El límite lo pone tu imaginación. Yo estuve practicándolo junto a los anestesistas, que son unos expertos en la materia (anestesistas orientales, no esos occidentales comunes que no saben ni lo que es el chakra). Ellos usan unas medicinas que te inducen a un estado casi comatoso, con lo que tu cuerpo se relaja y tu mente libera efluvios que son más fáciles de captar. Por eso, cuando te despiertas de una intervención, estás como atontado, ya que han inspirado tus pensamientos y te sientes desorientado (es como si soplaras a una columna de humo, que se distorsiona y tarda en volver a constituirse).