No estoy capacitado para moverlos comercialmente, así que pide de todo buen sentido, que se me respete aquí. Estoy bastante diezmado en cuanto a capacidades.... Fui hechicero tundra.
Aquí un adelanto de lo último que estoy escribiendo:
"El hechicero caminaba por el campo, pero no era un campo cualquiera. Éste, estaba a días de distancia de la civilización. Como hechicero, cumplía el requisito esencial, que era encontrarse excepcionalmente, y, como toda persona bien cuerda, esa potencia la aprovechaba para recorrer el mundo y, a la vez, resarcirse de la ilimitación hecha carne....es decir: un hombre que lo puede todo, o casi todo. Eso estaba por ver. En su poder residía el cansancio, un cansancio que, el hechicero, sospechaba que acabaría algún día, cuando alcanzase el pleno poder.
Vida y sueño, todo lo mismo. Soñar: divertido, pero a quien lo considerase solo sueños, algo incomprensible, se le podría definir como perdedor.
Que esclavos eran los seres humanos. Atados al trabajo, atados a la rutina.
El hechicero no sólo estaba sano. Debía esforzarse en todos los ámbitos, pero sin esforzarse. Debía gozar con lo que hacía, no rendirse al consumo de drogas y otras plantas que lo entretuviesen. Podía disfrutar, pero, sobretodo, tener el control. Siempre aprender, siempre progresar, siempre buscar el poder, y, sobretodo en lo que respecta al disfrute, sentirse feliz de ver como ese día era un poco más poderoso que el anterior.
Ahora se iba a techar a dormir, en medio del campo, del campo nudoso e incómodo lecho, pero veraniego, por lo que no pasaría frío, excepto al amanecer en que los rayos del sol calientan el aire y, así, lo mueven, generando muchísimo viento.
No pasaba nada, porque estaba muy cuidado, muy sano, muy saludable, y por desestabilizarse un poco en lo que respecta a la plenitud, aunque lo suyo hubiese sido tener un colchoncito para descansar plenamente.
Su historia como hechicero había comenzado cinco años antes, aunque en realidad debía ser más antigua. Nadie le enseñó, y, eso, al principio, no le supuso nada. Estaba contento de poder animar y alegrar al personal con su límpida inteligencia y poder curar a la gente de sus afecciones nerviosas, pero, esta noche precisamente, le turbó.
Él era esclavo de sus pensamientos, porque no los controlaba, lo dominaban. Acaso, ¿por qué después y no antes, le venían ideas interesantes que se lo parecían y lo hacían evolucionar?.
La idea en concreto que le vino esa noche cuando se tumbó para dormir, fue la que le decía: "¿por qué mi destino me reservaba aprender la hechicería espontáneamente, sin que nadie me enseñase. Simplemente viviendo y haciendo lo que me apetecía?.". Eso sin duda lo calificaba de hechicero al 100℅, pero, ¿como era posible?. Lo más llamativo era que nadie lo desarroyaba. Se escuchaba de magos y hechiceros en cuentos e historias, pero en la realidad....ninguno.
La pregunta le había ido asociada en ese momento a emoción, cosas que en otro momentos no pasaban. Otro gran misterio. Como os imaginaréis, pasó un buen rato entretenido.
Ese día se acostó pronto, pero era porque las sombras eran los impenetrables, porque lo normal era que pasase la noche dedicado a observar y pensar sobre las obras de arte y/o ingeniería de otros autores (ya que él mismo se dedicaba a crear literatura, música y pintura, sólo que cuando había sol) para acostarse al amanecer o bien entrada ya la mañana.
La verdad es que, después de despertarse aquel su primer día en el campo, decidió que no volvería a dormir al raso en terreno salvaje.
El sueño fue incómodo, soñó y todo, con cosas maravillosas como él solía acostumbrar siempre, pero durmió poco. Se acostó al anochecer, momento que, en verano, estaba fechado a las 22:30 de la noche. Y, cuando despertó, el sol apenas había asomado, por lo que dedujo que no sería más de las 6:30 de la mañana. 8 horas exactas había dormido, más o menos lo de siempre. Pero había una diferencia: no se sentía pletórico.
Se arrepintió de haber despedido al caballo que le había llevado a un día de aquel paraje y desde su ciudad. Con el caballo habría recorrido 3 días de marcha equivalentes a haber ido a pie, y después caminó durante uno entero.
Su plan era fortalecer al máximo su independencia humana, lo cual significaba que, a partir de su ida, dormiría al raso y comería lo que fuese capad de reunir con su cuerpo y sus manos. Desde el día que partió, no era sino, totalmente, libre. Pero ahora se arrepentía de no haber dormido en un cómodo lecho, sino sobre el duro suelo.
Sin más, empezó a caminar, y, en poco tiempo se vería satisfacido y, de nuevo, gratamente sorprendido. Lo que pasó fue que, al pasar media hora desde que despertase un poco turbado por la incomodidad del duro suelo, se espabiló, y se sintió, en ese momento, al menos 4 ó 5 veces más potente que otros días.
Las ideas surcaban su cabeza a toda velocidad.
Al hechicero no le gustaba cargar con nada excepto con la ropa, por lo que no se planteo si cargar a la espalda con un fardo que, al deshacerse, se convirtiese en colchoneta. Prefería vivir en la ciudad después de experimentar el mal-dormir, o en algún pueblecito.
Era increíble, no había nadie que no alucinase cuando le hablaban de cuentos de magos y hechiceros, pero, ahora que tenían ahí uno de verdad, ni siquiera sus pacientes le hacían demasiado caso, y ni siquiera le pagaban. Es más, los niños, que eran a los que más sorprendían este tipo de cosas, lo rehuían por la calle. Hay que decir que no todos, pues sus proezas no salían de la boca de ninguno de los que las habían contemplado, pero, por una vez que la paciente fue la madre de un chiquillo a la que sanó dándola un masaje en el torso de la mano, para siempre y después de llevar años de médicos que no conseguían ayudarla, el chiquillo hijo de la misma, de cinco años de edad y muy sorpresivo, se lo dijo a algunos de sus amigos, y los chiquillos, a partir de entonces, cuándo lo veían, salían corriendo o se retiraban al extremo opuesto de la calle.
No le quedaba más remedio al hechicero, que ser solitario y descubrir hasta el último gramo de secretos que encerraba el poder que poseía.
No sabía ni donde estaba allí en medio del campo, pero, aún así, se encontraba fenomenal. Se sentía bien, feliz, libre, bienhumorado y poderoso. Su naturaleza carecía de afecciones, de cualquier pesar o punto negativo. Todo era poder y capacidad, tanta que lo sobraba, y ese exceso de fuerzas era lo que se convertía en hechicería.
Tenía 24 años y sus ideas pasaban por tener fama, gloria, dinero, etc.... Pero lo que más le interesaba era tener una novia que, por más que pasaba el tiempo, no conseguía.
La vida para una persona tan capad, era difícil, porque, por ser capad, era capaz de desayunar, comer, merendar y cenar, y no querer nada más excepto pasarlo bien.
El alcohol y las drogas lo amilanaban, lo hacían ponerse sereno y tranquilo, sin ganas de nada, mientras que al resto de la gente, la excitaba. Pero era una excitación falsa, porque no les hacía hacer nada, excepto viajar emocionalmente por diferentes estados, cuando el estado, para alguien que ha podido experimentar el poder, sólo es más y más poder.
Sentirse extremadamente feliz, curar afecciones nerviosas, dominar las artes y poder mover el agua con el pensamiento. Esas eran las cosas que sabía hacer, y soñaba con ser el líder de algún pueblo o, mejor aún (y lo que realmente buscaba), del mundo. La gente estaba muy loca, no se daban cuenta de que sus problemas terminaban cuando tenían casa, ropa y comida, y los grandes políticos de la época no hacían sino divagar y prometer respecto a cosas que, para el hechicero, eran absurdeces.
El mundo no iba mal, el mundo iba bien. Faltaban cosas aún, como que todo el mundo tuviese para guarecerse y alimentarse, pero sólo eso. La gente, sin embargo, quería dinero. Todos querían dinero, y el hechicero se había quedado sorprendido más de una vez por ver en que lo gastaba la gente cuando lo tenía.
Como se lo pasaba él solo, allí, por medio del campo y dirigiéndose a una cima alta para localizar algún pueblo al que dirigirse y, una vez allí, preguntar donde quedaba Archet, su ciudad.
Todo parecía haber llegado al límite de ofrecimiento de información. Había salido al campo con la idea de vivir eternamente libre, salvaje y, cada día, más poderoso, pero no podría seguir con ese plan debido a lo cansado e incómodo que era dormir sobre el suelo, por lo que le tocaba volver a su ciudad, ¿a hacer que?, ¿con que se ilusionaría ahora?. Lo tenía todo visto, no le quedaba ningún plan, pero la felicidad no decaía. Ahora pensaba en poner sus dibujos por las paredes de su casa y, si quedaba hueco, hacer más dibujos, y, como no, volverse más poderoso....".