Capítulo 20: Hija de la guerra.
No se había equivocado. Aún antes de que su nave alcanzase su destino y se elevase por encima de las blancas colinas que se alzaban frente a ellos, Álam comprendió lo que había sucedido al ver las serpenteantes columnas de humo elevándose en la lejanía cómo oscuras serpientes celestes y estuvo al fin seguro de que aquello no era una trampa. Pero, a diferencia de Melissa, no fue su confianza en Mariana la que lo hizo estar seguro, sino su propia experiencia como Hunter.
Por eso, cuando la nave se alzó al fin sobre la cima de aquellas colinas y el desolador paisaje que estas ocultaban apareció ante ellos, en su rostro no hubo sorpresa, ni alegría, ni siquiera tristeza. Tan solo la serena y melancólica expresión de alguien que ha visto demasiadas veces una escena parecida y ya apenas siente nada al verla. Todo lo contrario que Melissa que apenas podía creer lo que estaba viendo con sus propios ojos y observaba horrorizada aquella macabra escena sin ser capaz siquiera de decir una sola palabra.
Tras aquellas colinas tan solo había un pequeño pueblo. Uno de los muchos asentamientos de ganaderos desperdigados por las amplias estepas siberianas que todavía no habían sido reconvertidas por el plan de reforma climática debido a la guerra y que mantenían aún los viejos modos de vida de los nómadas humanos pero asentados en un mismo lugar gracias a las nuevas tecnologías agrícolas.
Eran apenas un puñado de pequeñas casas prefabricadas agrupadas junto a la base de la colina donde esta las resguardaba de los fuertes vientos de las estepas. O, al menos, eso era lo que debía haber estado allí hace unas horas. Pero ahora lo único que quedaba eran restos humeantes, pequeños montones de escombros repartidos sobre la fina capa de nieve que cubría las calles del pueblo entre los que todavía se erguían los esqueletos metálicos de las paredes y los puntiagudos tejados de las casas como macabros recuerdos de lo que antes habían sido.
Tan solo un par de edificios permanecían todavía en pie en la parte más alejada del pueblo y parecían haberse salvado de la destrucción. Pero, por el aspecto de sus ventanas y sus puertas completamente destrozadas, no parecía que sus habitantes hubiesen tenido la misma suerte. Incluso el pequeño domo agrícola construido junto al pueblo había sido víctima del ataque y ahora no era más que un cascarón humeante con su azulada cúpula resquebrajada y cubierta de agujeros por los que brotaban todavía el humo y las llamas. Los soldados de Nathaniel habían hecho un gran trabajo... cómo siempre.
-¡Dios mío!. -Exclamó Melissa aterrada cuando al fin consiguió apartar los ojos de aquel terrible espectáculo. -Es... es horrible. ¿Qué es lo que ha pasado?.
-Creo que esto explica el comportamiento de aquellas naves. -Respondió con calma Álam, tratando de no alarmala todavía más al comprender lo terrible que aquella visión debía resultar para alguien como ella. -No estaban en alerta porque nos estuviesen buscando, si no por qué acababan de atacar este pueblo.
-Pero.... ¿Por qué?. -Preguntó de nuevo Melissa cuyos temblorosos ojos miraban ahora fijamente a Álam cómo suplicando una explicación que la ayudase a comprender aquello. -Este no podía ser un pueblo humano. ¿Por qué iba el ejército a atacar así un pueblo habitado por vampiros como ellos?.
-Me temo que ahora solo la propia Mariana podría responder a esa pregunta. -Explicó Álam. -Sean cuales sean sus planes, estoy convencido de que si nos envió aquí es porque algo o alguien en este pueblo formaba parte de ellos. Pero parece que Nathaniel se nos ha adelantado. -Tras decir esto, Álam volvió su mirada hacia los humeantes restos del pueblo y sacudió ligeramente la cabeza. -Y por la forma en que ha destrozado el pueblo diría que él tampoco sabe que es lo que Mariana había preparado. Aunque eso poco importa ya, fuese lo que fuese, al hacer trizas el pueblo entero se ha asegurado de que no lo encontremos.
-¿Y la gente?. -Continuó preguntando Melissa cuya mente parecía negarse a aceptar lo que sus ojos le mostraban. -¿Crees que alguien habrá podido...
-Lo dudo. -Atajó Álam sin dejarla siquiera terminar su pregunta. -Ya he visto esto otras veces. Durante la guerra centenares de pueblos y ciudades humanas sufrieron la misma suerte que este pequeño pueblo y el resultado siempre es el mismo. Puede que este sea un pueblo de vampiros y no de humanos, pero por lo que parece los soldados de tu padre lo han arrasado con la misma crueldad que si lo fuese. No creo que hay supervivientes.
Al oír esto, la mirada de Melissa se entristeció todavía más y esta permaneció unos segundos en silencio. Sabía lo cruel que podía llegar a ser su padre, pero jamás había imaginado que pudiese llegar a tanto. Había supuesto que su maldad era producto de su odio hacia los humanos, de toda la rabia que había acumulado durante los siglos que había pasado escondiendose entre ellos. Pero ahora, al ver los restos de aquel pueblo, comprendía que se había equivocado y el solo pensar en que todo aquello podía estar relacionado de alguna manera con ella hacía que el pecho le doliese cómo si algo le estuviese apretando el corazón y que sus ojos se llenasen de lágrimas.
Pero no lloraría. Sabía que si quería seguir adelante con Álam tenía que intentar ser más fuerte para no ser una carga para él y no estar siempre preocupándole. Ahora no era el momento para pensar en el pasado ni en ninguna otra cosa, si no en su futuro y en lo que harían a continuación.
-¿Qué vamos a hacer ahora?. -Dijo al cabo de un rato tratando de serenarse mientras se llevaba las manos a la cara y se limpiaba disimuladamente dos pequeñas lágrimas que habían empezado a formarse en sus ojos. -¿Seguiremos el plan de Mariana a pesar de todo?.
-Creo que sería lo más sensato. -Aclaró Álam que había notado perfectamente su gesto y sonrió ligeramente comprendiendo lo que significaba. -Es más que probable que Mariana nos haya marcado dos puntos de destino precisamente en previsión de que algo así sucediese. Pero por ahora creo que será mejor que nos conformemos con bajar ahí.
-¿Vamos a bajar?. -Preguntó sorprendida Melissa, -¿Para qué?.
-Necesitamos provisiones. -Explicó Álam con la misma calma que hasta entonces consciente de que todo aquello tan solo la preocuparía más. -No hemos comido nada desde hace dos días, no podemos seguir así. Además, quiero echar un vistazo a lo que queda del pueblo, puede que encontremos algo que nos indique por qué quería Mariana que viniésemos aquí.
Dicho esto, Álam tomo una vez más los mandos de la nave y la dirigió hacia la parte sur del pueblo descendiendo a ras de suelo con los motores a mínima potencia y la parte trasera de la nave casi tocando en la nieve que cubría la colina. Aún con aquellas dos naves ya fuera del radar, su instinto le decía que algo no iba bien y Álam prefería avanzar con precaución mientras no supiesen qué los esperaba realmente en aquel pueblo.
Lentamente, sin apenas hacer ruido y dejando tan solo una débil polvareda blanca tras de sí a causa de la turbulencia generada por los motores bajo la nave, el aerodeslizador se acercó a una de las calles y bordeó los derruidos edificios buscando un sitio en el que posarse lo más cercano posible al centro del pueblo. Sin embargo, al rodear la única pared todavía en pie de una de las casas, Álam vio algo inesperado frente a ellos y detuvo al instante la nave.
Allí, a apenas unos metros de donde se encontraban, otra nave permanecía posada entre los escombros de una de las casas. Las derruidas paredes del edificio la ocultaban a la vista de cualquiera que mirase desde el aire y por eso había pasado desapercibida para Álam en un principio. Pero, a nivel del suelo, su oscura silueta era perfectamente visible y este no necesitó mucho tiempo para darse cuenta de lo que significaba.
Lo más silenciosamente posible, Álam hizo retroceder su nave hasta que esta volvió a quedar oculta tras la pared de una de las casas y, tras asegurarse de que nadie podría verla desde el interior del pueblo, la posó suavemente en el suelo. Hecho esto, Álam la desconectó por completo y, mientras el zumbido del motor desaparecía lentamente, se giró hacia Melissa para decirle algo.
-Será mejor que te quedes aquí. -Sugirió totalmente serio. -Todavía deben quedar soldados en el pueblo y aquí estarás más segura. Además, ahí fuera hace mucho frío.
-No me importa. -Respondió con determinación Melissa que no parecía en absoluto de acuerdo con sus planes. -No pienso quedarme aquí mientras tu sales solo ahí fuera. No soy ninguna niña, puedo aguantar el frío perfectamente. Y estaré más segura contigo que aquí sola, ¿No crees?.
Al oír esto último, Álam la miró con resignación comprendiendo que ella tenía razón y, puesto que por la forma en que lo miraba parecía claro que no conseguiría hacerla cambiar de opinión por mucho que se esforzase, decidió dejarla acompañarle.
-Está bien. Pero ve detrás de mí y no hagas nada sin que te lo diga, ¿Entendido?.
En respuesta a esto, Melissa asintió con la cabeza visiblemente satisfecha por haberse salido con la suya y se dispuso a salir del aerodeslizador al igual que Álam. En cuanto las dos puertas se abrieron, el viento del exterior entró rápidamente en la cabina en forma de una gélida corriente de aire y pequeños copos de nieve que los golpeó a ambos en la cara haciendo que el propio Álam se detuviese un segundo antes de saltar fuera y que Melissa comenzase a temblar de frío y se abrazase a sí misma tratando de entrar en calor.
-¿Seguro que no prefieres quedarte?. -Insistió Álam mientras bajaba de la nave de un salto hundiendo ligeramente sus pies en la delgada capa de nieve que cubría el suelo. -¡No!. -Repitió Melissa testarudamente. -Si tú vas yo también.
Dicho esto, Melissa bajó igualmente de la nave y, tras cerrar la puerta de la misma, corrió hacia donde estaba Álam procurando no quedarse quieta ni un segundo para intentar entrar un poco en calor. Su vestido, aunque largo, no estaba hecho para el frío y la falda del mismo no ayudaba en absoluto dado el vuelo de la misma y el hecho de que sus piernas estuviesen completamente desnudas bajo esta. La helada brisa que recorría el pueblo se colaba fácilmente bajo la ligera tela y esto aumentaba todavía más el frío que sentía en sus brazos y en su cara.
Álam, sin embargo, no parecía notar demasiado el frío y permanecía inmóvil junto al afilado pico metálico del Halcón observando con atención la nave enemiga mientras esperaba a que Melissa pudiese calentarse un poco. Su camisa no lo protegía mucho más del frío que el vestido de esta última, y menos aún con los cortes que esta tenía en ambos brazos como recuerdo de su pelea con Gústav y del aterrizaje forzoso del patrullero. Pero en aquel momento en su mente había cosas más importantes que el frío y, a diferencia de Melissa, a él lo habían entrenado para ser capaz de ignorarlo aún cuando se estuviese helando al igual que ella.
Cuando al fin pareció que Melissa se encontraba un poco mejor y esta paró de tiritar, Álam decidió continuar adelante y se acercó con cautela a la otra nave mirando en todo momento a su alrededor para asegurarse de que nadie los observaba. Se trataba de otro patrullero, o al menos eso era lo que parecía visto desde lejos.
Pero, cuando los dos se acercaron más a él y entraron en el recinto formado por las derruidas paredes de aquel edificio, Álam se dio cuenta de que había algo extraño en él. En sus costados no podía verse el típico símbolo escarlata del ejército de los vampiros, tan solo la misma pintura negra que cubría el resto de la nave.
-No tiene los emblemas de identificación. -Murmuró más para si mismo que para Melissa que lo seguía justo a su espalda como él le había dicho. -Y sus armas no parecen las habituales.
Mientras decía esto, Álam examinó los dos grandes cañones situados bajo las pequeñas alas de la nave y, a continuación, dirigió su atención hacia el pequeño cañon rotatorio montado justo bajo el morro de la misma. Aquel cañón, aunque enormemente móvil y preciso dada su capacidad de giro, era demasiado débil para suponer una amenaza para otras naves.
Los cañones de las alas, sin embargo, si eran lo suficientemente potentes para atravesar el blindaje de una nave, pero carecían de la capacidad de disparo múltiple de los típicos cañones de plasma que solían montar las naves de combate. Aunque, dada la longitud de los mismos, parecía evidente que su alcance y potencia eran superiores a los de estos últimos. Pero esto resultaría igualmente inútil contra cualquier otra nave de combate dada la velocidad y la alta maniobravilidad de estas. Lo que, unido a la carencia de emblemas en su casco, sugería un uso muy distinto para aquella nave.
-Una brigada de eliminación. -Dijo al fin Álam cuando terminó de examinar aquel aerodeslizador. -Por eso no lleva los emblemas. Parece que a Nathaniel no le interesa que sus súbditos sepan quién destruyó realmente este pueblo.
-¿Eliminación?. -Preguntó intrigada Melissa que no comprendía todavía lo que Álam estaba diciendo. -¿Qué quieres decir con eso?.
-Cazadores. -Explicó Álam alejándose de nuevo de la nave y dirigiendose ahora hacia la pared norte del edificio. -O quizás sería más exacto decir "carroñeros". Eso es lo que ha venido en esa nave. Soldados entrenados para buscar y eliminar a cualquier superviviente después de que la escuadra principal termine el trabajo de destrucción. Incluso su nave está preparada para perseguir y abatir a fugitivos o naves civiles.
-No puedo creerlo. -Dijo Melissa cuyo cuerpo se estremeció de pronto a causa de un escalofrío, pero no debido al helado viento que soplaba en el pueblo sino a algo muy distinto. -¿Cómo pueden ser tan crueles sabiendo que son vampiros como ellos?.
-Son soldados. -Respondió Álam mientras se acercaba a un gran agujero abierto en la pared. Probablemente el vestigio de una de las ventanas del edificio. -Como la mayoría de los guardias y soldados del ejército estarán bajo el control directo de tu padre o de uno de sus generales. Y dudo que a él le importase en absoluto que los habitantes del pueblo fuesen o no de su misma raza.
Dicho esto, Álam se asomó con cautela al borde de la destrozada ventana y observó desde allí la plaza central del pueblo y los edificios circundantes buscando a los dueños de aquella nave. Y, afortunadamente, no tardó en encontrarlos.
Al dirigir su mirada hacia uno de los edificios que todavía quedaban en pie, Álam pudo ver a dos soldados enfundados en las oscuras armaduras negras y rojas del ejército Vampiro saliendo por la destrozada puerta del mismo y sonrió ligeramente al tiempo que se llevaba lentamente la mano a la empuñadura de su espada. Parecía que solo eran dos, lo que no era demasiado sorprendente dado el tamaño de su nave, y tratandose de dos simples soldados no serían un problema para él. Y menos ahora que contaba con el factor sorpresa al haberlos encontrado sin que lo descubriesen y tenía además un pequeño as en la manga.
Sin embargo, mientras los observaba pacientemente planeando su siguiente movimiento y le indicaba a Melissa con su mano que se quedase quieta y no hiciese ruido, Álam vio algo más junto a aquellos soldados. Algo que hizo que su sonrisa desapareciese al instante de su rostro y sus ojos brillasen de pronto de furia tomando un débil color verdoso: Un superviviente.
Aun desde aquella distancia, Álam pudo ver con claridad como uno de los soldados sacaba arrastras de la casa a una niña pequeña que forcejeaba inútilmente tratando de soltarse. Pero ni sus forcejeos, ni sus lágrimas, ni siquiera sus angustiosos gritos parecían afectar a aquellos monstruos que continuaron caminando cómo si nada llevando a la niña con ellos cómo si esta fuese tan solo un simple objeto que pudiesen arrastrar tras de sí. O al menos así fue hasta que ambos se acercaron a las ruinas todavía llameantes de uno de los edificios vecinos.
En ese momento, el vampiro que sujetaba a la niña la cogió por el pecho con una mano, la levantó en el aire sin apenas esfuerzo hasta colocarla frente a él y, tras dirigir una rápida mirada hacia el fuego y hacia su compañero, se llevó la otra mano a su espada preparándose para poner fin a la vida de aquella pequeña.
Pero esto fue ya demasiado para Melissa. Había observado inmóvil cómo aquellos soldados arrastraban a la niña y había conseguido controlar el dolor que los desesperados gritos de la pequeña despertaban en su corazón. Sin embargo, al ver que estos iban a matarla no pudo más e, ignorando por completo lo que Álam le había dicho al bajar de la nave, salió de detrás de la pared quedando completamente al descubierto y se dirigió hacia los dos soldados.
-¡Basta!. -Gritó haciendo que los dos soldados se detuviesen al instante y se girasen sorprendidos hacia ella. -¡Soltadla!.
Aunque visiblemente sorprendidos por esto, al ver que quien les gritaba no era más que una joven muchacha que además parecía estar desarmada los dos soldados se miraron sonriendo y el que sostenía a la pequeña le hizo un pequeño gesto con la cabeza a su compañero indicandole que se ocupase de capturarla mientras él continuaba con su trabajo y ponía fin a la vida de aquella niña.
Pero lo que ninguno de los soldados sospechaba en ese instante era que aquella muchacha no estaba sola y que, por desgracia para ellos, su acompañante no había permanecido inmóvil durante aquel tiempo.
Antes de que el segundo soldado pudiese dar un solo paso hacia donde se encontraba Missa, Álam desenvainó su espada, la sujetó por el extremo de la hoja como si esta fuese una enorme daga y la lanzó con todas sus fuerzas a través de la ventana.
Con una velocidad endiablada, la espada atravesó en milésimas de segundo toda la plaza girando horizontalmente sobre si misma y pasó silbando junto al segundo de los soldados que apenas tuvo tiempo de moverse antes de que esta alcanzase al fin su verdadero objetivo y se clavase en la pared de uno de los edificios.
Al instante, la nieve se tiñó con el inconfundible color carmesí de la sangre y el desconcertado vampiro se giró rápidamente hacia su compañero justo a tiempo para ver cómo este caía sin vida al suelo. En su mortal vuelo hacia la pared, la espada de Álam lo había alcanzado y la terrible velocidad a la que giraba había hecho que esta sesgase su cuello limpiamente acabando con su vida tal y cómo Álam había esperado. No solo eso, mientras la cabeza del soldado caía al suelo separada ya del resto de su cuerpo y sus rodillas empezaban a doblarse, este había soltado a la niña y la pequeña había caído también sobre la nieve.
Ella ni siquiera se había movido. Continuaba allí, llorando desconsoladamente de rodillas sobre la nieve al lado del cuerpo decapitado vampiro completamente incapaz de pensar o hacer nada más. Aquello era demasiado para ella y ya ni siquiera tenía fuerzas para huir. Pero, por fortuna para ella, ya no tendría que hacerlo.
Con el primer vampiro muerto, la atención del segundo soldado estaba ya muy lejos de centrarse en aquella indefensa niña y este la ignoró por completo girándose una vez más hacia donde estaba Melissa al tiempo que activaba su espada dispuesto a acabar con la que creía era la responsable de aquello. Pero, al mirar de nuevo hacia ella, descubrió algo que lo hizo detenerse al instante.
Melissa ya no estaba sola. Álam había salido también de entre las ruinas y ahora permanecía en el centro mismo de la plaza, interponiendose entre aquel soldado y Melissa. Ya no estaba armado, y esto le dio cierta tranquilidad al vampiro, aunque en su rostro había una extraña sonrisa que lo hacía desconfiar. Pero, aún así, el hecho de que este fuese tan solo un humano y estuviese desarmado fue más que suficiente para que el vampiro apartase de su mente cualquier tipo de dudas y se decidiese a atacarlo.
Con una velocidad notable para alguien que vestía una armadura completa como la de aquel soldado, el vampiro corrió hacia Álam con la espada en alto y este lo esperó sin moverse. Permaneció quieto, completamente inmóvil hasta que su enemigo estuvo a apenas un metro de él. En ese instante, el soldado lo atacó aprovechando la inercia de la carrera para dar un fuerte y rápido corte horizontal con su espada a la altura de la cintura de Álam. Pero este reaccionó mucho más rápido de lo que él había esperado. Sin apenas dificultad, Álam saltó hacia atrás esquivando la mortal hoja azul del arma, apoyó con firmeza sus pies en el suelo nada más posarse en este y, aprovechando las escasas décimas de segundo que el vampiro necesitaría para volver a ponerse en guardia, lanzó un fuerte puñetazo hacia su estómago en el que descargo todo el peso de su cuerpo.
Cogido por sorpresa, el vampiro recibió de lleno el golpe y la fuerza de este hizo que incluso soltase su propia espada a causa del brutal impacto. Lo que le facilitó todavía más las cosas a Álam que, con su rival ya desarmado, sonrió nuevamente y lo cogió por el cuello con una de sus manos deslizando sus dedos entre el casco y la pechera de la armadura al tiempo que lo levantaba en el aire con su brazo y lo miraba fijamente.
-¿Qué hacéis aquí?. -Preguntó con aspereza. -¿Por qué habéis destruido este pueblo?.
Lejos de responder a sus preguntas, el vampiro trató de soltarse aferrando con sus manos el brazo de Álam, pero pronto comprobó que era inútil y, al sentir como la mano de Álam se cerraba aún con más fuerza alrededor de su cuello, desistió por completo.
-¡Habla!. -Exigió Álam sin darse por vencido. -¿Qué estabais buscando, por qué habéis atacado a esta gente?.
Pese a las amenazas de Álam, el vampiro continuó en silencio y se negó a responder a sus preguntas. Lo que no tardó en convencerlo de que intentar sacarle información sería totalmente inútil por mucho que lo amenazase. Y, por desgracia para aquel soldado, esto significaba que su vida no le servía de nada a Álam.
-Cómo quieras. -Sentenció apretando todavía más su mano. -En ese caso solo queda una cosa por hacer.
Justo en el instante en que decía esto, Álam apretó con todas sus fuerzas el cuello y, con un rápido y seco movimiento de su muñeca, le partió el cuello acabando así con la poca resistencia que este había presentado. Hecho esto, lo dejó caer al suelo y, cuando este se desplomó por completo sobre la nieve, recogió la espada del propio vampiro del suelo y la hundió con fuerza en su pecho atravesando con ella su corazón para acabar definitivamente con él.
Eliminada ya la amenaza de los dos soldados, Álam se dirigió hacia donde se encontraba la niña y, al llegar frente a esta, se detuvo un momento junto a ella. Tendría apenas cinco años, pero en ella ya podían verse los típicos rasgos de su raza. La piel pálida, que contrastaba con sus oscuros cabellos marrones recogidos en una pequeña trenza a su espalda, los ojos verdes y llenos de lágrimas, pero todavía brillantes como dos pequeñas joyas resplandecientes. Aunque, a diferencia de otros vampiros, lo que Álam pudo ver en aquel brillo no fue maldad, sino tristeza, pena, miedo, desesperación... el horror que todo aquello significaba para alguien tan joven.
Pero, aún después de ver esto, Álam no hizo nada por intentar tranquilizarla y se alejó de nuevo de ella ignorando sus gemidos y sus lágrimas para dirigirse hacia el lugar en que se había clavado su espada. Todo lo contrario que Melissa que, nada más ver cómo Álam acababa con el segundo soldado había corrido hacia ellos y no tardó en arrodillarse al lado de la niña para tratar de calmarla un poco.
-No tengas miedo. -Susurró suavemente Melissa con voz dulce y tranquila. -No voy a hacerte daño, solo quiero ayudarte.
Al oír su voz y verla tan cerca de ella, la pequeña pareció asustarse por un momento y la miró unos segundos cómo si tratase de decidir si podía o no confiar en aquella extraña. Pero no tardaría demasiado en decidirse. Después de todo lo que acababa de pasar, necesitaba más que nunca alguien en quien confiar y la suave y cariñosa forma en que Melissa le había hablado fueron más que suficientes para que la niña la abrazase inmediatamente y continuase llorando sobre su pecho aferrandose con fuerza a ella con la débil esperanza de que aquellas palabras fuesen realmente ciertas.
-Eso es. -Dijo sonriendo mientras le devolvía el abrazo y la cogía suavemente en brazos. -Tranquila, ya estás a salvo. Ahora nadie va a hacerte daño, confía en mí.
Mientras decía esto, Melissa acarició la cabeza de la niña con una de sus manos tratando de consolarla y se puso de nuevo en pie esperando a que Álam arrancase de una vez su espada del derruido muro de la casa y volviese con ellas. Sin embargo, lejos de hacer esto, Álam se limitó a guardar su espada de nuevo una vez liberada de la pared y continuó alejándose en dirección a las ruinas de uno de los edificios cercanos. Lo que hizo que Melissa se preocupase inmediatamente y se apresurase a acercarse a él temiendo que estuviese furioso con ella por no haber actuado como él le había pedido.
-Álam, lo siento. -Empezó nada más llegar junto a él, tratando de disculparse aún antes de que él dijese nada. -Sé que hice mal al no hacerte caso, pero...
-Podían haberte hecho daño. -Cortó secamente Álam sin siquiera darse la vuelta, confirmando con su serio y severo tono de voz las sospechas de Melissa. -Si esos soldados hubiesen tenido otras armas podrían haberte matado sin que yo pudiese hacer nada.
-Lo sé. -Afirmó intentando explicarse. -Pero no podía dejarla así. Por favor, compréndelo, no podía quedarme sin hacer nada y ver cómo la mataban.
Al oír esto, Álam se dio la vuelta y se giró al fin hacia ella para mirarla. Y en ese momento Melissa se dio cuenta aún antes de que él hablase de que no había sido aquello lo que lo había puesto furioso. La mirada fría y dura que había visto en sus ojos hacía solo unos minutos había desaparecido y, pese al tono de su voz, en ellos no había ira, tan solo una extraña mirada de confusión que ella no comprendía todavía. Pero que hizo que se diese cuenta de que aquel enfado era la forma en que él reaccionaba ante aquella confusión, no su respuesta a lo que ella había hecho.
-Es una de ellos. -Le señaló mirando fríamente a la niña. -¿Ibas realmente a arriesgar tu vida por salvarla?. ¿Por proteger a uno de esos...
Justo en el instante en que pronunciaba esta última palabra, Álam se dio cuenta de lo que estaba a punto de decir y se detuvo al instante. Pero ya era demasiado tarde, Melissa sabía perfectamente lo que había querido decir y sus ojos se entristecieron de golpe mientras miraba una vez más a la niña que continuaba abrazada a ella llorando desconsoladamente.
-Monstruos... ¿Eso era lo que ibas a decir verdad?. -Preguntó sin esperar ya una respuesta, sin levantar todavía la mirada para no encontrarse con la de Álam. -Creía que ya no pensabas eso. Que tras conocernos a Mariana y a mí habías dejado de pensar así.
-¿Acaso tú no piensas lo mismo?. -respondió Álam. -Aún después de ver esto y comprobar de lo que son capaces, ¿Todavía eres capaz de no verlos como monstruos?.
-¡No todos son así!. -Replicó ella levantando la mirada de nuevo. -No tienes derecho a juzgarlos a todos por las atrocidades de mi padre. Algunos son diferentes, tú mismo has conocido a Mariana y sabes que ella no es así. Y esta niña... ella no es más que una víctima de todo esto Álam, no un monstruo. No tiene la culpa de haber nacido así.
-¿Qué no tiene la culpa?. -Repitió con rabia Álam. -¿Tienes idea de cuantos niños humanos han muerto solo por eso?. ¿De cuantos fueron masacrados en las ciudades arrasadas por el ejército de tu padre solo por haber nacido humanos?.
-¡Mi padre es un monstruo!. -Insistió Melissa tratando de convencerle. -Y si tú juzgas a esta niña de esa forma estarás comportándote exactamente como él. ¿Es eso lo que quieres realmente Álam?.
Al oír esto, Álam no dijo y bajó la cabeza visiblemente confuso, tratando de evitar la triste mirada de aquellos penetrantes ojos azules. Era ya la segunda vez que oía algo parecido y, viniendo esta vez de alguien tan importante para él como Melissa, le resultaba duro aceptar aquellas palabras y ya no sabía que decir o qué hacer.
-No lo sé. -Respondió al fin levantando de nuevo la cabeza para mirarla. -Ya no lo sé. Desde que te conozco, todo lo que creía, todo aquello que me habían enseñado y que había dado por cierto se está viniendo abajo cómo un castillo de naipes. Ya no sé que pensar.
-Pero yo sí. -Afirmó ella dando un paso hacia él al ver la triste y confundida expresión del rostro de Álam, comprendiendo el daño que aquellas palabras le habían hecho. -Lo siento, no pretendía hacerte pensar eso, solo quería que te dieses cuenta de que...
-Solo has dicho la verdad. -La interrumpió al tiempo que se daba la vuelta para alejarse de ella. -Lo siento, ahora necesito estar un rato solo, hay demasiadas cosas en mi cabeza que tengo que aclarar y prefiero hacerlo solo.
-Álam espera... -Trató de decir Melissa al ver que este empezaba a alejarse de ellas. -No te preocupes, solo voy a comprobar si queda alguien más en el pueblo. -Dijo mientras se alejaba acelerando cada vez más el paso para evitar que lo siguiese. -Será mejor que tú entres en una de las casas que todavía están en pie, allí podréis resguardaros un poco del frío.
Dicho esto, y antes de que Melissa pudiese decir o hacer algo más, Álam echó a correr en dirección al edificio más alejado de la ciudad y esta se detuvo comprendiendo que lo mejor que podía hacer ahora era hacerle caso y dejarle solo un rato. Sin embargo, antes de que pudiese empezar a caminar de nuevo en dirección a la casa más cercana, la niña que llevaba en los brazos separó la cabeza de su pecho y, para sorpresa de esta, miró llorando hacia la dirección en que Álam se había ido.
-No te preocupes. -Aunque sorprendida por esta reacción, Melissa sonrió al verla y acarició suavemente su cabeza con una mano tratando de calmarala. -Volverá. Él no es así... . -Mientras decía esto, Melissa levantó la cabeza y miró también en aquella dirección. -Yo sé que no lo es.