El Comité Independiente Antisida es una ONG que trabaja en España colaborando en la lucha contra el SIDA, pero si en su nombre se ha querido añadir el término independiente, es para reflejar que éramos y somos críticos con muchos de los modos habituales de prevención pregonados por las campañas de Gobiernos y entes poderosos. No se quiere ver que el SIDA es una enfermedad del comportamiento, el verdadero caldo de cultivo para el virus VIH es el de las costumbres carentes de ética que se han ido adueñando de sociedades, pues los valores humanos y familiares se han deteriorado progresivamente. Se nos ha ofrecido la posibilidad de colaborar en esta revista de CRISTIANDAD, y aunque en nuestra asociación hay muchas personas cuyo motor para trabajar no es ya tanto su convicción religiosa, sino su coincidencia en la necesidad de un rearme moral de la sociedad, el que suscribe sí que considera fundamental los principios religiosos para el comportamiento de las personas y, por lo tanto, para la lucha eficaz contra el SIDA. Esta colaboración realizada a título personal, y debido al foro en el que se nos ha ofrecido intervenir, va a destacar algunos puntos de la moral cristiana que sería buenísimos difundir para luchar eficazmente contra el SIDA.
En Estados Unidos se estima en que son 2.2 millones de personas portadoras del VIH. En Brasil son 700.000, en Ucrania 200.000, Rusia 360.000 , en Tailandia alrededor de 3 millones, en La india 10 millones. La mancha del SIDA sigue extendiéndose como el aceite. Los datos hablan por sí solos.
Es claro, que dependiendo, de la región de nuestro planeta, el campo abonado que no debería haber encontrado el SIDA para su propagación, han sido la promiscuidad sexual, la homosexualidad y la droga. En estos tres conceptos tiene mucho que decir nuestra moral, y en personas y en sociedades en los que estos valores fueran comunes, el SIDA no habría tenido nada que hacer.
La pregunta que ahora debemos hacernos es si la sociedad, si los individuos estamos dispuestos a reconocer estas causas del SIDA, y a luchar contra ellas, o bien, no importa que se sigan sacrificando millones de vidas humanas en holocausto ante la diosa libertad. Parece que la sociedad no quiere ponerse orden a sí misma. El agua amenaza con inundar la vivienda de la sociedad pero en aras de una falsa libertad, parece que no queremos poner verdaderos remedios a los puntos debilitados en la construcción social y por donde esta entrando el agua a mansalva, produciéndose una amenaza de inundación tal que haga imposible la vida para cualquier ciudadano, y derribe la construcción. Y mientras tanto, en lo que el agua de la inundación sube de nivel, como hipnotizados y boquiabiertos, la tareas que se realizan son las que no causen dolor, por lo tanto, vamos a poner pequeños parches de latex para evitar taponar pequeñas grietas, o a los drogadictos les daremos todo lo que pidan muy esterilizado para que puedan seguir con sus practicas.
Pero el sentido común, y de nuevo nuestro gran apoyo, como es el de la moralidad que Cristo nos enseñó viene a salvarnos. La moral sexual tan pisoteada en estas últimas décadas, y los valores familiares como el de la fidelidad conyugal, se presentan de nuevo ante nosotros y parece que las piedras de las tablas de la Ley hablaran y nos dicen : tontos, es por vuestro bien, salud y felicidad.
Otro tanto se podría decir de la tendencia a la búsqueda de paraísos artificiales a los que conduce el mundo de la droga. Maltratarse a salud, en cualquiera de sus versiones siempre es algo reprobable.
Pero aquí, se va a desarrollar un tema específico como es el de la inmoralidad de los condones en la lucha contra el SIDA, y sobre el que suele haber cierta confusión, comprensible por el poder tremendo de las habituales campañas sobre el SIDA.
Existe un continua discrepancia entre la bondad o no de las campañas contra el SIDA que se realizan promocionando los condones. Son casi 20 años de epidemia y de machaconas campañas las que nos han demostrado la ineficacia de tales campañas. Muchas razones, análisis y estudios tenemos para demostrar la ineficacia, la inutilidad, la indignidad, la inseguridad y lo contraproducentes que son tales campañas y métodos, los tenemos recogido en nuestro libro "El SIDA : otra visión". En esta colaboración sólo voy a destacar los aspectos de inmoralidad que tienes estos métodos.
Juan Pablo II en la Conferencia Internacional sobre el SIDA que se celebró en el Vaticano en Noviembre de 1989 dijo :"Es moralmente ilícito propugnar una prevención del SIDA basada en medios y recursos que violan el sentido auténtico de la sexualidad, y que son un mero paliativo para un malestar profundo, en el que está en juego la responsabilidad de los individuos y de la sociedad. Y la recta razón no puede admitir que la fragilidad humana, en vez de ser motivo para empeñarse más, se traduzca en pretexto para una cesión que abra la vía a la degradación moral".
La encíclica Humanae Vitae habla en los siguientes términos : "Queda patente que el uso del sexo tiene un fin altísimo y nobilísimo que no debe desvirtuarse separándolo de la procreación: es decir, de los actos de suyo aptos para que pueda derivarse una nueva vida; todo acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida1. Por eso, más adelante añade, sería intrínsecamente deshonesto, : "Toda acción que en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación ".2
Desde el punto de vista moral, una noticia de ANFA, Servicio Internacional Informativo de Vida Humana Internacional, reproducido en el Boletín "Liga por la Decencia", 134, mayo de 1988, decía: "Dando término a una enconada controversia en el episcopado norteamericano, el Diario L'Osservatore Romano dijo que el uso de preservativos como medio para combatir el SIDA, es moralmente inaceptable".
La Iglesia Católica, en un comentario titulado "Prevención del SIDA, aspectos de la ética cristiana", señaló que "buscar la solución al problema del contagio promoviendo el uso de preservativos, significa tomar un rumbo que no sólo no es muy eficaz desde el punto de vista técnico, sino también y por sobre todo, es inaceptable desde el punto de vista moral". Y agrega: "La proposición de que una sexualidad de esta manera es segura, ignora las causas reales del problema, cual es la permisividad que, en la esfera corroe la fibra moral de la gente. La única manera efectiva de prevención es en un 95% de los casos, abstenerse de la práctica sexual fuera del matrimonio y del consumo de drogas".
Éticamente el preservativo separa los dos significados del acto conyugal (unitivo y procreativo) y es, por tanto, siempre intrínsecamente inmoral. La moral cristiana manda la continencia que consiste en frenar, moderar y usar rectamente esa fuerza vital que es la sexualidad. A esto se llama castidad. Los jóvenes están obligados a la castidad para llegar íntegros al matrimonio y los casados deben guardar la castidad conyugal que consiste fundamentalmente en ser fieles. En cuanto al uso de los condones para evitar las enfermedades, las autoridades deben informar que no protegen totalmente; existe siempre el riesgo de infección. Los preservativos son un gran negocio, llenan de dinero los bolsillos de quienes producen a costa de la inmoralidad de la población a la que inducen al libertinaje. La iglesia no está, ni estará nunca en favor de los llamados "preservativos".
Se acusa a la Iglesia de retrasada porque rechaza las campañas que, para prevenir el SIDA y otras enfermedades venéreas, promueven el uso del condón como defensa segura. La iglesia nunca aceptará el uso del condón ni fuera ni dentro del matrimonio. En principio, no deben darse las relaciones sexuales extra o pre-matrimoniales (se rechaza con esto la promiscuidad, la prostitución, el homosexualismo y no sólo el uso del condón). No se permite a los esposos el uso del condón porque se impide la entrega total de dos personas que deben amarse y se va en contra de los fines del matrimonio, ya que éste debe estar abierto a la vida.
La carta pastoral del arzobispo de Barcelona, cardenal Ricard María Carles, en Marzo de 1999, en la que criticaba que las campañas oficiales de prevención del SIDA se centren sólo en el uso de condones, dio lugar a una de esas polémicas que periódicamente se orquestan en torno a la información religiosa. Hay quien se atrevió a decir que poner en duda la eficacia de estas campañas incurre poco menos que en un delito contra la salud pública.
Es curioso que sectores que aseguran no hacer caso de las opiniones de los obispos, saltaran y salten como aves de presa cuando un obispo pretende echar abajo las prédicas a favor del condón que se nos dirigen machaconamente desde la televisión y las vallas publicitarias. la Iglesia católica considera que esta publicidad favorece un comportamiento sexual irresponsable.
Las personas que ajustan su conducta sexual a las enseñanzas de la Iglesia abstinencia antes del matrimonio o fidelidad a la pareja no infectada tienen una protección natural contra el SIDA y no necesitan para nada del condón. En cambio, quienes llevan una vida sexual con parejas múltiples y encuentros esporádicos, es señal de que no siguen los criterios de la moral cristiana, y por lo tanto se supone que no les debería importar lo que digan los obispos. La Iglesia católica trabaja como nadie para prevenir el SIDA al promover, una conducta que implica autocontrol y no trivializar el sexo, lo cual aleja el riesgo de infección. Sin embargo, los que alientan la idea del "a tope", esos no solo no colaboran contra el SIDA sino que lo promueven. Luego intentan paliar las consecuencias de sus consignas, con el eslogan del "sexo seguro", presumiendo de responsabilidad.
La vía eficaz de prevención consiste en un esfuerzo educativo para proponer unos criterios sanos de conducta sexual. La Iglesia católica defiende una concepción del sexo basada en el dominio de sí, la responsabilidad y el respeto del otro. Se trata también de una prevención coherente. Pues no se puede pretender que los jóvenes descubran una visión de la sexualidad basada sobre el amor y la responsabilidad, y al mismo tiempo repartir condones en los colegios.
Existe pues, una intención clara de tapar a toda costa la boca a la Iglesia . Su atrevimiento para criticar duele. Parece, que está resultando, que cuando creíamos superados todos los tabúes con respecto al sexo, ahora el tabú que se impone es el cerrar filas alrededor del condón, y ay del que discrepe. La fidelidad a la pareja se considera irreal, pero se exige fidelidad total al condón.
No es infrecuente, como se ve, que haya personas que preocupadas por la extensión del SIDA opinen que la Iglesia debería reconsiderar su condena del uso del condón, como si muchas personas hubieran tenido esta norma moral en mente cuando se contagiaban del SIDA. Pero afirmaciones de este tipo circulan por los medios de comunicación alegremente, sin que prácticamente nadie se atreva a desenmascarar la insidia y la sinrazón que se esconde. Si analizamos el SIDA en Africa, debemos pensar que la influencia de la Iglesia católica se circunscribe al 15,6% de la población total de Africa. ¿Alguien se atrevería a afirmar que la epidemia del SIDA está azotando en mayor medida a la población católica que a la musulmana o a la animista? Es más, las autoridades sanitarias de las Naciones Unidas están ocultando a la opinión pública diversas estadísticas en las que se demuestra que la comunidad católica sufre en menor medida la plaga del SIDA . Es lógico que la predicación moral católica en favor de la monogamia y de la castidad tenga sus efectos positivos, en medio de unos ambientes de una promiscuidad generalizada.
En el caso de los católicos alejados de la práctica religiosa y de la vivencia de sus principios morales, ¿cabe suponer que quien es infiel a su mujer, vaya a respetar la norma moral católica contraria al condón, y que pueda llegar a contaminarse por mantenerse fiel a sus principios religiosos? Esa hipótesis es absurda. Evidentemente, quien no tiene escrúpulo alguno en ir con una prostituta, ni se planteará la cuestión de la moralidad del condón. Por tanto, acusar a la Iglesia católica de la extensión del SIDA es algo absurdo; y más bien, es una maniobra para negarse a reconocer la realidad bien contraria: sin la moral católica, la sociedad sería más promiscua y, en consecuencia, el SIDA estaría mucho más extendido.
En esos días de titulares en periódicos, el profesor Leal Vieira, Presidente da la Asociación Provida-familia, señaló que "el preservativo bajo ningún punto de vista es un mal menor, la solución está en vivir la monogamia y la abstinencia sexual ". (...) "El preservativo sólo incrementa las enfermedades de transmisión sexual y el SIDA, ya que su uso es una ruleta rusa". El prestigioso teólogo brasileño Bettencourt explicó que "el principio del mal menor sólo es válido cuando existen solamente dos opciones y se debe actuar inmediatamente; pero en el caso de la sexualidad, existe una opción que es la abstinencia sexual".
Santo Tomás Moro sabía mucho de males, el tuvo que elegir entre dos males, sin embargo en el caso que nos ocupa se puede elegir entre dos males y un bien : hay que elegir el bien. Santo Tomás Moro nos debe iluminar, suya es la siguiente cita :
Si al pecar pretendemos salvar el cuerpo, en realidad, lo perdemos,
y con él perdemos también el alma.
Santo Tomás Moro
"La Agonía de Cristo"
* * * * *
1 Humanae Vitae n.11
2. Humanae Vitae n.14
3 Ver Artículo 130.4 de la Ley de Procedimiento Administrativo y 105 de la Constitución