haciendo más suaves hasta que dejé de oírlas y me desmayé...
Despierto de nuevo, esta vez sin nada que me impidiera respirar, no me acordaba bien de todo lo sucedido. La enfermera me recordó todas las pruebas que me habían realizado, haciendo especial hincapié en la cámara, incluyendo mi desafortunado despertar. Lo que restaba de día lo pasé en cama, con fuertes dolores de cabeza, y molestias de estómago. Al día siguiente en el desayuno, me reencontré con Nacho, Francis, Pedrito y “Chivi”. Nada había cambiado allí, lógico ya que solo habían pasado 24 horas, aunque me pareciese una eternidad. Todo transcurrió sin altercados hasta la hora del gimnasio. Era temprano, serían alrededor de las cinco de la tarde, y allí estábamos los cinco, cada uno en una máquina distinta, pero currandonoslo por igual, cuando mi estómago me empezó a doler. Del leve dolor fue aumentando hasta llegar a ser algo insoportable. Al principio no dije nada, lo dejé pasar creyendo que sería problema de la revisión de ayer, pero al ver que el dolor no cedía, sino que iba en aumento, fui sin decir nada a enfermería.
- A ver… ¿Qué te pasa a ti? – me dijo, por casualidad, la misma enfermera que tanto me hizo sufrir.
- No se acordará de mi, pero ayer me hizo una prueba estomacal, entre otras.
- Si me acordará de ti, me tendría que acordar de otros cientos críos, y no. – me recriminó con tono sarcástico.
- Pues verá. Ayer después de la prueba tuve dolores en el estómago, algo que vi normal, pero desde hace un rato me ha vuelto a venir el dolor, y se ha convertido en insoportable, no aguanto más…
- Bueno…¿tu nombre?
- Llámeme Kike.
- Bueno Kike, como verás y comprenderás, aquí no tenemos medios para realizarte otro tipo de pruebas, y si el dolor empezó a raiz de la prueba, me atrevería a decir que quizá sea algo normal.
- ¡¡Gracias doctora, me ha salvado la vida!! – la devolví el tono sarcástico.
No hubo más conversación, solo un “por favor, una medicina” después de portazo de la cruel mujer.
Lo que faltaba de día lo pasé muy dolorido, sin apenás hablar, ni escuchar, ni cenar, solo pensaba en dormir, y en que llegara mañana y desapareciera el dolor.
Cuando desperté de la larga noche que había pasado, llena de dolor y continuamente despertándome debido a mis problemas estómacales, vi que el dolor había cedido casi en su totalidad, por lo que sin pensármelo dos veces, me fui al comedor a desayunar. Mi grupo de amigos no estaba, y me sentía bastante incómodo rodeado de desconocidos que me miraban con malas caras, y miradas desafiantes, ahora que me veían solo. Después del desayuno, me dediqué a la lectura en mi cuarto. Cuando terminó la hora libre del día, nos bajaron a todos a las canchas. Muchos jugaban al fútbol, otros al baloncesto, y una minoría se sentaba en unos bancos que estaban fuera de las verjas, y tramaban diversos asuntos que nunca me interesé hasta hoy.
Allí estaban Nacho y los demás, con caras de preocupación y mirando continuamente de un lado a otro. Me acerqué al lugar, pero antes de llegar, ellos se alejaron y vinieron andando deprisa en dirección hacia mi.
- Ven Kike, vamos a divertirnos. – me dijo Pedro, y yo, sin dudarlo un segundo, les seguí a paso acelerado hasta un rincón abandonado que jamás había visto en los pocos meses que llevaba allí.
Uno a uno se fueron sentando en el suelo, y yo fui el último en hacerlo. Una nueva mirada unánime alrededor, y Nacho sacó de su bolsillo una bolsita de plástico hermética con polvos verdes en el interior.
- No preguntes, espera y disfruta. – y me paso aquella bolsita, ahora abierta, a ras de mi nariz, y aquel olor me maravilló.
- Olor a marihuana amigo, de la buena además, vas a tener el placer de probar la mejor maría del internado.
Paso a paso, aquel día aprendí lo que es un porro, a fumarlo, y a hacerlo. Nacho preparó el primero del día, con mucho cuidado, y mucha rapidez a la vez, se notaba la práctica, y lógicamente, fue el primero en catarlo. Esa primera calada, acompañada de un pequeño golpe de tos, significaba que aquella marihuana “tiraba”. Uno a uno fueron fumándose aquel porro, hasta que me llegó la hora de probarlo.
- Vamos Kike, dale una caladita. – al principio dudé, sabía que aquello solo iba a traerme problemas, pero al final me dejé llevar de nuevo.
Suavemente, absorbí aquel pestoso humo, y fue a parar directamente a mis pulmones, lo que me produjo una tremenda arcada acompañada de un insoportable picor de garganta. Aquel día no volví a probarlo, me pareció la cosa más horrible y asquerosa del mundo, pero al día siguente volví a caer. A la misma hora, en el mismo lugar, Nacho y compañía volvieron a hacerse sus porros, y a fumar como locos, sin parar.
Aquel día empecé a fumar en serio. A medida que ellos fumaban se les veía contentos, como si los porros produjeran algun efecto que te hiciera reirte por todo, y olvidarte de tus problemas. Y aquello me convenció a seguir fumando, y a fumar más y más, para estar cada vez más contento. Cuando acabó la hora deportiva, no podía apenas moverme, me encontraba con un dolor de cabeza más que considerable y un mareo que me impedía caminar de forma normal.
Me tuvieron que ayudar a llegar a mi habitación, y una vez allí, me tumbé y directamente me dormí. Lo que yo no sabía era que mañana vendría el equipo médico en mi busca…
Hilo original: Aqui