Una vez más, me encontraba junto al árbol del río negro, ese que está al lado del caserío del abuelo. Estaba sentado, apoyando mi espalda sobre el robusto tronco del nogal, esperando que el sol descendiera lentamente durante su ocaso para que, esquivando las frondosas ramas, sus rayos pudieran intentar alegrarme la tarde.
Eso se preveía imposible, ya que, una vez más, mi cabeza no paraba de pensar en ella. Observaba el lento danzar de los álgidos cipreses, tratando de encontrar en ellos una respuesta al por que de mi desfortunio amoroso, pero viendo que ellos no prestaban demasiada ayuda, decidí sonsacarme la respuesta a mi mismo.
"Lo mejor será que le pregunte a ella", me dije. Sin embargo, el miedo se apoderaba de mí. El miedo a recibir un No por respuesta, miedo a ser rechazado por la chica a la que amo. Por lo tanto, y tras el infortunio del ciprés y del nogal, decidí preguntarle a la margarita. Haría lo típico en estos casos, la iría deshojando hasta terminar encontrando la opción correcta: preguntárselo o no preguntárselo.
Decidido, cogí una de las margaritas que afloraban junto a la base del tronco del nogal, y cuando fuí a quitar el primero de los pétalos, una voz salió de su interior:
- "Para chiquillo, que me vas a mutilar así a lo tonto joder"
No salté, no corrí, no tiré la flor. Me quedé, mirando, anonadado, a la flor parlante que sujetaba entre mis dedos.
- "Quitate esa cara, hombre, ni que tuvieras delante a la Chiffer". Dijo la profunda voz
- "¿Quién demonios eres? Mejor dicho, ¿QUÉ eres?"
- "Jajajaj, siempre igual, siempre lo mismo. Parece mentira que seais hijos míos, todos reaccionais igual."
- "¿Hijo tuyo? ¿Yo? ¿¿De qué coño me hablas??"
- "¡Coño! todos pronunciais esa palabra, ¡¡ya veo que os gustó mi invención eh!! jajajaj. Yo soy ese blanco con barba al que buscais en las iglesias. ¡Ay las iglesias! ¿Cómo podéis engañaros de esa forma? Y encima la gente se arrodilla, pensando que a mi me importa o no el que me supliquen y me vengan cada domingo a rezar. Pues sí, me importa, ¡¡¡me importa UN CARAJO!!!. De verdad, no os entiendo. O mejor dicho, no me entendeis. No entendeis que, en el fondo, soy como vosotros. No entendeis que con darme una sola vez las gracias cuando os ayudo, me basta. No entendeis que me importa una mierda el que me pongais oros y coronas con flores frescas a diario. No entendeis que los milagros existen, y tienen forma de corazón. No entendeis que Dios no está en el cielo, ni en una cruz, ni en un cuadro. Dios está dentro de vosotros, Dios es aquél que, cuando algo va mal, te da ánimos, te da fuerzas y te anima a seguir viviendo. Dios, querido amigo, soy yo, una margarita. Y ahora, tras esta arenga, anímate, deja de pensar en ella que, por cierto, no te merece, y vete a jugar a la play, probablemente el mejor invento nacido del humano tras el fuego y la gomina."
La margarita se deshizo entre mis dedos y, al instante, otra margarita brotó unos metros más adelante. La vida y la muerte.
"Joder, y ahora, ¿cómo le cuento esto a mis colegas?"