Hace mucho tiempo en una isla desierta, vivía una pareja de jóvenes enamorados. El chico tenía dieciocho años y se llamaba Daniel, su chica de diesisiete años llamada Ana estaba loca por él.
Los dos estaban muy enamorados, vivían en una pequeña pero amplia isla, donde solo ellos eran los habitantes. Se encontraban en una cabaña que habían construido de madera y piedra. El chico era fuerte y valiente y no se separaba de su gran y querida Ana. Allí comían y vivían de maravilla. Y más cuando la isla estaba desierta. A veces hacían el amor por los bosques, o se bañaban en las cascadas y los ríos, y paseaban cerca de la orilla del mar a la luz de la luna. Su amor era tan grande que nada ni nadie les podía separar...
Hasta que un día, su amor se rompió. Por culpa de una pelea que tuvieron, ya que Daniel se quería quedar en esa isla, pero Ana quería volver a casa y ver a su familia, porqué habían tenido un accidente de avión y ellos dos se habian salvado en esa isla, y si querían podían volver a casa, pero Daniel no quería volver nunca, porque estaba a gusto estando a solas con ella.
Ese día se enfadaron y Daniel se fue a cabalgar con su caballo por los bosques y durante todo el día no se vieron más.
Ana estaba impaciente, quería volver a ver a su amado Daniel, quería sentir sus besos, sus abrazos, sentir su calor cerca de ella una y otra vez. Pero pasaron horas y él no volvía.
Daniel empezaba a echarla de menos, cuando decidió volver, ella había desaparecido. La buscó por todas partes, pero no la encontró, empezó a chillar de dolor y tristeza, la necesitaba a su lado, era parte de él, y esa parte se habia roto por no comprender sus sentimientos. Su corazón empezó a latir muy deprisa...
Ana por otro lado, lo buscaba desesperada, sus lágrimas mojaron todas sus mejillas, al no estar su amor Daniel a su lado...
Era media tarde y aún no se habían encontrado, sus almas ya no se oían, solo sus latidos, tan fuertes a punto de estallar...
De repente Daniel se cayó por un campo muy empinado, donde a lo lejos manadas de lobos lo miraban. Daniel no se podía mover, los lobos corrieron hacía él como si se lo fueran a comer. Al irse, daniel aún estaba vivo, se levantó y se sentía más fuerte y con ganas de correr. Empezó a correr como u perro salvaje, hasta la cima de la montaña y empezó a gritar el nombre de su querida amada Ana. Sus ojos húmedos casi no podían ver, hasta que de golpe empezó a llover y a caer truenos y rayos, la lluvia borró su tempoestad en sus ojos..
De mientras Ana andaba triste y muerta de pena por los oscuros bosques helados. De repente cayó un rayo en un árbol, éste se derrumbó. Empezaron a caer rayos y truenos y Ana corría, cansada, sin parar. No pudo más y cayó al suelo, y un rayo le atravesó, pero de un milagro no la mató, se levantó y se sintió más valiente y con más valor, sentía como si pudiera volar...
Empezó a correr, empezó a saltar por las montañas, como si tuviera alas, como si fuera el viento. Corriendo iba diciendo el nombre de su gran amor Daniel.
Los dos estaban desesperados, sus vidas se habian separado por culpa de una simple pelea, y no sabían que estar separados cuando el amor es tan grande, es el dolor más grande que uno puede sentir. Su amor debería estar siempre unido y no separarse jamás...
Llegaba la noche y sus vidas estaban casi por acabar. Daniel ya empezaba a sentir un gran dolor en su corazón. Y Ana le pasaba lo mismo, su alma y su corazón sentían por dentro que algo estaba ocurriendo...
Casi estaban cerca el uno del otro y la noche ya llegaba...
Él iba corriendo y ella iba flotando.... mientras gritaban sus dos nombres.
Cuando al fín se encontraron fue demasiado tarde...
La noche ya había llegado. Se pudieron abrazar, sentir sus besos y calores, pero Ana empezaba a flotar hacía el cielo, el aire la llevó y el viento la empujó, hacía las estrellas, hacía la luna.
La luna sonreía, era Ana que se había quedado en el cuerpo de la luna, alli a lo lejos, en medio del cielo y rodeada por las estrellas, en una noche oscura donde la lluvia por fin había cesado.
Daniel al ver que su amada Ana era ahora la preciosa luna, empezó a aullar como un lobo salvaje, su corazón lo era.
Se había convertido en un lobo, que por la noche se quedaría en la cima de las montañas contemplando y aullándole a la luna, su querida amada Ana...
Por el día ella bajararía del cielo y él volvería a ser normal, para estar de nuevo juntos. Y solo por el día volverían a amarse una y otra vez....
Hasta que la noche los separe.
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Espero que os guste, la escribí hace 7 años, cuando tenía 17 años.
Besitos.