Entre la niebla de la noche
y frente a un duelo de espadas,
el caballero que ganó
vio de lejos a una dama.
Aun recuerda su belleza,
aquel rostro angelical,
su silueta misteriosa,
aquellos ojos de cristal.
Ella se adentró en el bosque,
él la llamó a gritos,
la buscó en la noche.
Desencuentro Fortuito.
Aguardó en aquel bosque,
días y noches en vela
deseaba volverla a ver,
esperaba a su quimera.
Pasó muchísimo tiempo,
mas el seguía allí,
Obsesionado por verla,
ya no quería vivir.
Se dedicó a escribirle sonetos
para cuando volviera a verla
declararle su amor,
aun a penas sin conocerla.
En una noche, de luna llena;
un asaltador, le abordó
-en su espera.-
Tras un forcejeo y algún arañazo
el asaltador le dio muerte.
Calló al suelo derrotado.
Tras perder mucha sangre
y medio agonizando.
¡Volvió a verla a ella!
Lo posó sobre su regazo.
Ella vestía de luto,
el pelo de color pardo,
la cara era blanquecina
y el tacto lo tenia helado.
Él le declaró su amor
con las fuerzas que le quedaron
le brillaban los ojos
pero ella no le brindó ni un llanto.
-Has de saber guerrero,
que no soy una mortal.
Soy la muerte que te llevo
a cruzar al otro umbral-.
Aquel hombre sonrió
y dijo sin ningún espanto :
-Sepas que no temeré a la muerte
si aquesta has de ser tú,
pues te he vivido esperando
y en mi final veré tu luz.
La muerte lo miro impasible,
él le apretó fuerte su mano,
besó su mejilla
y cruzó a “el otro lado”*.