Si no, a ver cómo explicáis lo que pasó ayer en mi casa.
Resulta que era mi cumpleaños, y también el de mi madre (sí, soy así de oportuna), y lo celebramos en mi casa.
Cuando terminamos de zamparnos la tarta les puse a mis padres la Wii, que no la habían visto. Mi madre no es nada aficionada a probar videojuegos, pero se animó esta vez, ya que vio que no tenía que hacer apenas esfuerzo para aprender a manejar los juegos. Estuvo tirando unos cuantos bolos, manejando a la vaca del Wii play, esas cositas.
Ya apuntaba maneras cuando, sin haber jugado en toda su vida a los bolos, consiguió un pleno a la quinta tirada.
Pero es que ahí no queda la cosa. Pongo el Rayman, le dejo que pruebe el lanzamiento de vaca y... me lanza a Margarita a 112 metros a la primera tirada.
Joer, y yo que las primeras veces mandaba a la vaca para atrás, y llega mi madre y manda a la vaca a los confines del mundo a la primera.
Bueno, la verdad es que lo pasamos bien, pero lo mejor es lo asombroso que resulta este sistema de juego, que permite que cualquiera, incluso una señora de 60 años, pueda jugar al mismo nivel que alguien perteneciente a la generación que nació y creció con videojuegos.