VI. Convivencia: El Viaje
Todo comenzó al alba...
Las palabras empezaban a convertirse en realidad en todos los corazones de los miembros de la peligrosa expedición. Los nervios estaban erizados pero los hombres de Kyo demostraron su valía permaneciendo serenos, en unos momentos muy tensos, en los que comenzaba a ponerse en juego la dudosa supervivencia de los Hijos de Aris.
Los soldados recibieron las últimas instrucciones de labios de Kyo y la esperada bendición para su viaje fueron suspiros del rey.
Hitsys esperaba el momento de partir. Se mantuvo al margen, con los ojos clavados en el colgante que la noche anterior había regalado a Dharion... no sabía porqué lo había hecho... pero no se arrepentía, aunque algo, en su interior, le gritaba que su acción la había sentenciado para siempre...
- Hija mía - habló el rey -, sabéis que os quiero...
- Sí padre - respondió ella antes de darle un beso en la mejilla - no os preocupéis, Kyo me protegerá y Nepher también...
El soberano miró a la sacerdotisa que nunca se había apartado de Nékhan, entonces entendió la quietud demostrada por la infanta ante su destino. Besó a su hija en la frente por ultima vez...
Dharion no había apartado los ojos de Nékhan ni un sólo momento. Ahora las cortinillas de su carruaje estaban echadas y se ocultaba en la penumbra de su interior privándole de su belleza.
Por otro lado, Kyo se había apostado al lado del transporte real y el joven soldado sabía demasiado bien que Dreo le había dado instrucciones para vigilarlo.
Dharion, como la de la mayoría de los soldados, habia desviado su atención hacia Hitsys, envuelta en una oscura capa. La chica por fin había logrado separarse de la princesa y volver a convertirse en ella misma, vistiendo las extrañas ropas con las cuales fue encontrada en el desierto. Su actitud seria, pero a la vez serena, imponía respeto a pesar de su juventud.
Recién estrenado el amanecer la caravana abandonó Oruk entre el griterío de la multitud que despedía a los viajeros, y en especial a la princesa. La noticia de que Nékhan podría ser Areg.Nuk.Arak se había extendido muy rápidamente y los ciudadanos se sentían salvados y orgullosos. Creían ciegamente que aquella jovencita acabaría con su sufrimiento. Todas las gentes rezarían sin descanso cada amanecer y cada anochecer pidiendo perdón y clemencia a Aris... Rogarían unas mil veces más descubrir a su verdadero Descendiente de Aris...
Nékhan y Nepher viajaban en el carruaje real ajenas a todo. Aisladas de la realidad, sumidas en otro mundo paralelo, navegaban por los senderos del subconsciente de la princesa. Sus almas habían abandonado sus cuerpos para traspasar los últimos limites permitidos para cualquier Hijo de Aris, la realidad tenía sus barreras y solamente el Elegido podría atravesarlas.
El primer día de viaje transcurrió tranquilo. La solemne actitud de la escolta de Nékhan, era el fiel reflejo de su consciencia. Se sentían como piezas claves de la Salvación de su mundo; harían uso hasta de su propia vida para que la importante misión que les había sido encomendada fuera exitosa, costase lo que costase. Pensaban, que si morían en aquella aventura, sus nombres serian recordados por toda la eternidad como los escogidos para proteger a Areg.Nuk.Arak en su último viaje....
Los sueños de gloria y el deseo de convertirse en héroes de leyenda estaban sus mentes infundiéndoles el valor capaz de empujar el miedo a lo desconocido, fuera de sus corazones... qué ingenuos ante la auténtica realidad...
Arropados por el cielo rojizo apagándose en su paseo hacia la noche, levantaron cuatro tiendas; tres destinadas para el descanso de los soldados y sirvientes de la princesa, mientras que la cuarta, la más lujosa quedaba reservada para Nékhan, Nepher.
La extranjera dormia aparte, en una tienducha pequenia.
Se sentaron entorno al fuego. Ordenadamente se procedió a repartir las raciones entre los hombres. Dharion buscaba insistentemente a su amada princesa, pero ésta había ocupado su tienda y no tenía intención de acompañarlos en la cena. Ahora sus ojos se arrastraron por sus compañeros hasta tropezarse con Hitsys. La joven, apartada de todos, comía en silencio.
Más tarde el campamento dormía. Los últimos resquicios de la gran hoguera se apagaban lentamente arrastrados por una suave brisa. Kyo y tres soldados estaban aquella noche en pie, montando guardia, velando por los demás que gozaban del reparador descanso después de una dura jornada. Todos excepto Hitsys. Se hallaba junto a su tienda, había preferido tumbarse bajo el cielo.
La extranjera había anhelado la inmensa sensación de espacio y libertad que le invadía entre su querida y convaleciente Naturaleza. Desde que llegó a Oruk había deseado abandonar la ciudad. Se sentía prisionera en las manos de Nékhan, apartada de su propia existencia, recluida en un mundo aparte, infectado de mentiras.
Ahora, era por fin libre de la complicadas relaciones producidas por una sociedad corrupta.
De repente, tanto Nepher como su protegida, dieron de lado a la extranjera porque de nada podía servirles ya. Ambas, sumergidas en unos asuntos privados aceptaron a la forastera mientras ésta les proporcionó compañía y se sometió a ellas dos, pero ahora, su presencia no era necesaria, sino más bien un estorbo, no la dejarían participar de sus planes... en realidad ella tampoco lo deseaba... En Oruk se sintió arrastrada a creer en la veracidad de las palabras de la profetisa acerca de la verdadera identidad de Nékhan, pero el repentino cambio en su jovial carácter la confundió y la hizo dudar ¿realmente Nékhan podría ser Areg.Nuk.Arak?...
Al despuntar el día se reanudó el viaje.
El duro sol de las Tierras Rojas del desierto de Khrag les quemaba sin darles tregua. El camino prometía ser largo, se iría haciendo más pesado conforme se introdujeran más y más en la inmensidad del desierto de arenas encarnadas.
La quietud llegaba a ser asfixiante, aún no habían tenido la suerte, o la desgracia, de toparse con alguno de los monstruos de las profundidades de la Tierra. Pobres ignorantes, simples mortales, no se daban cuenta de lo que entorno a ellos comenzaba a fraguarse, pudiendo dar a luz el final de los Intocables Hijos de Aris.
La monotonía se convirtió en la única compañera de viaje de los mortales, valientes o dementes que se adentraban más y más en tierras dominadas por las Criaturas de la Noche. Su Padre, Netz, les había conferido una enorme ventaja sobre sus enemigos, los Hijos de Aris.
Los siguientes siete días transcurrieron con una inusual calma, el destino parecía querer que aquellos aventureros guardasen las fuerzas que más tarde necesitarían para salvar sus vidas. En el ambiente comenzaba a respirarse el enrarecido aire de maldad que les acechaba a cada paso, condenándolos irremediablemente.
Nepher y Nékhan continuaban privando a todos de su presencia, escondidas en su transporte a penas se dejaban ver unos segundos. No hablaron con nadie, ni si quiera la princesa volvió a requerir a Hitsys para compartir con ella los tontos juegos que tanto le gustaban.
Nada.
Actitudes extrañas eran aquellas, capaces de alterar a los miembros de la expedición. Un cambio de carácter con motivos más que justificados produjo Nepher en todos, y más que en nadie, en la princesa. Debía madurar y convertirse en la persona más sensata y justa del mundo para poder cumplir los designios de su amada Madre.
Los ánimos se levantaron cuando, por fin, Nékhan accedió a acompañar a sus guardianes en la hora de la cena. Su sola presencia parecía reconfortarlos disipando sus miedos cuando se fijaban en la magnificencia de su dulce e ingenuo aspecto. Para ellos era el puro reflejo del poder que emanaba de su interior. A su lado, la sacerdotisa, tan bella y mística como siempre no había aparecido desapercibida ante los ojos de Kyo.
El capitan, hombre devoto de Aris, se hallaba entregado a su trabajo demasiado, dando de la lado sus intereses personales. Pero aquella noche era mágica, y las dos féminas habían lanzado todos sus hechizos sobre los hombres que perseguían.
La candidez de una enorme lumbre avivaba las intenciones y los sentidos se despertaron.
Dharion había clavado sus claros ojos en el rostro de su amada, sus cabellos rojizos brillaban, y el dulce reflejo de la hoguera conseguía sonrojar sus mejillas.
Nékhan también lo miraba, acababa de desplegar todas sus artimañas para embobar a su víctima; con sus recién estrenas habilidades su mirada viajo hasta él, bañándose en sus ojos pretendió adivinar los pensamientos que atravesaban su cabeza. Repentinos fulgores en su alma consiguieron asustar a quien se atrevía a pisar un terreno vedado a todo ser. Encontró el amor que hacia ella sentía, pero dicho amor se tambaleaba ante la adversidad... intentó ir un poco más allá pero una muralla de cristal rojizo se lo impedía, ni si quiera con su poderes de semidiosa consiguió atravesar aquella pared.
Dharion no había sospechado nada, prendado como se encontraba de su querida Nékhan. Él le devolvió una sonrisa bajo la seria mirada del capitán.
Kyo, guiado por su infinita lealtad tuvo la intención de cumplir los mandatos del rey que le obligaban a arrestar al descarado joven. La sacerdotisa lo detuvo cogiéndolo del brazo, lentamente acercó sus labios hasta su oído y susurró unas palabras, su aliento hizo que se estremeciera y la calidez de su voz que pensara en la proposición que acababa de hacerle.
Todo el campamento volvió a sumirse en la tranquilidad del sueño. Dharion se deslizó hasta la tienda de su amada. Era extraño, no había encontrado ningún soldado apostado en la entrada, ni si quiera a Kyo.
Nervioso por si era descubierto corrió la tela de la entrada y examinó el interior, todo estaba en calma y Nékhan parecía dormir... La profetisa no ocupaba su lugar reservado para el sueño...
La princesa se incorporó lentamente. La luna llena se filtraba a través de las finas telas para dar claridad al interior de la estancia, sus ojos clavados en el joven de imponente aspecto que, estático en la entrada, esperaba sus palabras para obedecerlas ciegamente.
- Venid a mi... - susurró rasgando el aire mientras alzaba los brazos hacia su querido hombre.
Dharion se acercó lentamente. No creía lo que estaba sucediendo, envuelto por la magia del momento se dejó llevar, se abandonó al peligro de ser descubierto, sabía que lo ejecutarían en el acto, pero los instantes que se disponía a pasar con la princesa merecían tan alto sacrificio.
Ella lo esperaba de rodillas sobre su lecho de suaves telas que brillaban y lo envolvían, transportándolo a un mundo donde las sensaciones anulaban todos los demás sentidos. Sus dedos rozaron la piel de alabastro de Nékhan, se estremeció. Lentamente retiró el fino ropaje que cubría su cuerpo para dejar al descubierto sus sensuales atributos de mujer, desnuda ante su amado sonrió antes de acariciarle el rostro. Se abrazaron y besaron mientras ella se disponía a desnudar a su amante. Violentamente rasgó su camisola para llegar hasta su pecho, sin darse cuenta el guerrero se vio despojado de todas sus vestiduras de una manera tan agresiva que solamente conseguía excitarlo más. Nékhan deseaba controlar el momento; fue ella quien atacó mordiendo el cuello del chico quien cerró los ojos para caer en las redes de su amada princesa. Miles de caricias despertaron sus más ocultos instintos de deseo incontrolado por el placer y los pecados de la carne. Uno sobre el otro, unidos como uno solo, se contorsionaban y doblegaban en la danza del amor, cuya melodía eran los gemidos y gritos de placer que los habían arrastrado a cometer un delito mortal. Llegando al punto del éxtasis sus cuerpos cargados de ardiente pasión estallaron para que el clímax de la unión carnal diera paso a la calma de los abrazos y los besos de satisfacción.
Los caprichos del tiempo había permitido a Dharion ser el hombre protagonistas del único idilio que Areg.Nuk.Arak podría mantener con un mortal.
Dormían desnudos, abrazados, arropándose mutuamente, sin importarles para nada lo que pudieran decir los demás, y mucho menos lo que pudiera pensar Hitsys que en aquellos momentos los observaba, como recién nacidos de nuevo de las entrañas de la Tierra.
Nékhan, parecía más adulta que cuando salieron de Oruk, y Dharion más inocente, su dulce aspecto…parecía tan fuerte y brusco, aunque, en el fondo, la bondad de su alma podía leerse en su claros ojos. En las manos de la joven pelirroja se había convertido en una marioneta como le sucedió a la bella extranjera... cuando se cansara de él no dudaría en sacrificarlo, como hizo con ella....
Hitsys se mordió el labio inferior antes de salir corriendo para refugiarse en las tinieblas de desierto. Ellas la reconfortarían, mientras que en su mente resonaba el eco de las imágenes que acababa de ver, no sabía el motivo pero el odio la invadía... sentía celos de Nékhan porque había poseído al hombre por quien Hitsys había puesto en peligro su propia vida en el mismo instante en el que le entregó el talismán, parte íntima de su ser...
Se maldijo mil vez en silencio, aunque no se arrepintió... Golpeaba la tierra con su puño para mitigar el inmenso dolor que un mortal le había causado en su espíritu, se acurrucó sobre si misma. Se sentía inmensamente confundida ante ese extraño y nuevo sentimiento...
Se sumió en el peor de todos sus sueños:
“... Sometida a los designios de Netz se vio a si misma encadena y privada de todo.
La oscuridad su única morada y la ceguera su único presente.
Una luz cálida hirió sus ojos durante unos instantes. Era hermosa pero la temía… Portaba consigo más sufrimiento y dolor…
Dolor…
Unas manos entretejían rápidamente en la luz…
La risas resonaban en sus oídos
Aris también estaba allí, vio su rostro pero no lo recordó… Era hermoso pero demasiado duro para una Madre que debería amar ciegamente a los Frutos de sus Entrañas…
De nuevo se vio obligada a someterse e Hitsys se resitía…
Se resistía…
Resistía…”
Al día siguiente Nékhan estaba rebosante de vida, sonreía sin importarle para nada su comprometida situación. Aquella mañana había querido cabalgar junto a Dharion cuyos ojos únicamente veían la hermosura de la princesa anulando la presencia de las demás personas, y sobre todo, la de Hitsys.
Los soldados envidiaban la suerte del guerrero de rubios cabellos que había pasado una noche de loco romance con la deseada princesa. Todos la devoraban con la mirada cuando hablaba con su amante. Ambos reían por nada, felices y contentos, parecían haberse creado un mundo aparte, un mundo perfecto en el que las responsabilidades de la chica quedaban a un lado.
Hitsys permanecía al margen, distante de todos, jamás revelaría sus sentimientos...
- No os preocupéis... - habló Nepher cabalgando también al lado de Kyo -, por haber desobedecido a Dreo.
El capitán sin apartar su atención de los dos enamorados no respondió al comentario de la bella mujer.
- Comprendo como os sentís pero debéis hacedme caso - el Humano miró a Nepher -, todo está escrito... incluso este idilio que no durará más que unos días...
- ¿Estáis segura? - inquirió él preocupado.
- Sí...
- Pero y si no fuera así - se atrevió a poner en duda los conocimientos de la sirviente de Aris .
- Tranquilizaros... - posó su blanca mano sobre el brazo del capitán.
El hombre se estremeció mirándola, percibiendo como aquel sentimiento que se esforzaba en ocultar luchaba por salir afuera. No había duda, la compañía de aquella mujer era agradable tanto por su presencia como por su inteligencia. Hermosisima ante los ojos de un Humano que había sufrido junto a ella infinidad de calamidades en Oruk, veinte años de horrores, sin confesarse sus sentimientos...
“ ... El miedo y terror serán para tus Hijos,
la maldición, las plagas, el tormento y las Criaturas de la Noche mis más
preciados presentes...
Yo, Dios Netz, reclamo la Creación como obra mía, y como tal
serán mis descendientes quienes la ocupen,
¡morid malditos Intocables Hijos de Aris!
¡Que el terror destroce hasta vuestras almas y mis Vástagos
vuestros cuerpos...!”