Mi ¿novela? (aún sin nombre)

Buenas,

He escrito esto en el curro mientras me aburría. A ver que os parece. Ahí va:


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Capítulo 1: Primer intento de suicidio


Yo ni si quiera debía estar allí. Pero allí estaba. Rodeado de imbéciles pobres de espíritu con multitud de problemas y complejos.

Se suponía que mi problema era el peor que había en esa maldita sala, pues me había intentado suicidar y era el único. Pero creedme, esa gente estaba realmente mal. Si, suena irónico, pero por muy irónicos que parecieran, mis motivos eran mucho mas homogéneos y genéricos que los suyos. Cada uno tenía una obsesión de la cual no escapaba y por eso iban a esas pesadas sesiones de “rehabilitación moral” después de haberse gastado un pastón en sesiones individuales de “pseudopsicología” (así es como yo le llamaba).

- Pablo te toca. Presentante ante el grupo. Ya sabes como. Lo mas importante es que expongas tu caso de una manera lo mas objetiva posible.

Me puse nervioso, no sabía a dónde mirar. Aparté la mirada hacia la ventana por un momento y vi la mierda de día que estaba haciendo. Todo gris, con unos nubarrones que tapaban la poca luz que entraba por esa triste ventana. Haciéndolo todo mas deprimente de lo que ya era. En cierto modo era bastante gracioso. Por momentos parecía que hasta el ambiente se unía a mi causa.

- Umm. Buenas. Me llamo Pablo. Tengo 17 años y realmente no se por que estoy aquí. No tengo un solo motivo concreto para hacer lo que hice. Pero bueno, supongo que paso palabra. A fin de cuentas vosotros estáis peor que yo. Quizás necesitéis mas ayuda.

Todos los presentes se me quedaron mirando con una cara extraña. Como quiriendo decir que que demonios estaba diciendo, si yo me había intentado suicidar.

- Como puedes decir que no sabes por que estás aquí ? – Realmente parecía como si se enfadara por algún motivo personal que le afectara por mi culpa. Me molestó bastante.-

Odio ese tipo de personas que se preocupan por los demás mas que por ellos mismos. No exactamente así, si no por preocuparse por alguien que apenas conoces lo encuentro una soberana estupidez. Llamarme egoísta si queréis, pero es la pura realidad.

- Te diste un atracón de pastillas de lo mas pintovariadas y estuviste en coma durante dos días y no sabes por que estás aquí ?

Esas palabras se clavaron en mi moral. Cada vez me daban menos ganas de responder. La verdad es que tampoco sabía que decir. No tenía unos motivos concretos para intentar suicidarme. Simplemente era el cansancio moral del día a día, la rutina acompañada de gente mediocre, y mis múltiples problemas emocionales que oscilaban como acciones en la bolsa.

- De verdad, no se que decir. Creo que es mas el cansancio del día a día lo que me empujó a suicidarme. Soy un cobarde y mi principal problema es que no aprecio lo que tengo. O eso creo.

Cada vez se me hacía mas raro de estar allí, con toda esa panda de locos … escuchándome. Había una –Ana- que lloraba cada vez que salía una palabra de mi boca o de cualquiera que había allí presente, era bastante molesto. Se suponía que las sesiones de grupo eran para autoayudarnos y subirnos la moral mutuamente compartiendo nuestros problemas. Pero lo único para que servía esa mierda era para empeorar las cosas.

- Bueno. Yo me largo. Estoy bastante harto de estar aquí –dije bastante convencido-. Y Belén, no te preocupes que a la siguiente sesión vendré. Así que hasta el miércoles. –No tenía ninguna intención de volver a venir, pero estaba seguro que el plasta de mi padre me volvía a obligar a ir-

- No voy a obligarte a estar aquí. Pero detente y párate a pensar de que es lo que te conviene. No seas tan orgulloso y reconoce que te equivocaste. De esa forma nosotros podremos ayudarte. y en el fondo saldrás beneficiado. Ah por cierto –dijo de una forma casi burlona- voy a decirle a tu padre que te has saltado la sesión de hoy y que no colaboras.

Me levanté de esa incómoda silla plegable de madera pordiosera y vieja y me di la vuelta con bastante mala hostia .Ni si quiera giré la cabeza 90 º para mirarla a la cara mientras me decía eso. Cogí la mochila que tenía al lado de la pata de la silla y me puse mi anorak de plumas gordo y con decisión abrí la puerta y me largué sin decir ni “mu”.

Subí a ese asqueroso ascensor que olía a meado de perro y baje los 6 pisos. Que descanso –pensé- Corría un aire fresco y húmedo típico de cuando está a punto de caer una buena. Se estaba realmente bien después de haber tenido esa estúpida sesión tan deprimente con aquellos majaras ...
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