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Flower, por lo tanto, no es exactamente un juego. No hay enemigos con los que acabar, ni durante varios niveles que probamos estuvimos en ningún momento cerca de "morir" o "perder". Ganar, por otra parte, es terminar el nivel, es decir, abrir todas las flores que debemos tocar para que se vayan desencadenando los eventos que llenan de nuevos colores el área donde estaban esas flores, y desencadenan que broten flores en otas partes. La cuestión no son los puntos que saquemos, ni siquiera los bonitos colores y la sensacional simulación de hierbas, flores y demás elementos en el escenario que se produce durante todo el proceso, sino lo relajante que resulta toda la experiencia, algo a lo que contribuye en gran medida el control del juego, que se realiza usando únicamente el stick analógico izquierdo y la detección de movimiento del mando SixAxis. Éste es, si no nos equivocamos, el juego que más o al menos en mayor proporción usa el SixAxis en PlayStation 3, y lo hace no como imperativo sino que esa elección resulta perfecta para favorecer la sensación de inmersión que pretende y consigue ofrecer el juego.
Nosotros somos el pétalo, o la estela de pétalos, y lo que controlamos es la dirección -con el SixAxis- y la fuerza -con el stick izquierdo- del viento que lo impulsa. La combinación de este control tan intuitivo con la fluidez con la que se mueve todo el entorno, no solo el escenario sino también nuestra estela de pétalos, que se deja llevar por la inercia tras cambiar de dirección, o desciende poco a poco por la gravedad cuando estamos parados, transmite una gran sensación de inmersión al jugador y, por lo preciosista del conjunto visual y la naturaleza eminentemente positiva de lo que hacemos, sí que transmite una sensación de paz. Una paz muy inmersiva e incluso adictiva, pero relajante a fin de cuentas, que suponemos que es lo que los creadores han querido plasmar al definir a Flower como un juego zen.
A esta sensación de inmersión contribuye también el sonido, pues cada flor que activamos genera un sonido diferente que va definiendo una melodía tranquila y pausada, de forma que notamos que aparte de la sensibilidad del control, que traslada perfectamente lo que queremos hacer al movimiento de nuestra estela, hay una reacción a todo lo que hagamos, y al tocar una flor podemos ver cómo se abre, el sonido nos indica que hemos hecho algo, y como estamos en movimiento y generalmente las flores están las unas al lado de las otras, vamos creando una sinfonía tanto de sonidos como de colores. Es todo quizás algo cursi, pero divertido, muy relajante e incluso podemos lanzar un órdago y decir estimulante. Sin duda una experiencia muy original, que a medida que avanzamos por los niveles va volviéndose más complicada, con escenarios más complejos donde hay que explorar más, pero que nunca pierde su esencia simple y logra una curva de dificultad, o de complicación, lo suficientemente suave para que una experiencia para relajarse no se vuelva frustrante.