Lunes, 08:06 de la mañana. Acabo de vestirme, todavía tengo el pelo mojado de la ducha. Hace un poco de frío a pesar de que hace días que ya no es Invierno. Mi perra está más perezosa de lo normal, le cuesta levantarse a despedirme, pero como si fuera su obligación diaria, lo hace. Le acaricio la cabeza, le susurro al oído que la quiero mucho y me voy a trabajar. Bajando las escaleras, el gato de mi vecina se acerca a saludarme, como todos los días, cuando oye mi puerta viene a recoger sus caricias. Frota su lomo contra mi pierna, le dejo que me huela la mano y bajo el resto de las escaleras hasta la calle. Hace frío, pero hay sol, se va a quedar un buen día. Entro en el coche para meterme en el atasco de cada día y ahí acaba lo bueno. Un pensamiento pesimista me dice que en cuanto tenemos contacto con otras personas el día empieza a joderse. Subo el volumen de la radio para evitar de los claxon y los insultos gratuitos, me relajo, pienso en ella y me resigno a pasar 50 minutos en un trayecto que debería llevarme menos de 15. Es en ese momento cuando me doy cuenta que no quiero vivir en este mundo. Anoche, en la cena, hablando con unos amigos, todos exponían sus "soluciones" para acabar con el terrorismo. Absolutamente todas pasaban por ser tan intolerantes como los propios terroristas. Si esta es la raza a la que represento, quiero ser venusiano. Absolutamente nadie habló de dialogo, de comprensión, de tolerancia, de respeto. Nadie. Leo unos foros de opinión y la cosa no mejora, al haber más gente algunas personas piensan como yo, pero la mayoría va por el camino "fácil". A veces pienso que son posturas, que la gente de verdad es buena, que no puede haber quien piense así en serio. Me da por pensar que la humanidad tiene alma y que llegará un día en que si no perfecto, todo sea un poco mejor. Pienso en que mis futuros hijos lo harán mejor de lo que lo hemos hecho nosotros. Un sentimiento de esperanza me invade y sonrío. Justo en ese momento, alguien que tiene más prisa que yo por empezar a trabajar se me cruza, saca su mano con el dedo corazón extendido por la ventanilla y se acuerda de mi madre. Ojalá te estrelles, pienso. Me doy cuenta de lo que acabo de pensar y concluyo que tenía razón al principio. Nuestra naturaleza no es buena, no quiero ser un humano. Me voy a Venus ¿Te vienes?