Aun recuerdo mi primera entrevista de trabajo. En una de las paredes del despacho del jefe había un dibujo tipo cómic que mostraba dos burros atados entre sí por una cuerda -puede que muchos lo recordéis pues era muy habitual en los ambientes laborales hace algún tiempo-, había dos montones de comida y ambos burros se esforzaban por alcanzarlos, pero no podían pues tiraban de la cuerda que los unía en sentidos opuestos. Al final se daban cuenta de que era mejor acudir a comer juntos de cada montón.
Recuerdo que me pareció un poco ofensivo representar con burros cómo debería ser la conducta del trabajador para servir a los intereses de la empresa. Pensé, "¿serían capaces de representar también con burros la conducta más adecuada de los directivos o propietarios del negocio?" Pero, en cierto sentido, le encontré alguna lógica al mensaje principal.
Ahora, las nuevas y más modernas técnicas de psicología laboral recomiendan crear grupos de trabajo enfrentados entre sí en una lucha constante por conseguir la mayor productividad y ser los "vencedores", ya sea para lograr una prima o, simplemente, por no perder la categoría o incluso el puesto de trabajo.
Grandes beneficios para unos pocos significan malestar y enfermedad para muchos.
Estas nuevas tácticas y medidas cada vez más agresivas de los "grandes" para conseguir aun más beneficios, están no sólo llevando nuestro entorno al límite del punto de saturación sino también a nuestras propias conciencias, que se revelan "inconcientemente" contra algo que saben que es injusto.
Creo que este sistema nuestro se quedó obsoleto hace mucho tiempo. Ya dio, hace muchos años, todo lo que tenía que dar. Puede que ésta sea la causa de fondo de esta crisis, a la que los poderosos están poniendo parches de todas clases para que dure un poco más.
La competitividad genera enfermedades para muchos y beneficios para muy pocos. Es la mentira y el egoísmo personificados.
La cooperación genera beneficios, sí, pero a nivel global, no sólo individual. Es decir, que no sirve para el enriquecimiento egoísta y desmedido de unos pocos. Para el poder, la cooperación en los "niveles bajos" es el enemigo personificado y tratan de que así lo creamos nosotros también a través de los medios de difusión.
"La competitividad es la panacea". Y nos lo han hecho creer tanto que llegamos incluso a definir como "incompetente" a aquella persona que no hace bien su trabajo. Es decir, "es torpe o ineficiente porque no sabe competir".
Un esclavo rinde mucho más a base de látigo, si no nos importa su salud y "durabilidad" y si tenemos una buena reserva de esclavos.
Se nos engaña para que aceptemos las "bondades" de la competitividad. Pero sabemos que, a partir de ciertos niveles sociales muy altos, ésta deja de ser usada debido a lo perniciosa que resulta. Sabemos que en "las alturas" se pactan precios en secreto, se acuerdan innovaciones tecnológicas, se hacen pactos de "no agresión" y se diseñan guiones de actuación para dar sensación de "gran rivalidad" ante las masas.
Durante décadas nos han hecho creer que ésta es la mejor forma de avanzar. Pero todos sabemos que se avanza mucho mejor cooperando que compitiendo.
Creo que, en el fondo, tod@s sabemos o intuimos que nos acercamos a un punto de inflexión. Pero creo que lo que nos inquieta realmente es no saber si pasaremos por una especie de transición, y si ésta será feliz o traumática. Porque sabemos que esto ya es insostenible a todos los niveles. Da igual que lo alarguen por unos meses o por unos años.