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La cuestión, por consiguiente, es: ¿resulta realista pensar que la productividad del trabajo se multiplicará casi por tres en menos de 40 años? Desde luego, la pelota está sobre el techo de esa izquierda que lleva décadas pronosticando el fin del crecimiento económico y el agotamiento de los recursos naturales; un auténtico cul-de-sacque de algún modo deberán resolver: o mantienen que el crecimiento ilimitado es imposible (en cuyo caso el Estado de Bienestar deberá experimentar un tijeretazo morrocotudo) o defienden que sí puede darse y se encomiendan al dinamismo capitalista para mantener a flote su Hiperestado. Otra posibilidad, claro, es combinar la defensa del decrecimiento económico con esa reciente petición del ministro japonés de Finanzas reclamando a los mayores “que se den prisa y mueran”; unas declaraciones que han movido al escándalo generalizado pero que el propio Navarro suscribía hace unos años, cuando condicionaba parte de su defensa del sistema público de pensiones en que la esperanza de vida no aumentara (curioso sistema de jubilación hipersocial ése que observa el alargamiento de la esperanza de vida como una amenaza y no como una bendición).
Personalmente, soy bastante optimista con respecto a nuestras posibilidades de crecimiento futuras, pero, habida cuenta de nuestro declive demográfico, deberá ser un crecimiento que se derive fundamentalmente de la acumulación y de la rentabilización delcapital. Y, en ese caso, llegamos al asunto realmente fundamental del debate: si nuestro crecimiento económico futuro va a gravitar sobre el capital, resulta absurdo y profundamente antisocial el no hacer a la población partícipe de ese sano proceso de acumulación de ese capital. Es decir, resulta disparatado no convertir a los ciudadanos en propietarios de ese nuevo capital que tendrá que acumularse; para lo cual habrá que sustituir nuestro piramidal sistema de pensiones actual por uno de capitalización. Apunta el Sr. Navarro que el crecimiento económico real medio ha sido del 1,5%: bien, pues la revalorización real media de la bolsa estadounidense durante los últimos dos siglos ha sido del 7%. O dicho de otro modo, si cada español invirtiera sus cotizaciones medias actuales a la Seguridad Social (6.000 euros anuales) al 7% anual, en 35 años podría jubilarse con un patrimonio de 900.000 euros y con unas pensiones mensuales de 3.000 euros. Ése es el auténtico fraude de la Seguridad Social: el expolio y la pauperización al que han sido sometidos los trabajadores por parte del Estado, privándoles de cualquier posibilidad de acumular un patrimonio medianamente cuantioso que no consista en sus burbujísticas e hiperhipotecasas viviendas.
Por supuesto, uno puede dudar razonablemente de que la bolsa se siga revalorizando al 7% durante los próximos 35 años. Pero en tal caso será imposible que la productividad del trabajo pueda crecer al 2,5% anual durante ese mismo período. Y si no conseguimos esto último, el sistema público de pensiones en su forma actual no es que esté en peligro, es que está muerto.