Hola;
Os dejo el primer relato que escribí hará ahora como un año o así.
Acepto todo tipo de comentarios y criticas y espero que os guste.
Podeis ver algun relato mio más en la web que hay en mi perfil. Pero cuidado con el que aún no tiene titulo, porque no está completo y creo que de relato se a convertido casi casi en novela.
DEPREDADOR
Hacia años que Andrea no se sentía tan feliz. Estaba tranquila, sosegada, en paz, como en una nube, como en un interminable sueño. Un cadente pitido sonaba a su derecha.
Su vida hasta entonces había sido como la de cualquier otra mujer de clase media, casada a los veinte y pocos y con un par de niños antes de los treinta. Enamorada los primeros años de casada, feliz con el nacimiento de las gemelas. Pasaban los años y el sentimiento hacia Daniel, su marido, pasaba de amor a cariño, de cariño a indiferencia y de indiferencia a resentimiento. Andrea aguantó lo que pudo, sobre todo por las gemelas, pero la cuerda se tensó demasiado y acabó por romperse.
Separada antes de los cuarenta, se dijo que debería volver a intentarlo, que se lo merecía. No era fácil con dos niñas de 9 años, si los hombres rehúyen el compromiso con una mujer soltera y sin cargas, que no harían con una mujer en su situación. Aún así, iba a intentarlo, era bastante guapa, aún no había perdido del todo la figura de sus 20 años y tenia la edad justa para atraer tanto a hombres un poco mas jóvenes que ella como mas maduros.
Andrea buscó en su agenda el numero de Kim, una chica rusa de 22 años a la que ya había confiado otras veces a las gemelas, la llamó y quedó con ella para que le hiciera de canguro esa noche.
Eran las nueve de la noche, acostó a las niñas.Kim llegaría a las diez, tenia el tiempo justo para arreglarse.
Se dio una ducha rápida , se secó el pelo y se maquilló. Eligió el vestido, no le fue muy complicado, tampoco podía permitirse tener un buen fondo de armario, así que tenia poco donde elegir.Las medias, los zapatos, terminó de peinarse, se dio el ultimo retoque de maquillaje y se perfumó.
Las diez en punto, Kim ya había llegado y había recibido las oportunas instrucciones. Subió a por el bolso y recogió de la mesilla el flyer con la dirección del Single´s Bar.
El taxi la dejó justo delante del neón de Single´s Bar. A pesar de no haber estado nunca allí, creía recodar aquel neón, no sabia donde lo había visto, pero le sonaba.
El bar no se diferenciaba mucho de cualquier otro bar de copas, la excepción debería de ser la clientela, normalmente “singles”, que es como se les llamaba ahora a las personas desparejadas, de entre treinta y tantos a cincuenta y pocos con la casi exclusiva intención de dejar de ser “singles” .
Se sentó en un taburete junto a la barra, pidió un Martini al camarero y sacó un cigarrillo de la tabaquera. Antes de que pudiera haberlo acercado a sus labios, ya tenia la llama de un encendedor frente a sus ojos. Encendió el cigarrillo y dio las gracias amablemente. El hombre se presentó, se llamaba Esteban. No más de cuarenta años, uno setenta y tantos, ochenta kilos, no es que fuera guapo pero su rostro infundía cierto interés.
Charlaron durante más de una hora y Andrea se tomó como tres o cuatro Martinis más, hacia tiempo que no bebía y el alcohol ya había sonrojado sus mejillas y difuminado su vergüenza inicial. La conversación se encaminaba irremediablemente a un terreno mas personal. No es que Andrea hubiera ido allí con ninguna intención en concreto, pero empezó a acariciar la idea de dejarse llevar y no retirarse si aquello podía terminar en sexo, después de todo llevaba meses sin hacerlo y las ultimas y contadas veces con su marido habían sido realmente desastrosas.
Salieron del bar y volvieron la primera esquina, allí debería estar aparcado el coche de Esteban. Era un oscuro callejón y a la mente de Andrea vino la imagen del neón del bar, lo había visto hacia unas semanas en el noticiero, salió en una noticia sobre la violación y asesinato de una mujer en un callejón anejo a aquel bar. Sintió el tacto de un pañuelo de seda apretando su cuello.
El pitido seguía sonando regular y cadente a su lado derecho, le parecía sentir una leve presión en el dedo corazón, pero seguía feliz, sumida en esa nube, en ese sueño cada vez más soporífero. El rítmico pitido dejó su cadencia y se convirtió en un largo pitido sin fin.