En mi caso Final Fight, es mi juego favorito. Me lo conozco al dedillo, todos los enemigos que van a salir y sus patrones, por dónde van a salir, qué hacer para que no te quiten mucha vida, los jefes finales, etc.
Es un juego brutalmente difícil y está concebido para echar monedas hasta arruinarte, pero si consigues aprendértelo de memoria es bastante satisfactorio acabarlo sin continuar ni una sola vez.
Recuerdo la primera vez que lo vi, fue en 1990, en un recreativo con olor a Brummel, en una máquina bastante castigada llena de colillas, mugre y quemaduras. El pad estaba como flojo y los botones pringosos. El sonido era como meter un altavoz en una caja de zapatos y la imagen de la pantalla se veía muy pobre de brillo. Pero flipé en colores por cómo se veían esos personajes tan gigantes, el contundente sonido al impactar los golpes, las animaciones tan perfectas y la jugabilidad tan suave. Acostumbrado a los juegos con gráficos de NES ver eso realmente me impresionó muchísimo. Todavía no he vuelto a sentir esa misma sensación que tuve frente a esa máquina, es algo que sigo buscando hoy día sin encontrarlo.
Volverán las oscuras maquinitas
de tu bolsillo las monedas a menguar,
y otra vez con roña en sus mandos,
jugando engancharán.