Hola, os dejo este relato. realmente se trata de una parte de una historia mas larga que estoy escribiendo, pero leyendolo funciona perfectamente como historia independiente:
https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=explorer&chrome=true&srcid=0B406Aqw19u12ZTk3N2I5ZTUtOTRjOS00OTM4LTgwNWYtNTFlYmU5YTFjOWZh&authkey=CNf6wpEC&hl=enSe encontraba subido al ring, aunque no recordaba como había llegado hasta allí. Observó extrañado sus ropas; una elegante y colorida bata de seda cubría su torso desnudo y en las manos y pies no encontró su habitual equipamiento, sino uno totalmente nuevo y obscenamente lujoso. Los botines, de un color dorado que emulaba el oro y en las manos, los guantes eran negros como boca de lobo.
La luz no se reflejaba en ellos, no tenían el brillo de aquellos rojos que guardaba en el gimnasio. Pronto se dio cuenta de que a excepción de allí arriba la oscuridad lo dominaba todo. Caminó unos pasos hasta una de las esquinas y dirigió su mirada a la negrura, donde no encontró absolutamente nada. Allá donde llevaba sus ojos, estos solo encontraban una cosa; oscuridad. La idea de bajarse del cuadrilátero le rondó la mente, pero al observar el suelo, la misma imagen de negrura impenetrable le detuvo. Tenía la sensación de que si ponía un pie donde debería estar el suelo no encontraría tierra firme y la idea de saltar y encontrarse un abismo de oscuridad le acongojó. Comenzó a respirar con mayor rapidez. Una conocida sensación de pánico empezó a asaltarle. Trató de quitarse los guantes para ganar movilidad, pero la presión con la que estos estaban anudados hizo imposible cualquier intento de deshacerse de ellos. Se ayudó de los dientes, trató de hacer palanca con los pies, pero era imposible salir de aquella prisión.
La situación se le antojaba imposible, esperaba el momento en el que alguien pulsara un estúpido interruptor y la luz se hiciera mostrando las gradas de un pabellón o polideportivo cualquiera y el se viera ridículo allí arriba. Pero no fue así. Escuchó el sonido de un objeto caer al suelo y se giró. Una caja de cartón había aparecido en el centro del ring. Miró hacia arriba, tratando de explicar el origen de aquel objeto, pero sobre su cabeza únicamente encontró la fuente de luz que lo iluminaba, una luz que misteriosamente se situaba sobre su cabeza a una altura imposible.
Avanzó entonces hacia la caja de cartón, y al moverla con la punta de su pie consiguió ver el contenido de su interior. Sorprendido por el hallazgo fue a echar mano de la caja cuando se dio cuenta que los guantes que tanto le aprisionaban hacia tan solo unos segundos habían desaparecido de sus manos. A su espalda, y sin que Toni se percatara de ello, una espesa niebla blanquecina empezaba a ocupar el suelo del ring.
Mientras, revolvía el interior de la caja, observando los diferentes objetos de su vida que allí habían ido a parar. Objetos de ayer y de hoy extrañamente reunidos, sus primeros guantes, un viejo tren de juguete, una entrada del cine. Al ir a coger uno de ellos, un intenso dolor en sus manos le interrumpió. Se puso en pie y vio horrorizado como sus jóvenes y saludables manos habían desaparecido y allí no quedaba sino unas machacadas extremidades, con muchos de los dedos dislocados, amoratados y con unas formas anormales que para nada le recordaban a las suyas propias. Trató de cerrarlas sin éxito, el intenso dolor que le provocaba cualquier movimiento le detuvo en seco. El miedo, el dolor y la frustración se fundieron entonces en un intenso grito que tal y como salió de su boca se perdió en la oscuridad que le rodeaba.
Para aquel momento la niebla había avanzado y le llegaba ya a los tobillos. La caja de objetos había desaparecido y Toni se movía desesperado por el ring. La idea de saltar al exterior de aquel cuadrado que le aprisionaba iba ganando enteros en aquella pesadilla y cuando se disponía a hacerlo sus pies tropezaron con un nuevo objeto en el suelo. La niebla era tan alta y espesa que en un primer momento no pudo ver de qué se trataba. Intentó apartar la niebla con las dos manos y en el momento en que observó lo que tenía a sus pies cayó al suelo horrorizado. Alzó de nuevo su cabeza, tratando de verificar que aquello que había observado era real. Yacía allí un cuerpo desnudo, y concretamente donde la niebla se había dispersado reconoció su propio rostro, inerte. Los ojos hinchados y amoratados, como podría tenerlos después de un combate terriblemente duro. De las cejas y labios varios regueros de sangre seca y una mueca de sufrimiento que aún tenía grabada a fuego en su retina. Reculó unos pasos, tratando de escapar de aquel cuerpo, huyendo de su propio fantasma.
Entonces, la niebla entró con mayor intensidad y el cuerpo quedó oculto en aquel siniestro velo. Cerró los ojos, tratando de que aquel horror terminara de una vez, pero entonces, con los ojos cerrados, cuando su sentido auditivo se encontraba más desarrollado que cualquier otro, escuchó como lo que parecía una marabunta de insectos ascendía por las lonas del cuadrilátero. Escuchaba el avance alborotado de cientos de patas de insectos que no supo ni quiso reconocer. Aquel ejército invisible avanzaba con un objetivo concreto que no era otro que su propio cadáver. Percibió como llegaban y las entrañas se le revolvieron al ver como el sonido cambiaba. Ya habían llegado al cuerpo y se habían hecho con él. Era el momento de darse un festín. Y a cada mordisco que daban aquellas criaturas que se escondían en la niebla Toni sabía que era una parte de él la que devoraban, una parte de su cuerpo que con la niebla iba desapareciendo, hasta que al final, cuando se dieron por satisfechas, desaparecieron por el mismo camino que habían llegado. Toni se sintió entonces consumido, liviano, y cuando finalmente la niebla se echó sobre su cuerpo supo que era el fin.
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