Un hermoso día de verano, la Condesa de Chinchón decidió dar una cena en su
mansión de la sierra. Para ello, invitó a las mejores familias de la alta
sociedad. Una vez la gente hubo llegado, la aristócrata mujer le comunica a
sus invitados:
"Como la cena aún tardará un rato, podemos pasar al salón y entretenernos
jugando a las adivinanzas. Por ser la anfitriona, empezaré yo: ¿Larga y
afilada cual estilete, por la punta saca y mete y por detrás lleva el ojete?"
Los invitados quedan un tanto consternados y, finalmente, un joven
elegantemente vestido responde:
"Señora condesa, creo conocer la respuesta. ¿Podría acaso ser la pilila?"
"¡Pero, señor, qué escándalo! ¡Sebastián, la capa y el sombrero que este
hombre se marcha por grosero! En fin, la respuesta obviamente es la aguja.
Voy a proponer otra: ¿Grande y blanca la quisiera y que entre las piernas
no me cupiera?"
De nuevo, se formó un embarazoso silencio. Al final, un caballero se
Atrevió a decir:
"Señora condesa, ¿podría estar hablando de la minina?"
"¡Oh, Dios mío, qué mala educación! ¡Y en mi casa! Sebastián, la capa y el
sombrero que este hombre se marcha por grosero. La respuesta es bastante
fácil: me refería a mi hermosa yegua blanca que se encuentra en mis
establos. Bueno, ya casi es la hora de la cena, así que voy a decir una
más:
"¿Cimbel matutino con forma de pepino que por delante escupe gotas y por
detrás le cuelgan las pelotas?"
En esas se levantó un joven mascullando:
"Sebastián, la capa y el sombrero, porque eso es una polla como una olla".