La mirada inolvidable PARTE 1. Relato

Esta vez os traigo un nuevo relato que consta de tres parte, aquí tenéis la primera. La iré subiendo a medida que lo vaya repasando.

Con el título de "La mirada inolvidable" cuento la historia de un chico por el deseo de conocer a ese alguien especial. Ese alguien especial que viene con cualquier detalle, esta vez con su mirada.

Como siempre digo, comentar, opinar y criticar será todo bien recibido. Y, sobretodo, muchas gracias por leerme y gastar vuestro tiempo en mi escritura. :)

La mirada inolvidable

PARTE 1

“El viernes inolvidable”

Él volvió a enmascarar su inocencia al recoger las cosas de su trabajo para volver a casa. El turno del hostal donde trabajaba ya había acabado. Serían las 8:30 de la mañana y presentaba un resfriado que estaba a punto de aparecer. Su madre, siempre le decía que en sitios tan fríos, como en el que estaba, no debía ventilar la habitación estando él dentro, pero aún así, ahí lo tenéis, con el típico dolor en la garganta. Más que en la garganta la dolencia se podía encontrar en otra parte. Suelen decir que cuando te encuentras bajo de defensas enfermas con más facilidad. El dolor físico debe estar relacionado con el estado anímico; estás mal y parece que tu cuerpo lo manifiesta enfriándote la garganta. Quizás este era el máximo ejemplo de esta teoría y que por mucha naranja que se estaba tomando de nada sirvió.

Era Lunes por la mañana y salía del trabajo algo cabizbajo. Lo sorprendente de todo esto es que lo que había pasado durante el fin de semana lo llamó “inolvidable”. Lo comentó con su mejor amigo en la noche mientras estaba en su turno del que salía esa mañana, siempre que ocurría algo así la ilusión despertaba en él. La ilusión de “quizás es ella” hacía enrojecer su cara, sobretodo, cuando todo se sale del protocolo, de lo normal.

Él era así: a veces sin solución y otras pensaba que daba miedo por como era con la gente, que no había nada que hacer – que una vez más había perdido – Ya era bastante mayor como para darle tanta vuelta en su cabeza a ese tema una vez más. No era momento de regalar una rosa que, aunque tuvo la oportunidad de haberla regalado en ese fin de semana, la timidez y la no inocencia pudo con él. “Maldita madurez” pensó muchas veces.

Pero, ¿Qué le hizo llamarlo “inolvidable” para después estar tan cabizbajo? Quizás sería lo que pensó justo después de haberle mandado “el mensaje definitivo”.

Sí. Él lo llamaba “el mensaje definitivo”, el que marca un antes y un después en una relación temprana. Para que lo entendáis todos; es el mensaje que da un paso más en una relación, el que te agarras a la mesa más cercana porque sabes que pueden venir curvas. El que cuando esperas la respuesta, crees que ha sonado el móvil y resulta que ni siquiera se ha encendido. Existen dos caminos sencillos para ese mensaje: uno, que te lo contesten o dos, que no. No existe un nivel intermedio de “si te lo contestan de tal manera puede”. No. Contestar o no contestar. Pasaron las horas y allí estaba el móvil en su bolsillo.

Ella, hace unas semanas, le pidió un favor a este chico para su hostal. Se acabarían de conocer por aquello de “Ey, eres el famoso chico de Cracovia que trabaja y vive aquí”. No es que fuese famoso sino que el tener amigos en común siempre acaban invadiendo la intimidad y al final casi todos terminan sabiendo de tu historia. El favor no era otro que hacer un par de reservas para ella y sus amigas que venían a visitarla unos fines de semanas después, en el fin de semana “inolvidable”. A partir de ahí, todo era normal: salen juntos, amigos en común y todo dentro de una historia cualquiera. Un par de historias que en un principio no tienen nada que ver hasta que esas semanas pasaron y ella vino.

El fin de semana inolvidable empezó ese viernes. Ella llegó al hostal con sus amigas pero el chico no trabajaba hasta el domingo por la noche pero ella, quería verlo. Él consiguió el número de la chica gracias a un amigo que no quiso salir ese día con ella ni con él y, para no dejarla en la quedada sin que nadie apareciese, él decidió salir ese día. Tenía libre ese fin de semana hasta el domingo, le apeteció tomarse unas copas y conocer más a la chica del favor. Es lo que suele ocurrir en una noche cualquiera, puedes conocer a alguien también cualquiera.

Entrar en un bar de copas en el extranjero y que la gente de dentro te empiece a saludar, quizás fue algo que a la chica no le gustó demasiado del chico. Seguramente en su cabeza pensaría “La vida de este chico parece que esté aquí, lleva dos años en Cracovia, por algo será” pero no, el chico evitó y se arrimaba a ella. ¿Porqué?

Algo de lo que nadie puede explicar es cómo surge una mirada, cómo una mirada anónima por un momento puede llamar la atención de alguien también anónimo. Y más aún dentro de un bar de copas. No existe explicación alguna para eso, será la química, el mismo destino del que tanto habla la gente o los signos del zodiaco. La mirada fue un regalo para aquel chico. Es la mirada de la que todos hablan. La que te regala simpatía, confianza y también empatía, fue una mirada envuelta en papel de regalo.

En la cabeza del chico resonaba las palabras de aquellos consejos que en España le habían dado sus amigos más cercanos. Temía volver a equivocarse con las relaciones y dejar pasar oportunidades para ser feliz, estaba arto de eso: “No seas tonto”, “cuando notes algo, tírate al precipicio”, “no vayas buscando la pareja como un poseso, deja que todo surja”, “no fuerces la situación, cuando lo encuentres, escribe la historia”, “no des portazos a las relaciones”. Y a él, le llamó la atención la mirada de ojos cristalinos de la chica. Fue algo así como “Joder, me está mirando, ¿mis amigos se estarán refiriendo a este momento?” La mirada pareció distinta a las que últimamente el chico estaba acostumbrado a recibir. Sus ojos junto con aquella sonrisa tímida estaba despertando algo en aquel lugar.

Estaba cansado de perder, no de jugar a un partido de fútbol y resultar perdedor, no, lo suyo era “perder perdiendo y con ganas”. Daba por hecho de que iba a perder y si vas con ese pensamiento acabas perdiendo; chocando tu dedo índice con el índice de la otra mano sin esperanza ninguna. Reconociendo que, muchas veces, por la edad en la que se encontraba, se cerraba muchas puertas para ser feliz, quizás por miedo al daño que le hicieron años anteriores. En ese momento se encontraba con la ilusión de “quiero ser feliz”, creía que había llegado el momento de despertar de la cama con una princesa y no entre lobos.

Llegó el momento de la verdad, ¿Cómo acercarse a esa chica y romper entre tanta conversación para captar la magia de aquella mirada? Fue fácil, sobre todo cuando lo que tienes en la mano es una cerveza y en la otra tu confianza. El alcohol ocultaba la timidez del chico. Bebía y notaba cómo le seguía mirando – lo ponía nervioso – sólo hizo falta interrumpir su conversación para acercarse.

- Me vas a a a a tener que perdonar, pero he visto tu... mirada y... -El tartamudeo en el chico era visible.

- ¿Eh? qué atrevido por favor... -La cara de la chica, por unos momentos, se giró para no mirarlo directamente a los ojos .

- No, no es eso. Simplemente me ha llamado la atención esos ojos que llevo viendo un rato. Parecerá estúpido o tonto pero uno está aquí alrededor de esta gente, fuera de su país y parece que no ha olvidado como son las miradas españolas. Tienes unos ojos bonitos, sólo eso. -El chico seguía mirándola fijamente, como si buscase algo en la mirada.

- Sigo pensando que eres atrevido. Además, eres andaluz, tenéis mucha labia y poca timidez... Los del Norte somos un poco más fríos, no tenemos esa gracia y salero con la que me vienes ahora. Quizás seas más peligroso de lo que yo pensaba. -Dijo con cierta melodía.

- ¿Peligroso? Créeme, soy bastante tímido, sólo que estamos aquí y quizás el contexto es diferente...¿Sabes? Creo que eres una chica de las que podía tomar un café y estar sentado junto a ti durante horas, hablando de todo, lo que yo llamo una chica interesante.

- jajaja ¿de verdad crees eso?

- Sí, es más, no creo que pueda seguir viendo tus ojos porque sin que tú te des cuenta parecen que me están diciendo algo y creo que voy a tener que terminar esta conversación antes de lo que creo.

El chico se tapó los ojos con su mano a lo que ella respondió:

- jajaja Qué tonto eres, ¡Anda ya! Háblame sin taparte los ojos ¿Eso cómo va a ser? A ver... ¿Qué dicen mis ojos?

Entre risas, el chico seguía con los ojos tapados, continuando la conversación evitando esa mirada que, a veces, le intimidaba y le arrancaba una sonrisa, sacando como conclusión que, seguramente, esos ojos despertarían algo que perdió una vez y que dejó años atrás. Sólo tenía que averiguar que estaba recuperando gracias a ella.

- Pues tu mirada no es normal, no quiero decir que sea un loco por las miradas o que tenga algún tipo de fetichismo, sólo qué... Bueno... Tú sabrás lo que quiere decir tu mirada. Yo sólo estoy intentando averiguar qué dice. Me encantaría poder averiguarlo.

Sonrieron al acabar.

Lo que realmente estaba pasando es que el chico había recibido demasiadas miradas de deseo en los últimos años, eso hace que te conviertas en frío y cuando una mirada llega a darte el cariño que quieres regalar hace que la valores mucho, que la destaques.

Siempre hay alguien que despierta ilusión en nosotros y esta vez fue con una mirada.

A través de los ojos cristalinos de la chica y los ojos tapados del chico comenzó este primer acercamiento. Quizás el primer toque de atención que el chico pudo recibir en mucho tiempo, dándose cuenta de, que a lo mejor, hizo el tonto un rato con el tema de las miradas pero que aquella chica escondía algo interesante para él. La mirada, la conversación, el sentirse a gusto en aquel diálogo hizo que esa noche se despidiese de ella dejando un: “Mañana Sábado nos vemos ¿Vale?” y ella dijo “sí”.
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