Corría, llorando, por la calle. Pero algo raro había en la gente… Todos me observaban fijamente. Pasos rápidos, llanto lento. Y en numerosas gentes pude observar bajo su nariz una ligera sonrisa. Lágrimas brotando de mis ojos, corriendo por mi cara. Me señalaban con el dedo, con caras de repugnancia, repulsión, alejamiento. Frías, como lenguas de glaciares, avanzaban por mi rostro hasta la barbilla. Cruzándome con mis conocidos, hasta ellos me miraron con cara de manzanas agrias. Que pinchazo en el corazón noté, traicionado en mi propia cara. Ahora las lágrimas se desprendían de mí, como si quisieran que olvidara todo lo ocurrido; harto imposible. Cruzándome también con mi familia, ella también quiso ofenderme. Me quedé sin palabras, pero no sin lágrimas. La fuerza de la gravedad pudo atraer la fugitiva lágrima hasta el suelo hasta hacerla estrellar violentamente contra él. Esa lágrima desapareció, pero otras más llegaban, aun quedaban muchas por derramar de mis ojos. Y mientras, la gente continuaba mirándome, ridiculizándome. Ya entendía. Acaso un hombre no puede llorar sus penas. Acaso un hombre no puede entristecerse al ver su alma apenada.
Sacrifiqué mi cuerpo para salvar mi alma.
Ya no tengo que verter más lágrimas. Ahora les toca a todos ellos llorar.
[Opinen please. Se que cuesta de entender o puede ser feo, pero en verdad tiene un significado muy profundo, almenos para mi
]