Bueno, no han conseguido vencerme, sigo escribiendo, se que nunca llegare a tener un gran nivel, pero me he dado cuenta de que lo importante es disfrutar escribiendo y que los demas tambien disfruten. Gracias a todos
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El café humeaba mientras lo servia en tres pequeñas tazas de porcelana. Prepare el de Carmen con dos terrones y uno con tres terrones para Maria, el mio por supuesto solo. Estábamos sentados alrededor de la mesa, en el piso de Carmen.
-Si lo he entendido bien –comenzó Carmen mientras tomaba a sorbos su café- Quieres que te ayudemos a mejorar tu imagen…
-y a cambio no dirás nada… -Complete yo un poco molesto por la situación-
-Por favor Juan…. Nunca ha sido mi intención delataros –Contesto Maria- Cuando te vi… parecías tan feliz… solo por haber estado con Carmen… ¿Como podría quitaros esa felicidad…? -Maria dejo de hablar en un susurro-
Carmen y yo nos miramos y nos sonrojamos al recordar todo lo que sucedió aquella tarde, quizás fue demasiado pronto pero Dios sabe que no nos lo reprochamos.
-Yo solo… -Maria comenzó a sollozar- no importa, me iré si no queréis ayudarme y tranquilos no diré nada a nadie como ya os he dicho –Maria se levanto-
-Por favor, siéntate –dijo Carmen mientras se levantaba se sentaba a su lado- Claro que te ayudaremos…. ¿Verdad Juan? –Dijo mientras me hecha una mirada que habría amansado a un león salvaje-
-Por supuesto que te ayudaremos –Me apresure a contestar- Pero creo que quien mas te puede ayudar es Carmen ¿No? -
-Bien dicho Juan –Dijo Carmen sonriente- Dime Maria, toda tu ropa es de ese estilo…
Maria vestía una camisa larga blanca, con cuello de pico, una falda aplisada que le llegaba a las rodillas y unos zapatos negros.
-Bueno… -contesto Maria- La verdad es que siempre me ha comprado la ropa mi madre…-
-Decidido –Contesto Carmen poniéndose de pie- ¡Nos vamos de compras!
-¿De compras…? –Contestamos Maria y yo al unísono-
-Bueno entonces os dejo solas... –Me aventure a decir- ya se sabe… son cosas de mujeres…
-Por supuesto que no… -Contesto Carmen agorándome del Brazo- Necesitamos un hombre grande y fuerte que nos lleve las bolsas-
El resto de la tarde es fácilmente resumible. Con Carmen como guía nos recorrimos todas las tiendas de moda que había en la ciudad. Maria, sonrojada al principio, fue probándose innumerables prendas, a cada cual mas provocativa. A medida que transcurría el tiempo aumentaban las bolsas que debía cargar. Pero el esfuerzo merecía sin duda la pena, Maria cada vez sonreía más y se mostraba mas abierta, Carmen en cambio parecía haber cambiado sutilmente, creo yo que había tomado a Maria como una hermana pequeña.
Acabamos tarde, pues también visitamos tiendas de zapatos y de complementos. Maria se despidió de nosotros, para ir a su casa, no sin antes prometernos que mañana vendría otra ves para probarse la ropa, yo por mi parte acompañe a Carmen para dejar las numerosas bolsas en su casa, donde ella me lo agradeció como solo puede hacerlo una enamorada.