Apenas podía ver por donde caminaba. La escasa luz que se filtraba entre las gruesas nubes de tormenta que cubrían el cielo era incapaz de atravesar el tupido manto de hojas y ramas que formaban las copas de los árboles del bosque y Álfred avanzaba prácticamente a tientas entre ellos.
Hacía ya varios minutos que había abandonado el claro y el bosque se hacía cada vez más y más oscuro. Los gruesos troncos de las coníferas se entremezclaban con una infinidad de lianas, enredaderas y arbustos que formaban una densa capa de maleza entre la que tan solo aquí y allá podían verse pequeñas aberturas formando una especie de camino que le permitían avanzar más deprisa.
Incluso la lluvia y el viento parecían ser incapaces de atravesar la densa telaraña natural formada por la vegetación y la única prueba de que la tormenta todavía continuaba descargando su furia sobre el bosque era el agudo silbido del viento aullando entre las ramas más altas del bosque.
Pero nada de esto suponía un problema para alguien como Álfred. Aún en medio de aquella selva en la que ni el cielo era ya visible, el mapa de su armadura le permitía orientarse sin problemas y no tardó demasiado en encontrar la colina en la que debía estar aquella cueva.
Curiosamente, en aquel punto el bosque parecía volverse menos denso y los árboles se hacían más escasos conforme se ascendía por la ladera de la colina hasta desaparecer por completo en su cima formando una especie de claro. Lo que acabó por confirmar las sospechas de Álfred.
Aquella colina estaba cerca de las montañas que rodeaban la fortaleza, era fácilmente accesible desde el aire gracias a aquel claro y la única entrada de la cueva la convertía en una auténtica trampa para cualquiera que fuese descubierto en su interior. Nadie en su sano juicio se escondería en un lugar así tras haber huido de la fortaleza. Y eso era precisamente lo que la convertía en el refugio perfecto.
Convencido de que sus suposiciones habían sido correctas, Álfred desenvainó su espada, se acercó despacio a la entrada de la cueva y asomó lentamente la cabeza al interior. Todavía no sabía cual de los dos había resultado herido, pero sabía que aquel humano era un Hunter y que no debía tomarselo a la ligera. Aún siendo tan joven, si le daba la más mínima oportunidad y se dejaba coger por sorpresa podía acabar con una espada clavada en el corazón.
Pero pronto comprobaría que todas sus precauciones eran innecesarias. Cuando al fin sus ojos se acostumbraron a la penumbra que reinaba en el interior de la cueva, Álfred pudo ver las siluetas de dos figuras humanas en el centro de la cueva y se detuvo de golpe.
La escena parecía sacada de alguno de los cuadros que adornaban el interior del palacio. Su princesa estaba allí, de rodillas en medio de la penumbra que cubría el interior de la cueva sosteniendo todavía entre sus brazos el cuerpo del humano que hacía apenas unos días había intentado matarla. Sus largos cabellos dorados se habían deslizado hacia adelante cubriendo los rostros de ambos como un delicado velo que parecía captar la poca luz que entraba en la cueva formando una débil aureola luminosa en torno a ambos que se unía al pálido resplandor blanco de su vestido dandoles el aspecto de dos espíritus que se hubiesen detenido a descansar en aquel extraño lugar.
La calma y la paz que reinaban en el interior de aquella cueva era tal que ni siquiera el propio Álfred se sorprendió al darse cuenta de que había estado conteniendo la respiración desde que había entrado. Pero pronto vería algo que lo devolvería de nuevo a la realidad y haría que recordase a que había ido allí.
Mientras se acercaba lentamente a ambos procurando que sus pasos no hiciesen el más mínimo sonido para no perturbar su sueño, pudo ver el inconfundible brillo rojo de la sangre en su ropa y recordó inmediatamente las manchas que había encontrado en el patrullero. Alarmado ante la posibilidad de que no estuviesen simplemente dormidos, Álfred olvidó por completo la cautela con que había llegado hasta allí y se acercó rápidamente a los dos.
Para su alivio, en cuanto se inclinó hacia ambos para comprobar como se encontraban pudo oír el suave siseo de la respiración de Elisabeth y sus piró aliviado al darse cuenta de que solo estaba dormida. Sin embargo, el joven humano que esta sostenía entre sus brazos no parecía haber tenido tanta suerte como ella.
Aunque tanto el vestido de la princesa como la camisa de Álam estaban igualmente manchados de sangre, este último estaba completamente pálido, inmóvil y no parecía respirar, lo que le hizo pensar que había sido él quién había resultado herido y que ahora no estaba dormido, si no muerto. Sin embargo, cuando Álfred alargó la mano hacia el cuello de Álam para comprobar su pulso y salir por completo de dudas, Melissa se despertó de golpe y este se detuvo al instante.
Pero ella ni siquiera pareció darse cuenta de su presencia. Lo primero que vio nada más despertarse fue la misma imagen que había visto la noche anterior cuando se había dormido: el rostro pálido y sin vida de Álam. Y esto bastó para que no prestase atención a nada más y las lágrimas volviesen a brotar de sus ojos mientras acariciaba con su mano el rostro de Álam con la esperanza de que este se despertase de un momento a otro.
-Princesa. -Dijo Álfred con suavidad, tratando de atraer su atención sin alarmarla. -¿Os encontráis bien?.
Nada más oír esto, Melissa levantó la cabeza de golpe y sus hermosos ojos azules miraron con una mezcla de sorpresa y de miedo a Álfred a través del delicado velo de seda dorada con que sus cabellos habían cubierto su rostro.
-¿A.. Álfred?. -Aunque en parte aliviada por que fuese él y no otro el que los hubiese encontrado, Melissa apretó instintivamente el cuerpo de Álam contra el suyo con uno de sus brazos cómo si intentase protegerle y miró desconcertada a Álfred. -¿Que... qué estás haciendo aquí?. ¿Cómo nos has encontrado?.
-Por favor, no tengáis miedo. -Respondió Álfred ignorando adrede sus preguntas. -Estoy aquí para ayudaros. Sabéis que jamás os haría ningún daño.
-¿Para ayudarme?. -Repitió Melissa aparentemente un poco más tranquila pero sin soltar en ningún momento a Álam -Entonces, ¿No has venido para llevarme de vuelta con mi padre?.¿No vas a obligarme a volver al palacio?.
-Vuestro padre no tiene nada que ver con esto. -Respondió Álfred al tiempo que dirigía su mirada hacia el rostro completamente pálido de Álam. -Ha sido la reina quién me ha ordenado que os buscase. Y sus planes no eran exactamente esos.
-¿Qué quieres decir con eso?. -Preguntó Melissa visiblemente sorprendida al oír esto. -¿Si no has venido a buscarme por qué estás aquí entonces?. ¿Qué quiere Mariana de nosotros?.
-Me temo que eso ahora carece por completo de importancia. -Mientras decía esto, Álfred acercó la mano al cuello de Álam con cuidado para que Melissa comprendiese que no pretendía hacerle daño y comprobó que, tal como él pensaba, no tenía pulso. -Está muerto... los planes de la reina ya no sirven de nada.
-¡No está muerto!. -Replicó inmediatamente Melissa al tiempo que apartaba violentamente la mano de Álfred de Álam y lo miraba con desesperación. -Solo está dormido, pero volverá a despertarse.
-Princesa, lamento mucho que todo haya acabado así pero, por favor, tenéis que intentar comprenderlo. -Dijo Álfred con calma al ver su reacción. -Está muerto. Su corazón ha dejado de latir, ahora ya no podéis hacer nada por él. Lo mejor que podéis hacer es regresar conmigo al palacio, es la mejor solución para todos.
-¡No!. -Gritó de nuevo Melisa mientras las lágrimas comenzaban a brotar de nuevo de sus ojos y se deslizaban rápidamente por sus mejillas ya húmedas. -No pienso dejarle. Él... él me prometió que no me dejaría sola, me dijo que volvería.
-Comprendo como os sentís, pero por favor, tenéis que comprender..... -Trató de decir Álfred mientras alargaba una mano hacia ella. -¡No me toques!. -Gritó Melissa apartándose bruscamente de él sin soltar todavía a Álam. -No pienso dejar que me lleves de nuevo a ese palacio. ¡Nadie me separará de él!. ¿Me oyes?. Ni siquiera tú. Álam se despertará de nuevo, ¡sé que lo hará!. Y entonces nos marcharemos juntos de aquí.
-Siento mucho tener que hacer esto Lady Elisabeth, pero no puedo dejar que os quedéis aquí. Aunque eso signifique que tenga que obligaros a acompañarme. -Dijo Álfred hablando ahora en un tono completamente serio mientras se ponía en pie de nuevo. -Si hubiese sido uno de los guardias del rey y no yo el que hubiese dado con vos ahora estaríais muerta. Al huir así del palacio le habéis dado a vuestro padre la oportunidad perfecta para librarse de vos. ¿Es que no lo comprendéis?. Lo único que pretendo es protegeros.
-Lo sé. -Afirmó Melissa que, para sorpresa de Álfred, dejó suavemente a Álam en el suelo y lo miró con una expresión de determinación que jamás había visto en el rostro de su joven soberana. -Pero no puedo hacer lo que me pides. No me importa lo que pueda ocurrirme si me quedo aquí, pase lo que pase seguiré a su lado hasta que se despierte. Y sé que lo hará, sé que cumplirá su promesa y no me dejará sola. Por eso no puedo permitir que me obligues a irme Álfred. Y estoy dispuesta a hacer lo que sea para evitarlo... ¡lo que sea!.
Mientras decía esto, Melissa recogió la espada de Álam del suelo y se puso en pie frente a Álfred que la observó todavía con mayor sorpresa al ver cómo esta levantaba temblorosamente el arma y dirigía la hoja de esta hacia su pecho.
-Princesa... -Al ver esto, Álfred comprendió que sus palabras no la habían convencido en absoluto y se acercó lentamente a ella hasta que la hoja de la espada tocó la placa metálica de su armadura. -¿Olvidáis que os conozco desde que no erais más que una niña?. Sé que seríais incapaz de usar esa espada contra mí aunque vuestra propia vida dependiese de ello. Por favor, bajad el arma y no lo hagáis más difícil.
-Álfred, no... no te acerques más por favor. -Suplicó Melissa entre lágrimas mientras daba un paso atrás alejándose de él - No me obligues a hacerte daño.
Pero Álfred no se detuvo. Continuó acercándose más y más a ella ignorando sus amenazas y la hoja de la espada que apuntaba a su pecho hasta que, al fin, la espalda de Melissa tocó la pared del fondo de la cueva y esta ya no pudo retroceder más.
-Vamos, bajad esa espada de una vez. -Dijo con calma mientras levantaba lentamente una mano para apartar la hoja del arma de su pecho y la miraba fijamente. -Comprendo vuestro dolor, pero aunque os quedaseis aquí ya no podríais hacer nada por él. Venid conmigo, es lo mejor para todos.
-¡No!. -Gritó Melissa una vez más al tiempo que pulsaba uno de los botones de la empuñadura de la espada activando de nuevo el campo de plasma que la rodeaba y obligando a Álfred a alejarse inmediatamente de ella. -¡Eso no es cierto!. Álam no está muerto y no voy a dejarle aquí. ¡No volveré a ese lugar!.
Esta reacción sorprendió visiblemente a Álfred que se quedó mirándola unos segundos sin hacer ni decir nada. No sabía si había acertado por casualidad con el botón de activación de la espada o si realmente sabía lo que hacía, pero estaba claro que no iba a dejar que se la llevase por las buenas. Lo que, a decir verdad, hacía que una parte de él se sintiese orgulloso de ella por el valor y el carácter que estaba demostrando. Aunque, por supuesto, aquello no significaba que fuese a permitir que se quedase en aquel lugar y arriesgase aún más su vida.
-No me dejáis otra opción. -Dijo Álfred tristemente. -Mi deber es protegeros y no puedo permitir que nadie os haga daño, ni siquiera vos misma.
Nada más decir esto, Álfred golpeó rápidamente la hoja de la espada con el antebrazo metálico de su armadura arrebatándosela de las manos a Melissa y dio un nuevo paso hacia ella.
-Sabéis que preferiría la muerte antes que levantar la mano contra vos o contra la reina. -Mientras decía esto, Álfred la miró a los ojos y sintió una dolorosa punzada en el corazón al ver el miedo y la desesperación que había en ellos. -Pero... si esa es la única forma de salvaros, estoy dispuesto a hacerlo aunque sea algo que lamentaré durante el resto de mi vida.
Dicho esto, Álfred levantó su brazo derecho y cerró los ojos durante un segundo antes de decidirse al fin a hacerlo. No quería hacerle daño, tan solo un pequeño golpe que la dejase inconsciente y le permitiese sacarla de allí sin que ella corriese más riesgos. Pero lo que él no sabía era que su mano jamás llegaría a tocarla.
Justo en el momento en que abría de nuevo y se disponía al fin a descargar el golpe, pudo ver como los ojos de Melissa se abrían por completo de golpe a causa de la sorpresa y notó como algo sujetaba de pronto su brazo con una fuerza terrible. Lo que hizo que se diese cuenta al instante de que la sorpresa de Melissa no se debía al hecho de que fuese a golpearla, si no a algo muy distinto. Algo que había hecho desaparecer por completo el miedo y la desesperación que antes había visto en sus ojos y que hizo que el propio Álfred se diese inmediatamente la vuelta. Pero lo que vio entonces lo dejó todavía más desconcertado.
Tal como Melissa le había dicho una y otra vez, Álam se había despertado. No solo eso, ahora estaba allí, justo enfrente de él, sujetando su brazo con una de sus manos sin el menor esfuerzo y mirándolo con una furia y una rabia terribles.
-No puede ser. -Acertó a decir Álfred mientras intentaba inútilmente soltar su mano y observaba atónito el rostro todavía pálido de Álam. -¿Estás vivo?.
Álam ni siquiera pareció oírle. Sus ojos negros brillaban cargados de rabia como si se tratase de dos extraordinarios diamantes negros y en su rostro tan solo podía verse una expresión de furia y odio terribles.
-¡Aléjate de ella!. -Gritó Álam con furia haciendo que su voz resonase en el interior de la cueva como el rugido de una bestia salvaje. -¡No te atrevas a tocarla!.
Justo en el momento en que decía esto, Álam tiró con fuerza del brazo de Álfred para alejarlo de Melissa, tensó todos los músculos de su otro brazo haciendo que incluso los huesos de su mano crujiesen en protesta cuando este cerró el puño con todas sus fuerzas y lanzó un fuerte puñetazo hacia el pecho de Álfred.
El golpe fue terrible. Álfred estaba tan sorprendido que ni siquiera tuvo tiempo de moverse para intentar defenderse y el puño de Álam impactó de lleno en el centro de su pecho con tal violencia que llego incluso a astillar su armadura antes de que la fuerza del golpe lo lanzase volando hacia una de las paredes de la cueva.
Sin que este pudiese hacer nada para evitarlo, Álfred recorrió volando varios metros hasta que su cuerpo chocó finalmente contra la roca de la pared y calló pesadamente al suelo completamente aturdido por el golpe. Tenía el pecho y la espalda destrozados a causa de los golpes y apenas era ya capaz de mantenerse consciente, pero, aún así, trató de levantarse una vez más y levantó pesadamente la cabeza para mirar a Álam que ahora parecía ya no prestarle atención y observaba atónito sus propias manos.
-In... creíble. Esa fuerza.... -Acertó a decir mientras un hilo de sangre comenzaba a brotar de su boca y las primeras gotas caían lentamente al suelo formando pequeños charcos carmesí sobre la roca. -Un... vampiro... de sangre... Real. No puedo... creer...
Antes incluso de que pudiese terminar aquella última palabra, Álfred notó como las fuerzas le fallaban y se desplomó por completo sobre el suelo. Sin embargo, lo que apareció en ese momento en su rostro no fue una expresión de preocupación o dolor, si no una extraña sonrisa. Una sonrisa que tan solo él y la propia reina podrían haber comprendido.
Pero había alguien más que también estaba sonriendo en aquel instante. Alguien cuyos ojos llenos de lágrimas resplandecían de alegría al ver a Álam despierto de nuevo y que, ahora que ya no había nadie que se interpusiese entre ambos, fue incapaz de contener por más tiempo el impulso de correr de nuevo a su lado.
-¡Álam!. -Gritó llena de alegría mientras lo abrazaba con todas sus fuerzas sin darle apenas tiempo para girarse por completo hacia ella y comenzaba a llorar de nuevo dejando al fin que toda la tensión y la tristeza que había acumulado en su joven corazón se liberasen en forma de un torrente de lágrimas de alegría. -Por fin te has despertado. -Sollozó apoyando su rostro sobre el pecho de Álam. -Yo... tenía tanto miedo... estaba tan asustada... Pero sabía que volverías... qué no me dejarías sola.
-Melissa... -Respondió Álam que pareció olvidarse por completo de Álfred al oír de nuevo la voz de Melissa y la rodeó con sus brazos devolviendole el abrazo. -Te lo prometí ¿Recuerdas?. -Susurró mientras la furia desaparecía por completo de sus ojos y en sus labios aparecía una cariñosa sonrisa. -Pase lo que pase no dejaré que vuelvas a estar sola.
-Lo sé, pero... -Continuó Melissa que levantó la cabeza y miró sonriendo a Álam aunque todavía sin dejar de llorar. -Estaba muy preocupada, tardabas mucho en despertarte y tenía miedo de que estuvieses...
-Pero no ha sido así. -La interrumpió Álam mientras deslizaba una de sus manos entre sus delicados cabellos dorados y trataba de conseguir que se calmase. -Ahora ya ha pasado todo y los dos estamos bien. Anda, deja de llorar.
-Lo siento. -Respondió Melissa mientras trataba inútilmente de secarse las lágrimas con una mano. -Pero no puedo evitarlo. Me alegra tanto que estés bien que no puedo dejar de llorar.
-Si es por eso no me importa. Si son lágrimas de alegría lo que veo en tu rostro entonces llora cuanto quieras. -Dijo Álam sonriendo al tiempo que deslizaba sus manos hasta la cintura de Melissa y la alzaba ligeramente en el aire colocando su rostro a la misma altura que el suyo de forma que pudo ver su propio reflejo en el tembloroso espejo azulado de sus ojos. -Lo único que no quiero es verte triste. Ya has llorado demasiadas veces por mi culpa.
Tras decir esto, Álam la acercó todavía más a él apretando suavemente su cuerpo contra el suyo hasta que sus rostros estuvieron a apenas unos milímetros el uno del otro y, sin apartar su mirada ni un solo segundo de aquellos maravillosos ojos azules, se inclinó hacia ella besándola suavemente. Sus labios estaban húmedos y en ellos pudo notar todavía el sabor salado y ligeramente amargo que se entremezclaba con la dulzura de su boca. Tan solo cuando ella cerró al fin sus ojos y deslizó sus brazos alrededor de su cuello para devolverle el beso Álam cerró también los suyos olvidando por unos instantes todo lo que lo rodeaba para concentrarse en la joven mujer que tenía en los brazos.
Cuando al fin se separaron, los ojos de Melissa se habían secado casi por completo y le dirigió una maravillosa sonrisa a Álam que sintió un extraño alivio en el corazón al ver como sus ojos centelleaban de felicidad como dos pequeñas estrellas.
Sin embargo, mientras sostenía todavía a Melissa en sus manos, Álam notó como su mirada se nublaba de pronto y apenas tuvo tiempo de dejarla de nuevo en el suelo antes de que las piernas empezasen a fallarle. Lo que obligó a la propia Melissa a apresurarse a sostenerle para que no acabase cayendo al suelo e hizo que lo mirase de nuevo con preocupación.
-Álam, ¿Te encuentras bien?. ¿Qué te pasa?. -Preguntó mientras pasaba uno de los brazos de Álam por encima de sus hombros y lo ayudaba a sostenerse. -No lo sé. -Respondió Álam con cierta dificultad mientras se llevaba una mano a la cara y cerraba los ojos durante unos segundos esperando aclarar de nuevo su vista. -He sentido como una especie de mareo y ahora ni siquiera soy capaz de sostenerme de pie. Ha sido como si las fuerzas me abandonasen por completo de golpe.
-Tranquilo, creo que no es nada grave. -Dijo Melissa que pareció comprender de pronto lo que sucedía y, para sorpresa del propio Álam, cambió la expresión de preocupación de su rostro por una pequeña sonrisa para tratar de animarle. -Me has dado casi toda tu sangre y tu cuerpo todavía no se ha recuperado por completo, por eso estás tan débil. Aunque ya te hayas despertado necesitarás descansar todavía un tiempo para que tu cuerpo pueda reponer toda la sangre que has perdido.
-Eso será un problema. -Exclamó Álam con preocupación mientras dirigía su mirada hacia el cuerpo inconsciente de Álfred. -Ahora que él nos ha encontrado este lugar ya no es seguro. Tenemos que salir de aquí cuanto antes y alejarnos de la fortaleza, no podemos perder tiempo descansando.
-No creo que tengamos que preocuparnos por eso. Álfred me dijo que había sido Mariana y no mi padre quién lo había enviado. Además, si alguien lo hubiese seguido hasta aquí seguramente ya habrían entrado al ver que Álfred no salía.
-Aún así, sigue siendo peligroso que nos quedemos en esta cueva. -Insistió Álam que parecía cada vez más preocupado. -Pero en estas condiciones no creo que nos quede otro remedio. Apenas puedo caminar y el patrullero quedó destrozado en el accidente.
-¿Y si usamos la nave de Álfred?. -Sugirió de pronto Melissa que, a diferencia de Álam, continuaba sonriendo cómo si el peligro que los rodeaba ya no la preocupase. -Si él está aquí seguro que su aerodeslizador no está muy lejos.
-Eso sería perfecto. -Respondió Álam que, pese a sus palabras, no parecía excesivamente convencido por la propuesta de Melissa. -Con la nave de un BlackHawk podríamos huir sin que los guardias nos persiguiesen y alejarnos de una vez de esa maldita fortaleza. Pero primero tendríamos que dar con ella. Y yo no estoy en condiciones de salir a buscarla por el bosque con todos esos patrulleros buscándonos desde el aire.
-No te preocupes, eso no será ningún problema. -Mientras decía esto, Melissa sonrió juguetonamente y soltó un momento a Álam que parecía encontrarse y volvía a ser capaz de sostenerse por sí solo. -Tú solo espera aquí un segundo y verás como yo la encuentro enseguida. Ni siquiera necesito salir de la cueva.
Dicho esto, Melissa se dio la vuelta y se alejó de Álam en dirección a la salida de la cueva. Aunque, como ya había dicho, su intención no era salir al bosque, si no acercarse al cuerpo todavía inconsciente de Álfred. Una vez allí, Melissa se arrodilló junto al vampiro y, para sorpresa de Álam que todavía no comprendía lo que esta pretendía hacer, comenzó a revisar su armadura y su ropa como buscando algo. Lo que no le hizo demasiada gracia a este último.
Un tanto preocupado por el hecho de que este pudiese despertarse a causa de los zarandeos de Melissa, Álam decidió buscar su espada para poder defenderse. Aunque, a decir verdad, estaba convencido de que en el estado en que se encontraba no podría hacer nada contra él
Sin embargo, cuando al fin dio con ella y la cogió en la mano, Álam se encontró con algo que no había visto nunca hasta entonces y la miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad mientras la acercaba más a su rostro para verla mejor.
Allí, sobre la base de la hoja metálica de su arma, la doble cruz con forma de espada que simbolizaba a los Hunters humanos brillaba con una extraña luz roja bajo el tenue resplandor azulado del campo de plasma. Una luz que hizo que en su rostro apareciese una extraña expresión de preocupación ya que había sido él mismo el que había forjado aquella espada y sabía que aquel símbolo no debería brillar así.
Mientras tanto, y ajena por completo a lo que Álam estaba haciendo, Melissa había continuado su búsqueda y, tras dar al fin con lo que buscaba, regresó corriendo junto a Álam impaciente por enseñarselo. Sin embargo, cuando al fin llegó junto a él, la sonrisa que había en su rostro desapareció por completo al ver la preocupación con que Álam miraba su espada.
-Álam, ¿Ocurre algo?. -Preguntó con cierta preocupación mientras dirigía también su mirada hacia la espada -¿Le pasa algo a tu espada?.
-Eso parece. -Respondió él mientras desactivaba el campo de plasma del arma y acercaba su mano a la hoja de la misma. -No sé que significa esta luz, pero está claro que alguien ha modificado mi espada con algún propósito. La pregunta es quién y para qué.
-¿Crees que puede ser peligroso?
-No. -Aseguró Álam. -Si el que lo puso aquí pretendiese perjudicarnos con esto no lo habría marcado con esta luz para que lo encontrásemos. Es más posible que haya sido cosa de Mariana. Después de todo, fue ella quien me devolvió la espada.
-¿Quieres decir que eso también era parte sus planes?. -Volvió a preguntar Melissa que no estaba en absoluto tan convencida cómo Álam de que aquella extraña luz no significase algún tipo de peligro. -Es posible. -Dijo Álam con tranquilidad. -Sea lo que sea lo sabremos enseguida.
Dicho esto, Álam colocó su mano sobre el símbolo luminoso y lo presionó suavemente. Al instante, la luz que lo iluminaba desapareció por completo y el centro del mismo se abrió dejando al descubierto la pequeña lente de un proyector que se activó inmediatamente formando en el aire un perfecto mapa holográfico de todo el continente cuya titilante luz verdosa iluminó tenuemente la cueva.
-¡Un mapa!. -Exclamó aliviada Melissa mientras acercaba su rostro a la temblorosa imagen del holograma. -Eso parece. -Coincidió Álam. -Aunque por lo que veo no es un mapa común y corriente.
Mientras decía esto, Álam señaló con su mano una delgada línea luminosa que se dirigía hacia el norte del continente partiendo desde la fortaleza y al final de la cual podían verse marcados dos pequeños puntos rojos.
-Parece que Mariana ha pensado en todo. Incluso en una ruta de huida que nos permita evitar las patrullas que vigilan la frontera -Dijo Álam sonriendo ligeramente. -Aunque me pregunto que pueden significar estos dos puntos. Parecen representar dos pueblos, pero no comprendo que razón puede tener Mariana para enviarnos ahí.
-La verdad es que yo tampoco. No he salido de la fortaleza desde que tenía dos cuatro años, así que no sé mucho del exterior. -Mientras decía esto, Melissa dejó de mirar el mapa y miró sonriendo a Álam. -Pero tratándose de Mariana estoy segura de que podemos confiar en ella.
-Eso espero. Por qué ahora mismo ese es nuestra única salida si queremos alejarnos de la fortaleza sin que nos descubran. -Afirmó Álam mientras pulsaba nuevamente el símbolo de su espada apagando así el mapa y volvía a guardarla en su funda. -Pero ahora el problema es cómo llegar hasta allí.
-Eso ya no es ningún problema. -Respondió Melissa sonriendo burlonamente al tiempo que levantaba una de sus manos mostrándole a Álam una pequeña cajita metálica en la que podían verse una serie de inscripciones y un pequeño botón rojo. -¿Lo ves?. Ahora que he encontrado la llave del aerodeslizador de Álfred podremos irnos de aquí sin problemas.
-Melissa, aunque tengas la llave seguimos sin saber donde está. ¿Recuerdas?.
-En eso te equivocas. -Insistió Melissa que continuaba sonriendo animadamente. -Con esto no necesitamos saber dónde está la nave. Será ella la que nos encuentre a nosotros.
Dicho esto, y sin dar tiempo a Álam a preguntar nada más, Melissa volvió a acercárse a él y lo ayudó a caminar hacia la salida de la cueva sin darle una sola explicación más. Sin embargo, cuando los dos estaban ya a punto de salir, Álam se detuvo y dirigió su mirada hacia el cuerpo inmóvil de Álfred haciendo que Melissa lo mirase al instante con cierta preocupación.
-Sabes que si lo dejo con vida volverá a intentar encontrarnos, ¿Verdad?. -Dijo sin siquiera mirarla. -Sí. -Respondió ella con tristeza. -Pero... por favor, no lo mates. Álfred ha cuidado de mí desde que era pequeña y ha sido siempre muy bueno conmigo. Sé que ha intentado llevarme de vuelta con mi padre, pero solo lo hizo por qué creía que era lo mejor para mí. Estoy segura de que si tú hubieses estado despierto cuando llegó todo habría sido diferente.
-Cómo quieras. -Dijo Álam fríamente. -Pero espero que no te equivoques. La próxima vez que nos encontremos puede que no tenga tanta suerte y sea él quién me venza a mí. Y entonces será él quién deba tomar esta decisión.
Dicho esto, Álam comenzó a caminar de nuevo ayudado por Melissa y esta decidió no decir nada más al respecto. Sabía que Álam tenía rezón, pero no podía dejar que le matase, no después de todos los años que él había pasado cuidándola.
Una vez fuera, los dos se detuvieron un instante mientras sus ojos se acostumbraban al incremento de luz tras haber pasado más de un día en la penumbra de la cueva. La lluvia seguía cayendo con fuerza sobre el bosque y el viento no había parado todavía, pero a ninguno de los dos les preocupaba la tormenta. Al contrario, Álam incluso se sintió mejor al notar el frescor del agua cayendo sobre su piel y levantó un instante la cabeza hacia el cielo para dejar que la lluvia le empapase la cara.
-En fin, ya estamos fuera. -Dijo mientras volvía a mirar a Melissa y sacudía se llevaba la mano a la cara para secarse los ojos. -¿Qué hacemos ahora?.
-Enseguida lo verás.
Dicho esto, Melissa levantó el pequeño aparato que le había cogido a Álfred, apuntó con él hacia el cielo y pulsó el botón. Al instante, una diminuta luz roja se encendió en el mismo indicando que estaba funcionando y los dos oyeron a lo lejos una especie de rugido que sacudió los árboles del bosque.
-¿Qué ha sido eso?. -Preguntó un tanto preocupado Álam. -Enseguida lo verás. -Respondió Melissa al tiempo que dirigía su mirada hacia el cielo protegiéndose los ojos de la lluvia con la mano. -No creo que tardé en llegar.
Al oír esto, Álam pareció comprender al fin lo que Melissa intentaba decirle y levantó inmediatamente la cabeza tal y como ella acababa de hacer justo a tiempo para ver como un gran halcón negro aparecía a lo lejos volando a escasos centímetros de las copas del bosque y se acercaba veloz mente a ellos.
-Ahora lo entiendo. -Dijo Álam mientras veía como la nave se detenía justo sobre sus cabezas y comenzaba a girar lentamente en el aire buscando un lugar en el que posarse. -Reconozco que me has impresionado. ¿Cómo sabías que esa nave podía hacer eso?.
-Álfred me lo enseñó el día en que se lo instaló por primera vez. -Respondió ella sin dejar de sonreír mientras se sujetaba con una mano la falda del vestido que, pese a estar completamente empapada, se levantaba por encima de sus rodillas a causa de los remolinos formados por los motores del aerodeslizador. -Sabía que me encantaba ver cómo volaban los aerodeslizadores que entraban y salían del palacio. Así que el día que le instaló este control remoto al suyo me dejó que yo lo llamase desde uno de los balcones.
-Entiendo. -Al oír esto, Álam sonrió ligeramente y comenzó a comprender por qué ella estaba tan segura de que hacía lo correcto al dejarle con vida. -Pero ahora será mejor que lo hagas aterrizar de una vez antes de que alguno de los guardias se dé cuenta de que está volando solo y vengan a comprobar que pasa.
-Eso intento. -Afirmó Melissa pulsando una y otra vez el botón del control remoto. -Debería haberse posado nada más llegar, pero parece que no responde.
-Quizás deberíamos intentarlo en un lugar más despejado. -Sugirió Álam mientras miraba a su alrededor buscando un lugar apropiado. -Es posible que tenga algún sistema de seguridad o algo que le impida aterrizar si hay algún obstáculo en medio.
-¿Y a donde vamos a ir?. -Preguntó Melissa un tanto decepcionada. -El bosque es muy grande.
-En la cima de la colina parece haber una especie de claro. -Respondió Álam mientras señalaba hacia la parte superior de la pequeña colina en que se encontraban. -Puede que ahí sí pueda aterrizar. Pero será arriesgado, estaremos al descubierto durante unos minutos y es posible que nos descubran si alguna nave se acerca demasiado. Aunque dudo que lo hagan habiendo ya una nave sobrevolando la zona.
-¿Subimos entonces?.
En respuesta a la pregunta de Melissa, Álam asintió con la cabeza y los dos comenzaron a ascender lentamente por la pendiente de la colina. Afortunadamente para ambos, en aquella parte del bosque la arboleda era ya mucho menos densa y apenas había maleza que les impidiese el paso. Pero, aún así, Álam tenía dificultades para mantener el paso aún con la ayuda de Melissa y recorrer los escasos cien metros que los separaban de la cima les llevó mucho más tiempo del que esperaban.
Cuando al fin salieron de entre los árboles y se encontraron en el claro, Melissa pulsó una vez más el botón del control remoto y la nave voló velozmente hacia allí deteniendose una vez más sobre sus cabezas. Sin embargo, en esta ocasión esta tardó apenas unos segundos en comenzar a descender y se posó sin problemas en el centro del claro.
-¡Perfecto!. -Exclamó alegremente Melissa mientras caminaba rápidamente hacia la nave arrastrando literalmente a Álam con ella. -Ahora por fin podremos marcharnos de aquí.
-Eso parece. -Jadeó Álam visiblemente agotado tras la subida. -Aunque no estoy muy seguro de poder pilotar esa nave estando tan débil. Necesitaré descansar un rato antes de que podamos irnos.
-Álam, tú no vas a pilotar esa nave. -Dijo completamente seria Melissa mientras se detenía junto al aerodeslizador y esperaba a que las puertas terminasen de abrirse. -Apenas puedes mantenerte de pie, ¿Cómo esperas poder pilotar en ese estado?.
-No hay otra solución. -Replicó Álam. -Si uso el piloto automático nos descubrirían enseguida. Nuestra única posibilidad es pilotarla de forma manual.
-Si hay otra solución. -Afirmó Melissa. -¡Pilotaré yo!.
-Melissa, ¿Seguro que sabes cómo pilotar un aerodeslizador?. -Preguntó Álam bastante sorprendido por lo que acababa de oír. -¡Claro que sí!. -Exclamó Melissa. -Bueno.... o al menos en teoría.
-¿En teoría?. -Repitió Álam que ahora la miraba de una forma bastante curiosa. -¿Qué se supone que significa eso?.
-Verás, Álfred me enseñó a pilotar. Pero como mi padre no me dejaba salir de la fortaleza nunca solo podía practicar en el hangar. -Aclaró Melissa al tiempo que ladeaba ligeramente la cabeza y sonreía inocentemente. -Aunque no creo que volar fuera sea tan diferente, ¿Verdad?. Además, después de ver lo que hiciste con el patrullero no creo que yo lo haga mucho peor que tú.
-En fin, supongo que después de todo no nos queda otro remedio. -Se resignó Álam que, pese a no confiar en absoluto en las posibles habilidades de Melissa como piloto, sabía que no le quedaba otra solución. -Pero ten mucho cuidado, ¿De acuerdo?. Aún con una nave como esa no será esta tormenta puede ser muy peligrosa.
-Lo tendré, ya lo verás. -Respondió alegremente Melissa mientras lo ayudaba a subir al aerodeslizador. -Tú solo sientate ahí y descansa, después de todo por lo que has pasado lo necesitarás. Ahora me toca a mi hacer algo por los dos.
Tras decir esto, Melissa dejó a Álam en el asiendo del copiloto, le dio un pequeño beso y corrió a sentarse a los mandos de la nave para salir de allí cuanto antes. Afortunadamente, aquella era la misma nave en la que Álfred le había enseñado a pilotar y sabía perfectamente donde estaban los mandos y cómo usarlos. Aunque pronto comprobaría que pilotar en la tranquilidad del hangar era muy diferente a tener que hacerlo en medio de aquella tormenta.
Bajo la mirada atenta y preocupada de Álam que continuaba sin fiarse demasiado de que pudiese realmente hacerlo, Melissa puso en marcha la nave y comenzó a ascender lentamente haciendo que esta se elevase una vez más por encima de las copas de los árboles.
Fue entonces cuando empezaron los problemas. Lejos de seguir la ruta que Mariana les había indicado y dirigirse hacia el norte, Melissa apenas parecía capaz de controlar la nave y era el viento el que los dirigía zarandeándolos arbitrariamente a izquierda y derecha sin que esta pareciese ser capaz de hacer nada para controlarla.
-Melissa, tienes que mantenerlo derecho. -Dijo Álam con calma tratando de no ponerla todavía más nerviosa. -Si sigues así acabaremos estrellándonos.
-¡No puedo!. -Gritó Melissa forcejeando inútilmente con los mandos. -El viento es muy fuerte, no consigo enderezarlo.
-Intenta tranquilizarte, si te pones nerviosa será todavía peor. -Continuó Álam mientras observaba con preocupación como la nave descendía de golpe hacia el bosque y pasaba a apenas unos milímetros de las copas de los árboles. -Usa los motores auxiliares para compensarlo.
-¿Los qué?.
Justo en el instante en que Melissa preguntaba esto, un nuevo golpe de viento lanzó el aerodeslizador hacia abajo y Melissa dejó escapar un grito al tiempo que tiraba con todas sus fuerzas de la palanca intentando elevarla. Pero ya era demasiado tarde, la nave se había dado la vuelta y la acción de Melissa tan solo empeoró las cosas.
El deslizador giró sobre sí mismo, se inclinó hacia el suelo hasta casi formar un perfecto ángulo de noventa grados con el mismo y descendió en picado hacia el bosque mientras sus motores rugían impulsándolo todavía con mayor velocidad hacia su destrucción.
Pero entonces, justo cuando el pico de la nave estaba ya a punto de chocar contra los árboles, cuatro pequeños motores cobraron de vida de golpe en los costados y las alas de la nave y esta cambió al instante de dirección. La rígida estructura de metal del aerodeslizador crujió a causa del esfuerzo cuando este se enderezó por completo en apenas un par de metros y sus alas golpearon las copas de un par de árboles destrozándolas sin sufrir el más mínimo daños. Pero, al fin, la nave se estabilizó por completo de nuevo y comenzó a deslizarse lentamente hacia adelante volando a escasos metros del bosque.
-¡Esto!. -Dijo al fin Álam dejando escapar un profundo suspiro de Alivio mientras soltaba la palanca que acababa de empujar con todas sus fuerzas. -Estos motores se usan para enderezar la nave cuando hay un fuerte viento de costado... o cuando ocurren cosas como esta. Pero espero que no tengamos que usarlos otra vez para algo así.
-Álam lo... lo siento... -Acertó a decir Melissa con voz temblorosa sin prestar ya atención alguna a los mandos de la nave que continuaba su rumbo sin que el viento pareciese afectarle ahora en absoluto. -He estado apunto de matarnos... no debí intentarlo...
-No digas tonterías, eso no ha sido culpa tuya. -Respondió Álam con la misma calma que antes. -Es normal que si solo habías practicado en un hangar no supieses como volar con un viento así. No te preocupes, tú solo concentrate en llevar la nave derecha y pon rumbo hacia el norte, verás como ahora sí puedes hacerlo.
-E... está bien. -Aunque todavía con ciertas dudas, Melissa cogió de nuevo la palanca de mando y giró lentamente la nave hasta que este comenzó a desplazarse hacia el norte. -¿Está bien así?.
-Perfecto. -Sonrió Álam. -¿Lo ves?. Solo necesitabas un par de consejos y calmarte un poco. Ahora mantén el rumbo y no te eleves demasiado para no llamar la atención. Mientras tu amigo Álfred no regrese a la fortaleza y los demás sepan lo que ha pasado no creo que nos sigan si volamos en la nave de uno de los BlackHawk, pero es mejor ser prudentes.
-De acuerdo.
Animada por las palabras de Álam y por la forma en que este estaba confiando en ella a pesar de lo sucedido, Melissa siguió sus instrucciones y el aerodeslizador se alejó al fin de la fortaleza dirigiendose hacia el norte sin que ninguno de los patrulleros que seguían con la búsqueda se preocupase en absoluto por ellos.
Pero había alguien que sí se había dado cuenta de lo que había sucedido. Alguien que se había despertado hacía tan solo unos segundos y observaba desde la cima de la colina como la sombra negra de su nave desaparecía en la distancia. Pero no era esto lo que más le dolía, si no el gravísimo error que había cometido al dejarse sorprender así y al no haber prestado atención a las súplicas de su princesa.