Esta es la historia de un joven desolado porque su vida lo abandonó. La buscó incesante durante meses, años... pero nunca la pudo encontrar.
Resultó que una tarde de verano, bajaba el sol tiñendo el cielo de un rosa pálido, cuando decidió pasear en silencio por el bosque. Caminó un tiempo, aunque no sabría decir si horas o minutos, estaba absorto en sus pensamientos.
Al rato se paró a escuchar un gemido, se separó del sendero y alli la vió. Era su vida. Decrépita y destrozada por la vanalidad y el vicio, con el vestido rasgado y el corazón en sus últimos latidos, como ascuas a punto de apagarse.
Él se acercó y le habló sin palabras. Ella no atendía, pues el fin le estaba próximo. El joven sacó su corazón de la caja de cristal donde lo guardaba y se lo entregó. Su vida abrió los ojos con un centelleo plateado y una lágrima calló por su cara. A punto de hablar para disculparse por todo el daño que le había causado al joven, este le puso el dedo en los labios y la miró a los ojos. Luego se los cerró, la besó en la frente y volvió al camino para nunca regresar. Allí partió solo, sin vida ni corazón.
Cuentan que al joven se lo vió un día cerca del mar, llorando una noche estrellada y luego cojió un bote y se adentró en la inmensidad azul. También dicen que su vida fué vista con un corazón entre las manos que irradiaba luz blanca, mientras lloraba entre los árboles y las flores del Edén.
