...de los huevos Kinder, por supuesto. Y es que ayer iba con mi novia y compramos un par, por la tontería, y a mí me salió un muñeco de Doraemon que era la leche (y que ella se quedó, por supuesto).
Hoy al salir del curro me he decidido a comprarme otro, porque me hacen gracia los moñacos, qué coño, y creo que voy a hacerme la colección. Me he comido el huevo to ilusionado por si me salía Novita haciendo la siesta... retrasando el placer de descubrir si era la ansiada figura... y al abrir el plastiquillo he exclamado un "me cago en todo" al ver que era un juguete de esos que se montan. ¡PERO NO he tenido que resignarme a la decepción! He descubierto con alegría que el juguete que me ha salido era una auténtica filigrana.
Tenemos dos topos, uno regando las flores y otro cómodamente sentado en su salón subterráneo. Pero no todo es lo que parece...
El cabrón del topo blanco ha abierto una trampilla girando su sillón, para que el marrón, pobre incauto, se pegue la leche padre.
A mí, qué queréis que os diga, me ha hecho muchísima gracia. Y más cuando he descubierto que la escena es una parte de cuatro que se montan entre sí y forman un círculo completo. Desde hoy quiero dedicarme a diseñar los juguetes que salen en los Kinder, y proclamo que un huevo al día de juguete es garantía.