lodis reta a Balsi : escribe un texto en primera persona, como si tubieras 5 años y visitaras por primera vez la ciudad de bcn. extensión libre.
Hace ya unos cuantos días que Papá murió contagiado por esa extraña enfermedad que llaman Peste y que viene, desde hace dos años, azotando la Península. Mamá, despojada de todo cuanto tenía, se vio obligada a cogerme y llevarme con ella a casa de la abuela en Barcelona.
Viajábamos día y noche, sin parar hasta que nuestros pies se clavaban en la fría hierba negándose a dar un paso más.
Cuando llegamos, pude comprobar la belleza de aquella ciudad de la que Mamá tanto nos hablaba a Papá y a mí y en la que ella había pasado toda su infancia.
Caminábamos ya, al lado del agua del mar y por encima de un montón de minúsculos granos de tierra que evocaban un peculiar y utópico desierto dotado de una interminable masa de agua, cuando dije, entre risas y sin percatarme de la presencia de aquel hombre, que me gustaría que mi piel dejase de ser blanca y sonrosada y fuera tostada como aquella arena que se colaba entre los dedos de nuestros pies.
Aquel hombre, se giró bruscamente y agarrándome con gran agresividad e inerte ante los esfuerzos de mi madre para que me soltara, me llevó lejos de allí arrastrándome calle debajo de mi larga melena.
Me llevó a un monasterio donde montones de hombres con túnicas blancas, moradas y negras le daban la bienvenida y me lanzaban miradas donde se confundía la pena con el odio. Ante la presencia aprobatoria de aquella multitud de individuos, me introdujo la cabeza en un profundo charco se barro, sin sacármela hasta que mi respiración apenas era superficial.
Oía los gritos de mi madre diciendo mi nombre, mientras aquellos hombres sonreían como si disfrutaran con lo que sucedía., yo no entendía nada. Me pusieron una funda negra en la cabeza y me sacaron de allí a otro lugar, donde introdujeron algunas partes de sus cuerpos en las mías y acto seguido y totalmente desnuda, me rociaron con almidón hirviendo y me emplumaron.
Con las mismas malas formas con las que me habían tratado hasta ahora, me llevaron a la Plaza Real, donde me ataron de pies y manos y me dejaron a mi suerte bajo los implacables rayos del sol y los cientos de insectos que me merodeaban y encontraban en mi cuerpo un lugar idóneo donde depositar sus afilados aguijones.
Caí inconsciente, supongo que por el calor, pero por la noche un horrible olor a humo que no me dejaba respirar y el bullicio de montones de personas que gritaban enfurecidas, me hizo volver en mi.
Ya no estaba sola, a mi lado, mi madre, reciente viuda de Francisco Hidalgo, estaba atada como yo, suplicando entre sollozos que me soltaran.
Con tan sólo cinco años, respiré el humo que embriagado del olor de mi madre, arrastraba sus cenizas.
Con tan sólo cinco años, el fuego me consumió, mientras recordaba el olor del mar que hacía escasas horas había visto en la que hasta hacía un día, era la ciudad más esperanzadora para Mamá y para mí, Barcelona.