Cleveland escribió:Pues yo a esa edad le pondría comics, tebeos de toda la vida, nada de novelas gráficas sesudas ni mangas locos. Con tebeos a esa edad se aprende a seguir una trama, con un inicio, un nudo y un desenlace, se aprende a distinguir ciertos resortes narrativos y a seguir una historia de principio a fin. Luego ya, adelante con la literatura juvenil, aunque hay una diferencia abismal en esa etiqueta entre autores y temáticas. ¿Narnia y La historia interminable a una niña de 8 añitos? ¿Y por qué no Tolkien y así acaba odiando la lectura para el resto de su vida?
Si dices que tu sobrina sólo lee lo que le dicen en el colegio y poco más, lo que dice Cleveland está lleno de razón. Libros como Narnia o La historia interminable pueden ser geniales para un niño de 8 años
que esté bien habituado a la lectura, pero para uno que no, pueden resultar un arma de doble filo y crearle rechazo hacia ésta. Es preferible que en tal caso comiencen por algo más sencillo, y poco a poco, de forma gradual, vayan leyendo textos más complejos.
Como experiencia personal (soy profesora particular), le he traído a mi alumna de 8 años, que no lee nunca, Ingo y Drago, que es un libro sencillo, lleno de ilustraciones, pero que para su nivel actual está más que bien, y para mi alumna de 10, que tampoco leía mucho, algunos cómics para que vaya habituándose, y libros de Roal Dahl, como La Maravillosa Medicina de Jorge. Ahora que ha cumplido 11 y ya lee más, le regalaré el primero de Harry Potter, a ver qué tal.
Lo que quiero decir con esto es que no hay que mirar tanto por la edad o generalizar, porque dependiendo de su relación con la lectura, un libro puede resultar muy sencillo para un niño y muy complejo y tedioso para otro. Por ello, la búsqueda de un libro se convierte en algo más personal que simplemente fijarse en la edad, y hay que tener en cuenta otros factores como el nivel de lectura, el tema del libro, el estilo del autor o incluso otros más visuales como si tiene ilustraciones o la portada es llamativa. Todo esto con tal de encontrar el libro que pueda cautivarlo e introducirlo en el maravilloso mundo de la lectura, no como obligación, como desgraciadamente creen algunos niños y no tan niños, sino por el simple placer de leer.