I
La música sonaba lenta y tranquila al fondo de la sala. Las mesas se encontraban alrededor de la zona donde apenas tres parejas bailaban llevadas por la música como el mar es mecido por la luna. La canción que tocaba ahora la banda era lenta, muy lenta, con un sabor al peor jazz americano. La iluminación era tenue y el humo llenaba toda la estancia. En las mesas grupos de hombres y mujeres conversaban y reían. A la izquierda del todo se encontraba la barra, de buena madera pero mal cuidada. Tras ella se encontraba el barman. Tenía cara de barman, vestía como un barman y hablaba con voz de barman. Paul Durand, se acercó a él.
-Hola Ol
-Buenas noches Paul.
-¿Hay algo para mí?
-Hoy sí hay algo- el barman bajó la mirada. Paul supo entonces que no iba a ser fácil. Ol prosiguió- Tienes a uno nuevo esperando en el baño. Ya tiene la herramienta. Se trata de un teniente de los nuestros que pasa información a los alemanes.
-¿Me dan a uno nuevo para un teniente?- Paul se mostró enfadado y en uno de sus aspavientos volcó el vaso.
-Es el hijo de Martín
Entonces ambos callaron y la música relleno el espacio que el silencio había dejado entre ellos. Al fin terminó Paul
-Solo espero que no sea tan loco como lo fue su padre- Y dicho esto se guardó el encendedor que siempre llevaba consigo y se encaminó hacia el baño. Al pasar cerca de la banda no pudo resistir caminar a ritmo de la música.
El baño era en verdad grande. Tenía las baldosas de mármol bastante sucias y a varias puertas de los retretes les faltaba una mano de pintura. El chico estaba sentado al fondo. Contaba apenas dieciocho años y fumaba nervioso. Paul se encendió un cigarro con el encendedor y se lo guardó enseñando la bandera francesa que en él había hacia el muchacho. Éste, cuando la vio y reconoció la señal se levantó y salió del baño. Paul le siguió y fueron al coche.
-Muchacho. Dame la pistola
El chico le dio un bulto de tela que Paul se guardó en el bolsillo. Condujo en silencio durante gran parte del camino.
-Escúchame...
-Andrés- dijo el muchacho
-Bien, escúchame Andrés. No quiero que hagas las mismas gilipolleces que hacía tu padre. Ni que hagas locuras que nos pongan en peligro. Lo de esta noche es difícil. Me asombra que me den a uno nuevo para lo de hoy
-No hace falta que te enfades conmigo. No he sido yo el que te ha mandado esto ni el que te ha emparejado con un crío. Así que tranquilo, haré lo que tengo que hacer y no te pondré en peligro
-¿Y qué es exactamente lo que vas a hacer?
-Matar a ese teniente
Paul frenó el coche de forma brusca a un lado de la calzada y miró fijamente a los ojos de Andrés.
-tu te quedarás en el coche. Yo mataré al teniente. ¿Entendido?
-Puedo hacerlo
-Vamos a ver muchacho. Matar no es fácil. No es como los soldados de la guerra que disparan a un bulto que se mueve lejos, tras las trincheras. Aquí disparas de cerca. Mirándole a los ojos. Hay que tener mucha sangre fría para hacerlo y no quedarte mirando como un pasmarote. Cuando suenen los disparos medio ejército alemán se nos echará encima. ¿Serás capaz de guardar el arma y salir corriendo mientras piensas en como escapar? No, no serás capaz, porque en el momento en que salgas corriendo solo pensarás en el pobre diablo al que acabas de matar. No necesitamos otro muchacho muerto. Yo lo haré y tu esperarás en el coche.
Andrés no dijo nada y calló el resto del trayecto. Cuando llegaron a la casa y comprobaron que todo estaba en orden Paul bajó del coche. Cerró la puerta tras de sí y cruzó la calle en dirección a la casa.
Cuando fue a entrar se giró y agarró a un chico que le seguía por la solapa. Era Andrés. Cuando iba a ordenarle que se volviera una pareja de alemanes se acercó al coche. Paul y Andrés se escondieron en las sombras del porche y miraron a los soldados.
Uno de ellos miraba el interior. Otro golpeaba con la mano en el capó. Al final se alejaron calle abajo. Paul miró a Andrés, pero no dijo nada. Entró en la casa y esperó a que el chico le siguiera para cerrar despacio. Subieron las escaleras sin hacer ruido hasta que el último escalón crujió bajo sus pies. Se quedaron quietos, pero no hubo respuesta de la habitación. Paul le susurró algo al chico y se deslizaron en el oscuro dormitorio. El muchacho encendió entonces la luz.
El teniente se incorporó en la cama con cara de desconcierto y vio a los pies de la misma a Paul con rostro severo. Llevaba un traje marrón. Tenía fuertes hombros y un oscuro cabello.
-¿Quién es usted?
Paul caminó por un lado de la cama hasta la altura del hombre. Se quitó el sombrero y del interior sacó una pequeña pistola que cabía en la palma de su mano. Ante los ojos de desconcierto del chico todo pasó demasiado deprisa. Paul colocó el arma tras el sombrero, lo acercó a la cara del teniente y disparó dos veces. Tras el segundo disparo una mancha de sangre se estrelló contra la pared donde estaba pegada la cabecera de la cama y el teniente calló hacia un lado con la cabeza apoyada en una almohada llenándola de sangre. Sus ojos estaban abiertos y la mirada parecía perderse en un vacío interminable.
Paul enganchó al chico por un brazo y bajaron corriendo las escaleras. Los disparos habían sonado condenadamente altos y pronto todo los soldados alemanes se les echarían encima. En la planta baja Paul empujó a Andrés hacia la cocina justo cuando la puerta principal se abrió de golpe y en el umbral se recortaron las siluetas de tres soldados alemanes. Antes de que dispararan Paul disparó otros dos disparos contra ellos. Uno de ellos alcanzó a un alemán en el pecho, el otro hizo saltar un trozo del umbral. Paul bajó entonces por las escaleras que daban al sótano. Le siguieron los alemanes. Cuando el segundo había entrado Paul salió de detrás de la puerta del sótano y disparó al soldado en la espalda. El primero que ya estaba en medio de la estancia se giró y recibió otros dos disparos de Paul. Uno en el estómago y otro en la cara.
El francés se apoyó contra la puerta y tomó aliento antes de subir. Cuando hubo descansado empezó a subir las escaleras pero a la mitad dejó de hacerlo. Un sargento alemán lo esperaba al final de la escalera. Descargó una ráfaga de su arma contra Paul que cayó escaleras abajo con tres balas en el cuerpo. Todavía pudo oír los pasos en el piso superior antes de morir.
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NOTA: La pistola en cuestión es una Browning de origen inglés. Debido a su pequeño tamaño despide un ruido sensiblemente más alto que otras armas de cañón más largo como los revólveres. Dispara un calibre algo más pequeño que la mayoría de las pistolas de la época y solían hacer falta varios disparos para matar a una persona (obviando las zonas mortales por naturaleza) N.A