ÉRASE UNA VEZ LA MISERIA
Se llamaba Josefa tenia ocho años su madre era drogadicta y tenia un hermanito de tres años llamado Aturo, fruto al igual que ella misma, de una oscura relación de su madre con Dios sabe quien.
Vivía en una chabola ruinosa (puesto que su “madre” deambulaba buscando lo que para ella era la panacea “su dosis diaria“).
Ella y su hermanito casi siempre estaban solos, si exceptuamos las ratas, cucarachas, moscas, mosquitos… que iban de acá para allá.
Era de piel muy blanquita y sus enormes ojos verdes transmitían una ternura infinita. Sólo era feliz cuando su hermanito Aturo le sonreía. Aturo era regordete (Por lo visto la basura engorda) y morenito. Su Chefita, como él la llamaba, lo era todo para él. Era madre sin haber sido hija.
De vez en cuando “su madre” venía somnolienta, apestosa, con cuatro harapos que cogía en los basureros apenas miraba a sus hijos, se tumbaba en un repugnante colchón de tacto pastoso maloliente e insalubre y se moría 4 o 5 horas, puesto que eso no era dormir.
a continuación se levantaba diciéndoles perrerías a sus hijos que no entendían nada a pesar de lo repetitivo de este comportamiento y se iba a buscar su panacea (su dosis)
por desgracia desde la ultima salida hacia dos meses su madre ya no apareció mas.
Por lo tanto Josefa tenia trabajo, sobrevivir ella y su hermanito y créanme no era fácil.
Se alimentaban de trozos de bocadillos, pan duro, latas de carnes caducadas, trozos de pollo ya consumidos que repelando bien aun se le puede sacar alguna partícula de carne. En definitiva la basura era su despensa donde conseguía comida que nosotros solo con verla vomitaríamos.
Por suerte había una fuente cerca y con un asqueroso bote de esos de cinco kilos de tomate vacío iba todos los días a por agua. Ella se lavaba como buenamente podía y después lavaba a su hermanito.
A veces se resfriaban, se cortaban, cogían infecciones. Chefita ignoraba que existiera el paraíso pero de una cosa sí estaba segura: de que esto era el infierno.
Confinada en una chabola infame no podía irse muy lejos por dos razones: La primera porque tenia que cuidar de su hermano y la otra porque casi no podía andar. Tenía infecciones en la boca, sus pies estaban llenos de cortes mal curados puesto que casi a diario pisaba cristales, alambres, clavos y todo lo que uno se pueda imaginar. Dios, cuánto sufrimiento concentrado en un cuerpecito tan pequeño.
A pesar de tanta miseria y sufrimiento lo mas duro para Chefita era lo que a continuación os voy a relatar.
Todos los días hábiles, o sea los días que había escuela, Chefita se acercaba a las cercanías de un colegio donde niños y niñas bien vestidos peinados y perfumados de vez en cuando tiraban algún trozo de bocadillo, aunque había días malos y días buenos, me explico, a veces un niño tiraba un bocadillo prácticamente entero y otras sólo las migajas.
A algunos niños los acompañaban sus madres las cuales al despedirse les tocaban la carita y les daban un cariñoso beso.
Chefita al ver eso pensaba que al igual que las ratas o las cucarachas que ella era de otra especie.
Hoy por suerte había sido un día “Bueno” pues un niño tiró un bocadillo de exquisita mortadela prácticamente entero.
Cogió el bocadillo como si fuera un tesoro corrió todo lo que sus destrozadas piernecitas le permitían.
Por fin llegó a la desmembrada chabola, su hermanito asomó su preciosa carita al ver el enorme bocata que su Chefita portaba sonrió y acto seguido se fundieron en un fraternal abrazo.
Chefita se limpió dos lágrimas que manaron de sus bonitos ojos verdes, cogió el bocadillo de mortadela y empezó a darle trocitos de mortadela y trocitos de las partes blandas del pan de forma alterna. Aturo se relamía y miraba a su hermanita con un cariño indescriptible, después Chefita se comió lo que quedo.
Después, debido a que durante la noche no habían podido dormir por el terrible frío, ella le cantó algo parecido a una nana. Ambos se quedaron dormidos al mismo tiempo, parecían dos angelitos fundidos el uno con el otro y sus corazoncitos latían al unísono.
Eran las ocho y media de la mañana y el sol asomaba remiso.
Josefa se incorporó, sus piernas destrozadas le dolían horriblemente, tenía fiebre pero ella no lo sabia.
Era viernes por lo tanto tenía que coger toda la comida que pudiera pues de todos es sabido que el sábado y el domingo no había colegio.
Esperó en el camino donde los niños solían tirar trocitos de bocadillo, no aparecía nadie. Entonces oyó a dos mujeres comentar que hoy era fiesta (san nicolas).
Al oír esto su corazoncito le dio un vuelco. Desesperada pensando que Arturo no aguantaría tres días sin comer hizo algo que nunca se había atrevido a hacer: pedir.
Se acercó a una dama muy bien vestida cargada de joyas, de esas que se creen que por ser millonarias son mejores que los demás, la miró con sus profundos y tristísimos ojos verdes y le dijo: Señora, ¿Podría darme algo de comer para mi hermanito?.
La “dama” de muy mala manera le contestó: ¡¡Aparta de aquí piojosa!!
Esto es un INCISO para decirle algo a esa señora enjoyada, elegante y beata: “Querida señora, incluso los piojos que pueda tener esa niña son mil veces mejor que usted, así que vaya vaya usted a misa que falta le hace”
Lágrimas de sangre recorrieron las Heladas mejillas de Josefa.
Volvió triste y enferma sin nada que llevarle a su hermanito Aturo.
Chefita volvió lentamente a su destartalada cabaña con sus manos vacías y los piececitos amoratados con unos dolores terribles. Dolores que probablemente ninguno de nosotros podríamos soportar y sin embargo para ella era mucho más duro ver la cara de desolación de su hermanito.
Volvió despacito, ni siquiera sus abundantes lágrimas restaron belleza a sus preciosos ojos color esmeralda. Se secó las lagrimas y se aguantó su insoportable dolor.
Chefita intentó disimular. Como ya no podía andar venía dando tumbos. Sus preciosos ojos verdes eran como
Luceros de esperanza para su hermanito Aturo, que nada más verla sabía que la cosa no había ido bien.
No se molesto en pedirle comida, sólo la abrazó. Ella ya no pudo reprimirse y empezó a llorar, no por el dolor horrible que sentía en las piernas, sino por el que sentía en el alma.
La tarde avanzó imparable. Era un heladísimo día del 2003, hacia un frío terrible y se acercaba la noche. Chefita hizo un último y desesperado intento de incorporarse e intentar conseguir algo de comida con toda seguridad pensando más en su hermanito que en ella misma.
Sus piececitos ya no le respondían obviamente era imposible. La noche avanzó sin piedad, el frío iba en aumento, Chefita y Aturo permanecían abrazados como dos cachorrillos. La muerte, aliada con el terrible frío, acechaba piadosa y liberadora.
Al día siguiente Arturo se despertó antes de lo normal, tal vez el motivo era el hambre que era muchísima.
Entonces intentó despertar a su hermanita Chefita. Todo fue inútil, vio que su Chefita, su mami, su todo… estaba Inerte, rígida, fría e inmóvil.
seguidamente una mujer oyó gritar a un niño en una minúscula barraca. No entendía lo que decía pero ante tanta insistencia llamó a un policía local. En menos de una hora aquello parecía un hormiguero. Concejales, curiosos, curas, monjas, plañideras y por último el señor alcalde ( la “madre” de Chefita estaba desaparecida hacía meses).
El señor alcalde delante de los periodistas hizo un comentario lapidario y no me refiero a que lo que dijo debería ser escrito en una lápida yo me refería a que el autor debería estar debajo de ella.
a continuación el medico delante del juez levanto el cadáver. Parecía una muñequita de porcelana blanquita con sus preciosos ojos verdes y sus piernas destrozadas por la gangrena.
Cuando alguien le comento al médico que el día anterior la habían visto merodear por las cercanías de la chabola. El médico dijo que tal como tenía las piernas eso era imposible.
Después comprobaron con asombro que Aturo estaba sano y bien nutrido incluso regordete ¿Cómo es posible tanta generosidad? Ella famélica, canija y enferma de pasar miseria y sin embargo el niño ni la mejor de las madres lo hubiese cuidado mejor.
Chefita tuviste el único final feliz que dada tu situación podías tener “Qué vergonzosa y macabra ironía que el único final feliz posible para Chefita fuera la muerte”.
El hermanito de Josefa ha sido adoptado por un matrimonio joven y cariñoso, ellos le han dado un maravilloso hogar lleno de ternura y mimos. Puedo asegurarles que Mari y Paco, así se llaman sus padres adoptivos, son como ángeles para Aturo. Mari se sienta todas las noches y le canta preciosas canciones mientras le acaricia la espalda como a veces hacia su hermanita. Después se duerme a veces se despierta llamando a su hermana.
Mari acude y lo consuela le dice que tanto ella como paco (su marido) quieren tanto a su hermanita como a él mismo. Paco de pura casualidad ha conseguido una foto de Chefita de cuando tenía cuatro años, han hecho una ampliación y se la han puesto en su dormitorio al lado de su camita en un marco de plata.
Arturo conoce perfectamente a Chefita a pesar de que cuando se hizo la foto Josefa tenia cuatro años. Todas las noches antes de dormir habla con su hermana.
Dos meses después de haber pasado esto fui al camino donde los niños a veces tiraban alguna migaja a Chefita.
Ahora hay otra niña de aspecto muy parecido al de Josefa (Chefita para su hermano Aturo) La niñita que ha Ocupado su puesto, al igual que Chefita, implora con su triste mirada un pedacito de pan con mortadela. Yo estaba en la puerta de un supermercado que estaba a unos veinte metros de allí, entré en el supermercado, compré dos litros de leche, dos paquetes de donuts, cuatro empanadillas de pisto, tres barras de pan y le pedí a una señora que me dejara colarme. Pagué y salí corriendo.
Como me temía la niña ya se iba con las manos vacías. Yo le grité: “¡¡Esto es para ti!!” Me miró con ojos llorosos e incrédulos, al igual que un gatillo asustado, le daba miedo acercarse. Entonces me separé de las bolsas. Ella se acercó lentamente, cogió las dos bolsas que abultaban más que ella y arrastrándolas como pudo se las llevó.
Cuando estaba a unos diez metros de mí, volvió su mirada, me miró fijamente y sin decir nada sé que me dio las gracias.
Después siguió su camino muy despacito. Yo pensé que quizás algún hermanito o hermanita la estaba esperando. Me alejé de aquel lugar con lágrimas en los ojos.
TORI-21
NANA PARA CHEFITA (JOSEFA)
Sé que tienes mi niña helada el alma, se te heló una noche de madrugada.
Quién recordará ahora tus preciosos ojitos verdes color esmeralda.
Quién te verá venir por la vereda con tus manitas cerradas pues le traes
a tu niñito un donuts y un bocadito de mortadela.
Por muchos años que viva aunque mil años fuera nunca olvidaré tu menudita figura caminando despacito por la vereda.
No creas mi niña que no tienes madre que ha venido la virgen para arroparte
Para cuidarte Chefita para cuidarte, no digas a nadie que no tienes madre.
Tu frágil cuerpecito, tu piel de porcelana, tus manitas de madre calidas y delicadas
es lo que mas añora tu hermanito de madrugada.
Corre mi niña corre que Arturito aun espera que le des un abrazo y que le traigas
un Donuts y un trocito de mortadela.
TORI -21
Bueno queridos amigas y amigos el que piense que este relato es irreal y melodramático y por lo tanto piense que esto es imposible que hoy ocurra lo tiene muy fácil puesto que el titulo “Érase una vez la miseria” le da la opción de engañarse a sí mismo y pensar que esto es un cuento… ¡¡¡Ójala lo fuera!!!
Por desgracias hay muchas “Chefitas” y “Chefitos”, otra cuestión es que queramos verlos.
BUENO, UN CARIÑOSO ABRAZO DE VUESTRO AMIGO TORI PARA TODAS Y TODOS SIN DISTINCION DE RAZA NI DE SEXO NI POR SUPUESTO NACIONALIDAD