Mama,
Esta noche no hay estrellas y hace mucho frío, recuerdo cuando me tapabas cada noche al ir a la cama. Ahora estoy en un viejo bar en aquella ciudad lejana donde me distes la vida y que solo tú y yo sabemos. El bar ha cerrado, y me he quedado solo, no se acordaron de echarme. El café está frío y rebosa de la taza, me pasé de azúcar, tengo tiempo, me lo beberé poquito a poquito, como cuando me dabas el jarabe cuando estaba malito.
Te echo mucho de menos, quizá ahora estés sentada en el sofá medio dormida a la penumbra de la luz de la televisión con el murmullo de un debate de los que se repiten a diario. No tengo trabajo, y sigo soñando en ser astronauta, soy un caso, lo sé, aún siento como me decías estudia que es lo único que te llevarás. Tenías razón. Mama.
Sigo con ella, sé que querías que la cuidara, tranquila, está sobre el perchero colgada, me la pondré cuando el frío me arrebate estás palabras.
Mañana despertaré, y seguiré recordando todo lo que distes por mí.
Gracias por haberme dado la oportunidad de vivir, gracias por tu constante dedicación y perdóname si fui oídos sordos y un loco soñador.
Sigue siendo de noche, voy a dormir un poco, que mañana toca seguir.
Ah, oye, te quiero.