El lienzo:
tu cuerpo
nacarado
brillando en
mi cama.
El pincel:
mi deseo,
acumulado
clandestinamente
durante mil noches
de insomnio.
Es el deseo el que
vuela ahora
sin motor,
raseando
a ciegas
el skyline
de tu vello púbico,
para acabar
reclamado por tu regazo,
que me invita a quedarme,
me invita a soñar
y a eludir
una vida
plagada de
imperfecciones.
Bonita vigilia
(mañana contaré
los lunares
de tu espalda)