Los Hijos del Cristal. Capítulo 17: Bajo la sombra de los cristales.

And the winer isssss.... no, pera, eso no era en este hilo [tomaaa] . A lo que iba, os dejo como siempre el capítulo en su formato de word (osea, el archivo entero del word con los 17 escritos) para que lo imprimáis lo que queréis y abajo el capi posteado. Esta vez no se me ha ido tanto la manoXD.


Los Hijos del Cristal
Todavía hoy recuerdo el momento en que escuché su voz por primera vez pronunciando su propio nombre: Nesk-lat. Sin miedo, sin preocupación, hablando con una voz tan serena y modulada que nos hacía sentir como si nosotros fuésemos los monstruos y no al contrario. Aunque por otro lado, ahora que lo pienso más fríamente me doy cuenta de que en ese momento probablemente lo éramos.
Podría pasar días hablando sobre esta criatura, este… ser cuya sola existencia rompía por completo nuestras creencias más antiguas como si el destino se mofase de nuestro orgullo mostrándonos lo inferiores que éramos realmente. Pero aquel tiempo ha pasado, mis días de escolar se perdieron entre el humo de Ramat y no me extenderé sin motivo, solo lo justo para que aquel que lea esto comprenda el por qué de nuestro asombro.
Su aspecto fue lo primero que nos sorprendió. No se trataba de una criatura deforme y monstruosa como sus congéneres, sino de un ser elegante y majestuoso cuya presencia desprendía sabiduría en lugar de agresividad, calma en lugar de violencia. Algo que hasta entonces jamás habíamos visto en nadie de su especie y solo el sombrío brillo dorado de sus ojos conseguía atenuar recordándonos su procedencia y la influencia de Darshan en toda su raza.
La forma más sencilla de describirlo es comparándolo con nosotros mismos, si bien esto resulta extremadamente cruel para nuestra propia especie pues destaca aún más nuestra inferioridad. Físicamente recordaba a un joven corriente, tal vez un poco más alto que la media aunque no lo suficiente para ser algo destacable. De cabellos blancos como la plata que alcanzaban más allá de su cintura, ojos dorados con pupilas extrañamente estrechas engarzados en un rostro elegante de barbilla suave y pómulos pálidos ligeramente cubiertos por parte de sus cabellos de plata.
Me duele reconocerlo pues amo este mundo y durante años lo creí superior a su gemelo oscuro, pero jamás había visto a una criatura tan hermosa durante todos mis años en Linnea y no creo ser el único que más de una vez ha lamentado nuestra mala suerte al invocarlo a él y no a una de las hembras de su especie. Ya no por razones de estudio, sino para comprobar con nuestros ojos hasta donde llega la belleza de estas criaturas y si seríamos capaces de resistirnos a su encanto. Algo que dudo francamente.
Pero volvamos a Nesk-lat. Su cuerpo aparecía oculto por extraños ropajes que denotaban una cultura rica y compleja semejándose a las de uno de nuestros generales. Una especie de uniforme totalmente negro, con afiladas botas metálicas hasta las rodillas sobre un pantalón grueso, guanteletes también oscuros salvo por la parte interior del puño teñida de un tono plateado y enormes hombreras que sostenían una larga capa escarlata coronada por un arco de plumas blancas. Ambas piezas eran idénticas en cuanto a forma, pero totalmente distintas en su apariencia siendo una plateada como sus cabellos y la otra tan negra como sus pantalones o la pesada chaqueta que cubría su pecho.
A parte de esto, lo más destacable de su vestimenta eran la multitud de grabados rúnicos escritos en un idioma vagamente familiar al nuestro pero mucho más antiguo que cubrían cada pieza de su armadura. Ninguno de ellos era lo suficientemente grande o destacable como para ser un emblema de algún reino, lo que venía a corroborar nuestra hipótesis del imperio único que dominaba Árunor, pero todos parecía cambiar de posición de vez en cuando y pronto nos dimos cuenta de algo aún más sorprendente. Aquello no era una armadura: era parte del propio Nesk-lat.
Su cuerpo creaba aquella armadura allí donde él deseaba y con la forma que quería, despejando a veces por completo una de sus manos cuando cogía algo del laboratorio para examinarlo con más detenimiento o transformándose en cuchillas afiladas y mortales cuando lo necesitaba. Era como si todo su cuerpo obedeciese a su mente para modificar su apariencia, lo que nos hizo darnos cuenta aún más del increíble poder que su raza debía poseer y evitó que nos sorprendiéramos demasiado al ver por primera vez las grandes alas de dragón que nacían de su espalda a su voluntad.
Lo más desconcertante de esta criatura, sin embargo, no era su aspecto sino su inteligencia y las pruebas de ella que pronto nos daría. Empezando por el momento de su aparición y la forma en que, afortunadamente, nos perdonó la vida a todos.
Nuestra magia era inútil contra él, no solo por lo ridículo de nuestro poder frente al suyo sino porque estaba pensada para manejar a criaturas semi-pensantes, no a seres con mentes más complejas que las nuestras. Y aún así Nesk-lat no nos destruyó, ni siquiera mostró violencia hacia nosotros, nos miró un instante como si nos examinase y se quedó de pie junto al cuerpo ya sin vida de nuestro maestro aceptando su destino de una forma que no comprendíamos.
Tardamos varias horas en atrevernos a acercarnos a él, no me avergüenza reconocerlo, sabíamos que podía matarnos con un gesto de su mano y solo el deseo de más conocimientos consiguió que superásemos ese miedo. Fue entonces cuando descubrimos algo aún más curioso: hablaba.
Su primera palabra fue su nombre seguido por frases que todavía hoy resuenan en mi cabeza buscando comprensión, pero pronto se dio cuenta de nuestra ignorancia y su voz calmada y serena empezó a hablarnos en nuestro propio idioma dejándonos boquiabiertos. Así comenzó todo…
A partir de ahí nuestra curiosidad no conoció límites y devoró a nuestro miedo conforme obteníamos respuestas con una facilidad hasta entonces desconocida para nosotros, como si Nesk-lat estuviese tan interesado por ayudarnos a entender como nosotros por aprender. Ahora pienso que tal vez fue así y aquella criatura deseaba enseñarnos para que no repitiésemos el error de las invocaciones, cuanto lamento no haberle escuchado entonces… o incluso ahora, cuando estoy a punto de cometer ese error de nuevo.
Nesk-lat nos confirmó muchas de nuestras hipótesis, nos habló de su civilización basada en la magia en lugar del vapor y la maquinaria, de su gente cuyo aspecto deformado ni él mismo reconocía en nuestro mundo pero aseguraba era similar al suyo. De él aprendimos las relaciones entre las castas con más claridad, conocimos el papel de protectores de los Dau sobre los Tai que ya habíamos intuido y el de maestros y guías de los Sei que cuidaban su civilización con un mimo superior al de cualquiera de nuestros gobernantes.
Todo esto, sin embargo, vino a cambio de un precio. Al cabo de unos días Nesk-lat dejó de respondernos exigiendo algo a cambio de más respuestas… y todavía hoy me siento extraño al recordarlo. Su precio para responder eran sus propios congéneres, el resto de demonios que habíamos ido invocando a lo largo de los años y continuaban encerrados en el edificio en distintos laboratorios. Pero, para nuestra sorpresa, este no quería liberarlos como en un principio habíamos temido… o tal vez sí, en cierto modo creo que aquello no era lo que parecía sino una liberación para esas desgraciadas criaturas.
Nesk-lat los mató uno tras otro delante de nuestros propios ojos sin que ninguno se moviese o tratase de defenderse. Todos aceptaban su destino reconociendo al Sei-Thar y este puso fin a cada una de aquellas lastimeras vidas con una rapidez y efectividad impensables para nosotros. Sin lástima, sin compasión, mirándolos a todos con una frialdad extraña que dejaba claro una vez más su lado sombrío manifestándose ahora en forma de una total falta de sentimientos respecto a la muerte de otras criaturas.
Cuando su trabajo estuvo cumplido Nesk-lat accedió de nuevo a seguir dándonos la información que tanto anhelábamos y nos habló al fin de aquello que más nos intrigaba: Árgash y Xhalina, los señores de Árunor. Esto, por desgracia, sería a la vez un don y una maldición para nosotros, pues sus palabras cambiarían para siempre nuestra forma de ver ambos mundos y la propia historia rompiendo los escasos límites morales que nos quedaban.
Primero nos hablaría de Árgash, el más antiguo y poderoso de los dos. Aunque, como pronto comprenderíamos, no por su poder sino porque sin él, sin comprender la verdadera naturaleza de aquella criatura, intentar entender a Xhalina o la existencia de nuestro propio mundo era del todo inútil.

Diario de Arthur Mirtusen, último mago de la corte de Ramat

Álbert cerró el diario al llegar a este punto y decidió dejarlo ahí por el momento para no quedarse a medias en la lectura de la siguiente anotación ahora que se acercaba la hora de reanudar la marcha. Fuese lo que fuese lo que aquella criatura les había contado a los magos estaba claro que era importante y la forma en que la letra de Arthur cambiaba en aquel punto dejaba claro que no era algo para leer con prisa o arriesgarse a traducirlo mal. Además, tras su descripción del Sei-Thar tenía muchas cosas en que pensar y la mayoría se referían a la criatura que todavía dormía apaciblemente entre los brazos de su hermano.
No podía estar más de acuerdo con aquel mago en lo referente a su aspecto. Eran criaturas de una belleza más allá de la humana y Sarah lo probaba sobradamente cada vez que sus ojos la miraban. Su rostro con la inocencia de una niña dibujada en sus labios en forma de sonrisa pero ojos brillantes e inconscientemente sensuales propios de una mujer, su cuerpo esbelto de una perfección imposible, entremezclando curvas suaves pero sinuosas que hasta hacía poco no se preocupaba por ocultar y solo sus cabellos de fuego disimulaban. Todo contribuía a formar una imagen hermosa y sobrehumana, tan atrayente que a la vez parecía inalcanzable como si estuviese más allá de la propia realidad.
Afortunadamente, esto último era algo que él mismo no soportaba y le había permitido escapar al embrujo que había atrapado, o más bien en el que se había dejado atrapar su hermano. Su mente y su corazón preferían algo más sencillo, una belleza más simple y palpable a la que pudiese mirar más fácilmente. Y Sarah, desde luego, no era nada de esto físicamente.
Pero su mente era algo muy distinto. Aquí lo escrito en el diario dejaba de tener sentido pasando a reflejar una personalidad profunda y sabia que no concordaba en absoluto con la inocencia y la espontaneidad, o mal genio como tanto él como su hermana lo llamaban, de aquella criatura. No era en absoluto serena y tranquila, al contrario, era un torbellino de emociones difícil de predecir que a menudo se movía por impulsos en los que su corazón primaba sobre su mente. Lo único en lo que sí se parecían era en aquel halo de sombra que el mago había descrito, aquel brillo sombrío que en ocasiones podía verse en sus ojos acompañado por una sonrisa siniestra así como la total despreocupación por la muerte de otras criaturas si estas no estaban atadas emocionalmente a ella.
Por si esto fuese poco, Sarah planteaba también otras cuestiones mucho más evidentes que el diario no aclaraba. ¿Por qué no guardaba recuerdos de su propio mundo?. ¿Por qué parecía haber nacido en aquella cueva e ignoraba incluso lo más básico de las relaciones con otros?. Estas preguntas no tenían respuesta en el diario, más bien todo lo contrario, aquellas páginas las negaban como si fuese imposible que existiese una criatura así.
Y sin embargo lo era. No solo eso, en muchos aspectos recordaba a la niña que había servido como sacrificio para traerla a este mundo e incluso sus ropas eran las de esta. La única explicación que se le ocurría era que, de alguna forma, la debilidad del sacrificio hubiese estropeado la invocación a pesar de contar con la esquirla del cristal negro y lo atraído a Linnea hubiese sido también una niña de la misma especie que Nesk-lat. Pero… ¿Cuántas posibilidades había de que esto fuese así?. ¿Y cuantas de que el mago pretendiese invocar a otro Sei-Thar y no algo muy distinto?.
Fuesen cuales fuesen las respuestas, lo único claro era que no las encontraría hasta terminar aquel diario y decidió dejarlo por el momento aprovechando además que la propia Sarah empezaba a despertarse y no era buena idea seguir mirándola así. No porque esta fuese a preguntarse qué pensaba, sino porque tras lo sucedido el día anterior tenía la sensación de que las cosas iban a cambiar ligeramente entre la joven pareja y prefería no mirarles demasiado. Después de todo, ambos seguían siendo recién casados y Sarah no era precisamente alguien que controlase sus emociones cuando algo le gustaba o se preocupase por lo que pensasen los demás al mirarla. Prueba de esto sin ir más lejos sería su comportamiento nada más despertarse.
Tras unos minutos dejando que su mente se despejase sin abandonar todavía en el calor del abrazo de su esposo, Sarah se separó un poco de él sentándose sobre su regazo y lo miró de frente esperando a que sus ojos se aclarasen por completo. En sus labios había una expresión extraña, una suave y tierna sonrisa hasta entonces desconocida en ella que parecía acentuarse mientras sus ojos jugueteaban sobre el rostro del joven.
La luz de la piedra encantada por Atasha los iluminaba tenuemente a través del velo que sus propios cabellos habían creado proyectando finas líneas de sombra sobre el pecho y la cara de Jonathan así como sobre sus cabellos de plata. Líneas que Sarah parecía encontrar divertidas ya que las miraba con la misma sonrisa mientras las recorría suavemente con uno de sus dedos. Casi como si estuviese examinando por primera vez algo que nunca había visto, o tal vez algo que jamás había mirado de aquella forma.
Su mano abandonó su rostro al cabo de unos instantes y descendió hasta su pecho desnudo, deslizándose ahora por las curvas de sus músculos hasta dar con un detalle curioso en el que todavía no había reparado. La mirada dorada de la joven se centró en la marca con forma de cuarto de luna que adornaba el pecho de su esposo, un tatuaje negro y perfectamente contorneado que descansaba justo encima de su corazón y sus manos repasaron con delicadeza para no despertarle. Lo que ella no sabía, sin embargo, era que tal cuidado ya no era en absoluto necesario.
-¿Qué haces?. –Preguntó Jonathan de pronto haciéndola levantar la mirada al instante aunque sin apartar su mano de su pecho.
-¿Cuánto hace que estabas despierto?. –Replicó Sarah sin contestar.
-Un buen rato. –Respondió Jonathan con los ojos aún cerrados pero sonriendo visiblemente divertido por la sorpresa de esta. –No quería despertarte, supuse que estarías cansada después de todo lo de ayer.
-No fui la única que acabó así. –Señaló Sarah sonriendo burlonamente. –Tú necesitabas tanto descanso o más que yo.
-No has contestado a mi pregunta. –Insistió Jonathan abriendo al fin los ojos mientras sonreía en respuesta a sus últimas palabras. -¿Qué estabas haciendo?.
-Lo mismo que tú. –Respondió Sarah tranquilamente.
-¿Lo mismo que yo?. –Repitió Jonathan arqueando una ceja. -¿Y eso qué significa?.
-Mirándote. –Explicó su esposa ladeando la cabeza todavía con la misma sonrisa burlona en su rostro. –Te he visto mirándome así muchas veces, ¿Por qué te sorprende que ahora sea yo quien te mire a ti?.
-Porque es la primera vez que te veo hacerlo. –Aclaró Jonathan devolviéndole ahora una sonrisa amable y tranquila. –Hasta ahora lo único que había en tus ojos era curiosidad, es extraño verlos mirándome así.
-No son los únicos que han cambiado. –Le señaló Sarah apartando su mano de su pecho y cruzando ambos brazos frente a ella mientras se dejaba sostener solo por los suyos. –Tú también me miras de otra forma, hasta ayer ni siquiera te atrevías a sostener mi mirada con la tuya. Empezaba a pensar que tenías miedo de mis ojos por no ser como los vuestros.
-Tus ojos no me dan miedo en absoluto, al contrario, siempre me han parecido preciosos. –Aclaró Jonathan sorprendido al ver que esta se había fijado en más cosas de las que él creía. –Precisamente por eso evitaba mirarlos.
-¿Evitas las cosas que te gustan?. –Se preguntó Sarah mientras un mechón de sus cabellos jugueteaba sobre el pecho de Jonathan enroscándose alrededor de los suyos sin molestarle en absoluto. –Eso no tiene sentido.
-Lo tiene cuando es algo que no sabes si podrás tener o no. –Sonrió Jonathan. –Es menos doloroso perder algo que nunca has tenido que algo que una vez fue tuyo.
-No ibas a perderme. –Aseguró Sarah estirando lentamente ambos brazos. –Puede que todavía no lo comprendiese, pero ya sentía muchas de las cosas que siento ahora y quería estar contigo tanto como ayer. La única diferencia es que ahora… -Sarah se detuvo un momento al decir esto y bajo sus brazos colocando ambas manos alrededor del cuello de Jonathan. -…ahora sé que no solo quiero estar contigo, lo necesito… te necesito a ti.
-¿Significa eso que vas a dejar de comportarte como una testaruda y me harás algo de caso?. –Preguntó en un tono burlón Jonathan sonriendo cariñosamente ante sus palabras. –Sería un cambio agradable.
-Ni lo sueñes. –Replicó inmediatamente Sarah entrecerrando los ojos. –Sigo siendo la misma y no pienso cambiar.
-Eso espero. –Admitió Jonathan al tiempo que sus manos empujaban suavemente su espalda atrayéndola hacia él. –Porque es a ti a quien quiero, no a alguien con tu aspecto pero otro carácter.
-Creía que te gustaba esta forma. –Siguió preguntando Sarah clavando sus ojos en el fondo de los suyos ahora que sus rostros estaban tan cerca. –Si te da igual ¿Por qué protestas cuando uso otra distinta?.
-No he dicho que no me guste, al contrario, es la principal razón por la que me enamoré de ti al principio. –Matizó Jonathan resistiéndose un momento más a la gravedad con que lo atraían sus labios. -Pero eso no lo es todo. Por bonita que seas si no amase también tu forma de ser ahora no estaríamos juntos. Ni siquiera siendo una criatura tan hermosa como tú.
-No hace falta que me lo expliques tanto, eso sí puedo entenderlo fácilmente. –Aclaró Sarah sonriendo de nuevo ante la sensación que cada halago salido de boca de su esposo despertaba en su pecho. -A mi me pasó lo mismo.
-Creo que prefiero no saber que has querido decir con eso. –Dijo con voz ligeramente seria Jonathan.
-¿Por qué?. –Preguntó Sarah con la misma sonrisa juguetona del día anterior mientras lo acercaba más a ella tirando de su cuello. -¿No es así como debería ser?. Yo tampoco te conocía y me gustaba lo que veía, como a ti.
-Claro que lo es, simplemente resulta extraño oírtelo decir a ti. –Aceptó Jonathan en un tono mucho más suave que contradecía por completo sus palabras anteriores. –Parece que ambos pensamos igual, y espero que no cambiemos.
-Yo sé que no lo haré. Y por tu bien espero que tú tampoco. –Le advirtió ella apoyando su frente en la suya por un segundo. –Ya te lo dije ayer, no voy a dejar que nadie te aparte de mi… ni siquiera tú.
-¿Me estás amenazando otra vez?. –Sonrió burlonamente Jonathan.
-Sí. –Confirmó Sarah dejando que un tenue centelleo iluminase sus ojos por un segundo y se reflejase en los de Jonathan como una llama dorada sobre los rubíes de sus pupilas. –Procuraré no olvidarlo.
Dicho esto, Jonathan se dejó llevar por la atracción de su cuerpo ahora tan próximo al suyo y selló sus labios con los suyos impidiéndole responder de nuevo mientras la abrazaba suavemente sosteniéndola aún en su regazo. Por un instante sintió la misma corriente recorriendo sus cuerpos, el mismo chispazo sutil al tocar aquellos labios suaves y delicados, pero esta vez no hubo ninguna luz que lo reflejase en el exterior y ambos continuaron aquel beso olvidándose de todo y de todos por unos segundos.
Por desgracia para ellos, sin embargo, esto no significaba que los demás también los ignorasen y el propio Jonathan pronto se daría cuenta de que no era así. Mientras ambos se besaban todavía fundidos en aquel abrazo en que incluso los cabellos de Sarah parecían querer envolverlos, este escuchó algo parecido a una risilla ligera a su lado y al mirar hacia allí se encontró de golpe con su hermana que los miraba burlonamente a apenas un paso de ellos.
-Jess… -Murmuró mientras ambos se soltaban y se giraban hacia la menor de los hermanos.
-¿Interrumpo algo?. –Preguntó con un tono alegre y travieso totalmente acorde con su sonrisa. –No os preocupéis por mí, podéis seguir diciéndoos cositas bonitas y haciéndoos arrumacos como si no estuviese aquí. Es agradable veros así y no tirándoos los trastos a la cabeza como de costumbre.
-Jess, no está bien espiar así a los demás. –Le recriminó su hermano. –No eres una niña, deberías saberlo.
-No estoy espiando a nadie. –Lo contrarió esta. –Te recuerdo que nosotros también estamos aquí, no pretenderás que nos demos la vuelta y miremos a la pared.
-Sería una buena idea. –Respondió su hermano en absoluto en serio.
-¿Por qué?. –Se sorprendió Sarah una vez más, mirándolos a ambos un tanto confundida ahora. -A los príncipes los estaba mirando mucha gente y no pasó nada. Además, dijisteis que era algo normal, ¿Qué tiene de malo?.
-Nada. –Explicó Jessica viendo la cara de resignación de Jonathan al oír esto. –Ya te lo dije, es algo normal entre parejas y yo por lo menos me alegro de ver que por fin dejáis de hacer el imbécil y os demostráis que os queréis. Pero hay gente a la que eso los hace sentir incómodos por alguna razón, y otros muchos que les da vergüenza hacerlo en público.
-Eso no tiene sentido. A mi me gusta, ¿por qué iba a sentirme mal solo porque alguien me mire?. –Insistió Sarah girándose hacia Jonathan una vez más y mirándolo fijamente. -¿Y a ti?. ¿Te molesta?.
A modo de respuesta, Jonathan negó con la cabeza con cierta resignación intuyendo que las cosas no habían terminado ahí y esperó a que Sarah siguiese hablando con su hermana. Aunque no sería esta sino la propia Jessica quien hablaría a continuación.
-¿Qué ocurre?. –Preguntó recuperando el tono burlón de antes. -¿Te da vergüenza besar a tu esposa delante de tu hermanita pequeña?.
-Muy graciosa. –Replicó Jonathan un tanto serio.
-Eso no es una respuesta. –Insistió Jess divertida ante la cara de su hermano. -¿Sí o no?.
Esta vez Jonathan ya no tendría oportunidad de contestar. Antes de que pudiese hacerlo Sarah respondió por él besándolo de pronto y la sonrisa de Jess cambió al instante volviéndose más suave y cariñosa al ver como los dos se abrazaban una vez más frente a ella. O así fue al menos durante unos segundos.
-Eso ya es otra cosa. Supongo que me lo tomaré como un no. –Dijo mientras ambos la ignoraban por completo. –Pero vamos chicos, ya es suficiente.
Lejos de hacerle caso, ninguno de los dos pareció escucharla en absoluto y esta los miró un poco más seria al ver que seguían sin separarse.
–Vamos pareja… ¿No me oís?. –Repitió sin mucho éxito. -chicos… ¿Chicos?.
Una vez más la respuesta fue la misma y ninguno le hizo el menor caso, lo que no hizo sino acentuar aún más la seriedad de su rostro y cambiarla por una expresión ligeramente sombría.
-Como queráis. –Lejos de resignarse como estas palabras parecían sugerir, Jessica se inclinó hacia los dos nada más decir esto y los miró un segundo antes de hablar, o más bien gritar, de nuevo. -¡¡Chicos!!. ¡¿Queréis dejarlo ya?!.
La reacción de ambos fue inmediata esta vez. Los dos se separaron de golpe visiblemente sorprendidos y se giraron para encontrarse con una aparentemente enfadada Jessica que los miraba todavía bastante seria.
-Estupendo, primero no hay quien os junte y ahora tendré que separaros con un palo. -Refunfuñó tratando de disimular su sonrisa. –Controlaros un poquito ¿Queréis?. Una cosa es un beso y otra que me ignoréis cuando os hablo.
-No es a mí a quien tienes que decírselo. –Se excusó Jonathan.
-No me pareció que protestases precisamente. –Lo contrarió su hermana.
-¿Tú le llevarías la contraria a alguien que suele lanzarte un rayo cada vez que lo haces?.
-Claro, seguro que fue por eso. –Se dio por vencida Jessica sacudiendo la cabeza. -Vamos, dejadlo ya y levantaos, me gustaría salir de esta cueva cuanto antes para librarme de tanta humedad.
Dicho esto, Jessica decidió dejarlos tranquilos por el momento y volvió junto a Atasha para terminar de desayunar con ella. Mientras tanto, su hermano y su esposa continuaron mirándose un rato sin decidirse a soltarse y esta fue al fin la primera en decir algo.
-¿Qué hacemos ahora?.
-Ya la has oído. –Respondió Jonathan. –Levantarnos y ponernos en marcha de una vez. Todavía nos queda mucho camino hasta la ciudad y no estoy del todo tranquilo con lo que sucederá allí, Agatha nos debe muchas explicaciones sobre el por qué nos envió a buscar esa endemoniada piedra.
-No me refería a eso. –Explicó Sarah en absoluto preocupada por el cristal, aunque si un tanto seria al recordar de nuevo al monstruo que lo protegía y lo sucedido durante su lucha. –Hasta ahora siempre me respondíais a todo que lo entendería cuando comprendiese lo que quería decir nuestra promesa. ¿Y ahora?.
-Solo haz lo que te haga más feliz, eso es todo. –Aclaró su esposo. –Sabes lo que quieres y por qué, eres libre de hacer lo que te parezca mejor para ser feliz siguiendo esos sentimientos.
-Me estás diciendo otra vez que haga lo que quiera. –Murmuró nada complacida Sarah al escuchar esto. –Siempre me dices lo mismo. ¿Y tú?. Por qué no me dices que quieres tú por una vez.
-Ahora mismo solo volver a casa... –Replicó este sonriendo ligeramente. –…contigo. Eso es todo, lo mismo que he querido siempre.
-Anoche dijiste algo parecido. –Recordó Sarah de pronto poniendo cara pensativa. –Pero no me dijiste por qué.
-Ni pienso hacerlo ahora. –Aseguró Jonathan casi riendo ante la inocente mirada de niña que una vez más volvía al rostro de aquella criatura capaz de matarle con un solo hechizo. –Yo llevo esperando mucho tiempo, ahora esperarás tú.
-Eso no es justo. –Protestó Sarah.
-Te aguantas. –Respondió una vez más Jonathan sin la menor intención de explicarle nada.
-De acuerdo. –Asintió Sarah poniéndose totalmente seria. –Entonces se lo preguntaré a Jess.
-Pierdes el tiempo. –Al tiempo que decía esto, Jonathan abrió los brazos soltando su espalda y esta perdió al instante el equilibrio sobre su regazo viéndose obligada a apoyar sus manos en el suelo para no caer de espaldas. –Jess tampoco te lo dirá, esta vez no.
Sarah no se conformó en absoluto con esta respuesta y miró hacia Jessica por un momento dudando que hacer, pero pronto encontraría algo distinto con qué vengarse. En el instante en que el propio Jonathan cogía una galleta de la mochila para comer también algo, esta se giró hacia él sonriendo sombríamente y sus ojos centellearon un breve segundo al clavarse en ella. Al instante, y para sorpresa de Jonathan que estaba a punto de meterse un trozo en la boca, la galleta estalló en pedazos entre sus dedos convirtiéndose en polvo y este se quedó con las manos vacías mirando al sonriente rostro de su esposa.
-Testaruda. –Gruñó sacudiéndose el polvo y poniéndose en pie.
-Es culpa tuya. –Aseguró ella. -Siempre me haces lo mismo.
-Claro. –Refunfuñó él alargándole una mano para ayudarla a levantarse. –Vamos, ya hemos tenido bastante desayuno por hoy.
Todavía sonriendo, Sarah decidió hacerle caso esta vez y miró a su mano haciendo que por un momento este pensase que finalmente había aprendido lo que significaba aquel gesto. Nada más lejos de la realidad, en lugar de tomar su mano Sarah cerró los ojos un instante y su luz iluminó de golpe la sala atrayendo las miradas de todos mientras esta cambiaba a su forma de pequeña criatura voladora y se posaba suavemente sobre la mano de su esposo.
-Se supone que cuando alguien hace eso debes coger su mano para que te ayuden a levantarte. –Explicó Jonathan levantando la mano hasta colocar a su esposa frente a su cara. –No subirte a ella.
-Así es más cómodo. –Replico esta.
-Ya lo veo. –Asintió con resignación su esposo acercando la mano a su hombro para dejar que esta saltase a él sumergiéndose una vez más entre las sedas de plata que caían en cascada sobre este. –De todas formas empiezo a acostumbrarme.
Aclarado todo entre ambos, si podía llamársele así al fin de su discusión, Jonathan se acercó al resto de sus compañeros y todos se dispusieron a reemprender la marcha sin más problemas que alguna que otra risilla de Jessica al mirarlos a los dos. Sin embargo, cuando estos al fin empezaron a caminar subiendo las escaleras seguidos por Atasha los dos hermanos se quedaron atrás un momento mientras el mayor de los tres continuaba su camino y Jessica miró a Álbert conteniendo todavía la risa.
-No está mal, casi cinco minutos hablando y sin pelearse. –Dijo esta en tono divertido.
-Más o menos lo que han tardado en dejar de comportarse como dos recién casados normales. –Asintió Álbert. –Tenías razón, son tal para cual. Dudo que otra chica encajase con Jonathan y sus rarezas o que alguien más fuese capaz de tomarse a broma que su esposa intente matarle.
-Si lo intentase ya lo habría hecho, ya has visto lo que puede hacer. –Lo contrarió Jessica. –Para ella es solo eso, una broma.
-Una broma que a mí personalmente me pondría bastante nervioso. –Explicó este. –Pero como tú misma has dicho, para ellos parece casi normal.
-Lo sé. –Sonrió Jessica. -¿No es fantástico?.
-No. –Negó su hermano reemprendiendo la marcha.
-¿No?. –Repitió Jess sorprendida. -¿Por qué?.
-Porque te has quedado sin nada que hacer. –Aclaró Álbert. –Y eso no me gusta.
Jessica sonrió traviesamente al oír esto comprendiendo a la perfección lo que había querido decir y aceleró el paso para alcanzarle sin decir nada más. Todavía tenía que pensar en como darle la razón al pensar así, pero les aguardaba una larga caminata y tendría tiempo de sobra para hacerlo. Después de todo, de una forma o de otra él y Atasha siempre acababan juntos, no podía ser tan difícil como con su otro hermano.
Durante el resto de aquel segundo día en las profundidades de la montaña el grupo no tuvo que enfrentarse a más problemas. Se limitaron a seguir el camino que ya conocían evitando una vez más todos los peligros con los que se habían cruzado en la ida y al anochecer el aire húmedo pero fresco del valle les daría la bienvenida una vez más desde el puño del gigante.
Una vez fuera de nuevo, los cinco se pararon a descansar una vez más usando el mismo rincón en el que habían montado el campamento antes de entrar y todos se durmieron tranquilamente salvo Jonathan a quien tocó hacer la guardia. Lo que no impidió en absoluto que su esposa se durmiese de nuevo entre sus brazos tras haber recuperado su forma humana al salir del templo.
A la mañana siguiente, por el contrario, las tranquilas sonrisas del grupo serían substituidas por una expresión mucho más seria ante la proximidad de su encuentro con Agatha. Ninguno había olvidado lo que significaba tener uno de aquellos cristales en sus manos ni lo sucedido la última vez, al contrario, las imágenes de Tarsis volvían a su mente cada vez que pensaban en aquella gema de color azul y la tensión fue haciéndose mayor conforme avanzaban hacia la ciudad.
Ni siquiera el río que debían atravesar los preocupó esta vez. Cada uno se las arregló por su cuenta ignorando la frialdad de la corriente e incluso Sarah pareció dispuesta en un principio a cruzar con ellos de la misma forma. Algo que no llegaría a hacer puesto que Jonathan se ocuparía de cogerla en cuanto esta se quitó las botas obligándola a cargar con ellas en la mano mientras protestaba advirtiéndole lo que pasaría si se le ocurría hacer lo mismo de nuevo.
Sin embargo, sus protestas no servirían en absoluto para ayudarla en esta ocasión y este la llevó hasta el centro del río deteniéndose allí por un instante para mirarla con una sonrisa ligeramente sombría. Al instante, la joven que viajaba en sus brazos cerró la boca dejando sus amenazas y se sujetó con fuerza a su cuello intuyendo algo parecido a lo sucedido en su anterior viaje.
Aquello bastó para Jonathan. En lugar de dejarla caer de nuevo, este continuó su camino con sus hermanos y la dejó de nuevo en el suelo en la horilla del río haciendo que esta lo mirase un tanto raro mientras se ponía las botas. Pero solo fue por unos segundos, una vez lista se acercó a él recuperando su sonrisa y rechazó la mano que este le ofrecía rodeando su cintura con uno de sus brazos mientras comenzaba a caminar de nuevo siguiendo a los demás.
La ciudad no estaba lejos y en unas horas sus muros aparecieron al pie de la montaña sobresaliendo entre el bosque y la pradera que ocupaban las orillas del río, justo detrás de la pequeña estación en la que su tren aún esperaba a sus viajeros descansando en una vía secundaria. Pero sus miradas no se dirigieron allí en esta ocasión, sino a las puertas de la ciudad abiertas al fondo del campo repleto de soldados en prácticas y al grupo que se acercaba desde ellas.
No habían notado nada raro todavía a su alrededor, ni siquiera en los Sahmat o el resto de soldados que continuaban ignorándolos como antes, pero su presencia era preocupante y la comitiva que se aproximaba era prueba más que suficiente de que los estaban esperando.
Agatha se encontraba entre el grupo, escoltada al frente por cuatro guardias armados con alabardas y a su espalda por dos caballeros de atuendo similar al del general que había visto en Ramat. Su aspecto no había cambiado en absoluto, en su rostro había la misma sonrisa agradable de costumbre y su ropa era también la misma, un sencillo vestido de seda y terciopelo esta vez de un tono azul oscuro que ocultaba y resaltaba a la vez su cuerpo entremezclando transparencias de la seda con la opacidad del terciopelo.
No llevaba armadura, ni armas, ni nada que sugiriese que su postura era distinta a cuando se habían ido. Al contrario, una vez más la joven general ordenaría a sus soldados que se detuviesen antes de llegar junto al grupo y los dejaría atrás acercándose a ellos por su cuenta como si no sucediese nada.
Esto, sin embargo, no era en absoluto suficiente para los cinco jóvenes y sus miradas no cambiaron. Siguieron mirándola totalmente serios hasta que se detuvo frente a ellos y dejaron que hablase primero ignorando esta vez por completo sus fugaces miradas hacia Jonathan y la forma en que Sarah lo mantenía a su lado todavía.
-Habéis vuelto antes de lo que esperaba. –Afirmó con tono alegre y tranquilo, como si no hubiese notado nada en sus miradas. –Espero que no os haya resultado demasiado complicado haceros con la reliquia.
-Sabes que no ha sido así. –Respondió Álbert en un tono serio y para nada agradable. -¿Cuántos soldados murieron antes de que nos enviases a nosotros?.
-Demasiados… -Admitió Agatha bajando la cabeza al escuchar esto y cerrando los ojos por un segundo. -…ya os dije que ninguno de los dos reinos estaba dispuesto a pedir ayuda al otro para enviar una fuerza de asalto en busca de algo así. Y los pocos que yo pude enviar… seguramente habréis encontrado sus cuerpos por el camino.
-Nosotros estuvimos a punto de acabar como ellos. –Aseguró Jessica con el mismo tono que su hermano. –Y todo por tu culpa… ¿Por qué nos mentiste?. ¿Querías que acabásemos igual que tus soldados?.
-No, yo nunca quise eso. –Negó inmediatamente Agatha sacudiendo la cabeza. –Pero sabía que no aceptaríais si os decía que lo que teníais que recuperar era un cristal. Y cuando mis soldados no regresaron os convertisteis en el único recurso que me quedaba.
-¿Por qué?. –Volvió a preguntar Álbert sin la menos amabilidad. –¿Cómo sabías que nosotros no acabaríamos como ellos?. ¿O simplemente no te importaba?.
-Os empeñáis en verme como vuestra enemiga. –Dijo apesadumbrada Agatha sin levantar la cabeza. –Y no lo soy. No sabíamos lo que os esperaba ahí dentro, lo reconozco, pero sé de lo que sois capaces y estaba segura de que vosotros podríais conseguirlo.
-¿Cómo puedes saber eso?. –Insistió Jessica. –Apenas nos conoces.
En lugar de responder, Agatha levantó la mirada de nuevo y dirigió sus ojos hacia la joven que permanecía justo tras Álbert. Un gesto que la hizo darse cuenta al instante de lo que quería decir y le permitió responder por ella.
-Los monjes… -Comprendió Atasha con voz preocupada. –Han sido ellos, ¿Verdad?.
-Así es. –Le confirmó Agatha sonriendo ligeramente con la esperanza de que aquello aclarase las cosas. –La congregación de los monjes blancos tiene mucha influencia en la capital y no iban a quedarse de brazos cruzados después de lo que hicisteis. Uno de sus obispos viajó a Ramat poco después del incidente de Tarsis con órdenes para que os arrestásemos por atentar contra sus discípulos y estuvo cerca de conseguir que las aprobasen.
-¿Qué se lo impidió?. –Se sorprendió Jessica confiando en que aquella sonrisa significase lo que ella creía y no todo fuese tan oscuro como pensaban. -¿Tú?.
-No fui yo sola. –Explicó Agatha dirigiendo su mirada hacia la menor de los hermanos cuyos ojos eran más agradables ahora que los de los demás. –Si el obispo se hubiese encontrado solo con los capitanes que habitualmente dirigen los regimientos de Ramat se habría salido con la suya. Ninguno de ellos tiene ni la autoridad ni el valor para enfrentarse a un obispo y arriesgarse a las represalias de la congregación, pero con la boda de los príncipes tan cerca esos regimientos están bajo mi control y el de Kalar como parte del acuerdo entre ambos reinos. Y por influyente que sea la congregación, todavía no han llegado al extremo de poder darle una orden a dos generales sin tener que explicar antes sus razones.
-No creo que eso baste para que lo hagan. –La contrarió Atasha con la misma preocupación que antes todavía reflejada en su mirada. –Si es necesario mentirán para protegerse pero no revelarán nada que no les convenga que los demás sepan, así es como funciona la congregación.
-No hace falta que lo digas, te aseguro que yo también sé como trabajan los monjes. –Afirmó Agatha sin perder en absoluto su sonrisa a pesar de sus palabras. –Pero ese es su principal problema, se creen demasiado por encima de los demás, y no lo están. Esperaban que aprobásemos esas órdenes sin más pruebas en vuestra contra que su palabra y se negaron a explicarnos el por qué de la cuarentena o cómo se había resuelto todo. Por supuesto, ni Kalar ni yo estuvimos de acuerdo en mover a nuestros soldados por algo que parecía un simple capricho de aquel obispo y decidimos investigar un poco por nuestra cuenta. Después de todo, tampoco podíamos ignorar su petición dando por sentado que era infundada.
-¿Pero cómo?. –Preguntó desconcertada Atasha. –Nadie de la congregación iría en contra de un obispo, ni siquiera si se lo pide un general.
-Olvidas que no son los únicos que tienen miembros en todas partes. –Replicó Agatha apoyando la mano cubierta por su guante en su cadera y sonriendo con seguridad. –Con dos de nuestros fuertes vigilando Tarsis no nos fue difícil obtener información sobre lo que había pasado. Así supimos del robo del… -Agatha hizo una pequeña pausa y miró a su alrededor por un segundo. -…no creo que haga falta que lo diga aquí. También de vuestro papel en la curación de la ciudad y del ataque en la catedral. En otras palabras, todo lo que habíais hecho desde que salisteis de Tírem hasta vuestra partida.
-¿Todo?. –Preguntó Jonathan totalmente serio, mirándola casi con hostilidad.
-Todo. –Asintió Agatha desviando su mirada hacia Sarah por un segundo y luego volviendo a clavarla en su esposo. –Pero no te preocupes, no tenemos nada en su contra, siempre que puedas controlarla.
-No soy ningún animal. –Dijo con orgullo Sarah mirándola fijamente al oír aquello. –No necesito que nadie me controle, Jonathan es mi esposo no mi amo. Si sabes tanto de nosotros deberías saber también eso.
-Lo siento. –Se disculpó Agatha aparentemente convencida por las palabras de la joven. –Todavía no estaba segura de cómo tratarte, todo lo que sabemos de tu especie parece contradecirse contigo y fue todo lo que se me ocurrió. Lamento la confusión.
Aquellas palabras no bastaron para convencer a Sarah. Sus ojos dorados siguieron clavados en la general con una mezcla de emociones a cada cual más desagradable y esta pudo ver claramente la hostilidad en ellos, pero no respondió en ningún momento y solo cuando uno de los demás habló de nuevo se atrevió a desviar su mirada de ella.
-Eso explica qué hacemos aquí. En lugar de arrestarnos como quería la congregación decidisteis usarnos para hacer lo que vuestros soldados no habían podido confiando en que Sarah pudiese llegar hasta el cristal.–Pareció entender Álbert sin suavizar en absoluto su voz. -¿Sabes?. No sois tan distintos a ellos como pensáis, en realidad habéis hecho exactamente lo mismo que esos bastardos.
-¡No!, no es tan sencillo. –Negó una vez más Agatha ahora con la voz súbitamente alterada, cómo si su desconfianza le estuviese haciendo daño. –Nuestra intención nunca fue esa, cuando supimos la verdad rechazamos la orden del obispo y enviamos un informe a la capital para evitar futuros problemas con la congregación. No queríamos nada más de vosotros, pensamos que ya habíais tenido bastante con todo eso. Pero el incidente de Tírem lo cambió todo.
-¿Qué tiene que ver nuestra ciudad con esto?. –Se sorprendió Jessica intentando asociar todo aquello.
-Creo que ya lo sabéis. –Replicó Agatha girando la cabeza hacia Sarah. –Tírem fue destruida por algo muy similar a lo que causó la epidemia de Tarsis, exactamente lo mismo que vosotros tenéis en vuestras manos ahora.
-Un cristal… -Recordó Jessica de pronto. –Entonces Sarah tenía razón, lo que arrasó Tírem fue el cristal verde.
-Eso creemos. –Asintió Agatha volviendo su mirada hacia la joven de cabellos marrones y sonriendo para tratar de aliviar la angustia que había en su rostro al recordad aquello. –Después de buscar entre los viejos manuscritos de la capital nuestros escolares encontraron registros que situaban ese cristal en un templo subterráneo debajo de Tírem, pero cuando lo examinamos ya no había ni rastro de él y no nos fue difícil asociar su poder a aquel tornado.
-Entonces alguien está robando los cristales. –Concluyó Álbert adivinando a donde quería llegar Agatha. -¿Es eso, verdad?.
-Así es. –Confirmó esta suspirando pesadamente, como si aquello la preocupase más de lo que ellos habían podido ver en un principio. –Por eso era tan importante que recuperásemos este cristal antes de que alguien se hiciese también con él. No sabemos que pretende quien los esté robando pero son muy peligrosos como para no hacer nada.
Aquellas palabras sí tuvieron efecto sobre el grupo. La mirada preocupada de la general y la forma dolida en que les hablaba cada vez que le reprochaban su comportamiento era algo que no habían esperado y ni Álbert ni las dos jóvenes que seguían a su lado supieron que decir en aquel momento. Pero para uno de ellos las cosas no habían terminado todavía, su mirada seguía siendo tan dura y fría como hasta entonces al igual que la de su esposa y las explicaciones de Agatha no justificaban en absoluto su comportamiento. Después de todo, los monjes también tenían una buena razón para hacerlo y esto no los convertía en alguien en el que confiar.
-¿Qué piensas hacer ahora entonces?. –Preguntó en un tono brusco y para nada amistoso que la hizo mirarlo con preocupación de nuevo. -¿Vas a coger el cristal como si no hubiese pasado nada o nos matarás por saber demasiado sobre él como intentaron hacer los monjes?.
-¿Crees que quiero mataros?. –Pareció sorprenderse Agatha al oír aquello. –Ya os lo he dicho, nosotros no tenemos nada que ver con los monjes, ¡Yo no soy así!. Os ofrecí un trabajo porque necesitaba vuestra ayuda, lo reconozco, pero eso es todo, no hay ninguna intención oculta. Dadme el cristal y yo os pagaré lo acordado para que podamos volver a Ramat, no quiero ni haceros daño ni ser vuestra enemiga.
-Hablar es fácil cuando se tiene a un ejército a tu espalda para apoyar tus palabras. –Le recriminó de nuevo Jonathan sorprendiendo incluso a sus hermanos. –Me resulta difícil creer que estés tan dispuesta a dejar a una criatura como Sarah libre en tu ciudad.
-Sabía lo que era Sarah antes de ofreceros este trabajo. –Aseguró Agatha dirigiendo su mirada hacia ella por un momento. –Y aún así yo misma os permití la entrada a la ciudad. ¿No basta eso para que confíes en mí?.
-No cuando lo que está en juego es algo mucho más importante que mi propia vida. –Negó Jonathan en el mismo tono serio y casi sombrío. –Tal vez me equivoque al pensar así, pero prefiero ser prudente después de lo que nos pasó la última vez. Y que nos mintieses no ayuda a que confíe en ti ahora.
-Lo entiendo. –Aceptó Agatha bajando la cabeza de nuevo y cerrando los ojos un segundo. -¿Bastará esto para que lo hagas?.
Dicho esto, Agatha hizo un gesto hacia atrás con la mano ordenando a todos los soldados que retrocediesen y comenzó a caminar hacia la pareja con la mirada fija en Jonathan. Todo a su alrededor se quedó en silencio de pronto, los soldados interrumpieron sus maniobras a cada paso de la general, los Sahmat retrocedieron replegándose hasta las montañas como obedeciendo una orden invisible y el grupo se encontró de pronto en medio de un gran círculo vacío que los soldados formaban a más de cien metros de ellos. Sus ojos estaban clavados en ellos, pero sus armas seguían bajadas y ni siquiera los arqueros estaban listos para atacar, lo que la dejaba totalmente indefensa mientras daba los últimos pasos y se detenía frente a ellos.
Una vez allí, los miró a ambos por un segundo esperando que su gesto hubiese servido para demostrar sus intenciones y extendió una mano hacia Jonathan mirandolo con ojos inseguros, algo tan anormal en ella que los sorprendió aún más a todos. Era la primera vez que la veían así y la emoción de su mirada ocultaba incluso el seductor juego con que sus pupilas tentaban a los dos jóvenes cada vez que los miraba.
-Tienes un arma y ella podría hacerlo también con las manos en segundos. –Dijo al fin en un tono dolorosamente apagado. –Si eso es lo que piensas de mí, aquí me tienes, puedes matarme sin problemas y ahorrarte un enemigo más. No llevo ni armas ni una armadura con la que protegerme, solo tengo mi palabra.
-No somos asesinos. –Respondió Jonathan sorprendido por la forma en que esta se entregaba a ellos.
-Lo sé. –Afirmó esta sin moverse. –Pero yo tampoco lo soy y esta es la única forma que me queda para demostrároslo. Tú… no, vosotros, sois quien decide ahora.
Jonathan sostuvo su mirada por un momento comprendiendo aquellas palabras y sus propios ojos se cerraron un segundo al darse cuenta de que no le dejaba más opciones. Agatha no era una general por casualidad, sabía perfectamente como tratar a la gente para conseguir que actuasen como ella quería y acababa de demostrárselo con un gesto que solo les dejaba una salida y los obligaba a confiar en ella o enfrentarse inevitablemente a todo un ejército. Y esto, por desgracia, no era algo que le agradase ni contando con la ayuda de Sarah.
Sus mirada se cruzó con la de su esposa por un momento como pidiendo consejo, pero en ellos no pudo ver nada salvo las mismas dudas que en los suyos reflejadas ahora en las hermosas lunas doradas de sus pupilas y se decidió al fin. Con calma, casi con desgana a pesar de saber que no le quedaba otra posibilidad, extendió una mano hacia Álbert en un gesto que este comprendió al instante y la brillante gema azul voló de un hermano a otro hasta reposar sobre la palma del mayor de estos que la colocó frente a Agatha mirándola ahora a través de la pálida aureola azulada de la gema.
-Si como dices sabes que no somos asesinos no estás arriesgando nada al hacer esto. –Dijo totalmente serio colocando su mano sobre la suya. –Pero como tú solías decir, este es nuestro trabajo… y lo cumpliremos. De ti depende actuar como los monjes o como la amiga que pretendiste ser, no de nosotros.
Dicho esto, Jonathan dejó caer el cristal sobre la mano de Agatha y la gema se deslizó suavemente hasta reposar sobre la de la general. En ese instante, Agatha cerró al fin su puño rodeándola con sus dedos y la atrajo hacia sí apretándola contra su pecho aparentemente aliviada. Parecía que lo que les había contado no era en absoluto mentira y la gema era tan importante para Acares como había dicho, tanto que su rostro cambió por completo nada más tenerla en la mano y cuando levantó la cabeza de nuevo para mirarles estos pudieron ver como sus labios formaban una suave sonrisa.
-Gracias. –Respondió con voz mucho más tranquila y despreocupada ya que antes. –Por el cristal y por vuestra confianza. Lamento haber tenido que hacer las cosas de esta forma.
-¿Eso es todo?. –Preguntó Sarah sin cambiar en absoluto la dura mirada con que la observaba. -¿Qué harás ahora?.
-Lo que acordamos. –Sonrió Agatha en absoluto preocupada por su hostilidad y mirando de nuevo a los demás. –Os habéis ganado ese dinero y mucho más con esto, en cuanto estéis listos podemos volver a Ramat y os pagaré el resto. Si todo va bien en unos días espero incluso poder compensaros en cierta forma por cómo se ha desarrollado todo.
-Ya hemos tenido bastante con esto. –Cortó Jonathan todavía serio. –No queremos volver a tener nada que ver con uno de esos cristales, si es eso en lo que piensas es mejor que lo olvides.
-En absoluto, no es nada de eso. –Negó Agatha dirigiendo una rápida mirada hacia Álbert y luego a Jonathan. –Tal vez tenga otro trabajo más tranquilo para vosotros más adelante, pero antes veré si puedo darle al menos una pequeña alegría a vuestra hermana.
-¿A mí?. –Repitió Jessica sorprendida.
-En realidad podría decirse que a todos. –Aclaró la general ladeando la cabeza hacia ella de forma que sus cabellos descubrían por un momento sus dos ojos dejando libre su mirada. –Pero después de ver como mirabas al palacio el día en que salimos al balcón con los príncipes creo que serás una de las que más lo disfrutará.
-¿Vas a enseñarnos el palacio?. –Preguntó visiblemente ilusionada Jessica nada más oír aquello, olvidando al instante su preocupación anterior.
-Si todo va bien más que eso. –Le aseguró Agatha respondiendo a la sonrisa de la joven con una similar. –Ahora si ya está todo aclarado, ¿Os importa si subimos al tren cuanto antes?. Tengo que entregar el cristal y presentar una pequeña montaña de informes sobre cómo ha ido todo.
Aunque un tanto inquietos por la repentina prisa de Agatha por volver a Ramat, ninguno de los cinco encontró una razón para no hacerle caso y todos asintieron al unísono. Los soldados a su alrededor habían vuelto a sus quehaceres ignorándolos por completo tanto a ellos como a la general y esto les permitió tranquilizarse confiando en que todo se hubiese resuelto ya mientras caminaban hacia el vagón seguidos por la general.
La única para quien todo esto no parecía significar demasiado era Sarah. Su rostro seguía reflejando la misma desconfianza y seriedad del principio como si aquello no la convenciese en absoluto mientras se acercaban al tren y no pudo aguantarlo por mucho tiempo. En cuanto Jess, Álbert y Atasha pasaron al interior del vagón, esta se giró hacia Agatha haciendo que el propio Jonathan se detuviese y su mirada sorprendió incluso a la general que no esperaba en absoluto aquella reacción. Pero, cómo esta pronto comprobaría, en el caso de Sarah no tenía nada que ver con los cristales sino con algo muy distinto.
En lugar de decir algo, Sarah solo la miró por un instante desafiando la aparente tranquilidad de los ojos negros de la general con el ardor dorado de los suyos y se dio de nuevo la vuelta hacia Jonathan. Sin una sola palabra rodeó su cuello con sus manos, tiró de él impulsándose hacia su rostro y lo besó frente a Agatha sorprendiendo por igual tanto a esta como al propio Jonathan que apenas acertó a reaccionar sosteniéndola con un brazo antes de que se separasen de nuevo.
-Sarah… -Murmuró mirándola fijamente mientras esta lo soltaba y sus ojos brillaban con una mezcla de pasión y algo más profundo e intenso. –¿Por qué has hecho eso?.
-Dijiste que no te importaba que te besara delante de la gente. –Respondió esta disimulando bastante mal sus verdaderas razones. -¿Qué tiene de malo?.
-Nada.
Para sorpresa de ambos jóvenes, quien respondió esta vez no fue Jonathan sino Agatha y las miradas de la pareja se dirigieron hacia le general de Acares en cuyo rostro podía verse una curiosa sonrisa, casi como si aquello la divirtiese. Pero a la vez sus ojos parecían melancólicos y de alguna forma se intuía algo más tras la máscara de su rostro.
-Solo está defendiendo algo que cree suyo y asegurándose de que cualquiera que os vea sepa que ya tiene dueña. –Explicó Agatha. –No debería sorprenderte. Al contrario, siéntete orgulloso de que lo haga y piensa en lo que harías tú en su lugar. Seguro que no sería muy distinto.
Agatha no dijo nada más y continuó adelante desapareciendo también por la puerta del vagón como habían hecho los demás. Jonathan, sin embargo, se quedó inmóvil por un instante pensando en las palabras de la general y se dio cuenta de pronto de que era algo que jamás se había planteado. Había temido perderla, su propio cuerpo todavía dolorido se lo recordaba tras haber llegado ignorar su vida a favor de la suya por el temor a no volver a ver aquellos ojos de oro y su sonrisa de niña, pero nunca por otro.
Era un demonio, no importaba su aspecto o su comportamiento, ella no era una mujer corriente y la razón le decía que nadie más estaría tan loco como para intentar arrebatársela. Pero… ¿Por qué no si él si lo estaba?, ¿Por qué pensar que era imposible que alguien más se fijase en la deslumbrante belleza de aquella criatura y fuese capaz de ignorar su verdadera naturaleza para intentar cortejarla?. Estas preguntas se clavaron en su corazón como dagas y su sangre pareció arder en sus venas como si algo la consumiese, noto una rabia desconocida ante un pensamiento tan remoto y poco posible pero a la vez amenazante y sus ojos brillaron de pronto haciendo que incluso Sarah se sorprendiese.
-¿Jonathan?. –Preguntó al ver que este no se movía. -¿No entramos?.
-Sí… -Respondió todavía un tanto ausente, sintiéndose extraño ante aquella sensación que lo había devorado por unos segundos detonada por un simple pensamiento. -… vamos.
Solucionado aquello, los dos entraron al vagón y recorrieron el estrecho pasillo entre los asientos hasta llegar una vez más junto al resto de sus compañeros que los esperaban sentados como de costumbre: Álbert junto a Atasha y Jess en el otro asiento dejando solo el sitio justo para Jonathan. Aunque, como ya venía siendo habitual, esto no era para nada un problema ya que Sarah no solo no estaba ya acostumbrada a viajar sobre su regazo sino que probablemente no aceptaría otra forma de pasar el viaje como le demostraría nada más sentarse dejando que sus cabellos rodeasen su cintura en el gesto posesivo y cariñoso que la caracterizaba.
-No hacía falta que hicieses eso. –Dijo Jonathan sonriendo mientras esta se apoyaba en su pecho y giraba la cabeza para mirarlo. –Lo que ha dicho Agatha es cierto, no tiene nada de malo, pero tú no necesitas demostrar nada.
-¿Y si quiero hacerlo?. –Preguntó ella dándose cuenta de que se refería al beso y no a su pelo. –¿Te molesta eso?.
-No. –Respondió Jonathan sin dejar de sonreír al tiempo que apartaba con un dedo un mechón de cabellos carmesí de la mejilla de su esposa para mirarla mejor. –Solo quiero que entiendas que no tienes motivos para preocuparte por eso.
Mientras decía esto, Jonathan cogió una de las manos de Sarah sosteniendo con suavidad sus delicados dedos entre los suyos y la posó sobre su pecho justo encima de su corazón cubriéndola por completo con su mano mucho más grande que la de la joven.
-No quiero que dudes ni por un segundo de a quien pertenece. –Dijo mirándola ahora a los ojos. -Es tuyo, lo ha sido desde hace tiempo y lo seguirá siendo hasta que deje de latir para siempre. Tú eres la única que podría alejarlo de ti rechazándolo, pero ni siquiera entonces dejaría de pertenecerte.
-No puedo hacer eso. –Negó Sarah sorprendiéndolo tanto con sus palabras como con la dulce sonrisa que sus labios formaron en aquel instante. –Yo también necesito un corazón para vivir cómo vosotros… y tú tienes el mío, no podría rechazar el tuyo.
Aquello desconcertó bastante al propio Jonathan. Era la primera vez que la oía hablar de aquella forma y no dejaba de resultar extraño escuchar algo así de una criatura como ella, más aún teniendo la certeza de que no eran palabras dichas solo para formar una frase bonita con la que responder a la suya, sino algo que ella pensaba realmente. Antes de que él pudiese decir algo para agradecer aquellas palabras, sin embargo, alguien más notó el cambio en Sarah y decidió interrumpirles.
-¡Oh!. –Exclamó Jessica con voz peculiarmente cantarina mientras los miraba a los dos sonriendo burlonamente. –Pero qué bonito, ahora sí que parecéis unos recién casados de verdad.
-Cierto… -Farfulló su hermano mirando hacia la ventanilla para disimular la sonrisa que se empeñaba en aparecer en su rostro amenazando con traicionar sus palabras. –Son tan repelentes como cualquier otra pareja de enamorados, empieza a dar nauseas mirarlos.
-Serás bruto. –Protestó Jess dándole un puntapié desde su asiento en la espinilla que lo hizo saltar de inmediato. –Ya veremos lo diferente que eres cuando te toque el turno.
-¿Quién te asegura que tú vas a verlo?. –Preguntó con ironía Álbert adivinando ya su respuesta.
-Yo. –Aseguró esta dirigiendo una rápida mirada hacia Atasha que bajó casi al instante la vista clavando los ojos en el suelo para no mirarla. –Te guste o no.
Álbert ignoró por completo este último comentario consciente de que nada de lo que dijese podría hacerla cambiar y decidió seguir evitándola mirando por la ventanilla. Algo que no agradó en absoluto a su hermanita y lo hizo ganarse una sombría mirada de esta mientras pensaba en algo más que decirle. Aunque, para su fortuna, pronto encontraría algo distinto en que centrar su atención al ver cómo Sarah se movía de nuevo acomodándose en el regazo de Jonathan y sus ojos se dirigieron hacia ellos al instante..
-Sarah, ¿Qué haces?. –Preguntó este sorprendido mientras su esposa se giraba apoyándose de costado sobre su pecho y hundía su rostro entre sus cabellos justo por encima de su hombro izquierdo.
-Dormir. –Respondió con una tranquilidad que lo dejó aún más desconcertado.
-Todavía es medio día. –Señaló Jonathan. –No puedes tener sueño tan pronto, ayer dormiste toda la noche.
-No tengo sueño. –Confirmó ella cerrando los ojos y terminando de acomodarse dejando que las curvas de su cuerpo encajasen sobre el de su esposo. –Pero he recordado lo que me dijiste en Ruran. Si no voy a poder dormir esta noche entonces prefiero hacerlo ahora.
Aquello aclaró al instante las dudas de Jonathan sobre el por qué de su comportamiento, pero también provocó que en su rostro apareciese una expresión muy distinta al notar como las miradas de todos los demás se clavaban en ellos golpe. Incluso la de la propia Atasha cuyos ojos trataban inútilmente de mirar a otro lado mientras intentaba sin éxito disimular su divertida sonrisa con una mano.
-Muy graciosos. –Murmuró Jonathan mirándolos a todos al tiempo que giraba su cabeza hacia su hermana. –Y tú ni una palabra. ¿Entendido?.
Jessica apenas acertó a asentir con la cabeza a modo de respuesta. Sabía perfectamente lo que significaban aquellas palabras, pero la tranquila forma en que Sarah lo había dicho era más de lo que podía aguantar y se echó a reír ignorando por completo la advertencia de su hermano. Lo que provocó al instante que este suspirase con resignación comprendiendo que no había forma de evitarlo y decidiese seguir el ejemplo de su esposa. Aunque, en su caso, no para dormir sino para librarse de las miradas de todos los demás.
Con ambos ignorándola, Jessica no tuvo más remedio que centrar su atención en otra cosa para distraerse durante el resto del viaje y en cuanto consiguió dejar de reír su mirada buscó a su otra compañera de tren por el vagón. Sin embargo, para su sorpresa esta no parecía estar en ninguno de los asientos y los ojos de la joven miraron confusos a su hermano buscando una explicación.
-¿Y Agatha?. –Preguntó curiosa. -¿No venía con nosotros?.
-Está fuera. –Respondió Álbert con la tranquilidad de costumbre. –Salió por la puerta de atrás del vagón poco después de entrar.
-Por qué no me sorprende que tú tuvieses los ojos en ella. –Murmuró mirándolo de reojo mientras se ponía en pie. –Iré a ver que tal está, me parece un poco raro que esté sola ahí fuera.
Dicho esto, Jess se alejó del grupo y salió a la parte posterior del vagón dejando que el helado viento de las montañas lo inundase por un breve segundo antes de que su mano cerrase la puerta tras ella. El tren seguía su camino entre las montañas de Tarman y estas desaparecían tras él una tras otra en una curiosa sucesión de picos verdes coronados por el blanco de la nieve, aunque no fue precisamente en la vista en lo que ella se fijó nada más llegar allí.
La general estaba en una esquina del pequeño espacio abierto al que daba la puerta del vagón, con los brazos apoyados en la barandilla que protegía a sus viajeros de posibles caídas y la mirada perdida entre el paisaje que desaparecía tras el tren mientras sus cabellos negros susurraban una melodía inaudible acariciando suavemente su rostro al agitarse a su alrededor. Era una visión curiosa, tan elegante como siempre se lo había parecido aquella mujer pero a la vez cargada de un misterio que su mirada siempre parecía ocultar y ahora salía a la superficie.
Fuese lo que fuese, sin embargo, esto pronto desapareció al notar que no estaba sola y sus labios formaron una amistosa sonrisa al girarse hacia la menor de los hermanos.
-¿También has salido a tomar un poco el aire?. –Preguntó en el tono cordial y amable que siempre parecía modular sus palabras. –El viento de las montañas es frío pero no hay nada mejor para despejarse y ayudar a aclarar ideas.
-Solo quería ver cómo estabas. –Negó esta sacudiendo ligeramente la cabeza al tiempo que le devolvía la sonrisa. –Me sorprendió no verte en el vagón con nosotros.
-Necesitaba pensar a solas un poco. –Explicó Agatha. –Además, creo que vosotros estáis más cómodos sin mí.
-Piensas eso por lo que dijo Jonathan, ¿Verdad?. –Comprendió Jessica hablando cómo si ya hubiese esperado esta respuesta. –Intenta comprenderle, no te habló así solo por que nos ocultases lo del cristal, lo hizo sobretodo por Sarah. Es su forma de reaccionar ante cualquier cosa que pueda hacer daño a alguien que le importe, por eso fue tan duro.
-No puedo reprochárselo. –Admitió Agatha aparentemente a gusto con aquella conversación. –Así es cómo debe ser. Aquel que no está dispuesto a todo por proteger a los que ama se arriesga a perderlos antes o después. Y creo que tú hermano lo está, probablemente tanto como esa criatura que lo acompaña.
-Espero que no llegue el día en que tengamos que averiguarlo. –Respondió Jessica todavía seria, hablando con una serenidad más propia de su otro hermano que de ella. –Pero creo que la respuesta es fácil de adivinar.
-Por cómo se comportan desde que habéis vuelto yo diría que ni siquiera hace falta adivinarlo, se ve con bastante claridad. –Sonrió Agatha recordando el cambio en el comportamiento de la pareja desde su regreso. –Pero… ¿Y tú?.
-¿Yo?. –Repitió Jess sorprendida.
-¿A qué estás dispuesta tú por defender lo que amas?. –Preguntó de nuevo la general aclarando su pregunta. –Imagina que Tírem no fuese lo único destruido en ese ataque y hubieses perdido también a tus hermanos, tus amigas… todo. ¿Qué harías entonces si encontrases al culpable?.
Jessica se quedó en silencio al escuchar aquella pregunta. Todavía sentía la rabia y la tristeza de ver su ciudad reducida a cenizas, pero no se había parado a pensar en esa posibilidad y ahora Agatha le planteaba algo aún más terrible. La respuesta era sencilla, tanto que parecía querer formarse en sus labios por si sola, aunque de alguna forma pronunciarla resultaba amargo para la joven.
-Vengarme… -Respondió casi en un murmullo. –Sé que eso no me devolvería nada de lo perdido, pero es lo único en que podría pensar.
-Lo dices como si te avergonzase admitirlo. –Notó Agatha sin dejar de sonreír, no con burla sino con comprensión. –No lo hagas, tenemos derecho a defendernos cuando nos atacan y pensar así no está mal. Si no existiese la venganza no existiría el miedo a las represalias, y sin él el mundo sería un caos.
-Ahora sí hablas como una general. –Señaló Jess recuperando su sonrisa y ladeando ligeramente la cabeza. -¿Es esa una lección de táctica militar?.
-En realidad es más un poco de sentido común. –La contrarió Agatha divertida por su observación. –Anda, ¿Por qué no vuelves dentro?. Creo que te estoy amargando el viaje con mis tonterías, yo iré enseguida si no os molesta.
-Claro que no.
Conforme con aquellas palabras, Jessica le dirigió una nueva sonrisa y volvió al interior junto a sus compañeros esperando haber suavizado un poco las cosas entre el grupo y la general. El resto del viaje transcurrió tan libre de incidentes como la ida, una tranquila travesía entre montañas, las mesetas gemelas y finalmente por las grandes praderas de Acares para llegar al fin a su destino.
Las colosales murallas del anillo exterior les dieron la bienvenida con el brillo amarillento con que el atardecer teñía sus muros y los seis se fueron levantando poco a poco mientras atravesaban el túnel. Incluso Sarah se despertó bajo los zarandeos, no muy suaves por cierto, de su esposo que no había conseguido dormir en todo el viaje y se ganó una sombría mirada de esta nada más abrir los ojos.
El tren continuó su camino a través del puente norte sin ser molestado por ninguno de los controles que habitualmente sufrían el resto de ferrocarriles. La presencia de Agatha era más que suficiente para los soldados y este solo se detuvo al llegar a la estación de la zona central de Ramat. Una vez allí, un último resoplido de la máquina inundó el andén cuando esta se detuvo finalmente y el silbido típico del tren se esparció en forma de eco por toda la estación mientras sus pasajeros bajaban uno tras otro.
La noche empezaba a caer ya sobre el corazón de Linnea y una húmeda brisa nocturna se esparcía a aquella altura procedente de las praderas entremezclando el aroma de la naturaleza con las luces de la ciudad. Pero ninguno de los seis estaba interesado en aquello esta vez como pronto demostrarían.
-De nuevo gracias por cumplir con tanta eficiencia el trabajo a pesar de todo. –Agradeció nuevamente Agatha en cuanto todos se alejaron lo suficiente del andén para poder hablar sin ser interrumpido por los molestos ruidos de la máquina. –En unos minutos os traerán vuestro dinero y una pequeña suma extra por la importancia de lo que habéis hecho.
-Eso es más de lo que yo pienso esperar. –Dijo Jonathan sorprendiéndolos a todos al tiempo que giraba la cabeza hacia Sarah. –Nos vamos.
-¿Tan pronto?. –Preguntó esta desconcertada. -¿A dónde?.
-A casa. –Replicó Jonathan. –No preguntes y camina.
Sin más palabras, Jonathan cogió a Sarah por una mano y se la llevó con él en dirección a una de las calles de la ciudad dejándolos a todos bastante desconcertados. Incluso la propia Sarah parecía no saber qué ocurría en un principio y estuvo tentada de detenerse para obligarle a soltarla, pero pronto recordó algo y la curiosidad pudo más que cualquier otra cosa haciendo que lo siguiese caminando tan deprisa como este.
-Parece que tienen prisa. –Notó Agatha un tanto perdida por todo aquello. -¿Les ocurre algo?.
-Creo que tienen algo pendiente por hacer. –Explicó Jess con una sonrisa traviesa que se contagió de inmediato a su hermano y a Atasha. –No creo que les veamos hasta mañana... con suerte.
-Debe ser algo importante. –Añadió Agatha esbozando una sutil sonrisa al comprender lo que estos querían decir. –En ese caso supongo que no les importará que os dé a vosotros su parte.
Terminada esta frase, Agatha se giró hacia la derecha por donde un grupo de tres guardias se acercaba a ellos e hizo un gesto con la mano hacia estos. Al instante, los dos que flanqueaban al tercero se detuvieron y este se acercó a ella para entregarle una pesada bolsa de terciopelo azul oscuro. Cumplida su tarea, el guardia se dio media vuelta para alejarse junto a sus compañeros y Agatha se acercó a Álbert con sus pasos suaves y sinuosos al tiempo que sus ojos se clavaban en el fondo de los del joven.
-Aquí tenéis. –Dijo ofreciéndole la bolsa con la mano desnuda. –Como veis el ejército no tiene nada que ver con esos mercenarios que se ocultan tras el hábito blanco de los monjes. Nosotros cumplimos nuestra palabra.
-Eso parece. –Respondió Álbert recogiendo la bolsa de su mano rozándola por un instante antes de que ella la retirase de nuevo para pegarla a su cadera. –De todas formas prefiero trabajos más sencillos, cuanto más importantes son más grandes son los problemas que traen.
-Lo tendré en cuenta. –Afirmó Agatha sin apartar los ojos de él mientras su sonrisa se suavizaba ligeramente. –Pero después de ver vuestras habilidades no os prometo nada.
-Me sorprendería que lo hicieras. –Respondió este notando el cambio en su sonrisa y la forma en que sus ojos parecían buscar los suyos. –No pareces alguien dispuesta a dejar ir algo que le resulta útil.
-No solo soy así con lo que me es útil. –Matizó ella entornando los ojos con un suave pestañeo. –También con lo que me gusta.
-Eso también es fácil de ver. –Murmuró Jessica mirando de reojo a su hermano.
-Por desgracia ahora tengo que entregar este cristal y hacer bastante papeleo. –Continuó Agatha suspirando suavemente con resignación. –Y supongo que vosotros también estaréis deseando volver a casa.
-Bueno… -Pareció dudar Jessica de pronto. -…no exactamente. En realidad me preguntaba si conocías alguna posada por aquí cerca para esta noche.
-¿Una posada?. –Se sorprendió Agatha volviendo su atención a la menor de los hermanos. -¿Le ocurre algo a vuestra casa?.
En lugar de responder, los tres jóvenes se miraron de forma extraña al oír esto cómo si no supiesen muy bien que decir y Agatha los observó aún más desconcertada. Hasta que, al cabo de unos segundos, Jessica se decidió a hablar por los tres al ver que su hermano tampoco parecía muy seguro de cómo explicárselo y Atasha no quería ni pensar en hablar de aquello.
-No, la casa está bien pero… -Trató de explicar. -…creo que todos descansaríamos mejor en otro sitio esta noche, estaremos más… ummm… tranquilos.
-Tengo la sensación de que ya entiendo lo que quieres decir. –Dijo Agatha procurando disimular un poco la sonrisa que acababa de aparecer en su rostro al darse cuenta de lo que pasaba. –No os preocupéis, conozco al dueño de uno de los hoteles de esta zona y estará encantado de dejaros unas habitaciones si yo se lo pido.
-¿Otra de las ventajas de ser general?. –Preguntó con ironía Álbert.
-Algo así. –Respondió Agatha dejando escapar una pequeña risilla. –Vamos, no está muy lejos.
Decidido todo, la general comenzó a caminar en dirección a una de las calles de la ciudad y los tres la siguieron como esta les había pedido confiando en poder pasar una noche tranquila en aquel hotel. Sus dos compañeros, por su parte, habían recorrido mientras tanto buena parte de la ciudad en dirección a otro de los puentes y ninguno de los dos jóvenes detuvo su carrera hasta llegar al borde de la torre donde se encontraban las escaleras hacia el nivel inferior de aquella zona. Una vez allí, sin embargo, Sarah soltó su mano de la de Jonathan y pareció no estar muy de acuerdo con lo que este pensaba hacer.
-¿Todavía no vas a decirme nada?. –Preguntó cruzando los brazos.
-No. –Insistió Jonathan repitiendo lo que ya le había dicho. –Tendrás que esperar hasta que lleguemos.
-Entonces lo haremos cuanto antes, estoy cansada de esperar. –Replicó ella subiéndose de un salto al pequeño bordillo de roca que marcaba el final de la torre. –Y si vamos dando vueltas por las escaleras para llegar abajo tardaremos demasiado.
-Te guste o no la idea no hay otra forma de bajar. –La contrarió Jonathan acercándose a ella para coger de nuevo su mano. -Vamos, solo son unas cuantas escaleras, deja de protestar por una tontería.
-Te equivocas. –Aseguró Sarah dejando que cogiese su mano pero sin moverse en absoluto. –Sí que hay otra forma de bajar. Y es mucho más rápida que las escaleras.
Mientras decía esto, Sarah dirigió una rápida mirada hacia la oscura superficie del lago y volvió sus ojos hacia él con una traviesa sonrisa que no lo tranquilizó en absoluto. Al contrario, sus intenciones estaba perfectamente claras en cada pequeño brillo de sus ojos y este trató de decir algo lo antes posible.
-¡No!. –Le advirtió totalmente serio. –¿Me entiendes?, Ni se te ocurra, no vayas a…
Sarah ni siquiera le dejó terminar. Antes de que Jonathan pudiese acabar su frase o hacer algo para impedírselo, la pequeña mano de la joven apretó la suya con fuerza y tiró de él al tiempo que saltaba al vacío arrastrándolo tras ella. Los dos cayeron alejándose de la torre mientras sus cuerpos descendían hacia el lago ganando cada vez más velocidad, pero ella ni siquiera pareció preocuparse. Ignoró la mirada sorprendida y visiblemente furiosa de su esposo y tiró de su mano para acercarlo a ella hasta abrazarlo mientras continuaban su caída envueltos en la serpenteante mezcla carmesí y plateada que los cabellos de ambos formaban a su alrededor.
-¡Estás loca!. –Gritó Jonathan para nada calmado pese a la sonrisa con que su esposa lo miraba. -¿Por qué has hecho eso?.
-No te preocupes. –Lo tranquilizó ella con una calma totalmente fuera de lugar en una situación así. –No voy a dejarte caer. Pararemos antes de llegar al lago.
-No es eso lo que me preocupa. –Le recriminó de nuevo su esposo para nada calmado mientras las luces de la torre se reflejaban en ellos como una rápida sucesión de destellos amarillentos. –Te dije que no usases tus poderes delante de nadie y ahora vas a hacerlo en medio de la ciudad. ¿Es qué no te das cuenta de lo peligroso que resulta que hagas eso?.
-Es de noche. –Señaló ella sin preocuparle aparentemente aquello. –Nadie nos verá.
-Hay más gente despierta de la que crees y la ciudad ilumina el lago con sus luces. Alguien te verá.–Trató de explicarle él hablando ahora con firmeza en lugar de enfado. –Y por eso no pienso dejarte usarlos. Si has elegido bajar así perfecto, lo haremos a tu manera, pero nada de magia.
-¿Quieres que nos deje caer?. –Se sorprendió Sarah abriendo por completo los ojos ante aquella sugerencia. –Eso sí es una locura, aunque sea agua la caída será muy fuerte si no uso mi magia.
-No si sabes como caer. –Insistió Jonathan. –Haz como yo y no te pasará nada.
-¡Ni hablar!. –Se negó Sarah con la misma firmeza que él. -Puedo detener la caída y pienso hacerlo, me da igual lo que digas.
-Cómo quieras. –Respondió Jonathan con una calma que la sorprendió de nuevo. –Pero entonces lo harás tú sola, si vas a ponerte en peligro de esa forma yo no quiero tener nada que ver.
Dicho esto, y ante la sorpresa de Sarah, Jonathan la soltó por completo y se separó de ella apoyándose en sus hombros para empujarse hacia atrás y obligarla a soltarle. Una vez completamente separados, giró en el aire alejándose aún más de ella hasta colocarse en posición vertical con su cabeza hacia el lago y extendió ambos brazos hacia este mientras recorría los últimos metros a una velocidad cegadora.
Esta vez su esposa no pudo hacer nada para detenerle. Sus poderes actuaron al son de un breve destello de sus ojos y su caída se detuvo casi al instante como si algo la sostuviese, pero Jonathan continuó su caída escapando a su alcance y sus ojos lo vieron desaparecer bajo las aguas con más preocupación ya que enfado.
El choque contra la superficie del lago fue mucho más silencioso de lo que ella misma había esperado, apenas un sordo chapoteo acompañado del goteo del agua que este levantó al hundirse, pero nada excesivamente ruidoso. Aunque esto a ella le traía sin cuidado, el ruido que hiciesen o quién pudiese estar mirándolos era lo que menos le importaba en aquel momento y descendió lentamente mientras sus cabellos dejaban de volar a su alrededor para posarse de nuevo sobre su espalda. Bajo ella la superficie espejada del lago se combaba con las ondas que todavía nacían de la caída y morían cada vez más cerca, pero ninguna de ellas le ofrecía la información que buscaba.
-¡Jonathan!. –Lo llamó mirando ya con preocupación la oscuridad parpadeante del agua repleta de reflejos luminosos. -¿Dónde estás?... Jonathan.
No obtuvo respuesta. El lago no le devolvió más sonidos que el suave susurro del agua y su preocupación comenzó a aumentar conforme pasaban los segundos haciéndola descender hasta que sus pies tocaron casi la superficie del mismo. Y esto era exactamente lo que él estaba esperando. Antes de que ella supiese siquiera qué estaba pasando, una mano salió de pronto del agua justo bajo ella, la cogió por un tobillo y tiró con fuerza hacia abajo arrastrándola también a las profundidades del lago.
Aquello fue lo último que pudieron ver los mercaderes que lo habían observado todo desde un puente cercano. Pocos habían visto la caída, pero la forma en que ella había estado flotando sobre el lago había atraído más de una mirada y muchos se preguntaban qué era aquella extraña criatura que parecía no obedecer a las habituales leyes de la naturaleza. En aquel instante, sin embargo, esta desapareció de golpe bajo el agua escapando a sus miradas y ninguno pudo ver ya nada más, ni siquiera las dos sombras que cruzaban bajo la superficie entre los arcos del puente en dirección a la otra orilla.
Minutos más tarde, y tras haber nadado un buen trecho a salvo de las miradas de cualquiera que pudiese haber visto su caída, ambas figuras abandonaban el lago en la orilla opuesta a la torre y se detenían sobre uno de los pequeños puertos ahora vacíos que partían del paseo
-¿Te das cuenta ahora?. –Trató de explicar Jonathan con el pelo chorreando frente a su cara y la mirada ya más calmada a pesar de lo sucedido. –Si hubieses hecho lo que querías esa gente te habría seguido hasta la orilla y ahora sabrían quien eres.
-Está bien, tienes razón. –Admitió ella para sorpresa del propio Jonathan. –Pero preferiría que no hicieses eso de nuevo, cuando vi que no salías me preocupó que te hubiese pasado algo. ¿Y si yo hiciese lo mismo?.
Jonathan la miró desconcertado tanto por sus palabras cómo por la súbita calma que parecía haber en sus ojos. No había ni rastro de su tozudez de otras veces en ellos, solo una mirada tranquila y todavía algo preocupada que le resultaba más dolorosa de lo que lo habría sido uno de sus rayos.
-Lo siento… -Se disculpó comprendiendo lo que sentía. –Pero ya no sé que hacer para que entiendas por qué insisto tanto en eso. Tú magia no me importa, ya te lo dije en Tarman, pero si alguien te ve usándola de esa forma podrían sospechar lo que eres. Y entonces estarías en peligro, la gente te perseguiría como a un monstruo aunque no hayas hecho nada para merecértelo.
-Agatha no se sorprendió tanto. –Le recordó ella. –Ni siquiera pareció importarle.
-Agatha no es una mujer corriente. –Aclaró Jonathan. –Es una general y estoy seguro de que si ha conseguido ese cargo es porque es capaz de pensar con más frialdad que la mayoría de la gente y analizar las cosas antes de actuar. El resto de los habitantes de la ciudad no se lo tomarían tan bien, te rechazarían sin pararse a pensar en si hay una razón o no, solo por lo que eres.
-Está bien, tendré más cuidado. –Aceptó Sarah recuperando de nuevo su sonrisa al tiempo que acercaba una mano al pecho de Jonathan. -¿Crees que puedo al menos secarnos?. No hay nadie cerca y el hechizo no tiene más efecto que el vapor del agua.
-Eso no hará falta. –Replicó Jonathan con una curiosa sonrisa mientras cogía su mano deteniéndola. –No llevarás esa ropa mucho tiempo.
Sin más palabras, Jonathan tiró de ella de la misma forma que esta había hecho en la torre y la cogió en brazos sorprendiéndola por completo mientras empezaba a caminar cada vez más deprisa en dirección a la casa que desde hacía unos días era su nuevo hogar. Sarah no estaba del todo conforme con su silencio y su forma de actuar e intentó decir algo en una ocasión, pero Jonathan la interrumpió cerrando sus labios con un rápido beso y esta se dio por vencida conformándose con continuar el camino en sus brazos ahora que ya se acercaban a su destino.
Las calles estaban en silencio a esas horas en aquella zona de la ciudad, ocupadas solo por la bruma y los vapores de las calderas que se deslizaban en silencio entre las sombras. Lo único que rompía esta tranquilidad eran los pasos de Jonathan resonando en la calle conforme avanzaba, aunque esto le traía sin cuidado y la pareja no se detuvo hasta llegar a su casa.
Él ni siquiera la soltó entonces, dejó que fuesen las manos de la joven las que abriesen la puerta mientras seguía sosteniéndola y su pie fue lo que la cerró de un taconazo nada más entrar. Apenas se paró a comprobar si se había cerrado ni entrar a la cocina, el chasquido de la cerradura le bastó como prueba y este subió las escaleras con su esposa todavía en brazos mirándolo desconcertada. Podía notar como su corazón se había acelerado incluso tras detener su carrera, lo sentía golpear fuertemente su pecho a su lado movido por una emoción que parecía contagiarse a su cuerpo en forma de anticipación pues sus propios ojos brillaban en respuesta a algo, pero siguió esperando en silencio y solo cuando él entró en su cuarto y la dejó en el suelo habló de nuevo.
-Ya estamos en casa. –Dijo esperando que aquello pusiera fin a su espera. -¿Vas a decirme ahora por qué no habríamos dormido en Ruran si hubiese pasado la noche contigo?.
-Haré algo más que eso. –Afirmó Jonathan tirando a un lado su gabardina todavía empapada y volviendo los ojos a la silueta de su esposa que lo esperaba de pie en medio de la habitación iluminada solo por el tenue brillo de Kashali y las luces de Ramat que se filtraban por la ventana. –Te lo enseñaré. Solo espero que no me lo pongas muy difícil.
-¿Por qué iba a hacer eso?. –Preguntó Sarah mientras él se acercaba lentamente y se detenía a centímetros de ella. -¿Es algo que tendría que rechazar?.
-No. –Negó Jonathan mirándola fijamente, cómo si aquella silueta suave y hermosa sobre la que ahora se pegaban sus ropas y sus cabellos fuese nueva para él. –Pero haces demasiadas preguntas y me costará responderlas esta vez.
-Pregunto lo que no entiendo. –Replicó Sarah sin poder dejar de mirar el intenso color rubí de sus ojos por alguna razón. –Es la única forma en que puedo aprend...
Sus últimas palabras no llegaron a escucharse en esta ocasión. Incapaz de seguir mirándola de aquella forma, Jonathan cerró de nuevo sus labios con los suyos y rodeó su espalda y su cintura con sus brazos estrechándola contra su cuerpo sin importarle la humedad que corría por su ropa o su piel. Solo el sabor de sus labios, la dulce mezcla de ternura y pasión que parecía devorarlo cada vez que los tocaba y lo atraían con una fuerza imparable.
Ella no tardó en responderle de nuevo, estuviese o no terminada su pregunta le daba igual en aquel momento y sus manos buscaron su espalda mientras sus brazos rodeaban sus costados para abrazarle. Pero esta vez algo cambió en aquel beso, Jonathan no la soltó en ningún instante cómo había hecho hasta entonces y en sus ojos pudo ver un brillo distinto, una llama que hacía vibrar los rubíes de sus pupilas y la atraía no solo por curiosidad.
Sentía algo más cada vez que él separaba un breve segundo sus labios de los suyos para volver a besarla tras respirar, una sensación extraña que la hacía apretarle contra ella con más fuerza y pareció estallar al sentir algo suave y húmedo acariciar sus labios antes de deslizarse entre ellos. Aquel beso la hizo vibrar entre sus brazos, la hizo buscarle aún con más fuerza supiese o no por qué su cuerpo reaccionaba de aquella forma y sus besos se volvieron más fuertes y apasionados buscando con tanta intensidad su boca como él la suya.
Notó como su brazo la guiaba de la cintura hacia la cama, pero cualquier pregunta que pudiese habérsele ocurrido se esfumaba en el ardor de aquellos besos. Ambos cayeron sobre las sábanas hundiéndose suavemente en el colchón sin soltarse, jugando en una suave danza en que sus labios y sus lenguas se hablaban mutuamente para expresarse por sus corazones.
El tiempo pareció detenerse para ambos en aquel instante, segundos, minutos, todo dejó de tener sentido bajo el fuego que empezaba a prender entre sus cuerpos y ninguno se preocupó por nada más. Solo cuando ese mismo fuego se hizo ya demasiado intenso los dos separaron con desgana sus labios y Sarah lo miró con la curiosidad característica de aquella niña que a veces veía en sus ojos pero mezclada ahora con un intenso brillo tan desconocido para él como aquellas sensaciones para ella.
-¿Era esto por lo que teníamos que volver a casa?. –Preguntó con sus ojos fijos en los suyos y en sus labios, cómo si nada más existiese a su alrededor y la cortina escarlata con que sus cabellos caían rodeando su rostro y el de Jonathan los alejase del mundo por completo. –No es tan distinto de un beso.
-Esto solo es el principio. –Matizó él con voz suave y cariñosa mientras una de sus manos se deslizaba entre sus cabellos todavía húmedos hasta acariciar su mejilla. –Y es algo que no quiero compartir con nadie más. Nos pertenece solo a nosotros.
-Entonces no pares. –Sugirió ella inclinándose hacia él para escapar de su mano y volver a acercarse a su rostro. -Me gustaba besarte así.
-No pensaba hacerlo dijeras lo que dijeras.
La respuesta de Jonathan vino acompañada por un nuevo beso al que ella respondió al instante buscando con más fuerza su cuerpo. Sus brazos trataban de pegarla a él por completo abrazándolo como si tratase de fundirse con él y su cuerpo se rozaba inconscientemente con el suyo, pero Jonathan no la dejó seguir por mucho tiempo.
Sus labios se separaron de ella de nuevo ignorando la extraña mirada con que sus ojos ardían buscando los suyos y descendieron hacia su garganta besándola de nuevo.
-¿Qué haces?. –Preguntó sorprendida intentando moverse para buscarle de nuevo pero notando al instante que sus brazos no la dejarían. -¿Por qué me… -La voz de Sarah se entrecortó de pronto mezclándose con un gemido que su cuerpo ya no pudo contener al notar como los labios de Jonathan se deslizaban por su cuello. -…esos no son mis labios.
-Me da igual. –Aseguró Jonathan con el mismo tono dulce y cariñoso que antes. –Tú cuerpo es la cosa más hermosa que he visto jamás y pienso recorrerlo entero, quiero probar cada rincón de él con mis labios.
Ella se sorprendió al oír esto y trató de preguntar algo más, pero ya no podría hacerlo. Los labios de su esposo se posaron en su cuello mientras él hundía su rostro en la fragante curva de su cuello devorando su aroma y su piel. Su boca la acarició con una suavidad húmeda y caliente que la hizo vibrar entre sus labios, sus sentidos parecieron volverse locos mientras sentía el roce de sus labios recorriendo su piel y nuevos gemidos inundaron la habitación sin que ella hiciese nada por contenerlos. Le daba igual quien la escuchase o qué sucediese, su cuerpo reaccionaba de formas que jamás había sentido y su voz ya no le respondía.
Jonathan continuó su camino sin soltarla, bajó hasta sus hombros besando las suaves curvas que formaban y desde ellos buscó el nacimiento de sus pechos besándola antes del punto en que empezaba su ropa. Ella reaccionó de nuevo con un suave gemido, una nueva nota musical en la dulce sinfonía que su cuerpo componía para él entre sus brazos mientras sostenía su cabeza con sus manos negándose a dejarlo separarse de ella. Aunque esto no le detendría y sería él quien hablaría de nuevo apartándose un segundo de ella para volver a mirarla a los ojos y perderse un instante en la nublada mirada de su esposa.
-¿Vas a quitarte la ropa?. –Preguntó con una dulce sonrisa que contrastaba con la respiración jadeante y entrecortada de su esposa cuyos ojos parecían reprocharle que hubiese parado.
-Dijiste que no me la quitase. –Le recordó ella con voz temblorosa y ahogada.
-Eso da igual ahora. –Insistió Jonathan. –No seas testaruda y hazme caso.
-Eso es precisamente lo que estoy haciendo. –Replicó Sarah intentando recuperar la respiración que le faltaba. –Si va a molestarte como la última vez prefiero no hacerlo.
-Cómo quieras.
Jonathan pareció conformarse con aquella respuesta, aunque Sarah pronto comprobaría que no era así. Ignorando la mirada ardiente de esta, el joven se movió hacia un lado depositándola sobre la cama y volvió a besarla bajando esta vez hasta hacerlo por encima de su ropa. Sus manos ahora libres recorrieron sus costados en una caricia que la hizo temblar de nuevo hasta que una cubrió uno de sus pechos y sus labios besaron el terciopelo de su ropa buscándolos.
Sentía las manos de ella en su espalda acariciándole de forma extraña, cómo si buscasen algo que no encontraban, pero eso solo hacía que la desease más. Su boca encontró la que buscaba bajo la tela y sus dedos lo hicieron al mismo tiempo, sus labios y su mano se cerraron entorno a sus pezones a la vez haciéndola gemir de excitación mientras la acariciaba por encima de la ropa y ella empezó a comprender por qué se había dado por vencido tan fácilmente.
La ropa le apretaba el pecho como una correa asfixiante, le cortaba la respiración cómo si sus pechos se hubiesen inflamado al igual que sus pezones ahora inyectados con su sangre y no podía resistirlo. La tela quemaba su piel como una brasa ardiente y sus manos lo apartaron de ella casi con brusquedad haciendo que la mirase con una sonrisa mientras estas abandonaban su cuerpo por un instante para buscar a tientas la cremallera que cerraba su ropa y casi la arrancaban de un tirón deseando librarse de ella.
Jonathan sintió su propio cuerpo temblar al mirarla, sus brazos ardiendo en deseaos de abrazarla de nuevo mientras ella se desembarazaba de la última prenda que los cubría y al fin aparecía semidesnuda frente a él. De nuevo su belleza lo dejaba sin palabras, su delicado cuerpo tendido sobre la sábana carmesí de sus cabellos con sus ojos dorados brillando sin apartarse de los suyos y los suaves montículos de sus pechos atrayéndolo con una gravedad imposible de resistir.
No esperó alguna palabra de ella, solo le dio el tiempo justo para deshacerse de aquella ropa y descendió sobre su cuerpo de nuevo hundiéndose en su abrazo mientras ella arqueaba la espalda para buscarle respondiendo a la excitación de sus manos. Sus dedos ya no buscaban sus costados, acariciaban cada milímetro de sus pechos con suavidad y pasión como si su piel fuese seda y jugaban sobre ellos rozando apenas sus pezones.
Entonces sus labios la hicieron gemir de nuevo, hicieron que su cuerpo ardiese como si algo estallase en su interior mientras se cerraban sobre uno de sus pezones y su lengua jugaba sobre sus aureolas rosadas saltando de uno a otro en una caricia constante y húmeda que ella no podía soportar.
Sentía vibrar cada fibra de su cuerpo como si su contacto fuese fuego, sentía arder sus pechos bajo sus manos y sus labios mientras estos acariciaban el terciopelo de sus pezones. Y no lo comprendía, no entendía nada de lo que le sucedía o por qué su cuerpo reaccionaba así al contacto ya familiar de su esposo. Pero si sabía que no lo soportaría mucho tiempo, no así.
Para sorpresa del propio Jonathan, las manos de Sarah lo sujetaron de pronto por los hombros deteniéndolo en un gesto que contradecía por completo la pasión furiosa y ardiente con que sus ojos lo devoraban y esta lo empujó hacia un lado girando en la cama. Sus posiciones se invirtieron entonces y ella se sentó sobre su estómago rodeándolo también con sus piernas cuyas rodillas descansaban ahora sobre el colchón mientras se inclinaba sobre él sujetando sus manos con las suyas contra las sábanas.
-¿Qué haces?. –Preguntó con voz extraña, tan profunda y cargada de pasión como la suya mientras pequeñas gotas de agua se deslizaban por sus mejillas entremezclándose con el sudor que empezaba a cubrir su cuerpo. -¿No te gusta?.
-No puedo respirar. –Jadeó ella mirándolo fijamente mientras sus ojos centelleaban con pasión y sus mejillas se enrojecían tomando un hermoso tono rosado, no de vergüenza por su desnudez sino del ardor que sentía en su interior. -¿Qué me pasa?. Mi cuerpo está ardiendo… parece que la piel se me valla a incendiar cada vez que me tocas.
-Si quieres podemos parar. –Respondió Jonathan sintiendo como cada palabra de aquella frase lo desgarraba por dentro como un cuchillo. –Debería ser normal que te sientas así, pero si tiene algo que ver con tus poderes…
-¡No!. –Lo contrarió tajantemente ella bajando su cabeza hasta cubrirlo de nuevo con sus cabellos y estar a centímetros de su rostro. –Eso ni se te ocurra, ahora no vas a parar hasta que termines lo que has empezado.
-Será un poco difícil si no me sueltas. –Replicó Jonathan sonriendo al instante al oír su respuesta y sentir la caricia de su respiración ardiente sobre su rostro.
-No solo quiero que sigas. –Aclaró ella cambiando de pronto su tono de voz y sonriendo de una forma traviesa y a la vez seductora que jamás había visto en su rostro. –Estoy cansada de quedarme quieta, no me gusta esperar a que tú lo hagas todo.
Jonathan tardó un segundo en comprender lo que podían significar aquellas palabras, pero cuando lo hizo ya era demasiado tarde para detenerla. Su rostro se deslizó al lado del suyo rozando su mejilla por un instante y sus labios probaron la piel de su cuello mientras sus manos le acariciaban el pecho dejándose llevar por el fuego que ardía por todo su cuerpo.
Él tampoco se quedó quieto, sus manos la abrazaron repasando con suavidad su espalda, tentando a su piel con un contacto que a veces le negaba obligándola a arquearse para buscarlas y volvieron a sus costados deleitándose en cada suave curva de aquella hermosa criatura mientras bajaban hasta sus caderas probando la suave redondez de sus nalgas.
Ella no parecía en absoluto dudosa o atemorizada como podría haber esperado de otra en su situación, al contrario, sus labios devoraban su cuerpo con el mismo deseo que los suyos y sentía el dolor del deseo ardiendo a cada caricia de su esposa mientras su voz se mezclaba con la suya y sus manos volvían a buscar sus pechos acariciándolos desde los costados hasta coronarlos de nuevo entremezclando las sensaciones que cada roce entre ellos y su pecho enviaba a los cuerpos de ambos con las que sus dedos despertaban en ella al jugar con sus pezones.
Entonces lo oyó por primera vez. Lejano, apenas audible entre la sinfonía de gemidos y jadeos con que su pasión llenaba la habitación, pero a la vez claro y perfectamente distinguible: el estallido de un trueno. Por un momento dudó si tendría o no algo que ver con ellos y sus ojos se preocuparon un segundo, más aún al ver como ella volvía a moverse hacia delante escapando a sus manos y una débil corriente brotaba entre ambos cuando sus labios se fundieron una vez más con los suyos al igual que sus pechos. Pero fuese o no debido a ellos, pronto lo olvidó por completo a favor de la mirada de su esposa y se concentró por completo en ella.
-Todavía te queda ropa. –Murmuró él sin dejarla separarse un milímetro de su rostro y casi susurrando las palabras en el interior de su boca que seguía fundiéndose con la suya.
-A ti también. –Señaló ella sin la menor intención tampoco de apartarse de él. -¿También vas a quitártela?.
-¿Es lo que quieres?. –Preguntó Jonathan ignorando ya por completo cualquier cosa que habría podido pensar sobre cómo reaccionaría ella y dándose cuenta de que Sarah seguía siendo la misma en cualquier situación.
-Sí. –Afirmó ella besándolo de nuevo antes de apartarse a un lado. –Ya te lo he dicho, a mi también me gusta mucho tu cuerpo.
Jonathan asintió con una sonrisa ante la sinceridad de su esposa y decidió hacer lo que esta le pedía mientras observaba como ella se desabrochaba el cinturón y se desembarazaba de la falda más larga. Él hizo lo mismo con la poca ropa que le quedaba, aflojó el cinturón de sus pantalones, se quitó las botas sin molestarse siquiera en desabrocharlas y se deshizo de estos y su ropa interior a la vez quedando desnudo junto a ella.
Sarah lo miró cómo hasta entonces, sin el pudor o las dudas que podría haber en el rostro de otra mujer cualquiera en su situación, deleitándose en los perfiles acentuados de sus músculos sin la menor vergüenza ni siquiera al llegar a su cintura. Observó todo su cuerpo sin temor, desde su pecho perfectamente modelado por sus años de entrenamiento hasta sus piernas de músculos igualmente definidos y solo se detuvo un instante en su cintura, aunque su mirada mostraba más curiosidad que dudas.
-Estás distinto… -Notó ella refiriéndose a la parte de su cuerpo que destacaba entre el nimbo plateado que se extendía bajo su cintura y ella misma había hecho resaltar de esa forma sin darse cuenta.
-Es culpa tuya. –Sonrió Jonathan casi divertido ante su afirmación. –Si no fueses tan bonita no pasaría nada de esto.
-No lo entiendo. –Afirmó Sarah confundida. -¿Por qué?.
Jonathan decidió explicárselo de la forma más sencilla que pudo ocurrírsele. Volvió a rodar hacia ella cubriéndola con su cuerpo y bajó la cabeza hasta tomar uno de sus pechos en su boca. Sarah gimió al instante de nuevo sintiendo la excitación de su contacto, pero él no se detuvo y siguió jugando con su pezón acariciándolo entre sus labios, rozándolo suavemente con su lengua al igual que la rosada piel que lo rodeaba mientras este se endurecía aún más en su boca.
-¿Lo ves?. –Sonrió separando sus labios de ella para decepción de esta y volviendo a mirarla. –Tu cuerpo también reacciona así.
-Es por lo que estás haciendo. –Lo contradijo Sarah. -¿Y si yo hago lo mismo?.
Ella bajó su mano de pronto sin darle tiempo a decir nada y lo acarició entre las piernas con la misma suavidad que él hacía con sus pechos. Pero su reacción no fue en absoluto tan sutil, sus ojos se entrecerraron de pronto y notó como su cuerpo temblaba sobre el suyo por un instante como si su contacto le prendiese fuego, algo no muy lejos de lo que en realidad el sentía en aquel momento.
-No hagas eso. –Pidió con voz entrecortada mientras cogía su mano.
-¿Por qué?. –Preguntó ella de nuevo.
-Porque no pienso terminar antes que tú, no estropearé nuestra primera noche juntos. –Explicó Jonathan perfectamente consciente de que ella seguía sin entenderle. –Además, tú todavía tienes algo de ropa.
Sarah se dio cuenta de que él tenía razón y movió sus manos para desembarazarse de las prendas que le quedaban, aunque no llegarían siquiera a tocarlas. Antes de que pudiese hacerlo, Jonathan se adelantó a ella haciéndola estremecerse con un suave beso entre sus pechos y fueron sus manos las que desabrocharon su falda haciéndola caer sobre la cama mientras sus dedos se enredaban en los bordes de su ropa interior.
Sarah no supo que hacer por un momento, sintió una sensación aún más fuerte cuando sus manos rozaron el suave montículo que se ocultaba tras el algodón de su ropa interior y hundió la cabeza en la almohada mientras él recorría su estómago besándola hasta pararse también allí.
Despacio, con una suavidad y lentitud que le hacían casi daño por la tensión que generaban en su cuerpo a cada roce con aquella tela, las manos de Jonathan retiraron la última prenda de su cuerpo deslizándola por sus piernas hasta dejarla libre y su rostro la observó por un segundo repitiendo lo que ella misma había hecho con él hacía un instante resistiéndose tanto como podía a los deseos de su cuerpo por el suyo.
Era demasiado hermosa para ser real, una criatura de piel sonrosada por la pasión y cabellos de fuego, de ojos dorados como soles y pechos suaves que curvaban su figura con la misma perfección que sus caderas y su delicada cintura. Tan solo había algo en ella que resultaba extraño, aunque esto no la hacía en absoluto menos hermosa. Su cuerpo no tenía un solo cabello salvo en su cabeza, nada que interrumpiese la perlada superficie de marfil de su piel en ninguna parte, ni siquiera allí donde debería cubrir la zona más íntima de su cuerpo.
Él sonrió sorprendido ante esto, pero no era algo que le desagradase en absoluto y ella misma no esperaría un segundo más si él seguía solo mirándola. Su cuerpo actuó ya por su cuenta ignorando cualquier cosa que su mente pudiese pensar y bajó hasta ella acariciando la parte interior de sus piernas con una mano mientras besaba sus caderas y deslizaban ambas manos entre las sábanas y sus nalgas para acariciarla una vez más. Sarah respondió con un suave gemido entrecortado apenas audible y trató de alcanzarle con sus manos, algo que él no le permitiría tan pronto. Sus labios dejaron de tentarla conformándose con sus caderas o sus muslos y se acercaron poco a poco al centro de su cuerpo haciendo temblar sus manos, se separaron un segundo para mirar a aquellos ojos que parecían buscar lo mismo que él pidiendo que pusiese final a la ansiedad que sentía y se posaron al fin sobre la zona más sensible de su cuerpo.
Ella apenas pudo resistirlo, su garganta vibró con un gemido de placer que resonó en toda la casa mientras sus manos apretaban con fuerza las sábanas bajo ella y los labios de su esposo besaban los otros labios de su cuerpo deslizando su lengua entre ellos. Pero aquello no la alivió en absoluto, al contrario, el fuego que ardía en su interior se hizo más intenso, su ansiedad creció quemándola por dentro con un deseo que ella no reconocía pero quería alcanzar por encima de cualquier otra cosa y su respiración casi se detuvo hasta que él se separó de ella de nuevo permitiéndole respirar pesadamente una vez más, jadeando en busca del aire que sus pulmones necesitaban y su corazón parecía ignorar.
Pero Jonathan no se había detenido por esto. Había un pequeño tatuaje en su pierna, algo apenas visible en la parte interna de su muslo pero que ahora destacaba claramente sobre el suave tono rosado de su piel y lo había hecho detenerse: una pequeña luna blanca. Esto lo desconcertó un instante recordándole el tatuaje que él mismo llevaba y por un momento estuvo tentando de preguntar algo, aunque ella pronto lo haría olvidar cualquier otra cosa cansada de esperar a que continuase.
-No pares. –Jadeó levantando la cabeza para mirarle. –Ahora no se te ocurra detenerte.
Antes de que él pudiese responder a esto, sus piernas lo cogieron por la cintura empujándolo hacia ella y esta lo abrazó fundiéndose con él en un apasionado beso mientras rodaban hasta el borde de la cama sin decidirse sobre quien acabaría sobre el colchón. Una vez más, sin embargo, sería ella quien terminaría bajo él y este sonrió burlonamente ante la mirada de decepción de su esposa por no haberse salido con la suya, algo que él mismo borraría de su rostro en unos segundos.
Mientras ambos se miraban, su mano se deslizó sobre su estómago enviando pequeñas descargas de emociones a todo su cuerpo y se posó suavemente entre sus piernas haciéndola cerrar los ojos por un instante. Estaba húmeda, no podía distinguir si a causa de su peculiar trayecto por el lago o los juegos de pasión a los que se habían entregado desde hacía un rato, pero fuese cual fuese la respuesta estaba dispuesto a asegurarse de que la correcta acabaría siendo la última.
Ella intentó formar una nueva pregunta al sentir sus dedos jugando entre los rosados pliegues de su cuerpo, pero su voz se entrecortaba a cada movimiento y cuando uno de ellos comenzó a deslizarse en su interior gimió de nuevo clavando sus dedos en su espalda hasta casi hundirlos en su piel.
No podía pensar, no podía apenas controlar su cuerpo, solo apretarle contra ella acariciando cada músculo de su esposo mientras este la excitaba más y más sin darle explicaciones, algo que ella pronto le pediría al recuperar de nuevo la voz.
-¿Por qué haces eso?. –Gimió con voz entrecortada sin dejar de mirar el rojo ardiente de los ojos de su esposo enmarcados entre mechones de plata que se pegaban a su cara. -¿También vas a acariciarme por dentro?.
-Es una forma de describirlo. –Trató de explicar Jonathan con voz también agitada, tratando de contener su deseo a cerrar de nuevo sus labios con los suyos. –Pero no sé nada de los de tu especie y me preocupa que te haga daño como sucedería con una humana.
-¿Me harías daño si fuese humana?. –Preguntó desconcertada Sarah sujetando su mano al notar que dejaba de acariciarla para no permitirle parar. –Me da igual, yo no lo soy y por ahora no lo has hecho. No quiero que pares.
-No lo entiendes. –Intentó aclararle este cediendo a la petición de su mano y volviendo a acariciarla mientras sus dedos jugaban casi inconscientemente con uno de sus pechos dejando que ella hiciese lo mismo con sus manos sobre el suyo. –No son mis dedos lo que tendría que estar dentro de ti.
-Entonces qué. –Insistió Sarah tan sorprendida como siempre por su reticencia a la hora de hablar. –Si no me lo dices no puedo entenderlo y ya no puedo más, no sé que me pasa pero mi cuerpo arde tanto que parece que vaya a estallar.
Jonathan comprendió la urgencia que describía puesto que él mismo la sentía dolorosamente en cada fibra de su cuerpo, pero la respuesta que ella buscaba seguía resultando difícil de expresar con palabras y no lo haría así, sino con una mirada con la que dirigiría los ojos de la propia Sarah hacia la punto en que las caderas de ambos se tocaban. Casi al instante, la joven que jadeaba entre sus brazos se dio cuenta de lo que él quería decir al notar el roce de aquella parte de su cuerpo sobre la suave piel de su cadera contribuyendo a excitarla aún más y sus ojos miraron de nuevo a los de su esposo un tanto confusos.
-Pero… -Titubeó deslizando una mano hasta su nuca y hundiéndola en la cascada de plata que la cubría. -…es muy grande… ¿Cómo sabes que cabrá?.
-Tú eres el demonio aquí. –Respondió Jonathan sin saber muy bien como tomarse aquello, a la vez divertido y preocupado por su pregunta. -¿Cómo quieres que lo sepa?. Deberías decírmelo tú.
-¡Yo no lo sé!. –Protestó ella estremeciéndose al sentir uno de sus dedos abandonar su cuerpo y rozar sobre la delicada perla rosada que palpitaba entre los delicados labios que rodeaban aquella parte de su anatomía haciendo que su mano apretase con más fuerza a Jonathan atrayéndolo hacia sus labios. –Pero solo hay una forma de averiguarlo.
-¿Estás segura?. –Preguntó Jonathan incapaz de decidir si posar sus ojos sobre los suyos o sobre sus labios ahora teñidos de un rojo intenso a causa de los besos.
La respuesta de su esposa fue tan tajante como clara. Lejos de decir una sola palabra más, Sarah lo besó pegando sus labios a los suyos y ambos rodaron hacia el otro lado de la cama abrazados en un fogoso beso en que sus cuerpos se entrelazaban haciendo difícil distinguir a uno de otro entre la maraña de sus cabellos. Y esta vez ella sí se saldría con la suya.
Tal como pretendía, cuando ambos se detuvieron de nuevo Sarah estaba sobre él sonriendo en la misma forma que hacía unos minutos y Jonathan no tuvo fuerzas para hacer nada por detenerla. La observó deslizarse sobre su cuerpo volviendo a juguetear con sus manos sobre su pecho hasta alcanzar sus caderas con las suyas y allí se detuvo apoyando ambas rodillas en las sábanas y sus manos en el pecho de Jonathan que no tardó en ayudarla.
Había esperado demasiado y ya no quería preocuparse más, solo dejarla seguir adelante como ambos deseaban. La cogió por la cintura acariciando suavemente sus nalgas un instante y la levantó hasta colocarla sobre él dejando que fuese su mano la que lo guiase a su interior. Sarah se sintió extraña por un momento, sintió como todo su cuerpo hervía entre las manos de su esposo al notar como él se deslizaba poco a poco dentro de ella y sus cuerpos se rozaban, pero al mirarle pudo ver en él la misma excitación que sin duda había en su rostro y no dudó un segundo más.
Sus manos abandonaron su pecho sin intención ya de sostenerse y retiró las de su esposo dejando que sus cuerpos se unieran poco a poco. No hubo dolor como él había temido, ni siquiera una pequeña molestia, solo una sensación de placer tan embriagadoramente fuerte que amenazaba con volverla loca y le hizo difícil controlarse a si misma mientras lo dejaba hundirse en ella poco a poco y lo sentía en su interior como una parte de sí misma.
Los dos jadeaban cada vez más fuerte mente entremezclando sus voces en nuevos gemidos y Sarah ni siquiera esperó a que estuviese del todo dentro de ella. Soltó sus manos cogiéndolas con las suyas para que nada la detuviese y se inclinó hacia delante aplastándolas contra la cama a ambos lados de su cabeza mientras lo besaba con más pasión que nunca, casi haciendo sangrar sus propios labios con la furia de aquel beso.
Jonathan tampoco se quedó quieto, la dejó controlar sus manos por el momento pero le devolvió el beso estimulando cada pequeña parte de su boca con la suya mientras ella empezaba a deslizarse sobre él siguiendo los movimientos que su propio cuerpo le dictaba sin depender ya de su mente.
La sintió vibrar sobre él, arder como la llama escarlata y plateada que sus cabellos parecían, pero no la soltó en ningún momento. Sus manos chisporrotearon al separarse como si una corriente los uniese y centellearon al tocar de nuevo sus costados, sus labios hicieron lo mismo al buscar su cuello y sintió como ella gemía de nuevo ante sus caricias antes de devolvérselas.
Poco a poco sus movimientos se hicieron más fuertes, más rápidos, más cargados de excitación y aquella ansiedad contenida que los volvía locos haciendo que se devorasen mutuamente en caricias. Sus caderas se deslizaron sobre las suyas acariciándolo con sus nalgas, las manos de él hicieron lo mismo con sus pechos entrecortando su respiración aún más y los labios de ella jugaron por su cuerpo cuando este no hacía lo mismo con ella atrayendo sus agitados pezones hacia su boca ahora que sus pechos se sacudían al ritmo de sus cuerpos.
La danza ancestral de la pareja se aceleró conforme su pasión subía hasta el límite, ambos rodaron por la cama inconscientes ya de lo que sucedía, pensando solo en ellos mismos y sus cuerpos. Sus caricias se volvieron salvajes, sus cuerpos llamas que se quemaban mutuamente entre gemidos y el sonido de ambos cuerpos al chocar entre sí cada vez más deprisa. No había palabras, no había pausas para respirar, solo pasión mientras ambos se besaban, se acariciaban, se hundían el uno en el otro hasta alcanzar el límite de sus cuerpos al son de la tormenta que rugía sobre la ciudad.
Ella perdió el control sintiendo como todo a su alrededor se nublaba, arqueó la espalda escapándose de entre sus brazos sin dejar de moverse sobre él al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás cubriendo las piernas de ambos con sus cabellos. Pero él no se lo permitió, la siguió sintiendo como su propio cuerpo estallaba fundiendo sus sentidos en una única sensación y la abrazó de nuevo.
Sus músculos se tensaron al igual que el cuerpo de ella, cada fibra de ambos cuerpos tembló de placer y excitación a un tiempo todavía pegados, abrazados, como si tratasen de unirse aún más mientras ella gemía llenando la habitación con su dulce voz en algo que ya era casi un grito, una explosión de placer que pareció descontrolar incluso sus poderes haciendo estallar los jarrones y lámparas de la habitación al tiempo que un nuevo rayo estallaba al lado de la casa iluminando la habitación y sus cuerpos empapados de sudor con su luz azulada.
El estallido fue ensordecedor, pero ninguno de los dos lo oyó. Ambos se habían perdido por completo en sus propias sensaciones y cayeron de golpe sobre la cama mientras el mundo a su alrededor desaparecía por unos segundos y ella sentía como algo calido se derramaba en su interior acentuando aún más la dulce sensación que hacía estremecer todo su cuerpo entre los brazos de su esposo.
Entonces todo quedó en silencio. El eco de sus gemidos se perdió en la noche junto al estruendo del rayo y lo único que pudo oírse fue la jadeante respiración de la pareja. Los dos siguieron tendido uno sobre el otro por unos segundos dejando que sus cuerpos se empapasen en aquella sensación, deseando solo seguir al lado del otro mientras se abrazaban con cariño. Pero, como de costumbre, Sarah pronto encontraría algunas preguntas y pasados unos minutos esta levantaría la cabeza de su pecho para mirarle mientras su respiración se tranquilizaba e intentaba pensar con claridad de nuevo.
-¿Era esto de lo que tenías miedo en Ruran?. –Preguntó con una sonrisa dulce y cariñosa que sorprendió al propio Jonathan. –Eres un estúpido. Es algo maravilloso, ¿Por qué has esperado tanto?.
-Te estás acostumbrando demasiado a llamarme estúpido. –Le señaló él todavía recuperando el aliento e intentando que sus ojos se centrasen en los suyos y no en la desnudez del resto de su cuerpo. –Tenía mis motivos para hacerlo.
-Pues dímelos. –Insistió ella ignorando el pequeño destrozo que había formando alrededor de la cama con sus poderes y centrándose solo en aquellos rubíes que ahora brillaban con una luz tan intensa como sus propios ojos. –Así podré entenderte mejor.
-Uno de ellos es lo que te dije antes, no sabía como reaccionaría tu cuerpo. –Explicó. –Tú no lo entiendes, pero te aseguro que por lo que he visto las hembras de tu especie tienen mucha suerte comparadas con las humanas.
-¿Y el otro?. –Lo apremió ella apoyando sus codos en su pecho y su barbilla en sus propias manos para mirarle mejor.
-El otro es más sencillo de entender supongo. –La animó viendo que no había entendido nada de lo que había dicho antes. –Verás, entre todos los nombres con que la gente llama a lo que hemos hecho esta noche hay uno que es el que tiene más significado y acepta más gente. Y ese no solo define lo que hacemos, sino lo que sentimos.
-Deja de jugar. –Refunfuño Sarah impaciente. -¿Vas a decirme cual es o no?.
-Lo llaman hacer el amor. –Respondió él levantando una mano hasta su mejilla y acariciándola hasta hundir sus dedos entre sus cabellos. –Y mientras tú no comprendieses lo que era querer a alguien eso era imposible para nosotros.
-Entonces… -Pareció comprender Sarah apoyando ambas manos sobre su estómago y dejándose caer hacia un lado para hundir su cabeza en la almohada. –Ahora ya no hay ningún problema, ¿Verdad?.
-Ninguno. –Asintió Jonathan girando la cabeza para mirarla y sorprendiéndose de nuevo ante la belleza de su silueta recortada bajo la pálida luz de la ventana, casi como si un aura plateada la rodease. –En realidad me preocuparía que lo hubiese.
-A mi también. –Sonrió ella mirándole igualmente. –Además, ahora podré dormir sin tener que llevar puesta la ropa, empezaba a cansarme de eso.
-Espero que solo lo hagas en casa. –Bromeó este consciente de que ella comprendía ya de sobra aquello y ganándose una sombría mirada de su esposa. -Aunque tal vez tengamos que hacer algunos arreglos en la habitación y no dejar nada frágil cerca, has destrozado bastantes cosas.
-No he sido yo sola, tú tienes tanta culpa como yo. –Negó Sarah girándose hacia él y apoyando ambas manos en el colchón. –Pero ahora no es eso lo que tendría que preocuparte.
-¿Qué entonces?. –Preguntó ahora con curiosidad Jonathan.
Lejos de responder inmediatamente, Sarah apoyó también sus rodillas sobre la cama y se acercó a él caminando a gatas en una forma que recordaba curiosamente a la de un felino tanto por el brillo dorado de sus ojos en la oscuridad como por sus movimientos y la forma en que su cuerpo rozó el suyo al pasar por encima de él provocando diminutos destellos entra ambos a cada roce entre sus pechos o sus manos y el suyo.
-Dijiste que si nos acostábamos juntos no dormiría esa noche.
-No dije eso exactamente. –Sonrió Jonathan recordando sus propias palabras pero demasiado perdido en su cuerpo o sus ojos como para contradecirlas. –Pero de todas formas, ¿Vas a obligarme a cumplir eso?.
-Si. –Asintió ella cubriéndolos a ambos con sus cabellos mientras deslizaba sus brazos entre la seda plateada de los de su esposo para abrazarle.
-Será un placer hacerlo entonces. Una promesa es una promesa después de todo.
Jonathan no dijo nada más, sus labios se encontraron con los de Sarah de nuevo mientras sus corazones comenzaban a arder una vez más y ambos se abandonaron a los juegos de la pasión sin preocuparse por nada salvo el amor que palpitaba en sus corazones. Y mientras tanto, justo por encima de ellos, la tormenta continuaba su paso sobre Ramat haciendo patente su presencia con un nuevo rayo que dividió la oscuridad de la noche como si con esto saludase a los dos jóvenes amantes que continuaban su atrasada noche de bodas bajo ella.
....mmmm me ha dejada un buen sabor de boca este capitulo.. pero matizando...

Mister Cragor... vayamos por partes....

La parte del diario me ha parecido en verdad algo floja comparada con las anteriores... no tiene ese aura que tenia el capitulo anterior... que se notaba que estaba escrito por un gran sabio. Aunque lo que dice esta muy bien. (La descripcion es bastante interesante... aunque algo inconcluyente, y se aprende mucho pero me ha dejado mosqueado que el tio ese se comportase de forma tan tranquila en ves de aniquilarlos...)

Las frases en las que Jhonatan deja entender que habra **** por la noche quedan un poco fuera de contexto.. hubiera sido mejor que simplemente hubiera dicho algo tipo "Esta noche te hare mia y estaremos juntos de forma plena", o incluso un simple "Ha llegado el momento de sellar nuestro matrimonio" que.... "Sera mejor que duermas que esta noche no lo haras" (Esto suena a chulo-puta la verdad...)

La general esta mmm... creo que no logras definir correctamente su comportamiento... es enigmatico... ademas si en el futuro decides hacerla malvada quedara un poco raro pues la has puesto por las nubes. (Que si... que soy buena... que no os voy a putear.-.. ect...)


Y ahora... la escenita....

Esta bien planteada y muy bien llevada a cabo... pero creo que te falta romanticismo... ademas eres un pelin explicito (Tendras que catalogarlo para mayores de 18). Ademas... Creo que te pasaste un poco con:

-Pero… -Titubeó deslizando una mano hasta su nuca y hundiéndola en la cascada de plata que la cubría. -…es muy grande… ¿Cómo sabes que cabrá?.

-Tú eres el demonio aquí. –Respondió Jonathan sin saber muy bien como tomarse aquello, a la vez divertido y preocupado por su pregunta. -¿Cómo quieres que lo sepa?. Deberías decírmelo tú.


Y como final... Cragor... muy hermoso la relacion de esta inmadura (Que a partir de ahora sera una adicta al sexo...) y este e... jovencito albino (Superdotado como podemos ver). Sabes crear un mundo realista, una mitolgia sensacional y unos personajes creibles y a los que se le coge cariño... pero lo del amor... repites mucho las mismas construcciones y se hace pesado al leer siempre lo mismo...
Sobre lo que apuntas del diario, perfecto, esa es la impresión que tiene que dar. Quien te describa a Nesk-lat no es un sabio, es un niño que se ha dado cuenta de que esa cosa a la que han traido frente a ellos está mil veces por encima de ellos. Los sabios como ellos se creían quedan como críos ignorantes a su lado y así es como él se siente.

Lo de JOnathan es un error tuyo. Él en ningún momento dice eso, en Ruran le dijo que no era para dormir precisamente para lo que tendrían que acostarse juntos aquella noche, la uqe entiende que no dormirá en toa la noche es Sarah y así se monta to ese líoXD.

La general, me alegro de que no la entiendas^ ^, así debe ser el personaje.

Sobre la escenita. En ningún momento pretendí hacerla para niños, no voy a responder ni de lo explícita que sea ni nada parecido aunque creo que es bastante "bonita" en cuanto a lenguaje. Sobre el romanticismo, a mí si me parece que su relación es bastante romántica teniendo en cuanta como son ambos.
A lo que paso de contestar es a lo de "adicta al sexo". Cada uno que piense lo que quiera, sabía que en el momento en que Sarah se comportase como és y no como una virgen asustada y temerosa como marca el tópico pasaría eso, pero es algo que ya he asumido. Sarah no entiende por qué eso está mal (yo tampoco) y le gusta, que alguien me de una razón para que la tía rechace eso y puede que me plantee "arreglarlo". Yo no la veo y por tanto tendría que forzarlo todo.
Bien... entonces lo entendi todo al reves... gomen nasai...

El proximo capitulo me callare antes de volver a meter la pata estrepitosamente la pata.

Entonces... lo he entendido todo al reves pero estas contento...

En cuanto a lo de adicta al sexo. es simplemente un comentario jocoso (Que te lo tomas todo en serio...)... se comprende perfectament elo que quieres decir.. tranquilo...

Gomen nasai....
Joe, no, que tampoco es eso. SI véis fallos ponedlos, sino no hay forma de corregir las cosas. Pero eso tampoco significa que yo considere fallos todo lo que vosotros pongáis, cada lector ve las cosas de una forma y como ya te he dicho lo que tú apuntas al principio me ha sorprendido porque lo pones como error, cuando describes exactamente las impresiones que yo quería que dieran. Me sorprende haberlo conseguido [Ooooo] .

En lo que si creo fue fallo túyo ya te he dicho que fue en lo de lo que había dicho Jonathan. Es más, al final del capítulo él mismo aclara que no dijo eso en ningún momento.

Lo último ties razón y me lo he tomado demasiado en serio, sorry, pero sé lo difícil que es luchar contra los tópicos y esperaba que alguien dijese eso mismoXD. Me lo tomaré así por tanto al igual que lo del "superdotado"XD, porque no es que la chica se que medio embobá por un tamaño excesivo, lo estaba comparando con un dedo y hombre... ahí si que no se le pue negar que tie razón en hablar asíXD. Es más, esas líneas son una coña dentro del capítulo.
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