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Prólogo
Aquí estoy de rodillas frente al mar, con el cuerpo lívido de mi hija en mis brazos. A mi lado yace el libro maldito que me ha llevado a este trágico final. Ya desfallecida, después de haber hecho todo cuanto estaba en mi mano para tratar de evitar sin éxito perder todo lo que tenía y quería, no me queda alma.
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Capítulo 1 - Mudanza
Cambios y más cambios, a una mudanza siempre le acompaña el estrés.
- Ana, ¿Has empaquetado ya los libros del salón? - Dijo Roberto.
- Sí, te he dicho antes que esta mañana se las llevó el camión de mudanzas hacia nuestra nueva casa, ¿es que nunca me escuchas? - Respondí.
Roberto era mi marido, trabajaba como abogado en el bufete de mi padre. Toda la familia estaba relacionada con ese bufete, incluso yo trabajaba allí como secretaria. Tenía 36 años, un par de años menos que yo entonces. Éramos una pareja muy feliz, las cosas iban bien en el bufete, cosa que nos permitió cambiar el antiguo hogar de soltero de mi marido por una casa más amplia y con un pequeño jardín para que nuestra hija de 5 años, Carla, pudiera jugar.
La casa era perfecta, estaba en una urbanización cerca de Barcelona y aunque era de los años 50 estaba totalmente rehabilitada al igual que las instalaciones como al piscina y el jardín comunitario.
Esta tarde los fontaneros y constructores irán a la casa nueva para acabar de cambiar la instalación del baño, tendrás que estar allí Ana, yo tengo mucho trabajo con este caso, he llamado a mi padre para que te lleve- Dijo Roberto mientras ojeaba su maletín.
Capítulo 2: La misteriosa vecina octogenaria.
Ya estaba en mi nueva casa, abrí las cortinas y ventanas para regenerar el aire de la casa. La casa llevaba 5 años inhabitada, sus antiguos propietarios fallecieron y sus herederos tardaron en elegir que hacer con ella. Antes de que acabara de abrir las ventanas de la planta superior el timbre sonó, los fontaneros, pensé.
-Hola, me llamo María y soy la vecina que vive en la casa de la izquierda, encantada- Dijo ella.
-Encantada, yo soy Ana- Dije con cara sorprendida.
Era una señora mayor cliché, con su cabellera blanca, bata y bastón, de unos 80 años. Me costó entender lo que me decía, su boca carecía de dentadura completa y su maxilar inferior no paraba de moverse de lado a lado entre palabra y palabra.
-¿Está casada?- Preguntó la anciana con granujería.
-Sí, y tengo una hija de 5 años- Contesté.
El rostro de la anciana se tornó serio.
-¿Hay algún problema? El comercial de la inmobiliaria me dijo que no había ninguno- Pregunté.
-No, nada, solo que los niños hacen preocupar demasiado a sus madres con sus juegos e invenciones, tenga cuidado con ella- Dijo mientras sus párpados temblaban.
Apretó sus enjutos dedos en el mango del bastón con decisión para ayudarse a descender las escaleras de mi portal. Sus palabras me dejaron absorta, ¿dijo esas palabras porque sabría algo o simplemente por su demencia senil?
Capítulo 3: El hallazgo del libro.
Después de la corta conversación con la anciana me senté sobre un par de cajas de la mudanza a esperar a los fontaneros, que no tardaron en llegar.
Me asomé a la ventana y vi como se acercaba una antigua furgoneta. “Hermanos Jiménez, fontanería y alicatados” leí en el lateral del furgón, me acerqué a la puerta para recibirles.
Hola señora, somos los fontaneros- Dijeron los fontaneros elevando la obviedad a su máxima expresión, mientras leían la hoja de presupuesto.
Les acompañé al cuarto de baño y se pusieron a trabajar mientras yo desempaquetaba las caja de la mudanza hasta que uno de ellos me llamó.
-Señora, hemos encontrado este libro sobre las placas del falso techo, ¿lo quiere guardar o lo tiramos?- Dijo el muchacho con la cara empolvada como una geisha.
“El diario de Carla” tenia escrito en su portada, sus paginas estaban en blanco y tenia un olor rancio que combinaban perfectamente con su aspecto.