Manden sus bellezas al desierto, que la arena las entierre entre fósiles y alacranes, que las áridas miradas crucen sotavento y dejen de ser desierto. Que suceda un oasis y surjan templos -he perdido la fe- ; que, si hace falta, se congele el Sol, se inunden montañas y se acabe el tiempo. Que prefiero el silencio de una tormenta y el frío y la paz de una guerra que nunca fue real. Y por favor, manden sus bellezas al desierto.