La guerra no iba bien. Cada día que pasaba los ejércitos del rey de los vampiros ganaban más y más terreno y los humanos se veían obligados a replegarse cada vez más hacia el centro del continente. Si las cosas no cambiaban, Europa acabaría callendo también bajo el control de los vampiros y la humanidad estaría acabada.
Por eso, para evitar esta catastrofe, era necesario acabar cuanto antes con el rey de los vampiros y poner fin a la guerra. Sin embargo, aún para los Hunters, esta era una tarea casi imposible. Pero, por fortuna, su comandante tenía un plan con el que esperaba cambiar esa situación.
-¿La princesa?- Sorprendido al oír el plan que el comandante acababa de proponerle, el segundo oficial al mando de los Hunters miró a su superior con cierta escentricidad. -Eso sería muy arriesgado. Además, ¿En qué puede beneficiarnos acabar con ella si lo que necesitamos es matar a su padre?.
-Muy sencillo teniente. -Respondió el comandante sonriendo ligéramente. -No podemos matar al rey por qué es demasiado fuerte incluso para nosotros. Pero su hija es vulnerable, y si acabamos con ella lo enfureceremos, lo forzaremos a atacarnos y acabará cometiendo algún error que nos permita acabar con él.
-Es posible.- Tras oír la explicación de su comandante, el teniente permaneció en silencio unos segundos como pensando en algo. -Pero hay un problema con ese plan. La fortaleza de los vampiros está muy bien protejida. Aunque uno de nosotros consiguiese entrar y matar a la princesa sería imposible que saliese de allí con vida. Es una misión suicida.
-Lo sé. -Respondió el comandante sin inmutarse. -Pero tengo al hombre ideal para una misión así. Sïgueme.
Dicho esto, el comandante abandonó la sala de reuniones y se dirigió hacia un pequeño ascensor que comunicaba los diferentes pisos del complejo. En apenas segundos, el ascensor los llevó a uno de los pisos subterráneos del complejo en el que se encontraban las salas de entrenamiento para los nuevos reclutas. Tras salir del ascensor, el comandante se acercó a un gran cristal a traves del que podía verse una de las salas y señaló hacia un joven que se emcontraba en su interior haciendo prácticas con su espada.
Se llamaba Álam. Tenía veintidos años, era alto, con el pelo largo y atado en una pequeña coleta que le llegaba hasta la mitad de la espalda y unos ojos tan profundos y oscuros como la misma noche. Pero lo que más destacaba de él no era su aspecto, si no la rábia con que golpeaba una y otra vez a los androides de entrenamiento haciendolos pedazos con su espada.
-Es muy bueno. -Al ver la evidente habilidad de aquel muchacho, el teniente se giró hacia su superior y lo miró con curiosidad. - Parece un Hunter bastante hábil, ¿Por qué quieres sacrificarlo?.
-Por qué morirá de todas formas. -Evidentemente, esto sorprendió todavía más al teniente y el comandante sonrió ligeramente mientras continuaba hablando. -Los vampiros destrulleron su pueblo cuando era aún un niño y mataron a todo aquel que conocía. Ahora lo único en lo que piensa es en vengarse, en matar a tantos como pueda. Y eso lo convierte en un suicida en potencia. Su vida no le importa en absoluto, se enfrentaría a cualquier rival sin importar lo fuerte que este fuese, y ese esprecisamente el motivo por el que lo he elegido a él.
-¿Quieres decir que está loco?. -Preguntó el teniente. -No. -Respondió el comandante. -Pero se deja cegar por su rábia, y eso acabará matandolo. Además, hay otro detalle más.
Tras decir esto, el comandante señaló hacia el pecho del muchacho y el teniente pudo ver sobre este un pequeño colgante negro con forma de lágrima.
-¿Sabes qué es eso?. -En respuesta a la pregunta, el teniente negó con la cabeza y el comandante sonrió de nuevo. -Es un inhividor de ondas cerebrales. Y sin él, Álam moriría en apenas unos segundos.
-Entiendo. -Al oír esto, el teniente miró de nuevo a Álam y en su mirada pudo verse cierta tristeza. - ¿Es un psyquico verdad?. Por eso lleva esa cosa al cuello, por qué sin él no podría controlar su mente y moriría.
-Así es. -Respondió el comandante. -Si Álam pudiese controlar su poder sería imparable, pero como todos los que nacen con ese don, su cerebro es incapaz de soportarlo y moriría en pocos segundos sin el inhividor.
-Es una lástima, habría sido un Hunter excelente.
-Lo sé. -Tras decir esto, el comandante se alejo de nuevo de la ventana y comenzó a caminar una vez más por el pasillo. -Vamos, ya es hora de que hablemos con él.
Sin una palabra más, los dos oficiales continuaron su camino por el estrecho pasillo metálico del complejo y, tras abrir la puerta de la sala de entrenamiento, pasaron al interior para hablar con Álam. Para comunicarle a aquel muchacho cual era su misión, una misón de la qué, a menos que ocurriese un milagro, no volvería con vida.