La Verdad de Prometeo- Capítulo 6

VI



La sala era oscura. La luz entraba por las pequeñas aberturas que
había horizontales cerca del techo y apuntaban directamente al cuerpo de
Theis. Se encontraba atada, con fuertes cadenas que después de varios días
le habían lastimado la piel y algo de sangre apuntaba ahora entre el metal.
Estaba semidesnuda con abundantes marcas de golpes por el cuerpo. La cabeza
la tenía caída hacia atrás pues no le quedaba fuerza para levantarla. Tenía
la mirada clavada en el techo. Algunos de los cabellos le habían sido
arrancados, y varios dientes los tenía rotos. De las aberturas que dejaba
la mordaza salían dos hilos de sangre que la corrían hasta el cuello. Uno
de los ojos lo tenía tan hinchado que no podía ni abrirlo y por el otro
casi no veía. Su aspecto era lamentable. Le habían hecho tragar barro, le
habían dado descargas eléctricas y ya por último habían acudido a golpearla
salvajemente. El hombre que tenía delante la miraba desesperado.

-¡Habla de una vez puta loca!- Se acercó y le golpeó con el puño cerrado
otra vez sobre la boca.

-¡Teniente! Gritó el Hermano superior, cálmese. Como siga así la va a
matar. Siéntese aquí- El soldado se acercó a la mesa y se sentó frente al
Hermano Superior. Otros tres hombres entraron, entre ellos el financiero
infiltrado en el Consejo, y se sentaron haciendo caso omiso de la mujer
moribunda.

-¿Qué hemos sacado?- Preguntó Jihe

-Nada claro. Esta tía no habla.

-Solo ha repetido Ahn y Yoé. Y una cosa acerca de la Verdad de Prometeo

-¿La Verdad de Prometeo?- Exclamó el financiero- ¿Qué diablos es eso?

-Suponemos que es la baisa de Henry. Hemos encontrado miles de capillas y
templos dedicados a él. Se le adora como un dios- Apuntó Jihe

-¿Puede ser realmente una amenaza?- Preguntó el teniente- Quiero decir,
¿Henry puede volver a la vida tal y como era antes?

-Si, pero dentro de otro cuerpo. Lo que no deja de seguir siendo peligroso

-En cuanto Henry vuelva sabré que vive. Recuerden que nos sentimos el uno
al otro. Somos iguales- Volvió a apuntar Henry.

-Eso es lo que me extraña. Y también lo de las habitaciones vacías. Theis
entrenaba a alguien aquí. Estoy seguro. Y creo que algo de eso tiene que
ver con los soldados muertos cerca del templo. Deben tener varios hombres
entrenados por la doctora repartidos por Sía- El Hermano Superior se volvió
hacia el soldado y añadió- Llévese a la Doctora a la enfermería. Que la
curen. Cuando se haya repuesto vuelvan a realizar el interrogatorio. Esta
vez de forma más eficaz, y si eso supone utilizar técnicas "ilícitas" hágalo.

El soldado afirmó con la cabeza, se levantó se acercó a Theis, la
levantó con silla y todo y la arrastró pasillo arriba.

-Prosigamos, caballeros

El tercer hombre que había entrado con Jihe y el financiero era el
consejero militar de Jihe. Habló:

-Hemos destruido todos los edificios de las afueras y bombardeado las
ciudades. Los rebeldes que no han aceptado han huido o han sido eliminados.

-Ya he visto los números. El bajón que ha dado el nivel de población es
considerable. Bien, no quiero a ningún civil en otra ciudad que no sea
esta. Me da igual si viven en las calles o qué. Todas las demás arrasadlas
y montad puestos avanzados. Los humanos que no quepan en la capital que
sean encerrados en las catacumbas y las montañas, y no olvidéis destruir
todas las salidas.

-Ahora queda lo de esa tal Ahn y ese Yoé, ¿Quiénes son?- Preguntó el
financiero.

-También lo hemos comprobado. Esa tal Ahn no puede ser otra que una especie
de bruja que vivía a las afueras con su hijo. Suponemos que ese hijo será Yoé.

-¿Porqué los ha nombrado Theis?

-No los ha nombrado, los ha pensado sin querer, y sean quienes sean deben
tener importancia.

-Has dicho que vivía en las afueras

-Han huido. No sabemos a donde pero han huido, y creo que la Verdad de
Prometeo va con ellos...



Ahn y Yoé estaban encerrados en el departamento de carga de la
última nave con permiso que pudo salir de Sía. Estaba, aún así, abarrotada
de soldados ádahas por lo que tuvieron que hacer todo el viaje en aquel
pequeño cuarto. Estaban rodeados de grandes cajas que transportaban metales
y comida a los planetas más yermos del imperio, por lo que el hambre no fue
un problema.

Cuando Ahn recibió el aviso de Arahe de que Sía estaba en peligro
corrió al armario, sacó la pequeña maleta verde que tenía guardada desde
hacía años y corrieron. "Mamá, ¿no llenamos la maleta?" preguntaba el
chico, "Ya está llena, con lo único que necesitamos". Y eso fue casi todo
lo que hablaron hasta la nave. Corrieron a casa Shana para recoger el
vehículo y e ir rápidamente a la ciudad portuaria más cercana. Allí El Puerto
interplanetario número 3 estaba casi desierto, dejaron el vehículo a un
kilómetro y se introdujeron en la primera nave de salida que vieron.
Ocultarse en las sombras para ir de un lado a otro hasta aquella habitación
no había sido tan difícil.


Lo que más duro resultó fue la semana que ya llevaban ahí dentro, el agobio
y el calor que sentían. Y lo que les quedaba. No tenían ni idea de adonde
se dirigían, pero no tardaron en hacer cálculos después de las tres semanas
que se pasaron en aquel lugar y suponer, como luego confirmarían, que se
estaban alejando de los sistemas centro, y seguramente irían a aterrizar en
algún planeta minero o de repuestos que en otros tiempos estaban llenos de
mercenarios borrachos, y donde ahora la venta de esclavos y comida de
estraperlo eran lo más habitual. Era un lugar perfecto para esconderse de
los ojos de Jihe, que a estas alturas acecharían escrutando todos los
rincones del universo, pero también era un lugar peligroso. Sin saber aún a
qué planeta se acercaban, pero las zonas de los anillos exteriores que no
estaban cerca del antiguo "Enemigo" estaban infestados de enfermedades y
virus, pues los ádahas abandonaban casi a su suerte a todos los planetas
que de verdad no les interesaran económica o militarmente.

-Esta habitación es demasiado pequeña para ser todo lo que transportan-
Dijo Ahn

-También transportan gente. Mucha. Humanos que llevan a trabajar
seguramente. Ayer una mujer dio a luz- Yoé estaba en lo alto de una caja,
tumbado mirando al techo

-No supongas tonterías hijo, ya tendremos tiempo de hacer ejercicios de
rastreo cuando nos hayamos alejado de Jihe

El chico se giró hacia ella con rostro severo.

-No supongo nada. Los ádahas no nos interceptan. Debiste darte cuanta hace
tiempo. No solo no pueden leernos el pensamiento cuando utilizamos un nivel
más como dijiste. No sé porqué pero tampoco pueden entrar en nuestras
mentes para nada- Ahn le miraba desconcertada y él entendió y añadió- Sé
que no he hecho ningún ejercicio de rastreo. No sé porqué no lo necesito.
Cuando quiero lo escucho. Hago lo mismo pero sin ejercitarlo. Logré hacerlo
con Theis hace poco. Ahora mismo se acercan tres personas. Acaban de
confirmar que además hay otros tres contenedores de comida. No estamos en
un cuarto mamá. Estamos en un contenedor. Y por lo que empiezo a notar, el
sistema para mantener los alimentos se ha estropeado. Y eso sí que es un
problema.

Ahn callaba. Al cabo de un rato el chico añadió:

-¿Qué lleva la maleta?

-Algo que te pertenece. Eso es todo. Cuando llegue el momento, te lo daré.