Llena de luz la mañana se despliega dando la oportunidad a un nuevo día, amontonando la vida, regalándola. Las calles abiertas al torrente de sangre acelerada, sucumben a las prisas de la rutina con los mismos saludos de ayer, los mismos de mañana. Mientras, árboles en fila de a uno a lo largo de la acera, soportan el negro aliento de máquinas de insensible corazón. Qué fácil es fundirse en ese mundo de controlado alboroto, de impersonal multitud, de caminos que terminan en puertas que se abren y cierran al previsible ritmo de la ciudad. Navegar en la brisa despreocupada de un horizonte de casas de colores, de ventanas que reparten el misterio de soledades compartidas. De sonidos que rebotando en muros de hormigón propagan el eco de amores de jardín, de nostalgias y dichas perdidas. De parques, donde el agua fresca brota de fuentes enamoradas de labios adolescentes, y los besos son los suspiros de flores ignoradas. Y entre todas, la calle donde me esperas, junto a los naranjos, en Abril de azahar seducido.
Tú, que sonríes al ver que me acerco, que abres los brazos abarcándome por completo, que me besas y respiras. Tú que eres el camino de mis sueños, cuerpo de imágenes y mundos por los que navego. Tú que eres agua, que eres mar, horizonte inalcanzable y sin embargo mía, poseída de mis pensamientos. Universo infinito de materia de amor expandida...María.