I
El agua estaba limpia y el sol de la mañana se reflejaba sobre ella como un espejo. Paseaba con la mirada perdida, con la cabeza en otra parte. Vestía un sencillo vestido blanco y los cabellos se movían juguetones con la voz de la mañana. Deshojaba una pequeña planta que habían encontrado al borde de los surcos hechos por un vehículo.
-¿Qué te pasa mamá?- El niño llevaba un rato observándola. Cuando pasó un minuto sin que contestara volvió a preguntar- ¿Qué te pasa mamá?
Ahn volvió en sí.
-Nada Yoé, solo pensaba
-¿Pensabas en papá?
-Pensaba en muchas cosas, no te preocupes, anda, ve a jugar con Kail y Henry- El niño sonrió y salió corriendo en dirección a la pradera.
Ahn paseaba ahora entre los altos campos de flores acariciando con las dedos las más altas. Salió al camino que bordeaba la pradera y siguió pensativa. El ruido de un monoplaza la despertó. Aterrizó a escasos veinte metros sin hacer mucho ruido y muy despacio. Una vez se hubo posado se abrió la cabina y del interior salió un hombre que ya conocía pero vestido de forma diferente a como venía acostumbrando. Y el traje que llevaba sabía lo que significaba. Se trataba de un mono blanco con una coraza negra y los guantes y las botas también negras.
-Espero que estés seguro de lo que vas a hacer
-No lo estoy Ahn, pero hemos de intentarlo- Ahn le acariciaba pensativa la coraza recordando aquella noche sobre el tejado
-Me ha costado volver a meterme dentro, hacía mucho tiempo que no me vestía de soldado- La cogió de la mano y la miró a los ojos- Por favor, si me pasara algo cuida de Kail y Henry
-No te preocupes, tus hijos estarán bien. Espera, pareces cansado- Ahn pasó la mano cerca de la cara del hombre y una pequeña corriente de fuerza pasó por dentro de él. Enseguida se sintió mejor y más despierto.
-Sois increíbles- La besó en la frente y corrió hacia la nave, antes de subir añadió- Adiós Ahn, ¡hasta la vista!
-Hasta la vista Daev, y ten cuidado
La última frase quedó ahogada por el ruido de los motores y de la nave en ascensión vertical. Cuando estuvo lo bastante alta salió de la vista de Ahn a gran velocidad.
A lo lejos los tres niños jugaban dando gritos y revolcándose. Les miró largo rato. Yoé era un chico bastante alto, delgado con los ojos verdes y el negro pelo de Henry, y la piel morena de Ahn. Avanzaba muy rápido en las lecciones, demasiado rápido quizá, y Theis era en verdad muy dura con él. La próxima semana cumpliría los catorce años solares, la misma edad con que, según Theis, Henry entró en la escuela de gobierno y conoció a Daev.
Al poco tiempo llegó el vehículo que conducía Shana, la mujer de Daev que venía a buscarles. Subieron al vehículo y esperaron que todas las puertas se hubieran cerrado. Entonces los asientos se acoplaron a cada cuerpo, se abrocharon los cinturones y Shana tecleó las coordenadas del trayecto para que lo hiciera de forma automática.
-He hablado con Theis, creemos que no estás bien
-Estoy bien Shana, gracias
-Ya pero creemos
-Estoy bien, gracias- El tono seco de la voz de Ahn hizo comprender a Shana que no tenía ninguna posibilidad en esa conversación e hicieron el resto del trayecto en silencio. Ahn frecuentaba poco la ciudad, y cuando iba era generalmente para llevar a Yoé a las clases de Theis. Ese día además iba para hablar con ella. Aunque sabría que no lograría nada.
Llegaron al centro de la capital en apenas dos horas. Theis dejó a todos los pequeños alumnos a cargo de Arahe, la alumna que acogió una vez hubo terminado el entrenamiento de Ahn. Arahe era la hija de uno de los capitanes que murieron en la última batalla en Sía y además de ser una excelente soldado era increíblemente inteligente. Por eso Theis la había escogido.
Cruzó el espacioso salón de recepción y abrió la puerta de madera que se encontraba al fondo. Entró así en una pequeña habitación iluminada únicamente con el fuego de la chimenea. Las paredes eran de mármol rojo y subían hasta el techo, con un imponente artesonado de madera de la mejor calidad donde el fuego se reflejaba en miles de pequeñas lenguas luminosas. La sala no estaba amueblada más que por una mesa redonda, también de madera, donde en la parte más próxima a la lumbre Ahn meditaba tranquila. Se giró y miró fijamente a los ojos de Theis. Reparó en las arrugas de los labios, en el cabello que cada vez daba mayores señales de vejez. Pero sus ojos rezumaban una increíble vitalidad. Las nuevas enseñanzas que impartían tenían su base en los pilares más poderoso de la enseñanza ádahas pero acompañado por un increíble sentido de la humanidad y la benevolencia.
-Cuánto tiempo sin verte, pequeña Ahn- Y la abrazó con fuerza y notó su tristeza- Veo que la tristeza invade tu alma
-Es superior a mí, Theis
-Debes superarlo
-Theis, he pensado una cosa. De la misma forma que los ádahas engañaron a Henry
-Lo detectarían. Seguro, no podemos correr el riesgo a romper el tratado. Henry no puede volver. Además no sería el mismo y lo sabes. Una persona no es solo su Baisa. Aquellos ojos, aquella sonrisa...-Theis bajó la mirada- Se muy bien lo que digo. Una persona no es solo su Baisa...
-Recuerdo lo que me dijo Henry acerca de dos Baisas poderosas, había pensado que quizá...
-¡He dicho que no!- Cortó Theis- Sabes que no está preparado. No sabemos lo que podría pasar y no estoy dispuesta a perderle. Seguiremos con el plan de Daev. Y esperaremos sus noticias.
Y dicho esto abandonó la habitación. Al poco tiempo entró Yoé para buscar a Ahn. La encontró con lágrimas en los ojos y se quedó parado en el umbral de la puerta. Ahn le miró y recordó de nuevo las palabras de Henry: “lamentablemente no se pueden compaginar dos baisas...ambas mentes tendrían que ser muy fuertes”. Miró a Yoé y pensó, ¿Porqué no?, se imaginó de nuevo a Henry subido en la piedra y esta vez esbozó un leve sonido entre sus labios que flotó en el aire y que Yoé pudo escuchar como un “¿Porqué no?”