Los Hijos del Cristal. Capítulo 13: Lágrimas en la Llanura.

Bueno, como ya es costumbre primero os dejo el enlace al archivito actualizado para imprimir quien quiera (archivito que se ta haciendo grande porque se hacerca a las 200 páginas :p )

Los Hijos del Cristal
Este será mi último día de libertad. Desde nuestro pequeño refugio junto a la pared del cañón puedo ver las luces de la ciudad a lo lejos y admito que mi corazón tiembla de rabia y de miedo ante la incertidumbre de lo que me espera en su interior, pero ninguna de esas emociones es comparable a mis ansias por terminar todo esto de una vez. Estoy tan cerca y a la vez tan lejos de acabar mis estudios, solo un experimento más, una única invocación… y todo habrá terminado. Pero para ello los necesito, y mi corazón sonríe con ironía al saber que ellos también me necesitan a mí y confiarán en controlarme con sus estúpidas amenazas. Sin saber que son inútiles, pues nadie puede amenazar a aquel que ya ha renunciado a su vida y eso es precisamente lo que yo estoy a punto de hacer.
Creo que Irenus sabe lo que pretendo. No he hablado mucho con él en estos días pero puedo ver en sus ojos una chispa de inteligencia que no había visto en los de ningún otro. Quizás por eso es el único de nuestros jóvenes que ha sobrevivido, aunque cada vez que le miro y siento la frialdad de la sonrisa que adorna su rostro al repasar con su mano la enorme hoja de su arma me pregunto si realmente lo ha hecho.
A veces parece solo un fantasma, una sombra que me sigue y desaparece de vez en cuando solo para volver más tarde dejando un rastro de sangre tras de sí. Es entonces cuando comprendo que sí es real, aunque jamás entenderé la satisfacción que parece sentir al matar a otros y he llegado a temer por mi vida al verle en acción. No es venganza lo que busca, es solo sangre, dolor… como si su cuerpo tratase de devolver todo el sufrimiento que le han causado.
Tal vez por eso ha elegido ese arma y no solo su magia, para ver la mirada de terror en el rostro de sus víctimas cada vez que desciende sobre ellos. Pero no está loco… no, sus ojos son los de alguien que sabe lo que hace y sé que tiene algún plan. Sea el que sea, espero estar lejos cuando lo lleve a cabo porque sé que entonces también mi vida correrá peligro. Él no es como los demás, no odia solo a los monjes o al ejército de Acares. También nos odia a nosotros, a Tarman y a todo aquel que haya tenido algo que ver con la guerra.
¿Por qué me ayuda entonces?. Eso es algo que jamás comprenderé del todo, solo sé que haría lo que fuese para dañar a Acares y parece haber visto en mi un arma que podrá usar si me ayuda a alcanzar mi objetivo. Es sorprendente que su simplicidad sea a la vez tan brillante, no importan motivaciones, amistad, odio… nada, solo su objetivo. Y esto lo convierte en un peligro para Marcus mucho mayor del que yo seré jamás.
Esto es lo único que lamento mientras escribo estas últimas líneas. No poder quedarme aquí y ver el legado de este muchacho y su repercusión en el futuro de Linnea. Yo debo continuar mi camino y aportar mi propio grano de arena a la montaña de la historia aunque este sea borrado luego por los monjes y su censura. Pero aún así mi trabajo continuará, ¡Debe continuar!, aunque solo aquellos que lean este diario sepan lo que sucedió realmente.
El sol empieza a levantarse, ha llegado el momento. Necesito tiempo para el hechizo que ocultará mi diario en Árunor hasta que pueda volver a escribir con libertad y mi destino me espera. Es hora de levantarse y empezar a caminar hacia esa maravillosa ciudad blanca tras la que mis verdugos y mis víctimas sonríen cogidos de la mano… es hora del principio… y del fin.
Irenus me mira con una sonrisa al ver que he dejado de escribir, él también sabe que voy a morir y sé que eso no le desagrada. No importa, yo la he aceptado hace tiempo, ya ni la muerte podrá detenerme en mi camino hacia el objetivo que he buscado durante tantos años.

Diario de Arthur Mirtusen. Último mago de la corte de Ramat.

Álbert apartó sus ojos del diario al llegar a este punto y dejó que su mente descansase unos minutos mientras las runas terminaban de encajar en su memoria traduciendo el texto a su idioma y trataba de comprender todo aquello. No reconocía ninguno de los dos nombres allí mencionados, aunque sí había reconocido a Tarsis como la ciudad que el mago describía, pero todo lo demás carecía de sentido por el momento.
Estaba claro, sin embargo, que aquel mago no había sido utilizado por los monjes como ellos habían pensado en un principio. Al contrario, él los había utilizado a ellos con algún propósito y su muerte era algo que ya había esperado. Pero sus razones parecían demasiado complicadas por el momento y Álbert no se sentía con ánimos de seguir leyendo. Cerró el libro de nuevo para guardarlo en su mochila y volvió su mirada hacia los cuatro jóvenes que lo acompañaban en el carruaje hacia Tírem.
El ánimo del grupo estaba por los suelos, y no era extraño que así fuese. Las noticias que les habían dado en Nilith eran tan desoladoras que incluso a él le costaba mantener su mirada tranquila, algo que conseguía solo gracias al deseo de no entristecer aún más a su hermana cuya mirada los rehuía ahora a todos tratando de ocultar las lágrimas que de vez en cuando se formaban en sus ojos.
Ni siquiera Sarah decía nada en aquel instante. Al igual que Atasha, la joven había comprendido lo terrible de aquellas noticias para los tres hermanos nada más oírlas y había permanecido en silencio junto a ellos sin siquiera dudar esta vez en sentarse sobre las rodillas de Jonathan al subir al carruaje. Él no tenía ganas ni fuerzas para discutir y ella podía verlo en sus ojos, algo más que suficiente para que pusiese a un lado sus diferencias con él por un instante y tratase de evitar molestar a ninguno de los tres.
Todavía les costaba creer que fuese cierto lo que les habían dicho. Un tornado… eso era todo lo que el empleado de la estación les había contado sobre lo sucedido y ni siquiera él o los militares que se dirigían hacia la zona habían podido darles una explicación coherente sobre cómo había ocurrido.
Lo único que sabían era que un gigantesco tornado se había detenido sobre Tírem esa noche y nadie había sobrevivido, solo la gente que estaba fuera de la ciudad y ahora se amontonaba en Nilith en aquellas tiendas. Aquello no tenía sentido, ellos habían vivido en las praderas de Tírem durante años y jamás habían visto un tornado en aquella zona, mucho menos uno que se mantuviese fijo sobre un mismo punto como el que narraban los militares.
Sin embargo, por doloroso que esto resultase, las caravanas de carruajes y carretas del ejército que se dirigían hacia la zona junto a ellos no dejaban lugar a la duda. Algo muy grabe había sucedido y no había razón para que aquellos hombres les mintiesen, solo les quedaba esperar pacientemente en su carruaje a que al fin llegasen a su destino y dar gracias por haber podido encontrar un medio de transporte en Nilith en el que ir hasta allí.
Esto último, sin embargo, no reconfortaba en absoluto a ninguno de los hermanos e incluso Atasha encontró agobiante el silencio de aquel viaje, consciente del dolor que aquella noticia debía suponer para ellos pero incapaz de hacer o decir nada que pudiese animarlos. Resultaba doloroso ver a Jessica tan abatida y ella se sentía súbitamente inútil al darse cuenta de que no podía hacer nada por ayudarla cuando esta era quien siempre conseguía arrancar una sonrisa de su rostro. Lo único que podía hacer era acompañarlos y… esperar, hasta que al fin los caballos se detuvieron y los tres levantaron la cabeza conscientes de que habían llegado.
Ni siquiera se atrevían a mirar a través de las ventanas. Los ojos de los tres jóvenes seguían dirigiéndose hacia el interior del carruaje como tratando de negar lo que sabían que encontrarían allí fuera. Solo al cabo de unos minutos, cuando Sarah se levantó esperando que Jonathan hiciese lo mismo y lo miró con una mezcla de preocupación y desconcierto este reaccionó al fin y decidió hacer lo mismo.
Podía ver en sus ojos que ella no lo comprendía del todo, pero su preocupación lo reconfortaba de alguna manera y le dio el empujón que necesitaba para ponerse en pie rompiendo el asfixiante silencio con el sonido de sus pasos y abrir de una vez la puerta.
El viento seguía siendo el de siempre, la misma brisa aromática y húmeda que los acarició a todos entrando de golpe en el carruaje y pareció despertarlos de aquel extraño letargo en que se habían sumido. Pero por desgracia, cuando los cuatro bajaron del carruaje siguiendo a Jonathan y se detuvieron frente a lo que una vez había sido el andén de Tírem, comprobaron con horror que aquella brisa era lo único que no había cambiado desde su marcha.
La ciudad era poco más que un montón de ruinas esparcidas por la llanura. Los enormes muros de piedra que una vez habían formado la colosal fortaleza que solo el poder de Árgash había conseguido doblegar en el pasado yacían sobre la tierra yerma en que se había convertido la pradera a su alrededor o sobre la propia ciudad. Algunos se alzaban todavía hacia el cielo como desafiantes montañas de roca en una cordillera destrozada, resistiendo aún el envite del viento gracias a los refuerzos que las torres de vigilancia proporcionaban en algunas zonas. Pero esto era todo lo que quedaba de ellas y su visión bastaba para que Jessica fuese al fin incapaz de controlar sus lágrimas mientras seguía observando aquel horrible paisaje.
La estación había volado por completo y solo aquí y allá podían verse algunos restos entre los manchones de tierra de los que el tornado había arrancado incluso la hierba. La entrada de la ciudad se había derrumbado sobre si misma creando un muro de escombros, aunque ahora había un centenar de otros lugares por los que entrar, y ni un solo edificio parecía permanecer en pie en el interior. Todo estaba cubierto de rocas, escombros e incluso cadáveres que yacían semienterrados bajo estos, esparcidos por la llanura o destrozados sobre las pilas de escombros. Por fortuna, solo los cuerpos de los animales eran visibles ya en aquel momento puesto que el ejército se había ocupado de retirar los cadáveres humanos o había cubierto los que aún no habían podido llevarse con mantas sujetas con piedras. Algo que atenuaba en cierta medida el macabro aspecto de aquel lugar, pero en absoluto lo hacía soportable.
Jessica no fue la única afectada por esto. Tanto Álbert como Jonathan sintieron el doloroso pinchazo de aquella imagen en sus corazones y sus ojos temblaron mientras lo observaban todo y se acercaban a su hermana ignorando por completo a sus otras dos compañeras. En aquel momento parecían no existir para ellas, cómo si los tres solo se viesen a si mismos y Sarah sintió algo extraño al ver por un momento dos lágrimas recorrer las mejillas de Jonathan mientras este rodeaba los hombros de su hermana y Álbert hacía lo mismo.
Sintió como sus propios ojos temblaban al mirarles y se sorprendió al ver que Atasha parecía sentir exactamente lo mismo. Los ojos oscuros de la joven no observaban las ruinas, sino a los tres hermanos y esta los siguió en silencio mientras ellos caminaban hacia la ciudad, manteniéndose al margen pero a la vez lo suficientemente cerca como para que estos supiesen que estaba allí.
Sus pasos sonaban vacíos entre las ruinas, resonando sobre las rocas que una vez habían sido parte de muros o techos y ahora eran improvisadas losas de caminos retorcidos e imposibles entre los escombros. Acompañados tan solo por el graznido de aves carroñeras que descendían sobre los animales muertos y el ocasional golpeteo de las rocas deslizándose unas sobre otras a causa del viento.
Todo lo demás estaba en silencio, tan muerto como los que una vez habían vivido en aquel lugar y ni siquiera los soldados se encontraban en el interior de la ciudad en aquel momento. La mayoría seguían fuera revisando los escombros en busca de supervivientes… o más cadáveres, algo que los tres agradecieron ya que les permitió un poco de tranquilidad mientras recorrían lentamente lo que una vez habían sido las calles de su ciudad acercándose al centro de toda aquella destrucción.
Todo indicaba que había sucedido tal y como les habían dicho en Nilith. Los escombros se esparcían de forma radial hacia el exterior de la ciudad partiendo desde su centro concordando con lo que un tornado de aquellas características habría hecho si se hubiese detenido por completo sobre un mismo punto. Pero pronto comprobarían que esto no era lo único extraño en la colosal fuerza de la naturaleza que había arrasado la ciudad.
Cuando al fin los cinco llegaron a la parte central de Tírem sus ojos observaron desolados que allí ya no quedaba nada. El orfanato, aquel lugar en el que habían crecido y que había sido su hogar durante años ya no estaba y solo los restos de su torre esparcidos alrededor de un gran círculo de tierra pelada indicaban que alguna vez había existido. Los árboles, la hierba de los jardines, incluso los edificios de planta más baja que otrora albergaban las diferentes escuelas estaban destrozados y yacían en ruinas alrededor del antiguo patio central.
Resultaba difícil creerlo, no solo por el hecho de que una construcción así hubiese desaparecido llevándose consigo buena parte de su infancia, sino por la anormal actividad de aquel tornado. Una corriente circular como aquella era mucho menos fuerte en su centro y su fuerza de destrucción no podía haber alcanzado la misma magnitud que en el radio exterior de la ciudad. Y en cambio, lejos de ser así, el centro de Tírem aparecía mucho más destrozado que los alrededores.
Nada de esto, sin embargo, importaba demasiado a los tres hermanos en aquel momento. Su tristeza al llegar a aquel punto de la ciudad era ya más de lo que podían seguir ocultando y Jessica se derrumbó junto a un oscuro montón de escombros entre el que sobresalía una de las espinas de metal que una vez habían coronado su orfanato.
-Jess…
Murmuró Jonathan arrodillándose a su lado, dolorido no solo por la pérdida de su hogar sino también por la tristeza de su hermana cuyas lágrimas sabía que no podía detener, no cuando apenas podía controlar su propia tristeza y contener las suyas.
-¿Por qué?. –Preguntó Jessica girando la cabeza hacia él, mirándolo con los ojos llenos de lágrimas que corrían libremente por los surcos húmedos que habían formado en su rostro. –Después de todo el tiempo que hemos esperado para volver a estar los tres juntos en casa.... ¿Por qué ha tenido que pasar esto ahora?.
Jonathan no encontró respuesta para su pregunta, tan solo sacudió la cabeza incapaz de encontrar que decir ante la mirada de su hermana. Pero ella tampoco había esperado que le respondiese, solo quería mirarle y ver el reflejo de sus propios ojos en su mirada de rubí antes de que él la abrazase como sabía que haría, como solía hacer cuando eran pequeños y a uno de los dos le pasaba algo. No solo para consolarla a ella, sino también para buscar en aquel abrazo el consuelo que él mismo necesitaba.
Álbert los miró con la misma tristeza contenida que Jonathan mientras este se levantaba abrazándola y no tardó en acercarse a ellos hasta colocar su mano sobre el hombro de su hermana para hacerle saber que también estaba con ella. Algo que ella ya sabía de sobra y a lo que reaccionó casi de inmediato soltando en parte a Jonathan para rodear la espalda de Álbert con uno de sus brazos y abrazarlos a los dos mientras los recuerdos de su niñez se fundían con la dolorosa imagen que ahora sus ojos le mostraban de su hogar.
-¿Por qué hacen eso?. –Preguntó Sarah apenas susurrando las palabras para que solo Atasha la oyese mientras miraba fijamente a los tres hermanos abrazados.
-Porque son una familia. –Explicó Atasha con un tono de voz melancólico y triste, hablando tan bajo como ella. –Esto ha sido muy duro para ellos y es su forma de apoyarse. Han perdido su hogar y ahora solo se tienen a ellos mismos.
-Una familia… -Repitió Sarah recordando algo de pronto. –Su familia…
Atasha no comprendió lo que Sarah había querido decir con aquellas palabras y la miró un tanto desconcertada, pero esta pareció decidir algo en aquel mismo momento y se acercó a los hermanos mirando fijamente a Jessica. Sentía algo extraño en su corazón que la impulsaba a ir hacia ellos, algo cálido pero doloroso que hacía que sus ojos se entristeciesen al mirar a aquella muchacha que tantas veces le había sonreído. Pero no sabía que hacer, su corazón le gritaba que debía hacer algo que su mente no conocía y cuando se detuvo frente a ellos apenas fue capaz de encontrar las palabras que realmente quería decir.
-Jessica… -Susurró en un tono dulce y cariñoso que ninguno de ellos había oído jamás de sus labios mientras levantaba una mano y la acercaba con inseguridad al rostro de esta, temblando ligeramente hasta que al fin la posó suavemente sobre su mejilla. –sonríe… no llores… por favor.
Jessica levantó los ojos y la miró sorprendida por un momento. Viniendo de cualquier otro sus palabras no habrían tenido sentido en aquella situación, ¿Cómo podía pedirle que sonriese en un momento así?. Pero con Sarah era distinto, podía ver claramente en sus ojos la pena que sentía al verles así y sabía que aquello era lo más parecido a una forma de intentar animarla que ella conocía. Por eso, o tal vez solo por el echo de verla allí y encontrarse rodeada por su familia, en sus labios apareció una pequeña sonrisa y esta soltó de pronto a Jonathan y a Álbert.
-Tienes razón. –Dijo con tristeza, pero esforzándose por mantener aquella sonrisa mientras cogía la mano de Sarah de su cara. –No hace falta llorar, no lo hemos perdido todo… todavía te tenemos a ti, a nuestra familia.
La propia Sarah sonrió al oír esto y ver el cambio en el rostro de Jessica. El dolor de su corazón desapareció de pronto tan misteriosamente como había aparecido y solo aquella calida sensación quedó para recordarle el extraño vínculo que había formado con aquella chica. Algo que empezaba a comprender al fin y la hizo mirar hacia Jonathan preguntándose cual era la diferencia con él, pero esta pregunta parecía mucho más complicada y su mente seguía sin encontrar la respuesta que él mismo se negaba a darle.
Sus ojos la miraban en ese momento de forma extraña, pidiendo, esperando, temblando ligeramente ante un cúmulo de emociones que parecía llamarla a hacer algo y llegaba a hacerla temblar, pero demasiado sutil para que ella las entendiese y demasiado débil para que él cediese ante ellas. Fuese lo que fuese, este trató de apartarlas de su cabeza junto a todo lo demás y los dos hermanos respiraron profundamente casi a la vez intentando relajar la tensión que todas aquellas emociones les habían provocado.
Atasha también se acercó entonces al grupo y miró sonriendo a Jessica para animarla, algo que esta también agradeció e hizo que se girase hacia sus hermanos que ahora miraban a su alrededor dejando que su curiosidad se superpusiese a su tristeza en los espejos de sus ojos.
-¿Cómo creéis que ha podido pasar?. –Preguntó tratando de controlar la emoción en su voz. –Esto no ha podido ser algo normal. Los vientos de las praderas nunca habían provocado un tornado tan cerca de Tírem.
-No lo sé. –Respondió Álbert sacudiendo la cabeza. –Pero estoy de acuerdo, ningún tornado habría causado algo así en un área tan pequeña. Debería haber un rastro de llegada o de salida de la ciudad en las praderas, pero todo está perfectamente salvo alrededor de la ciudad.
-Eso es porque el tornado no llegó aquí. –Dijo Jonathan alejándose lentamente de ellos y deteniéndose en el centro de lo que una vez había sido el patio del orfanato, el punto más destrozado de toda la ciudad. –Nació aquí, justo en este punto. Y por como está todo no se movió en ningún momento, creció en fuerza y poder de destrucción al tiempo que arrasaba la ciudad y se expandía.
-Eso no tiene sentido. –Negó Álbert. –No existen tornados de ese tipo.
-Parece que ahora si. –Insistió Jonathan bajando la mirada hacia la tierra removida que yacía a sus pies. –Es la única explicación posible.
Álbert pareció rendirse a la evidencia de todo lo que le rodeaba al oír esto y aceptó las palabras de su hermano por descabelladas que pareciesen. Sin embargo, Sarah reaccionó en ese instante al darse cuenta de algo y los tres la miraron con sorpresa mientras esta saltaba entre los escombros acercándose a Jonathan y se agachaba a su lado hasta tocar la tierra con la mano cogiendo incluso un pequeño puñado de polvo antes de levantarse.
-No es tan extraño. –Afirmó totalmente seria al tiempo que extendía la mano hacia su esposo y le mostraba la tierra. -¿No lo notas?.
Jonathan la miró un tanto desconcertado y volvió su atención hacia el puñado de polvo que sostenía en su mano. Lo miró durante unos segundos intentando ver algo raro en él e incluso cogió un poco entre sus dedos para observarlo mejor, pero no encontró nada fuera de lo común y volvió a mirar a Sarah.
-No sé a qué te refieres. –Dijo sacudiendo el polvo de sus dedos. -¿Qué hay de raro en esa tierra?.
-No es solo la tierra. –Explicó Sarah bajando la mano y dejando que el viento arrastrase el polvo entre los escombros. –Es todo este lugar. Los escombros, las rocas, el aire… todo rebosa magia por todas partes. Es difícil de notar porque es muy débil, pero fuese lo que fuese lo que provocó ese tornado era de origen mágico y lo suficientemente fuerte para dejar un aura residual en todo este lugar.
-¿Magia?. –Repitió Álbert desconcertado. –Imposible, ningún mago tiene ya el poder para realizar un hechizo semejante. Además, ¿Quién haría algo así?.
-¿Los monjes?. –Sugirió con dudas Jessica mirando involuntariamente hacia Atasha que bajó la cabeza al instante. –Sabían donde vivíamos y son los únicos que todavía podrían tener un poder así. Ya visteis lo que hicieron en Tarsis.
-No creo que fuesen ellos. –Negó su hermano llevándose la mano a la barbilla. –No están tan locos como para destruir una ciudad entera y ha sido demasiado rápido. Además, ahora sabemos que hay otro grupo de magos en Lusus.
Nada más decir esto, Álbert giró la cabeza hacia Jonathan y pudo ver que este ya le estaba mirando para responderle.
-Ellos no actúan así. –Lo contrarió Jonathan con calma. –No destruyen, solo matan aquello que es necesario para cumplir con su trabajo. Si quisiesen eliminar esta ciudad habrían acabado con todos sus habitantes en una noche, pero no habrían tocado una sola piedra de la ciudad, ni siquiera a los animales.
-¿Entonces quién?. –Volvió a preguntar Jessica impaciente por dar con una explicación para aquello. –Estamos muy cerca de Lusus y tú mimo dijiste que uno nos había seguido en el tren. Tal vez te equivoques.
-No solo nos han seguido en el tren, uno de ellos también está aquí. –Aclaró Jonathan sorprendiendo aún más a su hermana que miró instintivamente a su alrededor, todo lo contrario que Álbert que sabía ya de sobra que era inútil. –Por eso estoy seguro de que no han sido ellos, están tan sorprendidos como nosotros. Además, sus poderes no llegan a ese nivel, solo se me ocurre una cosa que podría haber provocado una catástrofe semejante.
-¿Un cristal?. –Comprendió su hermano adivinando sus próximas palabras, adelantándose como de costumbre a sus pensamientos. -¿Crees que alguien ha usado uno de los cristales para hacer esto?.
-Sería lo más lógico. Después de todo, sabemos que ya han robado uno y que quien haya sido consiguió usar en parte el poder del cristal negro. –Dijo Jonathan regresando lentamente junto a ellos. –Si el cristal verde estaba oculto en Tírem es más que probable que también lo haya encontrado y esto sea una prueba para comprobar hasta donde puede controlarlo.
-Si es así las cosas están peor de lo que los monjes piensan. –Añadió Atasha entrando también en la conversación. –Esto no puede compararse con lo que hizo con el cristal negro. Sea quien sea su control sobre los cristales ha aumentado mucho.
-No lo creo. –Negó Álbert con aire pensativo. –Por lo que leí el cristal negro es muy diferente a los otros y su poder no solo es mucho mayor, también es más difícil de controlar. En los libros lo describían como algo salvaje, como si su magia tuviese vida propia. Usar el cristal verde ha debido de ser mucho más fácil que lo que hizo con el negro.
-Eso no lo hace menos preocupante. –Señaló Jessica. –Espero que los monjes o el ejército lo encuentren pronto. Por la cantidad de soldados que han enviado aquí apuesto a que ya saben algo, no creo que se preocupasen tanto por una ciudad medio abandonada como Tírem si no fuese así.
-Yo no estaría tan seguro. –La contrarió Jonathan sentándose en una de las rocas que coronaban un pequeño montón de escombros, justo a los pies de Sarah que acaba de saltar sobre esta con la facilidad de costumbre, como si su cuerpo pesase lo que una simple pluma. –Estamos muy cerca de la frontera con Lusus y las cosas están bastante tensas entre los tres reinos con la boda de los príncipes tan cerca. Es normal que envíen a tantas tropas a asegurar la zona para evitar problemas.
-Por una vez me alegro de que sea así. –Dijo Álbert con la tranquilidad de costumbre. -Prefiero que se ocupen ellos de algo tan importante como esto. Solo espero que nos dejen tranquilos mientras estemos aquí.
-No creo que eso sea tan fácil. –Afirmó Sarah de pronto, bajando al suelo de un salto y dirigiendo su mirada hacia el camino a espaldas de sus compañeros. –Esos soldados vienen hacia aquí.
Tal y como decía Sarah, nada más girarse los cinco pudieron ver un grupo de soldados dirigiéndose hacia ellos entre las ruinas precedidos por el típico golpeteo metálico de sus botas contra las piedras que cubrían el suelo. No parecían soldados comunes, sus armaduras eran mucho más nuevas que las de los que custodiaban los caminos o las ciudades pequeñas y el brillo plateado del acero se entremezclaba con grabados dorados en la pechera y los antebrazos que les daban un aspecto mucho más elegante. Además de esto, todos ellos llevaban una larga capa azul con el fondo blanco y sus cascos distaban mucho de ser los típicos cuencos metálicos que generalmente protegían a los soldados semejándose más a la cabeza de un águila con sus alas dirigidas hacia atrás.
Todo esto, sin embargo, no significaba absolutamente nada para Sarah y esta los miró con simple curiosidad mientras se acercaban. Algo que no era así en absoluto para sus cuatro compañeros que, a diferencia de ella, habían identificado las armaduras de la guardia de élite y sabían que alguien importante debía viajar con ellos para que se movilizasen hasta allí desde Ramat, el puesto más cercano que contaba con un cuartel de aquella unidad. Y ese alguien no tardaría en aparecer.
Una vez a unos metros de los jóvenes, los soldados se detuvieron manteniendo la formación cuatro líneas de dos hombres en la que se habían acercado y los que ocupaban el centro de esta se movieron hacia los lados dejando el paso libre a su superior. Quién, para sorpresa de Jonathan y los demás, no era un viejo político o general como habían supuesto, sino una mujer que se acercó tranquilamente a ellos y se detuvo a apenas unos pasos del grupo.
Era joven, tal vez dos o tres años mayor que Jonathan, de mirada viva y ojos negros pero brillantes como una noche estrellada, rasgos suaves en los que solo destacaba una elegante barbilla y una pequeña nariz que apenas interrumpía la simplicidad que sus pómulos aportaban a su rostro. Sus cabellos eran también oscuros, de un negro tan puro que brillaba bajo la luz del mediodía y apenas llegaban a sus hombros salvo por una larga coleta a su espalda formada solo por una pequeña parte de su pelo y un largo mechón de color dorado que caía frente a uno de sus ojos deslizándose entre sus pechos hasta casi su cintura.
Llevaba un vestido elegante, nada que ver con lo que habrían esperado de un militar. Un conjunto de una sola pieza de color negro con pequeños bordados del mismo tono dorado que parte de sus cabellos que envolvía su cuerpo ajustándose perfectamente a su cintura y a su pecho, sin escote alguno que dejase entrever sus encantos salvo por las curvas que la tela adoptaba al rodearla ya que este llegaba hasta su cuello. A partir de su cintura y de sus codos, sin embargo, el suave tejido del vestido se relajaba formando pequeños conos de tela entorno a sus manos y una larga falda abierta en un lado hasta casi su cintura por la cual una de sus piernas era fácilmente visible allí donde sus medias también negras terminaban, poco antes de sus caderas. Aparte de esto, la única parte también visible de su cuerpo era su mano derecha que aparecía desnuda mientras que la izquierda estaba cubierta por un elaborado guante de terciopelo con los mismos bordados dorados que el vestido..
Pero no solo su aspecto era extraño. Además de lo fuera de lugar que alguien vestido de aquella forma y con su aspecto parecía encontrarse entre aquellas ruinas, su actitud no era en absoluto tan altiva como estos esperaban y todos se sorprendieron al ver como los miraba un instante y sacudía la cabeza sonriendo antes de darse la vuelta hacia sus hombres. No dijo nada, pero un gesto de su mano bastó para que los soldados comprendiesen sus órdenes y estos dieron media vuelta al instante alejándose con la misma marcialidad con que habían venido.
Una vez ya a solas con ellos, esta se acercó un poco más al grupo y los miró sonriendo posando sus ojos en cada uno de ellos hasta detenerse en Jonathan que seguía todavía sentado, algo que no sorprendió a ninguno de sus compañeros ya que aquella era la reacción habitual en cualquiera al verle. Lo que sí los sorprendería bastante serían sus primeras palabras.
-Lo siento. –Se disculpó con una voz suave y perfectamente entonada, denotando una educación acorde con su aspecto. –Los soldados me dijeron que había alguien husmeando entre las ruinas y tenía que comprobarlo, pero por vuestras caras veo que no es eso lo que hacéis aquí. Siento mucho haberos molestado en un momento como este.
La amabilidad de aquella mujer los desconcertó a todos por un momento y ninguno supo muy bien que responder en un principio. Solo al cabo de unos segundos, y puesto que sus hermanos parecían haberse vuelto mudos de pronto, Jessica reaccionó al fin para decir algo.
-No se preocupe, no nos ha molestado. –Respondió tratando de hacerlo tan educadamente como esta había hablado. –Es su trabajo y nos alegra que estén aquí para averiguar que ha pasado.
-No hace falta que me habléis así. -Dijo sonriendo la recién llegada, comprendiendo que Jessica se estaba esforzando por hablar correctamente. -Podéis llamarme simplemente Agatha. Perdonad por el pequeño discurso pero no sabía como reaccionaríais y quería parecer correcta.
Sorprendidos de nuevo por el extraño comportamiento de aquella chica y la total ausencia en ella de la altanería que habitualmente acompañaba a la gente de su clase, los cinco se presentaron igualmente con más o menos cortesía y esta los miró de nuevo repasando sus nombres para asociarlos a sus caras.
-Encantada de conoceros. –Sonrió de nuevo. -¿Erais todos de esta ciudad?. Me sorprendió bastante veros aquí, la mayoría de la gente no tiene fuerzas todavía para enfrentarse a esta imagen y se han quedado en Nilith.
-Sí. –Afirmó Jessica mirando de reojo a sus hermanos para asegurarse de que estos pensaban igual que ella y adelantándose a sus dos compañeras evitando así que alguna dijese lo contrario. –Nos criamos aquí. Hace unos días salimos por un trabajo y hoy mismo llegamos a Nilith, ¿Tienen alguna idea de que ha sucedido?.
-Si le preguntas a uno de los capitanes te darán un montón de teorías. Desde un ataque de Lusus con algún nuevo tipo de arma mágica hasta un fenómeno natural. Pero… -Al tiempo que decía esto, Agatha sacudió de nuevo la cabeza haciendo que sus cabellos se balanceasen frente a su ojo. -...la verdad es que no tenemos ni la menor idea. Lo único de lo que estoy casi segura es de que no ha sido un tornado corriente, pero todo lo demás son teorías sin una base firme.
-¿No hubo testigos?. –Preguntó esta vez Álbert. –Alguien tuvo que ver algo raro, muchos ganaderos pasaban las noches fuera con sus rebaños y estarían cerca de la ciudad cuando sucedió.
-Eso pensamos al principio. –Asintió la joven dirigiendo su mirada hacia Álbert y ladeando ligeramente la cabeza para que este pudiese ver sus ojos claramente. –Pero ninguno vio nada. Todos los supervivientes que estaban cerca de la ciudad anoche nos han contado la misma historia: un tornado gigante brotó del centro de la ciudad y la engulló por completo.
-Eso no suena muy natural. –Dijo Jonathan poniéndose al fin en pie y atrayendo al instante los ojos de su interlocutora. –Los tornados no nacen del suelo ni se quedan parados en un mismo sitio.
-Lo sé, pero por desgracia eso no nos ayuda mucho. –Respondió Agatha con aire pesimista, pero sin quitar sus ojos del joven que acababa de hablar. –Lo que necesitamos saber no es si fue o no natural, sino qué lo provocó. Hay demasiadas cosas fuera de lo normal en Linnea para que esto sea sencillo. Vosotros dos sois un buen ejemplo de ello.
Los ojos de Jonathan se entrecerraron ligeramente la oír esto y miraron por un segundo a Sarah para asegurarse de que esta no hacía nada raro antes de volver a fijarse en Agatha. No parecía haber peligro, Sarah seguía tan tranquila como hasta entonces y tan solo su mirada parecía un poco distinta mientras miraba a aquella mujer, pero aún así una sombra de preocupación cruzó los rostros de sus compañeros temiendo lo que aquellas palabras pudiesen significar. Sin embargo, esta desaparecería casi al instante al ver como Agatha se reía ligeramente al mirarlos.
-Lo siento. –Volvió a disculparse pero sin dejar de mirar a Jonathan pese a haber hablado de los dos. –No pretendía preocuparos, simplemente es la primera vez que veo a alguien como vosotros. ¿Nacisteis aquí?.
-No lo sabemos. –Respondió Jonathan manteniendo la calma. –Crecimos aquí y no tenemos ningún recuerdo anterior, éramos muy pequeños cuando nos trajeron.
-Entiendo. –Pareció comprender Agatha de pronto, cambiando su sonrisa por una expresión un tanto seria pero todavía amable. –Erais alumnos del orfanato, ¿Verdad?. Debí suponerlo al veros en medio de sus ruinas.
-Así es. –Explicó Jessica tratando de alejar su atención de su hermano y su esposa. –Por eso nos duele tanto verlo así, espero que encuentren cuanto antes la causa de todo esto. Tírem no era una ciudad muy grande, pero era el único hogar que habíamos tenido.
-No te preocupes. Tal vez nos lleve tiempo, pero te aseguro que daremos con el culpable de todo esto. –Afirmó Agatha con voz rotunda y firme. –No solo se trata de la ciudad, también se han perdido muchas vidas en esta catástrofe y no quedará así.
-Me alegra oírlo. –Respondió con sinceridad Jessica, esbozando de nuevo una débil sonrisa.
-Es lo menos que podemos hacer por la gente que no hemos sido capaces de proteger. Después de todo este es nuestro trabajo y hemos fallado. –Continuó Agatha ahora con cierta amargura en su voz mientras sus ojos buscaban por un instante al joven con el que había hablado antes y volvían a continuación a Jessica. –Ahora mimo lo que más me preocupa son los refugiados, esa pobre gente lo ha perdido todo. Y eso os incluye a vosotros, ¿Qué pensáis hacer ahora?.
Jessica miró de nuevo a sus hermanos al oír esto, más que consciente de que Atasha prefería mantenerse al margen para no atraer demasiado la atención y que Sarah no tenía en absoluto una respuesta. Sin embargo, en esta ocasión tampoco ellos sabían que decir y esta volvió a mirar a aquella mujer con la misma mezcla de tristeza y seriedad de antes.
-La verdad es que todavía no lo hemos pensado. –Admitió. -Esto nos ha cogido por sorpresa.
-En ese caso tal vez pueda echaros una mano. –La animó Agatha sonriendo de nuevo, aparentemente alegre por poder hacer algo por ellos. –Si sois alumnos del orfanato estoy segura de que habrá mucho trabajo para vosotros en Ramat con toda la gente que se ha reunido por causa de la boda. Yo misma agradecería algo de ayuda ahora que tengo a la mayoría de mis hombres ocupados vigilando la ciudad o investigando esto.
-Supongo que es una opción. –Respondió Jessica un tanto pensativa, girándose de nuevo hacia los demás. -¿Vosotros que decís?
-No tenemos mucho donde elegir. –Apuntó Álbert con resignación. –Es eso o Lusus, la dirección es la misma, solo hay que tomar uno u otro sentido.
-Iremos a Ramat. –Cortó tajantemente Jonathan sorprendiendo a sus compañeros. –Cualquier sitio es mejor que Lusus.
-Estupendo. –Se alegró Agatha volviendo su mirada de nuevo hacia Jonathan ahora ya sin ningún reparo. –En ese caso tomad esto, os evitará muchas preguntas cuando entréis a la ciudad si se lo enseñáis a los guardias y decís que vais de mi parte.
Dicho esto, Agatha metió una mano bajo su falda buscando algo y sacó un pequeño puñal de plata que llevaba escondido tras una des sus piernas sujeto por la liga de sus medias. A continuación, se lo lanzó a Jonathan y sonrió de nuevo mientras este lo cogía en el aire dejando que la hoja todavía caliente de este se deslizase entre sus dedos hasta detenerse en el mango.
Con el arma ya en la mano, Jonathan la colocó sobre la palma de esta y se la mostró a los demás que centraron su atención en el escudo que este llevaba grabado en la base de la hoja: una complicada “A” de trazos largos y enrevesados que parecía casi una “R” y en cuya parte inferior se dibujaban unas montañas de cumbres nevadas sobre las que volaba un águila tallada en el hueco superior de la letra.
-Gracias. –Dijo al cabo de un rato Jonathan guardando el arma en un bolsillo interior de su gabardina.
-No hace falta que me las deis, es mi trabajo. –Insistió Agatha sin apartar los ojos de él a pesar de la mirada cada vez más intensa con que sabía que la joven a su lado la estaba observando. –Si vais a ir ahora incluso podemos acercaros a Nilith, vamos a enviar una caravana a por provisiones mientras limpiamos la vía para que el tren pueda volver a circular.
-Muchas gracias. –Repitió esta vez Jessica adelantándose a sus hermanos una vez más. –Pero nos gustaría quedarnos un poco más. Hemos crecido aquí y me gustaría pasar una última noche en Tírem… aunque sea entre sus ruinas.
-Tranquila, lo entiendo. –Aceptó Agatha dirigiendo una comprensiva mirada hacia la joven, cómo si realmente comprendiese lo que esta sentía en aquel instante. –Les diré a los capitanes que vais a quedaros, así no os molestarán con preguntas sobre qué hacéis aquí. Y no volváis a darme las gracias, es mi trabajo.
-Está bien. –Sonrió Jessica al ver que esta había adivinado sus siguientes palabras. –Entonces hasta la vista, espero que volvamos a vernos.
-Si seguís mi consejo puedes estar segura de que así será. –Mientras decía esto, Agatha dirigió una rápida mirada hacia Jonathan y volvió a mirar a Jessica. –Yo vuelvo a Ramat esta misma noche, os estaré esperando.
Dicho esto, Agatha se despidió de todos con la misma cortesía con que se había presentado y se alejó de ellos caminando tranquilamente entre las ruinas. Resultaba extraño verla, alguien tan elegante y de pasos tan suaves que apenas parecía tocar el suelo con sus pies caminando entre toda aquella destrucción. Pero su imagen pronto desaparecería de su vista tras una de las muchas montañas de escombros que lo cubrían todo y el grupo volvió a centrar su atención en ellos mismos sentándose en un pequeño círculo sobre los escombros que los rodeaban. Y fue entonces cuando Atasha se atrevió al fin a decir algo.
-¿Por qué no se lo habéis dicho?. –Preguntó mirándolos a los tres. –Podría haberles ayudado a saber que ha pasado si les contaseis lo que ha dicho Sarah.
-¿Y cómo esperas explicarle que lo sabemos?. –Respondió Jonathan con cierta desgana, haciéndola sentirse mal al instante por lo estúpido de su pregunta. –No nos conviene que todo el mundo sepa qué es Sarah. Mucho menos alguien como esa mujer.
-No parecía peligrosa. –Señaló Jessica. –Fue muy amable con nosotros.
-Pero se aseguró de hacernos las mis mas preguntas que otro nos habría echo si nos hubiese interrogado. –Respondió Álbert. –Simplemente lo hizo con más sutileza, la gente responde mejor a la amabilidad que a la autoridad en un momento así. Y puedes estar segura de que esa chica tiene autoridad, por el aspecto de los soldados que la acompañaban debe ser al menos uno de los generales del reino.
-Yo creo que solo quería ayudar. –Insistió Jessica ignorando a su hermano. –Si no fuese por esos soldados ninguno de vosotros la habría tomado por un militar.
Álbert suspiró con resignación al oír esto y no dijo nada más al respecto provocando un incómodo silencio que se extendió a todos sus compañeros. Todos estaban de acuerdo con lo que Jessica le había pedido a aquella mujer e incluso Atasha comprendía el por qué esta quería quedarse allí esa noche. Solo Sarah se mostraba un tanto desconcertada, aunque esto ya era normal para todos y su atención se centró por el momento en que hacer a continuación. Ya era mediodía, pero ninguno de ellos tenía hambre en aquel instante y la tensión creció de nuevo entre estos mientras el silencio se volvía cada vez más agobiante.
Ninguno sabía que decir, mucho menos que hacer en aquel instante y aquello no hacía más que permitir a sus mentes hundirse en la tristeza que aquel paraje despertaba en sus corazones. Hasta que, al fin, uno de ellos decidió poner fin a la inactividad en que se habían sumido y hacer algo para evitar caer por completo en el pozo de la depresión.
-Esto no nos lleva a ninguna parte. –Dijo Álbert mirando de pronto hacia Jonathan y quitándose la camisa, algo que sorprendió bastante a sus compañeras. –Iré a ver que ha quedado de la vieja escuela de lucha, necesito airearme un poco.
Sin más palabras, Álbert tiró su camisa en un rincón entre los escombros para evitar que el viento se la llevase y se alejó del grupo dejando a Atasha bastante desconcertada mientras observaba el brillo del sol sobre su espalda ahora completamente desnuda. Jessica parecía tranquila y Sarah apenas le había prestado atención, pero ella no comprendía aquel súbito cambio de actitud y cuando vio como Jonathan se ponía también en pie todo se volvió aún más confuso para esta.
Al igual que Álbert, pero esta vez sin molestarse en decir nada, Jonathan se quitó la gabardina arrojándola sobre la camisa de su hermano y se alejó en la misma dirección intercambiando tan solo una breve mirada con su hermana. Esto, por supuesto, sí provocó una reacción en Sarah que lo miró con curiosidad y trató de ponerse también en pie. Sin embargo, la mano de Jessica la detuvo antes de que pudiese hacerlo y esta la miró sorprendida al ver que la tristeza de su rostro había disminuido en cierta medida y ahora sonreía ligeramente.
-Déjalos. –Pidió en un tono de voz extraño viniendo de ella. –Creo que los dos lo necesitan, eso hará que se sientan mejor. Los han educado para no llorar y eso es lo único que pueden hacer para descargar toda la rabia que llevan dentro.
-¿A dónde van?. –Preguntó confundida Atasha. –No han dicho nada.
-Lo sabrás enseguida. –Respondió Jessica todavía sonriendo. –Escucha.
Las dos jóvenes hicieron como esta les pedía y escucharon con atención tratando de averiguar qué sucedía. El viento soplaba suavemente entre los escombros trayendo numerosos sonidos, la mayoría de rocas rodando unas sobre otras o de las voces de los soldados trabajando a lo lejos. Pero al cabo de unos minutos un nuevo sonido se unió a aquel coro y estas supieron al instante que se trataba de lo que Jessica quería que oyeran.
Era un sonido simple, algo que habían oído ya muchas veces en muchos lugares diferentes, pero que ahora tomaba sentido haciéndolas entender lo que sucedía. Lo que oían eran golpes, el sonido claro y limpio de dos cuerpos golpeándose sin armas, sin armaduras, solo con la fuerza de sus brazos y sus piernas.
-¿Se están peleando?. –Comprendió Atasha cada vez más confundida. -¿Por qué?.
-Es su forma de olvidar. –Explicó Jessica con una melancólica sonrisa. –Lo han hecho siempre, incluso cuando eran pequeños. No te preocupes, no se harán daño, solo quieren cansarse hasta que sus cuerpos no aguanten más y puedan descansar por triste que esté su corazón.
Atasha pareció comprender las palabras de Jessica y su mirada cambió al instante la confusión por aquella tristeza que compartía ahora con los tres hermanos. Sarah, sin embargo, no se conformó en absoluto con esta explicación y siguió mirando a Jessica sin entender todo aquello.
-¿Por qué?. –Preguntó con ciertas dudas, sintiéndose por primera vez extraña al tener que preguntar algo. –No lo entiendo. ¿Por qué es tan importante este lugar para vosotros?.
-Porque es nuestro hogar. –Respondió Jessica sonriendo al comprender que Sarah era sincera y realmente no entendía sus reacciones. –Hemos pasado aquí casi toda nuestra vida y es el único sitio al que creímos que siempre podríamos volver. No importa lo que sucediese, Tírem siempre estaría aquí y tendría un sitio para nosotros, para los niños que crecieron en sus calles y no les importa lo pobre o lo pequeña que sea la ciudad. Pero ahora se ha ido… ya no está, no tenemos a donde volver. Solo nos quedan sus recuerdos.
-Yo… tampoco tengo ningún lugar al que volver, por eso no entiendo lo que sentís.–Dijo Sarah con voz súbitamente triste, bajando la mirada al comprender las palabras de Jessica. –El único sitio que conozco es el templo del cristal, pero no quiero volver allí. No tengo ningún recuerdo agradable de ese lugar, odio todo lo que tiene que ver con él.
-Lo tendrás. –Afirmó Jessica con la misma sonrisa, comprendiendo al mirar a sus dos amigas que sus hermanos no solo se habían marchado por ellos, sino también para que ellas pudiesen hablar con más libertad. –Como nosotros, encontraremos un nuevo lugar al que llamar hogar y también será el tuyo. Pero aún así nos duele ver en ruinas todo esto, no es fácil olvidar el lugar en el que nos conocimos y nos hicimos mayores.
-¿Os conocisteis aquí?. –Se sorprendió Atasha notando algo extraño en aquellas palabras. –Creía que los tres erais hermanos, ¿No os trajeron juntos al orfanato?.
-No, no fue tan sencillo. –Jessica suspiró un momento al decir esto y se recostó hacia atrás apoyando su espalda en una gran roca mientras cerraba los ojos un instante. –Nosotros vinimos juntos a Tírem, yo solo tenía un año entonces pero todavía lo recuerdo perfectamente. Y Jonathan ya estaba aquí cuando llegamos, según nos contaron los monjes a él lo llevaron siendo aún más joven.
-Pero… -Trató de decir Sarah que también se había dado cuenta de lo extraño de todo aquello.
-No es tan difícil de entender. –La ayudó Jessica abriendo los ojos de nuevo para mirar a sus desconcertadas compañeras. –En realidad es fácil darse cuenta con solo mirarnos. Jonathan no es nuestro verdadero hermano, ni siquiera estamos emparentados. Pero eso nunca nos ha importado, los tres perdimos a nuestra familia durante la guerra y la sangre ya no significa nada para nosotros, solo lo que sentimos. Y tanto yo como Álbert queremos a Jonathan como a un hermano, no podríamos quererle más aunque su sangre fuese también la nuestra.
-Entonces… -Pareció comprender Sarah mirándola fijamente, volviendo a alejar la ilusión de la niña que habitualmente podían ver en sus ojos para observarlas con la mirada de mujer que solo a veces aparecía en su rostro. –Jonathan es… como yo. No es como vosotros pero aún así es de vuestra familia, ¿Verdad?.
-Así es. –Aseguró Jessica, sorprendida por la facilidad con que Sarah lo había entendido. –Sé que te resulta difícil de entender por ahora, pero para mí ya eres alguien muy importante y estoy segura de que también lo eres para Jonathan. Y con el tiempo nosotros lo seremos para ti.
Sarah sonrió al oír esto y sus ojos centellearon por un instante en respuesta a las palabras de su amiga. Había comprendido al fin algo a lo que su mente llevaba dándole vueltas desde Tarsis y supo casi al instante que responder a aquellas palabras, una respuesta que ni siquiera necesitaba pensar ya que venía por si sola a sus labios desde su propio corazón acompañada por los recuerdos de aquellos últimos días en compañía de los tres hermanos. Sin embargo, antes de que pudiese decir algo, Atasha continuó con la conversación y esta decidió esperar al ver como Jessica volvía a mirar a la joven de cabellos más oscuros.
-Es cierto que resulta extraño verle con vosotros. –Admitió con una sonrisa al comprender perfectamente lo que Jessica había dicho. –Pero por como os comportáis jamás lo habría pensado. Nadie dudaría que sois realmente hermanos.
-¡Somos realmente hermanos!. –Insistió Jessica en un tono firme que no dejaba la menor duda. –Álbert y Jonathan han sido mi única familia durante todos estos años y no dejaré que nadie lo dude. Haría lo que fuese por ellos y sé que cualquiera de los dos haría lo mismo por mí.
-Eso es fácil de ver. –Sonrió de nuevo Atasha. –No hace mucho que os conozco, pero por lo que he visto incluso dudaría antes de tu parentesco con Álbert que con Jonathan. Está claro cual de los dos es tu favorito.
-No, las cosas no son tan sencillas. –Negó Jessica en un tono ya más relajado, en absoluto molesta por los comentarios de Atasha. –Quiero por igual a mis dos hermanos, pero sé que Jonathan me necesita más que Álbert, por eso da esa impresión.
-¿Jonathan?. –Repitió Atasha, mirando un segundo hacia Sarah y dándose cuenta por su mirada que esta estaba tan sorprendida como ella y seguramente iba a preguntar lo mismo. –Eso resulta difícil de creer viendo como se comporta, yo diría que es más que capaz de arreglárselas solo.
-Esa es la impresión que da ahora. –Aclaró Jessica volviendo a cambiar su sonrisa por aquella expresión melancólica que acudía a su rostro cada vez que su corazón se llenaba de recuerdos. –Pero no siempre ha sido así. El Jonathan que nosotros conocimos hace años era muy diferente, fue el crecer con nosotros lo que lo convirtió en el que ves ahora. Por eso le quiero tanto, porque no quiero que vuelva a ser como antes.
-Debió pasarlo bastante mal. –Dedujo Atasha por las palabras de Jessica. –Con su aspecto la vida en el orfanato no pudo ser fácil para él. Los niños pueden ser muy crueles con alguien que es diferente a los demás, más aún si estaba solo.
-Lo estaba, y lo peor es que creo que ni siquiera le importaba. –Confirmó Jessica sintiéndose de alguna forma reconfortada al compartir sus recuerdos con sus amigas. –Cuando nosotros llegamos al orfanato el resto de los niños ni siquiera se acercaban a él, todos le tenían miedo. Ahora me da vergüenza admitirlo, pero nosotros no éramos diferentes, Álbert intentaba mantenernos siempre lejos de él y solo lo veíamos cuando salíamos al patio a jugar con los demás. Él no jugaba, se quedaba en un rincón apartado con los ojos cerrados y no hacía nada más, pero a nadie le importaba.
-¿Cómo os conocisteis?. –Preguntó Atasha animándola a continuar, intrigada por la historia de sus nuevos amigos. –No parece que fuese fácil si vosotros también le teníais miedo.
-Si fuese por nosotros probablemente nunca le habríamos conocido. –Admitió con cierta tristeza Jessica. –Pero fue él el que se acercó un día a mí. Ahora resulta casi gracioso recordarlo porque fue una tontería, pero eso cambió nuestras vidas para siempre.
Tras decir esto, Jessica hizo otra pausa y las miradas de sus dos amigas se clavaron en ella visiblemente impacientes por que continuase, lo que la animó a sonreír una vez más y retomar su historia olvidando por un instante la tristeza que la había ahogado hasta entonces.
-Fue el día del décimo aniversario de la reconstrucción de Tírem. –Continuó. –Para nosotros no significaba nada, pero ese día toda la ciudad estaba de fiesta y nos dieron un pequeño pastel con la comida. No era gran cosa, pero era más que suficiente para alegrarle el día a un niño de nuestra edad y todos estábamos muy contentos, Álbert incluso se terminó el suyo antes de que yo acabase la comida. Y eso fue precisamente lo que hizo que conociésemos a Jonathan.
Como era mayor que yo Álbert trataba de cuidarme todo el rato y llevó las bandejas de los dos a la cocina para que yo pudiese terminar tranquila mi pastel. Por desgracia, al ver que me había dejado sola uno de los niños mayores decidió aprovecharse de que era más pequeña y se acercó a mí mientras Álbert no volvía para intentar quitarme el pastel.
Era cuatro años mayor y mucho más grande, así que no podía hacer mucho para impedírselo, solo sujetar mi pastel con todas mis fuerzas y esperar que mi hermano llegase pronto. Pero no fui capaz de aguantar, el niño tiró tan fuerte que el pastel se deshizo entre nuestras manos y calló en pedazos al suelo entre los dos.
Esto lo enfadó mucho y levantó una mano para pegarme por no habérselo dejado, aunque a mi ya no me importaba. Cuando se me cayó el pastel me eché a llorar y no me di cuenta de lo que iba a hacer, entonces solo tenía dos años y medio y todavía se me saltaban las lágrimas con casi cualquier cosa.
Aún así el niño no consiguió pegarme. Cuando iba a darme el golpe alguien lo agarró por detrás y lo tiró al suelo sin decir nada. Fue todo muy rápido y el niño pensó que había sido mi hermano, así que se levantó para pegarse con él bastante enfadado. Pero entonces se encontró de frente con Jonathan y se detuvo de golpe. Le tenía tanto miedo que ni siquiera dijo una palabra, salió corriendo hacia otra de las mesas donde había más niños y yo me quedé sola con Jonathan, todavía llorando por mi pastel y también un poco asustada por que él estuviese allí.
Lo más gracioso es que Jonathan tampoco sabía muy bien que hacer. Se había acercado porque me había oído llorar desde el rincón en que comía siempre solo y no le gustaban los abusones, pero no tenía ni idea de cómo hacer que una niña más pequeña que él dejase de llorar y lo único que se le ocurrió fue darme su pastel. Y funcionó, en cuanto cogí el pastel dejé de llorar y me quedé mirándolo un rato pensando en por qué me había asustado tanto antes si me había ayudado.
Jonathan se conformó con esto y al ver que había dejado de llorar se dio la vuelta para volver a su rincón de siempre, pero esta vez no le dejé irse. Lo cogí por una mano y le pedí que se sentase conmigo hasta que volviese mi hermano. Por supuesto no me hizo el menor caso y volvió a su sitio de todas formas, así que fui yo la que se levantó y fue a sentarse con él a su mesa.
Creo que eso lo sorprendió aún más. Acostumbrado a que todos le tuviesen miedo y lo rechazasen, ver a una niña mucho más pequeña que él sentarse a su lado sonriendo mientras comía aquel pastel lo hizo sonreír y ya no volví a mi sitio ni cuando llegó mi hermano. Al principio Álbert quería que nos alejásemos de él a pesar de todo, pero yo no le hice caso y seguí sentándome a su lado y buscándole en el patio cada vez que salíamos a jugar hasta que conseguí que los dos se hiciesen amigos. A partir de entonces ya no volvimos a separarnos y yo empecé a llamarle también hermano como a Álbert porque siempre estaba pendiente de mí como él. Todavía recuerdo su sonrisa el primer día que lo hice, creo que jamás se había sentido tan alegre y me dio un abrazo tan fuerte que casi me deja sin respiración.
Terminada su historia, Jessica respiró profundamente un par de veces tratando de borrar aquel aire melancólico de su rostro y miró sonriendo a sus dos amigas mucho más animada que antes. Algo que también las alegró a estas y arrancó una pequeña risilla de Atasha.
-Es una historia muy graciosa. –Dijo tapándose la boca con la mano. –Resulta difícil pensar que todo empezase por una chiquillada como esa.
-Éramos muy pequeños, esas chiquilladas lo eran todo para nosotros por aquel entonces. –Respondió Jessica tratando de parecer seria, pero fracasando visiblemente. –Pero tienes razón, ahora parece casi una tontería.
-Lo importante es que habéis estado juntos desde entonces. –Señaló Atasha ya más seria. –Eso explica que os una un lazo tan fuerte, prácticamente habéis crecido como hermanos.
Para sorpresa de Atasha, nada más oír esto el rostro de Jessica se ensombreció de pronto como si algo la hubiese entristecido y esta repasó sus palabras mentalmente buscando que había podido decir para provocar aquella reacción. Aunque no sería ella sino la propia Jessica quien se lo dijese.
-No siempre hemos estado juntos. –Aclaró en un tono apagado y triste. –Hace cinco años Jonathan tuvo que irse a otro orfanato… pero prefiero no hablar de eso.
-Lo siento. –Se disculpó Atasha. –No lo sabía.
-No pasa nada. –La tranquilizó Jessica volviendo a sonreír. –Además, me habéis animado bastante entre las dos, hablar con vosotras me ha ayudado mucho.
Las dos sonrieron al instante en respuesta a sus palabras visiblemente alegres por haber ayudado en algo a su amiga y continuaron hablando durante el resto de la tarde, escuchando viejas historias que Jessica les contaba sobre su infancia en Tírem o pensando en lo que las esperaba en la gran ciudad de Ramat. Ninguna de ellas la conocía realmente y solo Atasha la había visto una vez a lo lejos en uno de sus viajes con los monjes, pero las tres estaban impacientes por verla y la noche llegó casi sin que se diesen cuenta.
En ese momento, cuando la oscuridad empezaba a hacerse ya patente y las sombras que formaban las montañas de escombros empezaban a unirse tejiendo el perpetuo manto de tinieblas que formaba la noche, Atasha decidió ir a buscar a sus dos compañeros de viaje para que Jessica no tuviese que molestarse. Algo que, por otro lado, era completamente innecesario ya que estos habían decidido volver hacía ya un rato y se encontró con ellos nada más rebasar las primeras ruinas que todavía quedaban de una de las escuelas.
Aún así, este pequeño tiempo en que las dos se quedaron solas fue más que suficiente para Sarah que recordó algo en ese momento y se giró hacia Jessica antes de ponerse en pie para buscar un sitio en el que pasar la noche.
-Vosotros… ya lo sois.
Jessica se sorprendió al oírla y tardó en comprender sus palabras, pero cuando lo hizo su sonrisa se acentuó aún mas y pensó en algo con que responderle. Algo que no llegaría a hacer ya que los demás llegaron justo entonces y decidió dejarlo para prestar atención a sus hermanos, o lo que quedaba de estos.
Los dos estaban totalmente agotados y caminaban despacio, casi tambaleándose mientras se acercaban al grupo. Cada músculo de su cuerpo daba prueba del esfuerzo al que los habían sometido esa tarde, resaltando perfectamente bajo la creciente luz de Kashali con el brillo perlado del sudor que cubría sus pechos y sus espaldas acentuando aún más la musculatura de ambos jóvenes. Incluso sus cabellos estaban empapados y se pegaba a sus rostros y, en el caso de Jonathan, también a su pecho y a su espalda entremezclándose con las oscuras alas tatuadas en esta sobre las que sus cabellos resaltaban como delicadas filigranas de plata que se deslizaban entre las líneas naturales de unos músculos trabajados durante años. Algo que, por más que esta intentase evitarlo, atrajo la mirada de Atasha hacia los dos e hizo que Jessica casi se echase a reír al ver que Sarah también los miraba
-¿Os encontráis mejor ahora?. –Preguntó al cabo de un rato dejando de reírse.
-Mucho mejor. –Afirmó Álbert dejándose caer pesadamente sobre una de las pilas de escombros y recogiendo su camisa, aunque consciente de que ponérsela en ese momento solo serviría para empaparla de sudor. –A veces es bueno un poco de ejercicio.
-Por el aspecto que tenéis cualquiera lo diría. –Señaló Jessica sonriendo burlonamente. –Estáis hechos polvo.
-Nada que no se cure con un poco de descanso. –Respondió esta vez Jonathan sentándose al lado de Sarah y apoyando su espalda en una gran roca que sobresalía verticalmente de entre las demás. –Y creo que a todos nos vendrá bien dormir un poco.
-En eso estoy de acuerdo.
Dicho esto, Jessica se puso en pie, cogió a Atasha por un brazo y fue a sentarse junto a su hermano con ella para dejar a los recién casados solos en el otro rincón del improvisado campamento en que aquel hueco entre las ruinas se había convertido para el grupo. Esta vez no consiguió que Atasha se sentase entre ambos de nuevo ahora que su hermano ni siquiera llevaba la camisa puesta, pero tampoco le interesaba demasiado esa noche y prefirió ser ella la que se quedase esta vez entre los dos para sentirse un poco mejor en aquella última noche en su ciudad.
Sin embargo, y para sorpresa de todos, Sarah no pareció estar en absoluto de acuerdo con aquella disposición y se puso en pie también al comprender que los demás iban a dormirse así. No dijo nada, pero en un par de ágiles saltos se alejó de Jonathan sentándose junto a lo que una vez debía haber sido la base de la esquina de una casa y dejó que sus cabellos la envolviesen como una sábana escarlata preparándose también para dormir.
Evidentemente, esto desconcertó un tanto a Jessica y a los demás que miraron confundidos a los dos jóvenes intentando comprender su reacción. Algo que Jonathan había entendido al instante y lo hizo respirar con resignación antes de ponerse en pie y caminar hasta donde estaba ella sentándose una vez más a su lado. Pero las cosas no serían tan sencillas como él suponía.
Lejos de aceptar su compañía como todos esperaban, Sarah se levantó de nuevo sin decir nada una vez más y volvió a acomodarse en otro rincón lejos de Jonathan sin molestarse siquiera en mirarle. Lo que a su vez provocó una reacción idéntica a la anterior en este que fue a sentarse junto a ella de nuevo ya un poco cansado de aquel juego.
-Te estás comportando como una niña. –Le recriminó sentándose a su lado. -¿Por qué haces eso?.
-Fuiste tú el que dijo que no podíamos dormir juntos si yo tenía esta forma. –Le recordó Sarah mirándolo fijamente, dejando claro que no lo hacía por que él lo había dicho como esta decía sino porque seguía enfadada por aquello. –Solo hago lo que tú me pediste anoche.
-Me equivoqué. –Admitió Jonathan notando el rencor en su voz. -Además esto es distinto, no estamos los dos solos. Hazme caso por una vez y deja de hacer eso, las noches aquí son muy frías y no te gustaría tener que pasarla sola.
-Puedo cuidar perfectamente de mi misma. –Insistió Sarah en absoluto convencida por sus palabras, levantándose de nuevo con un simple empujón de sus manos sobre el suelo como si su cuerpo fuese tan liviano como una pequeña pluma. –He pasado muchas noches sola en la montaña y sé como protegerme del frío.
Jonathan la observó de nuevo alejarse de él y vio como esta vez se recostaba sobre un pequeño montículo de rocas envolviéndose de nuevo en sus cabellos en una posición que seguramente ninguno de ellos habría soportado mucho tiempo dadas las irregularidades de los escombros. Algo que, al parecer, no preocupaba en absoluto a esta y que Jonathan no tardó en asociar a sus poderes dado que por la facilidad con que se movía de un lado a otro era evidente que hacía ya un rato que se dedicaba a flotar entre ellos.
Aún así, este no se dio por vencido y volvió a acercarse a ella sentándose de nuevo a su lado sin preocuparse por las esquinas de las rocas que se clavaban en su espalda ahora desnuda y mirándola totalmente serio.
-Ya está bien. –Repitió. –Me da igual lo que creas, esta vez no vas a salirte con la tuya.
-Anoche fuiste tú el que hizo lo que quería. –Replicó Sarah en el mismo tono que él. –Esta vez no pienso ser yo la que ceda.
Sin más que decir, Sarah se levantó de nuevo y se alejó para acostarse en otro lugar mientras sus tres compañeros los observaban a los dos un tanto divertidos. No solo por los peculiares saltos que esta daba de ruina en ruina, sino también porque una vez más esto no le sirvió de nada y Jonathan no tardó en estar a su lado de nuevo haciendo que esta se moviese una vez más.
Así continuaron durante un buen rato, en una especie de persecución absurda en la que ninguno de los dos parecía dispuesto a ceder y que acabó por llevarles tras las ruinas de uno de los edificios haciendo que fuese imposible para sus compañeros seguirlos por más tiempo. En ese momento, y puesto que no parecía que pudiesen hacer mucho por poner fin a aquella discusión, los tres se miraron sonriendo todavía a causa del comportamiento de la pareja y decidieron dormirse de una vez para aprovechar aquella noche en la que, de alguna forma, sus corazones debían despedirse del hogar que los había visto crecer.
Uno tras otro, los tres se fueron durmiendo dejando que los recuerdos dominasen esa noche sus sueños mientras sus cuerpos descansaban apoyados en los de sus compañeros y nadie más los interrumpió hasta la mañana siguiente. Solo Kashali y Malar, los silenciosos astros que danzaban en la noche en aquel baile eterno del que ambos eran pareja los observaron desde lo alto en su interminable recorrido antes de que el brillante sol de Linnea volviese a alzarse sobre las llanuras, llevando la vida a sus interminables praderas y devolviendo a la realidad a los últimos hijos de la moribunda ciudad que ahora yacía en ruinas entre ellas.
Atasha fue la primera en despertarse, tal vez porque su mente estaba mucho más relajada que la de sus dos compañeros y solo la preocupación que su tristeza despertaba en ella la preocupaba. Tenía algo de frío y su ropa estaba ligeramente húmeda por la brisa de la mañana, pero al mirar hacia Jessica todas las molestias que aquella noche había podido causar en su cuerpo se hicieron insignificantes al descubrir la pequeña sonrisa con que esta dormía todavía.
Era algo que solo ellos podían comprender puesto que ni para ella ni para Sarah aquella ciudad significaba nada y ella misma jamás había conocido algo así debido a los constantes viajes que la congregación obligaba a hacer a sus discípulos, pero estaba claro que los había ayudado de alguna forma. Poder pasar una última noche entre las ruinas de su ciudad había permitido a sus mentes viajar al pasado por una noche y abandonarse a recuerdos de momentos más alegres antes de volver a la realidad. Por unas horas habían podido volver a cuando sus vidas eran más simples y apenas tenían preocupaciones y esto había recuperando su ánimo lo suficiente como para que Jessica volviese a ser la de siempre. Incluso su mirada, antes decaída y triste, volvía a brillar llena de vida como de costumbre acompañada por la habitual sonrisa que caracterizaba a la más joven de los hermanos.
La tristeza todavía estaba presente, por supuesto, pero ahora era capaz de superarla y su única preocupación fue buscar a su hermano y su joven esposa que seguían sin aparecer todavía. Aún era temprano y la habitual neblina de las praderas había cubierto en parte la ciudad por lo que encontrarlos resultaba si cabe más difícil entre las ruinas, más aún teniendo en cuenta que por la forma en que se habían alejado podían estar prácticamente en cualquier dirección.
Debido a esto, y para evitar llamar demasiado la atención de los soldados llamándolos a gritos, los tres decidieron separarse y los buscaron durante varios minutos hasta que, al fin, la más joven del grupo dio con ellos. Y para sorpresa de sus dos compañeros, nada más hacerlo esta no solo no los llamó para avisarles sino que se echó a reír a carcajada limpia haciendo que tanto Álbert como Atasha corriesen hacia ella bastante sorprendidos.
Jessica había dado con Jonathan que descansaba sentado junto a los restos de una columna con la espalda apoyada en ella y la cara cubierta por completo por sus cabellos, aunque el brillo rojizo de sus ojos era visible tras estos indicando que estaba despierto, pero esto ya no importaba en absoluto para ninguno de los tres. En un principio tanto Atasha como Álbert habían supuesto que estaba solo y no comprendían el por qué de las risas de Jessica, sin embargo, cuando esta señaló hacia arriba con una mano tratando de contenerse los ojos de los dos jóvenes se encontraron con que Sarah dormía tranquilamente hecha un ovillo sobre la cima de la columna y ninguno de los dos pudo contener la risa por más tiempo.
Esta vez estaba claro que ella había ganado la discusión, aunque por lo que parecía no exactamente con argumentos, sino acostándose en un lugar al que Jonathan no podía llegar. Algo que no parecía agradar en absoluto a este último y que hizo que tanto Álbert como Atasha se serenasen ligeramente al ver la expresión completamente seria del joven mientras se ponía en pie.
-Vamos, no te lo tomes así. –Bromeó Jessica ignorando esto. –No vas a ganar siempre, forma parte del hecho de que sea tu esposa.
-Lo sé. –Respondió Jonathan en un tono de voz extraño, casi tan frío como la mirada que dirigió hacia sus compañeros. –Pero esto no tiene nada que ver con eso.
-Jonathan… -Se sorprendió Jess viendo en sus ojos algo extraño, una especie de preocupación que empañaba el habitual brillo escarlata de sus pupilas y no comprendía. –…¿Estas bien?. No ha sido para tanto..
Jonathan no respondió esta vez, estaba claro que algo no iba bien con él en aquel instante y su hermana decidió dejarlo al ver que la atención de este se dirigía hacia la cima de la columna donde su esposa se había puesto ya de pie y se estiraba lentamente tras despertarse con las voces del grupo. Una vez desperezada, se lavó la cara con la humedad que la mañana había dejado sobre las mangas de su vestido y saltó tranquilamente hacia el suelo flotando suavemente hasta tocar tierra. Sabía que no debía usar su magia en público, pero con la niebla nadie podía verla y sonrió como siempre al encontrarse una vez más con sus amigas mientras sus cabellos se arreglaban por si solos a su espalda desenredándose como si tuviesen vida propia.
Sin embargo, antes de que esta pudiese decir nada para saludarlos Jonathan se adelantó a ella y la atención del grupo se centró por completo en él una vez más.
-¿Podéis dejarnos solos un momento?. –Pidió en el mismo tono de voz de antes. –Necesito hablar con ella.
Jessica se preocupó aún más al oír esto y estuvo a punto de decir algo, pero en esta ocasión su otro hermano la detuvo rodeando su espalda con un brazo para llevársela y asintió con la cabeza hacia Jonathan. Ninguno de los tres sabía que sucedía, pero este parecía hablar completamente en serio y no había razón para no hacer lo que pedía.
Sarah, por su parte, estaba igual de desconcertada que los demás y lo miró un tanto confusa esperando a que el grupo se alejase para que este hablase al fin. No sabía que podía querer decirle, aunque suponía que estaría enfadado por lo que había echo anoche y por eso la miraba de esa forma tan extraña. Sin embargo, lejos de decir una sola palabra, Jonathan comenzó a acercarse a ella en cuanto sus hermanos y Atasha desaparecieron tras las ruinas y solo se detuvo cuando los dos estaban ya a apenas centímetros el uno del otro.
Entonces ella se dio cuenta de lo que sucedía. Sus ojos no mostraban enfado, sino tristeza, algo que ya había visto en Jessica el día anterior y ahora era claramente visible en las pupilas escarlata de su esposo. Pero ya era tarde para decir o hacer algo. Antes de que esta pudiese hablar, los brazos de Jonathan la rodearon deslizándose alrededor de sus hombros y sus manos empujaron suavemente su espalda atrayéndola hacia él hasta que pudo abrazarla. Despacio, con cuidado… con la misma delicadeza con que lo había hecho en el tren, cómo si ella fuese algo terriblemente frágil que no quería romper.
Aquello la desconcertó aún más. Jonathan seguía sin decir una sola palabra, solo la había abrazado hundiendo su rostro entre el manto escarlata de sus cabellos y no parecía querer hacer nada más.
-Jonathan... –Se atrevió a decir al fin totalmente confusa. -¿Qué estás haciendo?.
-Lo mismo que tú hiciste en el tren. –Respondió Jonathan con un tono de voz distinto, mucho más tranquilo y relajado que antes. –Abrazarte… solo eso.
-¿Por qué?. –Insistió ella sin comprender el súbito cambio de actitud de su esposo, todavía sin moverse en absoluto a pesar de su abrazo. –Creí que estabas enfadado por lo de anoche.
-No quiero que Jessica vuelva a llorar por esto, ya ha sufrido bastante y no quiero entristecerla más. –Explicó Jonathan sin soltarla, deslizando lentamente sus manos por su espalda hasta su cintura. –Pero no puedo más… no puedo aguantarlo yo solo.
-¿Por eso me seguiste anoche?. –Comprendió de pronto Sarah sintiendo un extraño dolor en su pecho al darse cuenta de lo que había hecho. -¿Para no quedarte solo?.
-Necesitaba a alguien… no quería pensar ni hacer más daño a Jessica dejando que ella supiese lo que pasaba. –Admitió Jonathan sintiendo como en ese momento el cuerpo de su esposa temblaba ligeramente entre sus brazos. -…te necesitaba a ti… te necesito.
-¿Qué significa eso?. –Preguntó con inseguridad, confusa ante sus propias palabras y las reacciones que podrían provocar en él. –Yo no lo entiendo… no sé cómo debo responder, como debo actuar… no sé que hacer ni que debería sentir. Y tú no me lo pones nada fácil, parece que no quieras que lo sepa.
-Yo tampoco lo sé. –Respondió Jonathan en el mismo tono. –Es lo que siento… solo eso.
Sarah notó como Jonathan la abrazaba un poco más fuerte al decir estas palabras y su mente se nubló confusa por aquello, pero algo la hizo reaccionar de golpe sin pararse ya a pensar en cómo o por qué. Notó algo húmedo y helado en su mejilla, una débil gota de agua que se deslizaba entre su rostro y el de Jonathan partiendo de los ojos de este mientras sus caras se rozaban en aquel abrazo. Y esto la hizo estremecerse al comprender que se traba de lágrimas, las mismas que había visto el día anterior en los ojos de Jessica y ella había ignorado aquella noche.
Su cuerpo no lo dudó un segundo más. No esperó ya una reacción de su corazón o de su mente, simplemente actuó como si aquello fuese lo natural y sus brazos se deslizaron por los costados desnudos de Jonathan perdiéndose entre los hilos de plata de sus cabellos mientras lo atraían hacia ella de la misma forma que él había echo, abrazándolo fuertemente sin el temor que él parecía sentir al abrazarla a ella y dejando que su cabeza reposase junto a su hombro por un momento sin atreverse a mirarle.
-Si sientes eso por qué me rechazaste… -Preguntó de nuevo Sarah recordando la noche que habían pasado en Ruran. –No consigo entenderlo. Primero me alejas de ti y luego esperas que me quede contigo cuando quieres… ¿Es qué lo que yo quiero no importa?. Yo también siento cosas aunque no las comprenda… pero a ti parecía darte igual.
-No te rechacé a ti. –Negó Jonathan relajándose en su abrazo, dejando que el dulce aroma de sus cabellos ligeramente húmedos nublase sus sentidos y cualquier rastro de tristeza que quedase en su mente. –Rechacé los planes que Jessica podía haber preparado, algo que tú todavía no comprendías.
-Jessica solo me enseña lo que debo saber. –Respondió Sarah con firmeza, pero sin aflojar su abrazo en absoluto. –Soy capaz de decidir por mi misma y esa noche era yo la que quería estar contigo como en Narmaz. Estaba cansada de estar siempre sola.
-¿Cómo puedes decidir sobre algo que no entiendes?. –Preguntó esta vez Jonathan comprendiendo sus palabras y dándose cuenta de su error, pero también consciente de que ya era tarde para arreglarlo. –Hay muchas cosas que aún no sabes.
-¿Cómo puedo entenderlas si tú te niegas a enseñármelas?. –Replicó Sarah.
-Hay cosas que debes aprender por ti misma. –Repitió Jonathan sin saber ya que decir. –No puedo enseñarte a sentir, solo a nombrar esos sentimientos.
-¿Cómo puedes saber lo que siento si me alejas de ti?. –Le recriminó una vez más su esposa. -¿Cómo puedo sentir lo correcto si ni siquiera sé lo que es?.
-No lo sé…
Ninguno de los dos supo que decir a continuación. Su conversación había llegado a un punto en el que sus mentes ya no encontraban más preguntas o respuestas para las que ya habían planteado y continuaron así durante unos minutos: abrazados en silencio en medio de aquellas ruinas sin apenas moverse. Solo al cabo de un rato, cuando el viento se hizo más fuerte y empezó a disipar la niebla, los dos se separaron ligeramente y se miraron al fin a los ojos. Algo que animó bastante a Sarah ya que esta pudo ver entonces que los ojos de Jonathan volvían a ser los de siempre y sintió un extraño alivio en su pecho, cómo si su alegría fuese de pronto también la suya.
-¿Te encuentras mejor?. –Jonathan asintió con la cabeza a modo de respuesta y esta sonrió ligeramente. -¿Qué haremos ahora?.
-Depende de ti. –Respondió Jonathan con la misma voz suave y amable de costumbre confirmando con esto su respuesta anterior. –Ya sabes mi respuesta, te la di anoche.
-Entonces olvidemos lo que pasó ese día. –Sugirió Sarah. –No salí de ese templo para pasar las noches sola otra vez y los dos nos sentiremos mejor. Pero si vuelves a hacer algo parecido… -Mientras decía esto, Sarah soltó a Jonathan y apartó una mano hacia un lado haciendo aparecer sobre ella una pequeña llama rojiza. -…no me lo tomaré tan bien.
-Ya empiezo a acostumbrarme a tus amenazas. –Se burló Jonathan en absoluto intimidado. –Y yo no llamaría exactamente “tomárselo bien” a lo que hiciste. Al dueño de la posada le costará unos días reparar eso.
-¿En paz entonces?. –Preguntó una vez más para asegurarse, recuperando la sonrisa de niña que habitualmente adornaba su rostro.
-En paz… –Le confirmó Jonathan, aunque sonriendo ligeramente antes de terminar su frase. -…por ahora.
Sarah entrecerró los ojos al oír esto y estuvo a punto de decir algo al respecto, pero en ese momento un agudo pitido inundó las ruinas esparciéndose velozmente entre el viento y los dos se giraron al instante en la dirección de la que provenía. El sonido era inconfundible incluso a aquella distancia, se trataba del habitual silbido con que una locomotora anunciaba su parada y eso solo podía significar una cosa: que la vía estaba libre y un tren se había detenido allí.
Sorprendidos por esto, los dos jóvenes corrieron en la dirección en que habían visto alejarse a sus compañeros y no tardaron en encontrarlos subidos a un montículo desde el que podían ver a lo lejos el campamento de los soldados y, tal y como pensaban, un tren parado junto a ellos con su locomotora apuntando a la dirección de Nilith.
Ninguno de los cinco se lo pensó un segundo. Aquella era una oportunidad excelente para acelerar su viaje hacia Ramat ahorrándose una tediosa travesía en carruaje y el grupo corrió a toda prisa entre los escombros de la ciudad tras recoger sus cosas hasta llegar al fin junto al viejo andén en que los soldados amontonaban las cajas que cargaban y descargaban de los últimos vagones. Una vez allí, uno de los guardias los detuvo por un momento para comprobar que ellos eran los mismos de los que su superior les había hablado el día anterior y los dejó pasar sin problemas con solo echar un rápido vistazo al puñal que llevaba Jonathan.
Solucionado esto, los cinco jóvenes pagaron su billete hacia Ramat y se acomodaron en el primer vagón vacío que encontraron para estar un poco más cómodos, algo no muy difícil ya que el tren solo llevaba a algunos soldados que volvían a sus destacamentos en la ciudad y en su mayoría transportaba mercancías. Aún así, con asientos más que suficientes para todos, la disposición del grupo no cambió en absoluto y la propia Jessica sonrió al ver como esta vez Sarah se acomodaba tranquilamente sobre las piernas de Jonathan y se apoyaba por completo en su pecho dejando que sus cabellos se enroscasen una vez más entorno a su cintura como un lazo escarlata.
No sabía qué había sucedido en aquel momento en que los habían dejado solos ni qué había podido haberle dicho Jonathan, pero por sus miradas parecía claro que una parte de sus problemas se habían resuelto al fin y todo el grupo se relajó dirigiendo una última mirada hacia lo que quedaba de la ciudad mientras el tren arrancaba lentamente, ganando velocidad poco a poco hasta que Tírem desapareció por completo de su vista y, con ella, una etapa de sus vidas que quedaba ya atrás.
Buenas Cragor, hoy me he ventilado los capitulos once, doce y trece de un tiron (imaginate el dolor de cabeza que tengo ahora :D) y me han encantado sinceramente.
Una cosa que me ha llamado la atencion es que estos tres capitulos transcurren sin un combate "decente" (lo de Nestor lo considero un combatecillo), y en cambio giran en torno a la relacion entre los personajes, y a ayudar a comprender al lector el caracter de cada uno de ellos. Me ha llamado mucho la atencion los puntos de dramatismo que has incluido en algunos capitulos, como el de la niña con las flores (precioso, pero joder con Sarah, menua templanza tiene la jodia...) o la llorera final de Jonathan con Sarah. Son pequeños grandes detalles que hacen mucho mas humanos a los personajes, por ejemplo con Jonathan, que tras esos pelos, esos ojos y esos tatuajes resulta ser una persona normal... Es algo que le da mucha riqueza a tu historia.
Si algo malo debiese de decir, algunas faltas de ortografia que he encontrado (muy puntuales, eso si), pero una vez mas repito que eso se soluciona con el Word y no es reprochable. Eso si, en ocasiones la relacion entre los hermanos parece un poco de plastico... No sabria como explicartelo, pero da la impresion de que se conocen demasiado entre si, de que siempre saben lo que esta pensando el otro y que saben que va a hacer cada uno en cada momento... Con esto me da la impresion de que no fuesen personas normales, a mi por ejemplo me costaria mucho acostumbrarme a que Jess estuviese todo el dia de cachondeo, o que Jonathan siempre estuviese escondiendo secretos... Es una chorrada, pero no me hace demasiada gracia
Aun asi repito una vez mas que te esta quedando de madre, las descripciones y el diseño de personajes es perfecto, y la historia transcurre de una manera extraordinariamente fluida. Un 10 para ti ^^

PD: Otra cosa que me ha hecho gracia, he leido los comentarios de los capitulos anteriores y he visto como en este te has centrado ligeramente en la anatomia (sudorosa, por cierto XD) de Jonathan y Albert, supongo que a peticion de Hitsys. Creo que es un detalle por tu parte para hacer el relato mas abierto tanto a publico masculino como femenino (como bien dice Hitsys, supongo que a las feminas tambien les alegrara conocer el buen estado fisico de los protagonistas de tu historia XD)
Joe, tas leido tres seguidos y has sobrevivido?XDXD. Muchas asias por el comentario, por lo que dices la historia da la impresión que yo quería que diese y eso me alegra bastante. En cuanto a los hermanos, no dan la impresión de que se conocen demasiado, REALMENTE se conocen demasiado. Han crecido juntos y solos, sin padres ni nada, solo ellos. Por eso es complicadísimo que se les escape algo de lo que piensa el otro, solo Jonathan se distancia un poco por ese lapsus de tiempo que pasaron separados.


Lo que si es cierto es lo de los tíos. Por alguna incomprensible razón (y da miedo [mad] ) tengo más lectoras que lectores (vamos, al menos que yo sepaXD), con lo que me pareció un poco injusto que siguiese pasando de los tíos. Por costumbre sus descripciones son penosas comparadas con las de las tías y eso es un defecto que alguna vez tenía que empezar a corregir. Lo que no significa que deje a las tías de lado, NI DE COÑASXD, y creo que con Agatha incluso se me fue la mano que la tía tie casi media página pa ella solita.

P.D Nah, en realidad to es culpa de Hitsys[poraki]
Ya era hora!!!! [666]
Dios me ha escuchado!!!! [666]
Se ha hecho justicia!!!!! [666]
Por fin Cragor se digna a describir la anatomia de sus chicos!!!!![666] [666] [666] [666]
Ahora la chicas cada vez que vayan a leer tus historias se pondran babero, como los tios XD XD [666] [oki]
Cragor.... eres un mosntruo.... sinceramente creo que cuando termines este relato-laaaargo lo lleves a un editor para que le heche un viztaso por que cada ves demuestras mas talento.

Respecto a este capitulo..

La descripcion de los chicos me ha gustado bastante ya que da picardia a la novela (llamemosla asi-.... por que con 200pgs) [Hitsys, hermosa ¿con que le amenzaste?]

Algo que no me ha gustado tanto ha sido un simple detalle, el pelo de Shara, me parece demasiado loco... ya se que es un ser magico pero.... queda raro...

P.D esa Agatha me ha dado mas malas vibraciones..... algo em dice que sera muy importante en la historia. (!!!Quiero mas!!!)

P.D.D Cragor, te comprendo... con mi ultima historia "Por un deseo" [la publicidad nunca viene mal] he descubierto que las chicas son peores con los chicos.... solo les interesa una cosa..... [poraki]
Escrito originalmente por Hitsys
Ya era hora!!!! [666]
Dios me ha escuchado!!!! [666]
Se ha hecho justicia!!!!! [666]
Por fin Cragor se digna a describir la anatomia de sus chicos!!!!![666] [666] [666] [666]
Ahora la chicas cada vez que vayan a leer tus historias se pondran babero, como los tios XD XD [666] [oki]


Puede hacerlo mejor, no te conformes solo con eso. Cuando describe a una chica sabemos casi hasta qué ropa interior lleva y las medidas que tiene, en cambio a estos poco sabíamos aparte del pelo, los ojos y la altura. Puede hacerlo mejor si deja de hacer el vago al presentar a los chicos solo porque no le gustan tanto. :-)
La verdad es que no tengo mucho que decir, pero quería dejar plasmado que aquí tienes a otro chico que te lee, a ver si ganamos!!!: :D

La historia como siempre... hasta que no vea cambios reseñables o tenga ganas de decir tonterias no escribiré tanto como otras veces.

Saluditos a todos.
Qué yo sepa seguro por lo menos somos nueve las que lo leemos entre las compañeras de la facultad y chicas de Eol, así que lo tenéis un poco difícil.:P
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