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Capítulo 1. Despertar.
Un recorrido nevado alumbraba la vivienda construida de madera en la que un niño zarandeaba de los pelos a un animalillo, con toda su fuerza lo lanzó a través del umbral de un viejo portón lleno de arañazos y profundos golpes.
Al llegar al jardín, el niño no encontró rastro del mamífero, ni siquiera de los largos pelos que con asiduidad lanzaba el roedor. El joven no paraba de rascar, escarbar y patalear en el terreno nevado, pero el resultado era inútil, el animal ya no estaba allí.
La nieve a su alrededor, empezó derretirse con una lentitud que el joven no pudo apreciar, hasta que en el cielo irrumpió un estallido de colores jamás apreciados por los habitantes de aquella casa. Los colores variaron continuamente, a mayor velocidad siendo acompañado por sonidos detonantes y molestos.
Sintió frio, no por miedo, si por otra sensación más poderosa, casi mecánica, y de la que no era capaz de deshacerse. Las luces celestes, cada vez más penetrantes y dispares fueron hundiéndose en su pupila, ennegreciendo su visión hasta no ver más que una oscuridad completa y su grito, se ahogó.
De nuevo luz, pero lo que aquel chico vislumbró no era ya su invernal paisaje, sino una maraña de tubos y agujas que atravesaban su musculatura. En su pecho se encontraba lo que parecía dos grandes tuercas de acero que giraban de manera inversa a una velocidad incalculable para él. Dentro de aquellos mecanismos se vislumbraba un haz de luz el cual aumentaba su intensidad al son de su movimiento.
Nuevas inyecciones aparecieron e incidieron de total improvisto contra su garganta y ceño, sintiendo el mayor dolor que jamás había sentido en su breve vida, para su sorpresa aquellas inyecciones extraían fluidos azulados de aspecto cristalino, aquella situación se agravó al ver por el rabillo del ojo a un ser cetrino. Este no paraban de presionar los tubos rítmicamente, más allá de sus hombros una cabeza enana con una pequeña trompa y ojos rojos miraron al muchacho.
Volvió a abrir sus ojos y sin nadie alrededor vio incontables agujas unidas a tubos que le perforaban y en el centro de su pecho, los mecanismos fueron sustituidos por discos, y la luz cristalizo en una semiesfera palpitante. Los latidos de la semiesfera eran tan audibles como los de su propio corazón sonando descompasados entre ambos. La mirada al techo no era más tranquilizadora pues poco se veía de este salvo una oscuridad que no delataba su altura, y la tranquilidad volvió.
Su primera visión fueron solo dos agujas, la de su ceño y una nueva intrusa clavada en el centro de la semiesfera, que ahora era de color granate. Mayor sorpresa fue su piel, esta había sido sustituida por una capa azul ennegrecida tapándole por completo, salvo su rostro.
El siguiente despertar reveló por fin un dolor persistente, lacerado y expansivo, sus ojos permanecieron estáticos, sus impulsos no le permitieron moverse, y aquella oscuridad que inundaba la habitación, se vio disuelta por un haz de luz, ruido y vibraciones.
Al espabilarse pudo mover su cabeza, la semiesfera estaba allí, como su piel y como lo que parecía en la lejanía, miles planchas con seres tan estáticos como el, de extraño aspecto, y al momento oscuridad
Le sacudieron insólitos sonidos, ensordecedores pero pudo levantarse y ver. El ruido provenía de todas las camillas, miró a su derecha y próximo a él distinguió a un ser cubierto de su misma capa azul, con rasgos que unían su barbilla y nariz en un bloque sólido. Su miedo volvio, ya no había paz, el raptor ceruleo se acercaba flotando.
Sus ojos se abrieron, volvia a estar tumbado en la camilla, observo al flotador que con sus pequeños brazos toco el hemisferio rojo, golpeándolo titilantemente con una uña tan larga como la mano del joven, sus miradas se cruzaron y el ser sonrió, no pudo manifestar su sobresalto, ni el terror que volvió a sentir. Aquel ser poseía tres dedos y tenía un aspecto superior similar a un reptil. Al silbido del reptil algo arácnido se acercó a la llamada del raptor, otorgandole una varilla tan fina como una aguja. Envuelto en pánico, la boca del joven obedeció a una extraña fuerza abriendose y procediendo el saurio a hundir la vara hasta la amígdala con una sonrisa.
Una luz intensa del pecho le desperto, cayó al suelo con nauseas vomitando un fluido celeste, golpeándose la nariz con cada arcada, la superficie era metálica, de aspecto plomizo y atestado de hendiduras. Nueva luz surgió de su pecho rodeándole, mejorando su visión del área, y mostrandole que estaba rodeado de camillas. La semiesfera pectoral cambió a una tonalidad cálida, y por fin noto que sus extremidades eran diferentes, así como su cabello, todo él, había cambiado, alargado entonces cayó en la cuenta que sus dormitaciones no fueron continuas, si no espaciadas, tremendamente lejanas.
El resplandor de su pecho disminuyo su intensidad, pudiendo arrodillarse y comprobar que no estaba solo. Aquella sala estaba cubierta de seres desconocidos de aspecto inerte y suspendido en una infinidad de placas metálicas, era imposible calcular el tamaño de la estancia. El fulgor que irradiaba su torso se adapto a la luminiscencia desprendida por el suelo causándole un mareo que le obligó a apoyarse en la especie de cama de operaciones, a pesar de la sensación de calor recién adquirida seguía sin poder apreciar por donde huir si es que recuperaba su autocontrol.
Con todo ello se armó de valor para caminar hasta el ser yaciente de morro desproporcionado. Dos pasos fueron suficientes para demostrarle que era incapaz de continuar, cayó de boca.
Reptando hasta aquel ser, se situó enfrente suya, y pudo ver que no había ni labios ni nariz, solo una carcasa anaranjada que cubría de su cuello a una cavidad bucal hacía de límite superior. La conmoción fue demasiado fuerte, e instantáneamente vómito fluidos azules encima del abdomen de aquel ser.
El horror se acrecentó pensando en una posible represalia del engendro, pero nada sucedió, cuando intentó tocar la esfera de la criatura, retrocedió rápidamente, se sorprendió al ver que sus manos habían engrandecido desproporcionadamente, ya no eran aquellas que hicieron volar al pequeño mamífero.
Observó con más tranquilidad la esfera de su propio torso y la del ser inerte, había una evidente diferencia de tamaño, la suya sobresalía con mayor intensidad y a pesar de que su pecho se había ampliado, no eran comparables con la de aquella bestia, que la doblaba en tamaño pero no en brillo.
Al volver a pestañear, se encontraba tumbado en la camilla, pudo incorporarse, la habitación estaba ligeramente más iluminada, en la lejanía atisbo que se acercaba aquel ser ingrávido, bamboleándose en su dirección. Aterrado, buscó maneras de huir, pero más seres semejantes bamboleaban en todas las direcciones, todos se acercaban a las miles de camillas, todas ellas con individuos tendidos. Les tocaban, o inyectaban, mientras que el esclavo arácnido corría raudo de un reptil a otro provisionándoles de diversos aparatajes que se clavaban en los sujetos experimentales.
Tres dedos le agarraron de la muñeca, le presionaron hasta retorcerlo y tumbarle boca abajo. El ovoide se acercó para encararse al joven, su membrana ocular se deslizó hasta dejar a la luz globos amarillos.
Capítulo 2. Luz
El ser emitía gruñidos estridentes ininteligibles para el joven, y alzándole a la camilla clavó su uña en la esfera pectoral, destellando un color bermellón que trajo consigo una aguda voz.
-¡Ahora si estas funcionando!- exclamó el ser sin obtener respuesta.- Algo falla...- dijo mientras paralizó el cuerpo de su “interlocutor” y hundió la uña en su pecho por segunda vez.
-¡Para! – gritó el joven.
-Vaya, por fin reaccionas. Entre tantas cabezadas eres de los pocos que queda aquí.- dijo mientras sacó su uña y se encaró a su rostro- No te puedes mover, es normal, de lo contrario os dañaríais.
-¿Dónde estoy?-
-Esa pregunta significa, que tu evolución es correcta, y que apenas tienes miedo. Respondiendo a tu pregunta estas en el yacimiento, donde veis la luz por primera vez, aunque aquí este todo prácticamente a oscuras –contesto el ser levantando con un gesto su mano el influjo paralizador-. Ahora te permitiré moverte, no hagas tonterías como correr, tus piernas nunca han mentido peso, incorpórate con calma y echa un vistazo a tu alrededor, posteriormente te acompañaré a la salida.
El joven pudo observar la sala con detenimiento, la vista era las mismas camillas metálicas en suspensión con seres encima de su tamaño y otros mayores o menores. La oscuridad era plena salvo por la iluminación que emanaba de un suelo intacto por los reptiles flotantes.
-¿Qué eres?- preguntó el chico.
-Un mantenedor, cuido de vosotros- dijo señalando al ser sobre el que el joven vomitó anteriormente-. Hago el acoplamiento, os mantengo y hago crecer, y como no, os despierto, si no reaccionáis, también ejecuto a los fallidos.
-No recuerdo como he llegado aquí, ni donde estaba, ni nada...
-Es lógico, ya que no es importante, solo recuerdas o recordarás cosas importantes, andar, respirar, mirar, hablar, pestañear en tu caso....-dijo con desdén el mantenedor-. Actualmente no tienes nombre, ni tu ni ninguno de estos, vuestro nombre asignado tiene que ver con el sitio donde yacías, de manera que os denominamos los mantenedores para saber a quien acudir en caso de emergencia, tu eres Melmoth, porque tu camilla está en el eje longitudinal de un área de recolección de un planeta de llamado Mel, y Moth, porque dicha camilla yace en el eje transversal de la estrella de Moth, en cualquier caso, no hay correlación entre ellas es una metodología de localización.
-Me llamo Melmoth...-susurro el joven.
-O como tú te quieras designar, a nosotros poco nos importa....-dijo el mantenedor-. Pero debes decidirlo rápidamente, pues se te llamará así hasta tu final. Ahora anda y sígueme.
-¿A dónde vamos? – dijo Melmoth-
-Fuera, ¿acaso no escuchas...? – se quejó el mantenedor, mientras le guiaba a un lejano punto de luz-. En fin... da igual, te llevo a la zona central a la audiencia con Dios junto a los otros.
-¿¡Dios!?-
-Vaya, por lo que se ve si estás bien acoplado, hay memoria de la divinidad... y si, a ver a Dios, en cualquier caso... te he contado demasiado... pero debes estar preparado.
El joven anduvo tras la flotación del mantenedor hasta una pared de luz blanca concentrada.
-Aquí finaliza tu camino, se que ha sido mucho tiempo de recorrido, pero es necesario para tu musculos y especialmente para tus ojos- dijo el ser mientras, elevo su brazo en una altura superior a la cabeza de Melmoth-. Atento a la pared de energía, descenderá, cuida tu vista, no te desmayes.
El ser bajó su brazo con suavidad y la energía apilada fue reduciéndose mostrando una superficie plateada atestada de figuras azules. La disolución total del muro mostró incontables figuras que multiplicaban la altura de Melmoth y otros apenas eran visibles. Al final de la vista se apreciaba un alto muro que brillaba con iridiscencia azulada donde era difícil saber si el espectro azul era propio o reflejado. Repentinamente el sonido bombardeó la cabeza del joven, así se percató de que el muro de energía no solo tenía un función de protección visual sino también auditiva.
Las figuras permanecían quietas mientras gritaban, donde solo giraban los brazos y cuellos aquellos que lo tenían. La inundación de sus sentidos hizo que la semiesfera de su pecho emitiera una luz fulgurante amarilla cegando de cualquier estímulo a Melmoth y volviéndose bermellón modulando la recepción de sonidos a los seres más próximos, obviando los gritos de las miles de criaturas de la planicie.
Su cuerpo comenzó a moverse automáticamente al centro del gigantesco área rectangular, observó miles de figuras, las que dejaba atrás eran decenas de veces su altura y conforme se aproximaba al centro de lugar el tamaño del resto de individuos iba reduciéndose. El paseo continuo durante un gran periodo de tiempo hasta que su cuerpo se paro junto a un grupúsculo de su misma altura, pero no fisionomia, al alinearse con ellos, el control de su cuerpo volvio, pudiendo girar el cuello y observar frente suya innumerables filas de entes menores que el y junto a el semejantes hasta individuos bicéfalos de exagerado volumen.
Otros seres salian de diversos muros de energía que se plegaban a voluntad de los mantenedores, donde minúsculos engendros se posicionaban en función de su tamaño. En la lejanía, un círculo luminoso emergía del suelo y a traves de este miles de monstruos colocados de la misma forma balanceada.
En su nuca pudo sentir suspiros, girándose y contemplando la semejanza de sus compañeros traseros fue consciente de la inmensidad del resto de entes con vestimenta azulada ajustada a la piel con su correspondiente esfera lumínica granate. En la lejanía seres gigantescos, astados, jíbados, ciclópeos, alados, obesos, consumidos, esbeltos así como con colores mezclados o uniformados.
- Eh ¡tú! , ¿De que barrera de energía has despertado? –Preguntó el ser que tenía a su espalda- ¿quedaban muchos?
-No... No lo sé- dijo Melmoth mientras giraba la cabeza buscando muros de luz blanca- Hay decenas, no sé si estoy lejos o cerca... creí que cuando salí tenía cerca la esquina.
-¿Y el número? ¿Alguien como yo?
-No me fijé... lo siento.-dijo Melmoth mientras se fijó en su interlocutor con detenimiento. ¿pero como ves?
-Pues como tú.
-No tienes ojos- dijo el joven mientras admiró su metálica cabeza isoscelica.
-No sé qué es eso pero tengo la sensación de estar aquí toda mi vida. .. Allí hay más de tu especie, a tu izquierda, sois unos cuantos y de ambas polaridades... de la mía no hay nada, parezco el único ejemplar.
El ser de aspecto metálico tenía razón, puesto que en la fila donde estaba situado había otras formas de vida totalmente opuestas a él, la mayoría apreciable por el joven, tenía al menos un ojo.
Múltiples figuras rellenaban los pocos huecos que cubrían el área, el espacio entre individuos cada vez era más reducido con la incorporación de nuevos despertados, sin embargo este proceso se aceleró con la iridiscencia central la cual su luminiscencia se disparó hasta el cielo y por primera vez con la visión de la luz desplazándose hasta un punto de vista lejano, Melmoth pudo ver el cielo.
El recinto en el que se hallaba se encontraba asediado por por cuatro muros de cientos de kiloketros sin una union fisica superior, estando abierto por la zona superior permitiendo el paso de la cúpula celeste donde la oscuridad de la visión solo era interrumpida por una herida cían en el cielo que ocupaba toda su vision. Entonces el joven cayo en la cuenta, la iluminación de los muros era el reflejo de la herida del cielo que iluminaba la fortaleza en la que se encontraban.
La esfera grabada en la planicie no cesaba en su intensidad, todos los seres vivos alli la observaban detenidamente o bien tenian la mirada fija en la herida celeste, olvidándose de las extrañas formas de vida por las que se rodeaban mutuamente.
La fuerza lumínica del círculo aumento y de esta emergieron tres figuras, todas del mismo grosor, pero solo una se encontraba encogida. Con la disipación de la luz los miles de seres divisaron que las dos figuras de pie ejercían de guardianes sobre la central, que se encontraba reclinada en un asiento ingrávido similar al de los mantenedores con la excepcion de una ornamentación plateada y exagerada que combinaba con las largas barbas del sujeto, las cuales se arrastraban por el suelo.
Murmullos, se acrecentaron y convirtieron en griterio campal, creando un incesante cambio de color por parte de las semiesferas de los seres. La reclinada cabeza de la figura central se estiro mostrando unos largos cabellos blancos y una cabeza apepinada con gigantescos ojos blancos. El blanquecino ser movió su fina boca, y el griterío ceso.
-Queridos niños, estáis aquí reunidos con el fin de servir a mi creación, es decir, todo y a vosotros mismos, así sea pues.- dijo el ser a la vez que las esferas corporales se volvieron blanquecinas.
Los cuerpos de los seres se deshicieron, apareciendo a años luz en un territorio arenoso, lleno de polvo e iluminaciones fugaces. Melmoth apareció en el suelo rodeado de otros seres con sdu misma indumentaria que no paraban de correr y saltar hacia posiciones que no alcanzaba a ver.
-¿Más novatos? En esta mision van a caer miles- dijo un ser amarillento mientras reía saltando en la misma dirección de los otros.
-Vigila tu espalda idiota- dijo un ser de gran altura y delgadez quien levanto un brazo y de su mano emano una cúpula de energía protegiendo a ambos de un impacto púrpura-. ¡Ve con Sartoru!
-¿!Qué¡?- gritó el Melmoth.
-¡En la roca más grande de arriba!
Titubeando corrió cuesta arriba a través de rocas y trozos azulados desperdigados y llegó a la roca indicada por el ser, la cual era custodiada por cinco extrañas formas de gran altura custodiando su espalda cada una mientras mantenían sus brazos elevados. En las palmas de cada uno de ellos emanaba un brillo morado que se solidificaba en una forma vaporosa de aspecto discoidal.
-¡Fuera!- rugió una forma oronda mientras sus palmas disparaban fuego, lasers, y rocas que se perdían en el cielo.
-Me han ordenado ir con Sartoru- titubeo el joven.
-¿Conmigo?- preguntó una forma leonina a la vez que del morado brillo de sus manos salieron dispardas ráfagas rojizas-. ¡Cubridme!
Los otros cuatro seres cambiaron su posición pentagonal hacia una cuadrada encontrándose en el centro el Melmoth y Sartoru. El león observó la semiesfera del pecho del joven, cogiendo las muñecas del joven y retorciéndolas hasta mostrar las palmas de sus manos.
-¿¡Un novato!?
-¿¡Más!?- dijo la única forma de la que se desplegaban cuatro brazos.
-Quédate agachado y rézale.- dijo Sartoru.
Melmoth se agachó mientras los silbidos de la guerra se emitían en todas las direcciones y el resto de los mandados por Dios disparaban a través de sus manos todo tipo de elementos. Las explosiones no paraban de sucederse, las polvorientas humaredas no solo eran dviisdadas en la lejanía, sino que también se transmitían a través del equipo que estaba en forma de pentágono.
El tiempo pasaba, y todo continuaba igual, nadie se movía un milímetro siendo el silencio interrumpido por gritos de agonía o por los efectos de armamento calorífico. Un latigazo golpeó a Melmoth en su pómulo izquierdo.
-¿Qué coño haces con los ojos cerrados?- dijo una figura femenina a la vez que retraia su cola azulada.
-¡Acaba de nacer loca, deja que se ubique!
-¡Tú cállate! –Dijo mientras miró al muchacho.- Vigila el perímetro, estamos en peligro ¡levántate!- gritó mientras le arrojó la cola al cuello y lo levantó con brusquedad-. ¿¡Que ves?! .