......MADRES E HIJOS [Discrepancias generacionales]......
Querida hija, ojalá nunca conozcas el sufrimiento que yo, tu madre, he conocido en mis propias carnes. Tal vez mi sufrimiento no signifique nada para ti, pero si significa algo, quiero que sepas que yo no he tenido ni un instante de felicidad, ni de cariño. Algún día sabrás lo que significa el desamor, la indiferencia… Mi vida solo ha tenido sentido por vosotros, que sois mi sangre, mi corazón, mi todo. Sólo por eso he sacrificado mi felicidad de pareja por la vuestra, y no me arrepiento, lo haría mil veces. He vivido 17 años de sequía amorosa, de no poder decirle a nadie un “Te quiero” (Excepto a vosotros), de no recibir ni un sincero y cariñoso beso, ni un abrazo, ni una mirada cariñosamente cómplice. Si tuviera la posibilidad de cambiar mi vida, juro por dios que a pesar de lo desgraciada que he sido, no la cambiaría por nada de este mundo, porque eso implicaría que no tendría lo que más quiero en este mundo: Mis hijos, vosotros, cariños míos. Hijos ¿De verdad pensáis que no tengo derecho a ser medianamente feliz lo que me quede de vida? Sin vosotros es imposible, yo os necesito más que al aire que respiro. Hijos, ojalá Dios nos ilumine para hacer lo correcto.
...HIJOS ¿ACASO NO MEREZCO SER FELIZ?...
¿Acaso merece la pena abandonarlo todo
sin la sangre de mis venas? Durante una
eternidad estuve escondida en la
mazmorra del desamor.
La amargura se apoderó de mi vida, llena
de obstáculos y desdicha ¿Acaso no merezco
ver la luz de una amorosa mirada? ¿Acaso
yo no tengo derecho a ser feliz?
¿Quién se dará cuenta de que yo nunca conocí
el auténtico amor? Quiero volar en libertad
con mis hijos ¿Acaso ya dejé de ser una
mujer y estoy obligada a ser un vegetal?.
Con unos ojos que ya no me miran, ni yo
quiero que lo hagan, durante años trencé
ilusiones. Con luces apagadas, con las
sensaciones dormidas, con la pasión
muerta, los sueños aletargados, con
manos frías como el mármol.
Mi soñada huída, nunca la imaginé sin
mis corazoncillos, hoy sólo necesito a
mis pajarillos para ser feliz. Pero a ellos
les da miedo volar junto a su madre.
Dios quiera que la vida no os de la amarga
lección que me ha dado a mí.
......MAMÁ TE QUIERO......
Érase una pareja. Se casaron para formar una familia y poco después llegaron dos preciosos niños. Fueron creciendo felices sin darse cuenta del calvario de su madre. Ella nunca estuvo enamorada de su marido, aunque al principio sí lo creía.
Ella dejó pasar el tiempo hasta que sus hijos crecieran y les pudiera explicar que ya no podía más. Ellos le contestaron que si quería que se fuera sola, que ellos no dejaban ni a su padre ni la comodidad de su casa por un “capricho”.
Después, con el paso de los años, jamás se lo perdonaron. Consintieron que su madre fuera muy desgraciada por su egoísmo. Ella que había sacrificado todo por ellos, su vida su juventud, su felicidad.
Varios años después, la vida que es increíblemente sabia le jugó una mala pasada a la preciosa niña, ahora mujer, que un día no quiso comprender a su madre y en lugar de apoyarla la dejó en la estacada.
La niña, ahora adulta, se acababa de casar con un hombre muy guapo. Su madre, una mujer demacrada con cara de amargura, que sólo un energúmeno no vería, disimulando su tristeza todo lo que pudo, se acercó a su hija y a su marido y les dio un beso a ambos. Le dijo “Cariño, ojalá seas muy feliz”. La hija, con una frialdad increíble, aunque no le apartó la cara, no le devolvió el beso.
Poco después y casi sin darse cuenta, Rosita era madre de dos preciosos niños. Ella y su madre ya se empezaron a llevar bien (Sólo una madre puede entender a otra madre). Ahora que era mamá entendió mejor por lo que debió pasar su madre (Su padre había muerto hacía unos años). Ahora en el bautizo del segundo hijo, Rosita se abrazó a su madre y lloró de forma desproporcionada, su madre intuyó que algo no iba bien.
Días después Rosita llamó insistentemente al timbre de la casa de su madre, ella abrió todo lo rápido que pudo y al abrir la puerta vio a su hija con sus dos niños llorando, como María magdalena. Rosa, su madre, por desgracia ya sabía la respuesta, no obstante le preguntó “¿Qué te pasa cariño?”. Rosita, con lagrimas en los ojos, le dijo “Mamá, ya no aguanto más.”
“Cariño, ¿Qué te pasa?” “Mamá, lo que me está pasando sin duda es un castigo de Dios por lo que te hicimos tanto yo como Juan (su hermano)”. “Hija, por desgracia ya no podemos volver atrás, ahora lo importante es que tú no cometas el error que yo cometí. “
Después, Rosa preparó un biberón para su nieto de siete meses, mientras el otro asustado no se separaba de los brazos de su madre, Rosita, tenía una tristeza impropia de una criaturita de esa edad (26 meses). Rosita abrazaba continuamente a sus hijos y los besaba, la madre, Rosa, le dijo “¿Verdad que quieres con locura a tus hijos?”. “Sí mamá”. “Pues exactamente igual os quiero yo a vosotros, a ti, a tu hermano y ahora también a mis nietos”. Rosita se abrazó a su madre sin poder hablar, sólo lloraba amargamente.
Después, entre las dos acordaron trasladarse al pueblo donde había nacido Rosa hacia cuarenta y nueve años -Teba- un pueblecito malagueño increíblemente bonito. Ella allí tenía muchos familiares: tíos, un hermano, primos y sus padres, que aunque mayores estaban increíblemente bien de salud. Allí el marido de la hija no tendría jamás la posibilidad de hacerle daño, primero por la lejanía geográfica y segundo, porque sus familiares no lo iban a consentir.
En el pueblo un grupo numeroso de familiares de Rosa esperaban nerviosos e ilusionados que llegaran las dos mujeres, el hijo de rosa que ahora tenía 22 años ya había estado antes en el pueblo, con sus abuelos. Puede decirse que había vivido más en Teba que en casa de sus padres. Como Rosita nunca había estado en el pueblo de su madre, no conocía a sus abuelos y Rosa hacía muchos años que no había estado en Teba. Juan era el que conducía a su hermana, a su madre y a sus sobrinos; Por cierto, el mayor de 26 meses ya no se soltaba del cuello de su tío.
Por fin llegó el taxi que los trajo desde la estación más cercana. Cuando bajaron del taxi los padres de Rosa, al ver a su hija, su nieta y a dos muñequitos, preciosos con caritas risueñas, no podían hablar. Sólo lloraban mientras abrazaban a la sangre de su sangre. Todos formaron una piña. Después, Juan, el hermano de Rosita, que era habitual en el pueblo, dijo con una gran simpatía “Bueno ¡Coño! ¿Nos vamos a casa o qué?”. La abuela sonriente, aunque con lagrimas de emoción todavía en su cara, abrazó a Juan y le dijo “Granujilla ¿Te has portado bien o qué?”. Él dijo “Abuela no te enrolles y vamos que tengo un hambre… Por cierto abuelita ¿Qué has hecho de comer?”. La abuela con un humor increíble le dijo “Parece que sólo quieres a tu abuela por las comidas que te hago”. Él, que de carácter era igual que su abuela, le contestó “¡¡Eso ni lo dudes!!”. La abuela se partía de risa con las gracias de su nieto.
Rosita y su madre, ambas abrazadas al abuelo de una y padre de la otra, intuían que ya nadie enturbiaría su felicidad en aquel pueblo, que más que pueblo parecía el paraíso. Dios bendiga a estas valientes mujeres que en un momento difícil de sus vidas supieron tomar la decisión adecuada y créanme si les digo que no se equivocaron, a partir de ahora lo que les depare el futuro es otra historia.
.........LA COSECHA [Parábola].........
Dicen que uno siempre recoge lo que siembra,
sin embargo, ese dicho no sirve en este caso.
Rosita sembró desconfianza, incomprensión…
por lo cual su madre fue muy desgraciada. Sin
embargo, cuando ella necesitó a su madre, recogió
cariño, ternura, abrazos, comprensión, besos, cobijo,
apoyo… Y es que nadie olvide nunca que no hay
mejor cosecha que una madre.
¡¡¡No hay ni habrá algo más valioso que una madre!!!
Para todas las madres del mundo, mi modesto
homenaje de admiración y cariño. Tori21.
FIN--Tori21. Gracias por leerme