Buenas.
Os pongo, a continuación, un pequeño relato que he hecho y que he dejado ya en un par de sitios.
Comentar que agradezco cualquier tipo de crítica (constructiva, por favor)
Tambien comentarios que no quiero que este relato se quede en eso, en un simple relato, quiero darle continuidad. ¿Sigo por el camino infantil o le doy un toque "más maduro", con todo lujo de detalles?
Sin más, os dejo con el relato de los Unicornios.
- Cuéntame un cuento, papá.
- ¿Qué cuento quieres hoy, mi pequeña Uni?
- Cuéntame el de los unicornios.
- Pero cariño, ¿cuántas veces te lo he contado ya?
- Por fa… es el que más me gusta.
Pedro no podía negarse a contarle el cuento de los unicornos a su pequeña cuando se hacía esos pucheros tan monos. Daban ganas de comérsela a besos.
- Venga. Lávate los dientes, ponte el pijama y métete en la cama. Papá te contará el cuento de los unicornios.
Uni hizo caso a su padre, sin prisa pero sin pausa y, una vez arropada, su padre comenzó a contarle el cuento de los unicornios.
- Era una vez que se era, hace mucho tiempo, que por nuestro mundo se encontraban toda clase de criaturas. Algunas buenas, otras malas. Unas grandes, otras pequeñas. Altas, bajas, ordinarias, mágicas… de cualquier tipo que puedas imaginar. Y, por encima de todas ellas, destacaban los unicornios.
“Los unicornios eran bellos caballos con un cuerno en la frente. De su cuerno provenía toda la magia del mundo y, por lo tanto, sin unicornios no había magia.
Los unicornios no morían, sino que su alma se metía dentro de su cuerno. Ese cuerno buscaba una yegua embarazada, se ponía en su frente y el potrillo que nacía era otro unicornio con la magia y sabiduría del anterior unicornio.
Pero llegó el tiempo en que los hombres quisieron ser poderosos. Y quisieron la magia. Quisieron los cuernos de los unicornios. Empezaron a cazarlos y, lentamente, empezaron a desaparecer estos bonitos caballos hasta que sólo quedaban unas pocas decenas.
La reina de los unicornios, Uni, tomó la decisión de que ellos debían abandonar este mundo para poder sobrevivir. Debían viajar al mundo de los sueños. Unos cuantos humanos que no se habían vuelto avaros les ayudarían porque, por muy poderosos que fueran los unicornios, necesitaban de un humano para poder realizar este hechizo.
El mundo se quedaría sin magia y sin recuerdo alguno de los unicornios o de cualquier criatura fantástica. Sin embargo, la reina Uni decidió que estos humanos y toda su descendencia sí que recordarían a las criaturas mágicas. Les regalaba la capacidad de soñar. Les visitarían en sueños y les hablarían de sus aventuras para que estos humanos las pudieran contar al resto de los humanos.
Estos cuentacuentos tendrían en la espalda una marca con forma de nube y así se identificarían. Y así los unicornios pudieron escapar y por la noche visitan a los descendientes de estos humanos que tienen una marca con forma de nube en la espalda, como tú mi pequeña Uni. Así tú puedes soñar con tus unicornios.”
Mientras terminaba de contar el cuento a su hija que dormía hace rato, su esposa Ana les miraba desde la puerta sin hacer ruido. Una mirada maternal apareció en su cara cuando Pedro le dio un beso de buenas noches en la frente de su hija.
- ¿Cuándo le contarás los cuentos con un vocabulario más complejo, Pedro?- Ana sabía que en poco más de un año Uni tendría que tomar la decisión.
- Aún es pronto- dijo de manera solemne Pedro.- Primero tiene que comprender con palabras simples todo lo que pasó. Sólo así podrá decidir si quiere seguir soñando y contando historias, tal y como hizo mi padre conmigo.
- ¿Estás seguro? ¿No sería mejor que saltase esta generación?
La pregunta de Ana no estaba fuera de lugar. Al contrario, sabía muy bien cómo lo había pasado su marido de pequeño.
- Por supuesto que no. De pequeño la reina hablaba conmigo en mis sueños y me enseñaba muchas cosas. Pero mi padre me contó la historia con todo lujo de detalles, sustituyendo mis sueños por pesadillas e impidiendo que la reina jugase conmigo cada noche. Te aseguro que lo que los humanos hicieron no es algo que tenga que saber un niño de 5 años.
- Uni los cumplirá el mes que viene.
- Por eso mismo te lo digo. Pero la reina, mi reina, no me había abandonado y me visitó cuando cumplí los 18. Me mostró tu rostro antes de saber siquiera que existías y supe que mi vida estaría unida a la tuya. Cuando supimos que ibamos a ser papás de una niña te pedí que se llamara como la reina, Uni.- Pedro hablaba con Ana mientras se desvestía para ponerse el pijama. Ana, como siempre, miraba la mancha con forma de nube de su espalda.
- Sí, claro. Como no. – Ana había aceptado a su marido tal y como era, con su manía con los sueños. Además, hacía poco que ella también había soñado con un unicornio hembra majestuosa, regia, que sólo repetía el nombre de “Víctor”.
- Está bajo la protección de la reina. Según vaya creciendo le iré contando todos los detalles. De hecho, lo estoy escribiendo en el ordenador por si me pasa algo.
- Creo que estás exagerando.
- Ana. Sé que la reina te ha visitado. Me lo ha dicho. Como también me ha dicho que nuestro segundo hijo se llamará Víctor.
Ana se quedó pálida. Se había enterado ese mismo día que estaba embarazada y pensaba decírselo esa misma noche.