Menuda gracia tiene que hacer entrar a tu bonita casa situada en un noveno piso después de un duro día de trabajo y ver que te la están desvalijando unos rumanos con su fragoneta voladora. Coches voladores no, gracias.
Yo quiero un sistema de trasportes automatizado, es decir, que llegues a la marquesina, pases tu abono trasportes por un lector, elijas un destino y el sistema gestione la flota de vehículos en función de las necesidades en tiempo real, evitando largas esperas y la necesidad de estar atado a un sistema de horarios fijos y masificados. Básicamente sería el resultado de combinar una flota de taxis con una de autobuses. Los coches automáticos supongo que harán viable económicamente ver algo así en no mucho tiempo.
Y quiero el código que le echa Merovingio a sus pasteles, que el cloroformo se está poniendo por las nubes.

Esto sirve para ver lo simple que es la imaginación a veces, limitándose a coger un concepto conocido y añadirle algo, generalmente absurdo

. Es lo mismo que hacemos ahora: nos cuesta imaginar una verdadera revolución científica o cultural que dentro de 100 años lo puede cambiar todo; nos limitamos a coger lo que conocemos y le añadimos realidad virtual, que vuele, que sea más pequeño, que tenga inteligencia artificial y que te lo puedas bajar de internet